Alfonso González Jerez

Vivienda social y vudú electoral

La tramitación casi a uña de caballo de la ley de Vivienda, que llevaba años atascada en el Congreso de los Diputados, es una prueba más de que para el presidente Pedro Sánchez lo importante es la oportuna gestión de los tiempos partidistas más que la eficaz gestión de los asuntos públicos. Esos tres años perdidos evidencian que para el líder del PSOE la vivienda no era una prioridad en su agenda. Ahora sí: ahora se acerquen elecciones (el mes próximo autonómicas y locales; en diciembre generales) y hay que agitar banderas y banderolas triunfantes. La ley de vivienda resolverá juiciosa y eficazmente la angustiosa demanda de techo de cientos de miles de ciudadanos y cubrirá con probidad y equidad esos dos millones y medio de apartamentos y casas que se necesitan en España hasta el año 2050.

Pues no.  Todos los miserables fuegos de artificios de los últimos días  (decenas de miles de viviendas que el Gobierno de Sánchez sacará de la Sareb, planes faraónicos para otros miles de viviendas financiados por el Instituto de Crédito Oficial, programas d rehabilitación) no son absolutamente nada. Como un poema de Wallace Stevens, de Quevedo o de Ada Salas se  trata de un artificio verbal. Como mucho una declaración de intenciones. Pero Sánchez ofrece sus intervenciones públicas como discursos performativos: habla como si con cada una de sus palabras construyera una realidad.  Hace muy pocos días le escuché que se había aprobado la ley de Vivienda: se refería a que su Gobierno había aprobado el anteproyecto de ley para mandarlo a la correspondiente comisión parlamentaria. Con el sanchismo todo es así: la poderosa bestia del Estado expidiendo fantasmagorías para consumo inmediato y autobombo atronador.

Las patronales de la construcción de Canarias han pedido al presidente Ángel Víctor Torres que no aplique íntegramente la ley de vivienda en esta comunidad autónoma. Y no les falta razón en su solicitud.  La crisis de 2008 acabó con una colaboración entre administraciones públicas e iniciativa empresarial privada irregular e insuficiente, pero gracias a la cual se construían entre 70.000 y 75.000 viviendas anuales en España. Los recortes presupuestarios y la ruina de muchos constructores paralizaron esta dinámica, en virtud de la cual el 85% de la vivienda social levantada en España entre 1980 y 2010 la construyó la empresa privada. El Gobierno de Sánchez (y en Canarias el del señor Torres) se ha negado resueltamente a contar con la empresa privada para desarrollar sus planes de vivienda pública. Incluso en La Palma posvolcánica. Esa es la principal razón del grotesco retraso que acumula en esta materia el consejero de Obras Públicas, Sebastián Franquis. Los límites al crecimiento de los alquileres es otra medida disparatada que ya ha reducido la oferta y lo hará aún más en el futuro inmediato. Trasformar al propietario de cinco viviendas –al margen de su superficie, su conservación o su ubicación – en un gran tenedor es una ruinosa necedad.

No era imprescindible a priori una nueva ley de vivienda como la que penosamente se aprobará por las Cortes a principios de mayo. Bastaría con haber diseñado y suscrito un doble pacto: uno de naturaleza política entre los principales partidos, encabezados por el PSOE y el PP, y ratificado en las comunidades autónomas, para aligerar los trámites administrativos y movilizar suelo público y privado; otro operativo, entre administraciones públicas y las patronales de constructores. Un gran pacto de colaboración público-privado, como lo llama la presidenta de la AECP, María de la Salud Gil, que en Canarias podría conseguir 8.000 viviendas en un quinquenio (y quizás más). Esta estrategia es la más razonable y directa para afrontar una emergencia habitacional como la que sufre el país, y debió impulsarse hace tres años. Pero supone riesgos. Requiere esfuerzos. Implica corresponsabilidad y cogobernanza. Sánchez preferible una ley monigote a penúltima hora para practicar vudú electoral.

 

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Realismo político y fantasías ideológicas

¿Se puede tachar a la principal fuerza de la oposición –el Partido Popular – de ser un “partido antisistema” y simultáneamente pactar con él la reforma de la ley orgánica de garantía integral de la libertad sexual? Vaya que sí se puede. Lo está haciendo el PSOE tan ricamente. Ayer fue aprobada la reforma en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados con los votos del PSOE, el PP, Ciudadanos y el PNV y se votará mañana jueves en el pleno. Podemos ha denunciado que los socialistas han volado “el bloque de la investidura”. Quizás lo hayan hecho los socialistas, en efecto, pero Podemos no. Las ministras de Podemos siguen sentadas pachorrudamente en el banco azul. Imagino que se consolarán con “la primera ley de vivienda de la democracia” que entre otras estupideces ideológicas incluye un tope a los alquileres que, en el mejor de los casos, no servirá para nada. Ya existe literatura económica y estudios técnicos que lo dejan perfectamente claro: la limitación del beneficio supone desincentivo casi automático para la oferta. En experimentos similares la oferta de alquiler descendió un 15% en París o San Francisco y cerca de un 10% en Berlín. El acceso a la vivienda es un problema socialmente explosivo en Canarias y, en realidad, en toda España, pero limitar el precio de los alquileres no lo aliviará. Más o menos cualquier persona razonable sabe o intuye una obviedad: lo que debe aumentar la oferta de viviendas en alquiler. El Estado debe construir vivienda pública a gran escala y poner al menos el 50% de las plazas en régimen de alquiler. Con 10.000 viviendas públicas en alquiler en Canarias los precios bajarían con toda seguridad, pero este objetivo implica inevitablemente mejorar las dotaciones públicas (parques, jardines, servicios) de las nuevas zonas. Po favor: que no se diga que en el plazo de un lustro no pueden construirse diez mil viviendas públicas en Canarias porque entonces estamos acabados y el sistema autonómico es inservible frente a una demanda social perentoria y lacerante. Una sociedad madura, con medios financieros y técnicos suficientes y una voluntad política ampliamente consensuada lo puede y lo debe hacer. En los cuatro o cinco años imprescindibles para construir este parque público las medidas deben ser básicamente fiscales: fijar y aumentar la desgravación por alquiler,  aumentar en algunos segmentos de población en mala situación habitacional el ingreso mínimo vital, incentivos para el alquiler de sus viviendas a los propietarios. Todo antes que transformar un mercado tensionado en un mercado deprimido.

Un designio verdaderamente evolucionario – pero ante el cual las izquierdas, más aun todavía que las derechas, parecen sentir auténtica alergia – se basaría en diseñar y consensuar políticas públicas basadas en la evidencia empírica y no en supercherías doctrinarias, antojos ideológicos o simulacros propagandísticos. Por desgracia los actuales gobiernos de España y de Canarias – con excepciones, alguna que otra relevante — jamás están dispuestos a que la puñetera realidad les juegue una mala pasada. A la realidad no se le soluciona: se la sustituye por un relato, un cuento, un chisme. La otra praxis predilecta de nuestros gobernantes progresista es crear leyes que mágicamente resuelven los problemas. Una buena y extensa ley, cargada de artículos y disposiciones, que exija reglamentos farragosos y subsanables, está por encima de todo. La Consejería de Transición Ecológica y Planificación Territorial debió asumir hace años como prioridad la crisis hídrica de Fuerteventura, la insuficiencia de sus desaladoras y la obsolescencia de sus infraestructuras. Prefirió hacer una ley magnífica, compleja, deslumbradora, inacabable. Los majoreros han pasado, pasan y sin duda seguirán pasando sed en este verano que se aproxima a grandes zancadas, pero José Antonio Valbuena tiene su preciosa aunque obesa criatura legislativa. Mira qué ojitos tiene. Es idéntica a su padre.

 

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Torres, nuevo académico de la RAE

Tenemos un presidente del Gobierno tan excepcional que hace un par de días entró a formar parte de la Real Academia de la Lengua. Es un gran honor pero tampoco cabe asombrarse demasiado. La lengua es el principal instrumento de trabajo del presidente. La lengua es el torno –da vueltas y vueltas sin parar — y la arcilla, su fascinante, inacabable y poliédrica personalidad. Un hombre que convierte en una minucia la quiebra de Thomas Cook, que convence a un virus para que no toque a más canarios que a los estrictamente necesario para que se pueda hablar de pandemia y no caer en el ridículo, que domina y vence a un volcán en erupción, que consigue que le levanten cuatro millones de euros delante de sus narices sin consecuencias y que  crea cual pasmoso demiurgo trabajo dignos para miles de isleños no puede tener miedo a la lexicografía. Sinceramente ignoro las razones que han llevado a  la RAE. Recuerdo vagamente que Ángel Víctor Torres escribió un libro de cuentos allá por los años noventa, una probatura juvenil, pero su calidad no debería haberlo conducido a la RAE, sino a Radio Ecca. Tampoco entiendo que hace junto al presidente, en todas las fotos de la ceremonia académica, una señora enfundada en un elegante traje azul. Tal vez sea su jefa de gabinete, aunque me había asegurado que era invisible salvo en su despacho de ocho a tres, y tiro porque me toca.

Descreo que la designación de Torres por la RAE esté relacionada con su condición de orador político. El presidente no ha demostrado ser un mal orador parlamentario, pero tampoco es precisamente Cicerón. Ni siquiera Jerónimo Saavedra. De todas formas sus recursos retóricos no tienen una base propiamente lingüística, sino más bien ética. La oratoria presidencial se basa en la obvia superioridad moral de la socialdemocracia sanchista frente a cualquier tipo de conservadurismo. Es, por lo tanto, mucho más eficaz que cualquier martigala ciceroniana. Si un diputado del PP critica la acción de su Gobierno, al presidente Torres le basta con recordar que quien se atreve a criticar es un diputado del Partido Popular, y eso es más que suficiente para fulminarlo. o mismo ocurre con otras gentes moralmente degradadas y degradantes, como con los dirigentes y cargos públicos de Coalición Canaria, salvo, parcialmente, con José Miguel Barragán, que más que nacionalista le debe parecer budista: un hombre que intenta ver más allá de los velos de Maya, pero es que hace años cerraron y lo hay manera. Como orador – maestro de la palabra hablada – el presidente Torres nunca intenta acercarse a la realidad, sino conducir las almas ciudadanas hacia un ideal: la libertad, la prosperidad y la justicia que solo puede garantizar el PSOE, con el mismo Torres, por ejemplo, como jefe de Gobierno humano, demasiado humano, luz inspiradora, milagro morfosintáctico  y padre proveedor.

De lo acertada de la designación de la Real Academia es suficiente indicio la cantidad de personalidades que acudieron a la emocionante ceremonia en la ilustre institución. Todos sonreían rodeándole, henchidos de orgullo patrio, incluso la elegante señora del vestido azul, que sin duda llamó la atención del flamante académico, porque la perseguía por todas partes. He contado al menos una docena de fotos que atestiguan la mutua simpatía. He escuchado rumores sobre una simpática e improvisada firma por parte de Torres para contentar a todos los congregados, aunque solo pudo rubricar algunos clínex aportados diligentemente por la Delegación del Gobierno de Canarias en Madrid. Al final llegó lo mejor: desde una asombrosa humildad, el nuevo académico cedió la palabra y entregó su discurso de entrada a la dama vestida de azul, quien leyó la conferencia de Torres, Un mar de palabras, una pieza colmada de sabiduría filológica y elegancia expresiva. Un discurso tan hermoso que el propio presidente, que se situó en un modesto segundo plano, no tuvo más remedio que aplaudir emocionadamente.  

 

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Destellos de un próximo ciclo

Una constelación de señales quizás indique que está a punto de comenzar no un nuevo ciclo electoral (todavía) pero sí un nuevo ciclo sociocultural e ideológico. El optimismo se ha refugiado en los políticos, a los demás nos basta con ir tirando. Es realmente insoportable aguantar los autorriquirracas de Ángel Víctor Torres hablando de la creación de 50.000 empleos más que los existentes en 2019, pero más irritante aun es no escuchar un análisis mínimamente serio de mercado laboral canario actual por parte de la oposición. ¿De verdad se cree ese caballero que los 50.000 empleados nuevos curran siete horas diarias y perciben el salario mínimo interprofesional? ¿Sabe que más de un tercio de esa cantidad son trabajos a media jornada – una media jornada que nunca se cumple escrupulosamente – y los empleados se sacan 600 euros mensuales? ¿Cómo se puede vivir hoy con 600 euros mensuales, especialmente en la comunidad que en el pasado marzo alcanzó la mayor inflación interanual? El 70% de los isleños llegan a la última semana de cada mes sin un céntimo y están (moderadamente) endeudados con los bancos. ¿Torres ha pisado  alguna vez en los últimos años un supermercado? Es exasperante esta incesante estúpida satisfacción. Pero al PSOE –como todos los demás partidos – solo le interesa el voto de los dos colectivos que más visitan las urnas: los funcionarios y los jubilados, blindados ambos por el Estado y con subidas en sus percepciones económicas que neutralizan o alivian el proceso inflacionario.

Fuera de esta placenta el malestar social crece con una característica novedosa: en el imaginario de una mayoría cada vez más amplia los tres factores de nuestra problemática desdicha están interrelacionados: las estrecheces y quebrantos económicos, con un desempleo reconocido del 14%, una desigualdad social galopante y un estrechamiento angustiosos de las clases medias se relaciona con el turismo y la construcción como motor económico y tienen como correlato la destrucción de ecosistemas y paisajes. Crece y crece la sensación de que no hay cama para tanta gente, excepto para los turistas. “No me hablen de continente/que ya se han abarrotado/usted mira a todos lados/y los ve lleno de gente”.  Lo que cantaba Pablo Milanés es lo que está ocurriendo aquí. O lo que le parece a los isleños que está ocurriendo, lo que es casi exactamente lo mismo. El subtexto de ese malestar difuso, pero cada vez más hondo, intenso y compartido, es que nos están echando de nuestras propias islas, que nuestro país comienza a ser un lujo para vivirlo decentemente, que la belleza está siendo diezmada o –en el mejor de los casos – secuestrada y prostituidad por intereses ajenos a la mayoría. Desempleo, subempleo, pobreza y desigualdad por un lado y destrucción ecológica y degradación paisajística por otro son la consecuencia inevitable – según lo que se percibe como una obviedad – de la intensificación del desarrollo turístico en los últimos treinta años. El turismo pueda dar para comer, pero no para construir una sociedad próspera, sostenible, cohesionada y solidaria. Los efectos positivos de la turistificación de la economía canaria están cada vez más lastrados por externalidades negativas cada vez más estructurales. por la desincentivación de la inversión en I+D+i,  la produce un empleo de mediocre calidad y alta rotación, la degradación ecológica y medioambiental.

Las organizaciones políticas tradicionales van a ser sobrepasadas muy rápidamente por esta consciencia que tiene su principal anclaje en jóvenes de menos de 35 años con estudios medios y universitarios y que, en muchas ocasiones, han estudiado y trabajado fuera de Canarias durante algún tiempo. Para estos jóvenes – echen un vistazo a las candidaturas del proyecto Drago – los grandes partidos tradicionales ni siquiera han hecho todo lo posible en los límites del autonomismo, como demuestra el deficiente funcionamiento del modesto Estado de Bienestar en Canarias o que decenas de miles de majoreros se queden sin agua durante semanas o que el Gobierno autónomo muestre un servilismo silencioso y vergonzoso en los cambios políticos y diplomáticos de España hacia Marruecos o en los hombres, mujeres y niños mueran ahogados intentando llegar a nuestra costas, que solo merecen lágrimas de cocodrilos cómplices. Este malestar popular, este análisis terminal, este desbordamiento de los marcos mentales que regimental nuestro espacio político crecerá mucho en los próximos años y su discurso hará fortuna.

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Menos humos

Hace apenas medio Podemos – Podemos quedará como la mínima unidad histórica disponible – se nos garantizaba desde el Gobierno autonómico que los fondos europeos extraordinarios conseguirían, brillantemente gestionados, modernizar y dinamizar la estructura económica de Canarias. Lo más divertido es que el mismo Gobierno nos cuenta  ahora que eso es lo que está pasando. El hondo saco financiero del programa NG lleva dos paquetes: los fondos REACT-EU, que se van en ayudas que necesitan un trámite administrativo relativamente sencillo, y que según la Consejería de Hacienda se han ejecutado ya en un 90% nada menos, y el  fondo del Mecanismo de Recuperación y Resilencia, que son asignaciones de gestión más compleja, y que se han ejecutado en un 28,4%, aunque siempre añaden corriendo que puede hacerse hasta 2026. Estos porcentajes, como quizás sospeche el amable lector, están sonrientemente manipulados, pero eso ya lo comentaremos otro día. Frente a cifras triunfales y chácharas mesiánicas, sin embargo, una luz repentina ha iluminado una realidad tangible. Luchamos duramente, provistos con la generosidad de Madrid y Bruselas, por modernizar nuestra economía con proyectos de  producción de hidrógeno verde o instalando paneles solares en los edificios públicos, pero mientras se gesta el milagro modernizador el logro inversor más tangible, visible y olfateable es el desembarco de Philip Morris en Canarias a través de un socio local, Dos Santos.  Otra vez el tabaco, compañero. Yo no creo que quepa descartar que el próximo año Fanjul Corp anuncie que pronto comenzará a plantar caña de azúcar en varios barrancos del archipiélago.

Los responsables de Philip Morris y Dos Santos se han entrevistado con el presidente Ángel Víctor Torres. Le comunicaron que van a invertir unos 15 millones de euros – una cifra francamente pichirre para la principal empresa multinacional dedicada a la producción y comercialización del tabaco – y que crearán más de 120 empleos en la factoría que pronto se abrirá en Gran Canaria.  En realidad Philip Morris abrirá aquí una factoría para producir en Canarias una línea de productos que dejará de producir en Cracovia: los puritos. En el centro polaco, en cambio, se facturarán exclusivamente “productos sin combustión” porque “la demanda es creciente”. Los puritos no se venderán ni en Canarias ni en España. Se enviará fundamentalmente a tres países donde las restricciones legales al consumo de tabaco son modestas: Letonia, Rumanía y Lituania.

Cada uno tiene su miopía particular. Yo lo que veo aquí es una empresa multinacional que fabricará en Gran Canaria un producto cancerígeno que venderá en países donde todavía es altamente rentable colarlo. Mientras tanto en Polonia se dedican a esa macabra fantasía del tabaco sin combustión que, según los dirigentes de Philip Morris, es “potencialmente menos nocivo” que el tabaco común y corriente. La clave está en el adverbio, largo como una panatela. Esos cacharros electrónicos son “potencialmente inocuos”, “potencialmente más tolerables”, “potencialmente menos destructivos”. Menos de un 5% de los exfumadores consiguieron superar en 2022 su adicción utilizando los inhaladores electrónicos como una etapa intermedia entre el cigarrillo y la abstinencia.  Cana año son diagnosticados en España unos 30.000 ciudadanos con cáncer de pulmón. La mayoría estarán muertos cinco años después. La relación causal entre el consumo de tabaco y el cáncer tiene el aval de una enorme literatura médica y ya no la discute nadie. Ni siquiera Philip Morris, aunque la combata responsablemente con adverbios de modo.

No hay nada que festejar porque una actividad industrial  potencialmente nociva llegue como una embajada de alegría y prosperidad a las islas. Sobran las felicitaciones y los aplausos para arropar una producción de capital extranjero que genera en potencia, y sin prescindir de una propaganda sistemáticamente engañosa, un reguero de muertes, enfermedades y dolor dentro o fuera  de nuestras fronteras. En esta tierra se diagnostican cada año 1.500 nuevos casos de cáncer de pulmón.  Y mas de un millar de isleños fallecen después de una batalla dolorosa, vejatoria, terrible, inútil. Menos humos con la generosidad inversora y los piropos institucionales.  Cada vez menos humos hasta que desaparezca esta silenciosa carnicería.

 

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