Doblan las campanas

Durante los últimos años de gobierno de Felipe González Manuel Vicent elevó una acusación ambiental a pregunta metafórica: “¿Puede una madam ignorar que trabaja en un burdel?”. Quizás en estos años de agonía del PSOE la pregunta deba formularse más dramáticamente: ¿Puede el PSOE depurarse sin ser destruido? No hay dirigente socialista medianamente informado que no conociera el tránsito judicial de Casimiro Curbelo, como nadie ignoraba su marca de fábrica, ese neocaciquismo paternalista o clientelismo socialdemócrata que convirtió La Gomera en un fortín electoral aparentemente indestructible, con el ojo de un Sauron incansable y omnipresente vigilando hasta el temblor de la palmera más lejana desde la Torre del Conde. El primero que lo conocía perfectamente, por supuesto, era el propio Curbelo. Pero nadie hizo absolutamente nada. Con Casimiro Curbelo se negociaba cuotas en el comité ejecutivo regional y listas de candidatos, no se debatía sobre un modelo de gestión con aplastantes réditos en las urnas. Curbelo era el dueño y señor de un ecosistema cerrado cuyo punto más elevado en la cadena alimenticia ocupaba él mismo. Cuando se le intentó mover la silla no fue precisamente por motivos éticos, sino por edípicos anhelos de poder. Los alcaldes gomeros, a veces con la anuencia satisfecha de Julio Cruz, otras, más recientemente, con su ensanguinada participación activa, se conjuraban para la caída de aquel que los elevó en su día a la condición de mortales con moqueta y presupuesto. Curbelo desactivaba las conspiraciones con astucia, gónadas y terror. La última vez, hace unos meses, fue quizás la más complicada y agotadora, porque había perdido su plaza en el Senado, donde alguna vez, fugazmente, pensó en retirarse. Ahora, en los rituales de purificación organizados a la carrera por la dirección federal, una fiesta necrófaga para pagar por viejos pecados que en su día fueron victoriosas costumbres, Curbelo ha perdido su última partida. La última que jugará en el PSOE.
Hace ya bastantes años entrevisté a Casimiro Curbelo en su despacho del Cabildo Insular. Hablaba lentamente de sus proyectos cuando las campanas de la iglesia doblaron a muerto. El presidente del Cabildo y senador interrumpió la conversación con un gesto imperativo y tomó inmediatamente el teléfono para hablar con su secretario:
–¿Sabes quién ha muerto? ¿No? Entérate y manda una corona –dudó un par de segundos –. Ya…ya…Y si es del partido, manda dos…
Allí, en ese mismo despacho, Casimiro Curbelo está ahora mismo encargando, sin prisas pero sin pausas, un par de coronas funerarias para el PSOE de La Gomera.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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