Me pagan por esto

Autoretrato del escritor (con Melini al fondo)

Tengo que agradecerle a Nicolás Melini el artículo publicado el pasado miércoles en Diario de Avisos, en supuesta réplica a uno anterior de un servidor sobre la actitud – la falta de actitud, digamos – de los escritores isleños  frente al Salón Internacional del Libro Africano (SILA). Y tengo que agradecérselo porque Melini, en su gesto de dignidad ofendida, tan generoso que se arroga la representación de todos los letraheridos de nuestras ínsulas baratarias, ejecuta un magnífico autorretrato del escritor canario, cuya figura central es él mismo, y el fondo, una galería de espejos que lo repiten hasta el infinito. Este narcisismo radicalmente satisfecho consigo mismo, no es, por supuesto, una patología isleña. Los escritores suelen estar encantados de conocerse, muchos no entienden que el ordenador o la olivetti no aplaudan estruendosamente cuando terminan su novela y el legítimo afán  de colonizar un espacio público o incluso de profesionalizarse les desliza por un laberinto inacabable donde el reconocimiento lisonjero de su obra – entiéndase: no su obra en sí — es la única brújula digna de fidelidad. Una fidelidad perruna. Lo que encuentro distintivamente irritante es esa combinación letárgica entre arrogancia de escriba, ignorancia despreocupada e hipocresía militante que queda patente cuando los escritores canarios (con las escasas y agradecidas excepciones de rigor) no muestran el más modesto interés por un proyecto como el SILA y, sobre todo, cuando toman la palabra para disculpar ridículamente su indolencia vital e intelectual por lo que ocurre alrededor.

Porque Nicolás Melini, en su pequeña y sentida apología de la ausencia, no dedica una sola palabra al Salón Internacional del Libro Africano. Todo su esfuerzo se centra en explicar que los escritores isleños no tienen que estar ahí. Para explicar que los escritores canarios no tienen que estar ahí –  al contrario que los escritores africanos, europeos y americanos, tan impertinentemente presentes – Melini se refiere a convocatorias y saraos literarios a los que novelistas, poetas o dramaturgos no asisten si no se les invita para participar activamente en los mismos. Melini, para entendernos, es como Javier Marías, Michel Houellebecq o César Aira: si no es él el que está bajo el foco, no va. El escritor palmero se asombra mucho de que en provincias no entendamos estas cosas elementales, que presenta como una ley tan universal como la gravedad. No hay cosa tan lamentable como un provinciano en Madrid – los hay a miles — que desde la capital dicta normas planetarias para cubrir púdicamente sus antojos, sus apetitos o sus renuncias. Al SILA, como ocurre en otros eventos de esta naturaleza, llegan cada vez más numerosas solicitudes de participación: escritores, profesores o editores de Benín, de Costa de Marfil, del Senegal o de Angola que quieren asistir, participar, intercambiar información, debatir, negociar. En su inmensa mayoría no son adolescentes sensibles en busca de tocarle las solapas a un escritor famoso, y es una suerte, porque en los salones del SILA no encontrarían a Melini, ni a sus solapas, ni a sus solapamientos. Son escritores, profesores y editores intensamente comprometidos con el libro y la literatura, a menudo en condiciones políticas y sociales angustiosas,  y que no esperan a ser invitados, con una calesa puesta a su disposición, mientras levantan sus prodigiosos castillos verbales en el patio de su casa. Pero más allá de los ringorrangos protocolarios, ¿ninguna curiosidad, en serio? ¿Ningún interés? ¿Te da lo mismo? ¿Se reúnen aquí grandes escritores de los que aprender, profesores a los que escuchar su experiencia en universidades de tres continentes, editores con los que quizás trabajar en otros idiomas, en otros ámbitos, en otras culturas?  Es una puerta abierta a un conjunto de horizontes ilimitados: novelas y poemas, bellezas y horrores, tradiciones y vanguardias, conflictos y esperanzas, luchas por la palabra y por desmontar los discursos legitimadores de la barbarie, relatos tan hermosos y viejos como el mundo, bibliotecas por construir y voces que inaugurar, temblando de erizada belleza en el amanecer de un idioma literario. El festín está puesto y se enriquecería aun más con otras propuestas. Pero no te han invitado. No te han dado el tarjetón. Así que pasas de largo. Buen viaje, como siempre, hacia tí mismo.

Antes hablé de hipocresía. Durante años – y desde siempre – la crítica sobre el miserabilismo cultural de Canarias ha sido imprescindible. Y sigue siéndola sin duda. Sin embargo, cuando dos empresas privadas, Mirmidón y Baile del Sol, impulsan un proyecto tan ambicioso y complejo como el SILA, y saben interesar en el mismo a las administraciones públicas (Unión Europea, Casa África, Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife) la indiferencia injustificable brilla con más intensidad que la crítica justificada. Y por los mismos escritores que se lamentan quejicosamente de la falta de reconocimiento en su propio país, de las dificultades de publicación, de la nula atención de una crítica literaria que no sabe valorarlos adecuadamente o que, sin más monsergas, no existe. Nicolás Melini, junto a otros escritores canarios, forman parte de un movimiento, el que se ha nucleado alrededor de un libro, Generación 21, y de una colección editorial puesta en marcha con entusiasmo por un editor admirable, Ánghel Morales. Me parece muy bien: quieren atención, buscan notoriedad, se unen para sumar esfuerzos y beneficiarse mutuamente como autores en busca de lectores, escrutinio crítico y nuevas oportunidades de edición. Se trata de una operación reiteradamente practicada en la literatura canaria, como en otras, con resultados variables. Pero, considerando incluso alguna salvedad, los escritores isleños de Generación 21 detienen sus críticas exactamente en el límite de sus intereses particulares. Lo demás se las trae al pairo, sin reparar en que en lo demás está incluida la sociedad que los lee (o no los lee),  las políticas institucionales que les afectan (o no los afectan) y el mundo editorial que les proyecta (o que no les proyecta) hacia sus hipotéticos lectores. En el caso de Nicolás Melini esta interés excluyente por los escritores, pobrecitos, esta priorización del yoísmo literario llega a extremos paroxísticos: basta recordar las intervenciones en las que solicita que los poderes públicos, a través de un conjunto de políticas sabiamente concertadas, ayuden al escritor a concentrarse en su obra, eludiendo la molestia de trabajar para comer, y desde el supuesto de que este esfuerzo institucional redundaría cualitativa y cuantitativamente en una emulsión literaria sin duda excepcional.

Al final de su artículo Melini deplora que mi catilinaria haya zaherido a los escritores canarios; ha sido un desmán “que nos hemos llevado sin comerlo ni beberlo”. Me parece una observación muy sincera, una acusación cargada de sentido. No se los ha invitado ni a comer ni a beber, no se han comido ni bebido nada, en suma, y todavía se les critica.

 

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Diccionario para una crisis vulcanológica

Armas, Alpidio: Presidente del Cabildo de El Hierro que se metió en política después de ser rechazado en el casting de Dante’s Peak// Según una antigua leyenda bimbache, lagarto de Salmor que se transformó en presidente del Cabildo Insular al inhalar los gases sulfurosos de una antidiluviana erupción volcánica// Él mismo y sus circunstancias.

Carracedo: Científico que suele tener razón y que es apabullantemente consciente de que suele tenerla.// Fuente de información universal a la que se rinde, con excepciones, unánime y hasta reverencial acatamiento. (véase Nemesio).

Civismo: Impulso connatural y admirable en el pueblo herreño que les lleva a no arrojarse por las ventanas, ni a liquidar a sus familiares usando escopetas de cañones recortados, ni a enterrar veinte kilos de quesadilla en las macetas de sus casas ni a atacar furibundamente a los equipos de la Cruz Roja con horcas y cuchillos.

La Restinga: Pueblo fantasma de El Hierro, habitado hasta el otoño del año 2011 y convertido después en un parque temático financiados con fondos de la RIC por los cuatro de siempre y dirigido, en una primera etapa, por don Eligio Hernández.

La Respinga: Nombre por el que es conocida la localidad de La Restinga en los medios de comunicación peninsulares y que es pronunciado con regocijada fruición por las locutoras de las televisiones nacionales// Locución popular: “Esto es la Respinga”. Se utiliza para evidenciar una situación particularmente grave, conmovedora o asombrosa. Según Corominas, no guarda necesariamente relación con el tamaño.

Mancha, La: Amenazante extensión de color pardo-verduzco sobre el mar, a corta distancia de las costas herreñas que, según los especialistas en tertulias radiofónicas y televisivas, tiene su origen a) en una incipiente erupción volcánica submarina a unos 200 metros de profundidad; b) Un atentado ecologista contra el Mar de las Calmas relacionado con la construcción del puerto industrial de Granadilla; c) Una manifestación de organismos marinos a favor de la reposición de Belén Allende en la presidencia del Cabildo Insular; d) Una señal evidente de un tsunami; e) Es otro tremor, f) Hay que preguntarle a Carracedo; g) Es lava; h) No es lava; i) Huele muy mal; j) No huele; k) La erupción avanza; l) La erupción se ha detenido; ll) Es una oportunidad para reanimar la actividad turística en El Hierro; m) Es sospechoso que casi haya coincidido con la llegada de las tropas del Ejército español; n) Hay que llamar a Carracedo, o) No puede hacerse nada; p) Que abran el túnel; q) la carretera vieja no está tan mal; r) pasamos a publicidad; s) es otro tremor; t) Son los restos de los restaurante de marisco y pescado de La Restinga; u) Simplemente se trata de salmuera; u) Todos los peces de la zona han quedado sancochados; v) Se aproximan más tremores; w) un indiciode la necesidad de que intervenga la Armada, z) que le pregunten a los pescadores.

Mero: Pez osteíctio del orden perciforme al que en ningún momento se le advirtió sobre la posibilidad de una erupción submarina en las proximidades de la costa herreña con grave riesgo para su vida y domicilio. Las asociaciones ecologistas, sin descartar a los propios meros, estudian presentar una querella criminal contra el viceconsejero de Pesca del Gobierno de Canarias.

Nemesio: Científico incomprendido que consigue hacerse entender en un dialecto poco estudiado del idioma español. Pica mucho entre horas.//Científico que ha comprobado la curiosa pero persistente tendencia ajena a equivocarse sistemáticamente en los puntos más relevantes de cualquier análisis (véase Carracedo).

Nobleza: Siempre es baturra.

Normalidad: Situación que se vivirá en El Hierro, ocurra lo que ocurra, para eludir, precisamente, cualquier circunstancia anómala// Eufemismo vulcanológico.// Fastidio que impide a los periodistas hacer su trabajo y proporcionar jugosos datos e imágenes sobre el desorden, la angustia, la incertidumbre y la desgracia.

Nonangenarias: Especialistas en geociencias que, gestionando un conocimiento infuso que se pierde en la noche de los tiempos, han sustituido, en los principales centros universitarios del mundo, a sismólogos y vulcanólogos.// Señoras de edad provecta con una memoria portentosa que va más allá de la fecha de su DNI. // Señoras de edad matusalémica que custodian los derechos de propiedad de los volcanes sobre la liliputiense soberbia de los seres humanos. Siempre aciertan en la lotería y si les duelen los juanetes resulta una señal inequívoca de lluvias torrenciales, bruscas bajadas de temperatura o erupciones submarinas.

Novena Isla: La que, según una extensa y entusiasta tribu de frikis, está a punto de emerger al sur de El Hierro. Algunas fuentes señalan que se ha visto por las inmediaciones a Tomás Padrón con una bandera herreña bajo el sobaco.

Pancho, el Mero: Conocido pez que habitaba en el Mar de las Calmas y que alcanzó una enorme popularidad, en la primera década del siglo XXI, gracias a un reportaje promocional que se emitía a todas horas, con una evidente voluntad sádica, en los espacios publicitarios de Tele 5. Hasta finales de 2011 se aseguraba que había sido pescado y devorado en una caldereta, pero estudiosos como Sergio de Armas, en su monografía No fue un mero almuerzo, señalan que Pancho pudo haberse suicidado para evitar ver la destrucción de El Hierro por una erupción volcánica o la llegada de Alpidio Armas al Cabildo Insular (véase Armas, Alpidio).

Robot submarino: Aparato legendario, de gran sofisticación tecnológica, tan difícil de localizar y encontrar como el vellocinio de oro//. Aparato submarino sobre el que una asociación de televidentes ha sugerido que incorpore a su tripulación a los presentadores y artistas del programa La Gala, dotados con cámaras para analizar la erupción submarina en las proximidades de El Hierro, a condición de que nunca más vuelvan a la superficie.

Sismógrafo: Aparato cabalístico que registra los tremores y difunde los temores (véase Tremores).

Santana, Juan: Director general de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias que transmite, gracias a su fluidez verbal y su código gestual, la misma tranquilidad que un eficiente empleado de pompas fúnebres.

Tremor: Personaje ficticio de la serie del videojuego de lucha Mortal Kombat// Primera parte de la obra Tremor y temblor, del vulcanólogo aficionado Sören Kierkegaard// Señal continua asociada a una actividad eruptiva que, como su propio nombre indica, produce mucho miedico y que muestra a menudo un comportamiento sinuoso y poco fiable para despistar a los políticos y los periodistas con el artero propósito de dejarlos en ridículo.

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Calladitos

Muchos cientos, tal vez miles de laguneros, se sienten involuntariamente inmersos en una cita anual con el agobio, el fastidio, el hartazgo, la tumultuosa e inapelable obstinación espiritualista: las fiestas del Cristo deLa Laguna.Son los agnósticos y ateos que deben soportar campanadas gemebundas, incontables procesiones diurnas y nocturnas, estentóreos grupitos ululando salmos y canciones religiosas, revoloteantes ejércitos de curas y monjas,  cruces poblando cualquier esquina y todo horizonte, cortes de tráfico y cambios se sentido en las vías urbanas, exhiciones pirotécnicas ensordecedoras. Son los ciudadanos que tienen que oír a un obispo proclamar (porque los medios de comunicación se apresuran a propagar su verbo cristalino como si dispusiera de alguna autoridad en el exterior de su organización eclesial) lo que le gusta y lo que no le gusta que se haga o no se haga en los espacios públicos, su diagnóstico sobre la degeneración moral de los jóvenes, los terribles efectos del relativismo moral, la perversidad del espíritu laico y sus malvados apologetas. Y calladitos. Cualquier crítica, distanciamiento o sarcasmo al respecto resulta considerado, paradójicamente, una actitud intolerante. Un modesto hecho, históricamente evidente,  es que gracias a la crítica, el distanciamiento. la ciencia y el sarcasmo más lúcido estos señores no deciden lo que puedes leer, no controlan tu moral privada, es decir, tus esfínteres, no te entregan al brazo secular y no disponen de un Estado para mantener su pingüe negocio de salvación de almas y condena de cuerpos.

Pero ahora se pretende (y en buena parte se consigue) desactivar cualquier actitud crítica bajo la exigencia tronante de una tolerancia que se consiguió, precisamente, contra todas sus feroces resistencias, que no excluyeron jamás la bendición de ejércitos, la manipulación doctrinal en las escuelas, la lucha embrutecedora y sangrienta contra el desarrollo científico ni el apoyo inequívoco a golpes de Estado. Ahora, precisamente ahora, calladitos. Hay que estar calladitos para no herir susceptibilidades, que duelen como coronas de espinas. Si usted es ateo o agnóstico, haga usted el favor de callarse y respetar. Es la trampa perfecta: para nosotros, la calle, las ayudas del Estado y la crítica al Gobierno, el monopolio discursivo de la moral, la atención untuosa de autoridades políticas, fotógrafos y cámaras de televisión; para los ateos y agnósticos, la soledad de su casita mientras escuchan llegar desde la calle el prodigioso ronroneo de interminables procesiones que lo infectan todo. Sí, para esta gente, el mismo Voltaire resultaría actualmente un intolerante, un dogmático, un . Más de una entrada de su Diccionario filosófico no sería publicable en nuestra prensa de provincias. Voltaire, esa serpiente insidiosa, esa pútrido e infernal setina de vicios. Así lo trató en su día la Iglesia Católica  y ese fue, ese es todavía, uno de sus timbres de gloria.

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Segunda fase

En las semanas ulteriores a las elecciones autonómicas José Manuel Soria intentó, infructuosamente, quebrar la unidad de  Coalición Canaria para conseguir su investidura como presidente del Gobierno. El PP había ganado las elecciones y estaba en su perfecto derecho – y había anunciado que lo ejercería – de conformar una mayoría parlamentaria para conseguir su objetivo. Soria no lo  consiguió, pero ha mantenido su estrategia. En medios coalicioneros se insiste en la política sucia que está practicando Soria. Pero la expresión “política sucia” es un pleonasmo. Los dirigentes de Coalición olvidan, entre otras muchas portentosas peripecias de los últimos veinte años, el origen de su invento: una moción de censura en 1993 que propinaron al entonces presidente del Gobierno, Jerónimo Saavedra, sin siquiera tomarse la molestia de abandonar previamente el Ejecutivo.

Lo que no consiguió de inmediato en el parlamento lo intentan ahora Soria y sus conmilitones en los cabildos. Después de desplazar a Belén Allende, toca ahora articular una moción de censura en el Cabildo deLa Palma, más ardua y compleja, pero en absoluto imposible. Asier Antona explica con su refinada astucia habitual a los socialistas palmeros que si  están dispuestos a censurar a Guadalupe González Taño, deben hacerlo antes de las elecciones generales de noviembre: un PP con una aplastante mayoría absoluta en las Cortes quizás sea menos sensibles a tolerar pactos con el PSOE en ningún lado. Tanto en El Hierro como enLa Palmael mensaje a trasmitir a los gerifaltes de CC – y al margen de la gravedad de la pérdida de poder en las corporaciones para fuerzas de ámbito insular — es quela Presidenciade Paulino Rivero sale demasiado cara para la federación nacionalista. Sale a un precio prohibitivo, angustioso, ruinoso. Soria quiere deshacerse de Rivero, en fin, fomentando un malestar insuperable entre los menceyes nacionalinsularistas.

Lo peor para los coalicioneros es que carecen de cualquier margen de maniobra. Su desgaste electoral – desde 2007 perdieron su condición de primera fuerza parlamentaria – y el inminente contexto político nacional –con un PP próximo en zambullirse en una oceánica mayoría absoluta – lo atan al pacto con el PSC-PSOE. A menos, naturalmente, que cedan la Presidenciaa José Manuel Soria. Pero si en esta situación el señor Soria es capaz de sacudirles así, desde una plataforma como la Presidenciadel Gobierno, a buen seguro, dedicará la mitad de su tiempo a  liliputizar al CC e instaurar por primera vez en el Archipiélago un bipartidismo de facto de aquí a la eternidad.     

 

 

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El caso del último socialista

Había sido un agosto casi tranquilo, es decir, que llegué a fin de mes con todas las cuentas bancarias al rojo vivo. A mi despacho de detective privado en El Monturrio no se acercaba ni el suave calor del verano chicharrero. Solo recibí un encargo que me obligó a trasladarme a Madrid: un tipo que quería preguntarle algo al Papa.

–Comprendo que se trata de un encargo inhabitual – me dijo un gordo pegajoso con los ojos irritados y el cuello de la camisa resudado –. Pero necesito la ayuda de un profesional capaz de sortear los sistemas de seguridad y preguntarle directamente a Su Santidad.

— Ya no me asombra nada. ¿Qué quiere que le pregunte? ¿Si existe Dios?

— ¿Dios? No, no. ¿Cómo le va a usted a preguntarle al Papa si existe Dios? Lo pone usted en un compromiso, hombre. Si existe porque lo hace un misacantano superfluo y si no existe porque lo convierte en un farsante.

— ¿Le pregunto si fue nazi?

— Hombre, si militó en las Juventudes Hitlerianas, lo habría porque no tenía más remedio, ¿no? Y evidentemente lo hizo antes de ser Papa, ¿eh? Es como preguntarle a Mourihno si alguna vez fue portugués. Lo sería de chiquito, ¿no? Y sin tener culpa ninguna. Ni él ni los portugueses.

— Pues usted dirá, porque el personaje no tiene mucho más interés.

— No es usted creyente.

— Ya me cuesta creer en lo que veo. Bolorino Armani, por ejemplo. Pero abreviemos. ¿Qué quiere saber usted?

–Bueno. Pregúntele…pregúntele en qué tintorería le lavan el traje…

–¿Cómo?

–Sí, sí. Pregúntele en qué tintorería. ¿Ve mi cuello? Llevo siempre las camisas sudadas. A las diez de la mañana, en invierno o en verano, tengo la ropa más sudada que Luis Deseda en un videoclip. ¿Dónde consigue ese blanco? ¿Cómo le quitan las manchas de sudor? Necesito saberlo. Solo el Papa me infunde confianza.

–¿Ha probado con Micolor?

–Me he metido en la lavadora con tres payasos y nada.

–Le va a salir una pasta esto.

–Me da lo mismo. Es una cuestión vital para mí, ¿sabe? Soy el jefe de planta de Caballeros en el Corte Inglés.

Tal y como suponía, la visita fue inútil. El Papa se me quedó mirando, atónito.

–Hijo mío, ultima hominis felicitas est in contemplatione veritaris, como afirmó santo Tomás de Aquino…

–¿Y cuál es la verdad?

–Usted, como todos los ateos, se cree Dios… Solo Dios tiene derecho a hacerme a mí preguntas tan explícitas…

–¿De veras? Y si soy ateo, ¿cómo voy a creerme Dios? ¿Solo Díos puede ser ateo?

–Por tu boca habla Satanás. La verdad es esta: jamás repito traje. Tengo 365 en el vestidor y uso uno a diario. Después lo desecho.

–¿Y qué hace con el que usa?

–Lo regalo. Ayer, por ejemplo, se lo regalé a Nacho González…Tenía un almuerzo con periodistas…

Salvo esta insignificancia, nada, pero el penúltimo día del mes sonó el móvil, sonó largamente como un miserere a la hora de la siesta, y después de despertarme y maldecir un rato con la boca pastosa, consecuencia de un almuerzo tardío en Casa Neke, escuché una voz que parecía infinitamente agotada:

–¿Es usted el detective?

— Sí. ¿Quién habla?

–Soy José Miguel Pérez, vicepresidente del Gobierno de Canarias…

–¿Seguro?

Solo escuché el silencio durante un interminable minuto.

–Lo acabo de comprobar. Soy vicepresidente del Gobierno de Canarias. Necesito hablar con usted. Le espero en mi despacho dentro de media hora, si es tan amable…

— Huuum. ¿No prefiere un sitio más discreto?

— ¿Más discreto que mi despacho? No se me ocurre.

Una ducha, una copita de coñac y dos cigarrillos me bastaron para revivir bajo la luz huidiza del atardecer. Pocos minutos más tarde llegué al despacho del señor Pérez. Nadie en la entrada del edificio. Todas las mesas de los funcionarios vacías. Pero, lo que era más sorprendente, ni rastro de secretarías, taquimecas, asesores, jefes de prensa, altos cargos pululando por las cercanías del vicepresidente y consejero de Educación. Nada de nada. José Miguel Pérez me recibió con la sonrisa de un hombre que ha enviudado de sí mismo y me invitó a sentarme.

–Seré breve. Necesito conocer un dato y necesito confirmarlo por alguien ajeno a mi entorno.

–Perdón. ¿Qué entorno?

–De eso se trata. Tengo una sospecha que no me permite solucionar, por su carácter artero y desasosegante, los graves problemas que acucian a la educación pública en Canarias…

–Pues sí que es grave, sí… ¿Y de qué se trata?

Pérez se inclinó hacia mí y bajó el volumen de su voz aun más…

–Quiero saber si todavía existe el PSC-PSOE…

Alcé la vista, súbitamente agotado.

–¿Por qué no le pregunta a sus compañeros en el próximo comité ejecutivo?

— Le parecerá a usted sencillo. No lo es. Les pregunto y se ríen. Pero después pactan con el PP y se vuelven súbitamente sordos. Y tengo que expulsaros. Pero no se van, los que no se van, y los que se van, no vuelven. El otro día le pregunté a Julio Cruz, “Julio, ¿pero tú eres socialista, no?”, ¿y sabe lo que me dijo?

— No. No soy gomero.

–“Socialista sí, pero no te creas que para subir hay que bajar”. ¿Usted lo entiende? Hay curbelistas, fuentescurbelistas, alpidistas, marcosistas pero, ¿y socialistas? Hasta Paco Spínola se me desmayó el otro día en Candelaria. Dice que fue un sofoco, pero yo sé que entró en trance y musitó: “He visto la luz”.

Durante 48 horas investigué esforzadamente. Recibí soplos, intercepté llamadas telefónicas, realicé varios seguimientos, mantuve discretas entrevistas. Regresé al deshabitado despacho de Pérez. Levantó la vista. Le estreché la mano.

— Es la primera vez que saludo a un partido político-le dije.

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