Entrevistas caballerosas

El bisabuelo de un amigo, criado bajo sucesivas boinas en los Monegros, nunca entendió lo de la televisión. Discutía a gritos con el aparato. Una aciaga tarde el metereólogo del telediario anunció un tiempo espléndido mientras fuera descargaba una tromba de agua apocalíptica. Para el anciano ya fue demasiado. Comenzó a gritar, le tachó de mentiroso y se levantó a tientas para abrirle la ventana de la habitación y enseñarle al locutor el diluvio. En ese preciso momento estalló un trueno, se desconectó la electricidad y la pantalla se quedó a oscuras. El viejo aulló de indignación:
–¿Y ahora te escondes, cobarde?
La relación del bisabuelo de mi amigo con la televisión es la que tiene Mariano Rajoy con el periodismo. Ah, los periodistas. Esa excrecencia tumoral de una democracia por encima de las posibilidades del mercado. Gente que habla y habla para nada y lo único que consigue es confundir las cosas. Fuera luce el sol y se empeñan en decir que están granizando parados que luego se reducen a pequeños charcos donde mean todos los perros callejeros y los subsecretarios de Estado. Aseguran que Rajoy es un excelente orador parlamentario, pero un monologuista del Club de la Comedia no es un actor cómico. Cualquiera puede ser un gran orador parlamentario. Yo he leído que José Carlos Mauricio era un gran orador porque hablaba sin leer papeles, exactamente igual que hacía al gestionar los recursos públicos. Quizás tenían razón, pero en la oratoria no interviene para nada la praxis democrática. Y eso es lo que le molesta a Rajoy. El presidente es un coqueto anacronismo que se encontraría realmente cómodo en el régimen canovista, donde el poder político no dialogaba, ni daba explicaciones, ni buscaba esa pesadez ortopédica, el consenso. Cualquier entrevista periodística con Rajoy, incluso la más lacayuna, está destinada a un fracaso más o menos cómico. Las entrevistas, para Rajoy, son un gesto de cortesía, como ceder el paso a las damas o estrechar la mano a los caballeros. Instalado en ese terminante y cortés desprecio hacia los medios – la mitad de los cuales, sin embargo, difunden la afasia como una de las virtudes del estadista — Rajoy puede prolongar su silencio mientras sus ministros invocan a santas y vírgenes o se pasean por España – como lo hará hoy Wert en Tenerife – escoltados por 300 piadosos policías.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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