Inconvenientes

La frase, claro, la llevan los compañeros inmediatamente al titular: “No hay ningún inconveniente para que vuelva a ser el candidato a la Presidencia del Gobierno”. Es una frase sencilla, modesta, de apariencia inofensiva, que incluso elige el vocablo inconveniente por su carácter supuestamente neutro, suave, lavado con perlán. No problema, ni dificultad, ni disconformidad siquiera, no: simplemente, inconveniente. Lo que ocurre es que quien la pronuncia no es quien está llamado a hacerlo. La decisión de la inconveniencia o no de la candidatura presidencial corresponde a los militantes y a los órganos de dirección de Coalición Canaria, no al interesado. Pero lo más llamativo es descubrir que la locución está instalada, como una humilde pitera, en medio de un páramo de significados bajo el sol de un personalismo llameante.
¿Para qué quiere un gobernante aspirar de nuevo a ser candidato? Es imposible saberlo a través de la entrevista del pasado domingo, y no por falta de sagacidad de los periodistas. En realidad ha sido imposible saberlo desde siempre. Un dirigente político suele llevar en los bolsillos las suficientes explicaciones, que no tienen por qué ser siempre polvo retórico: una justificación que exija (o disculpe) la salutífera necesidad de su presidencial concurso. Un proyecto político para mejorar las condiciones de vida de su país, una praxis de sensatez y consenso contrastada por la experiencia, un conjunto de reformas irremplazables cuyo diseño y liderazgo no puede estar en mejores manos. He repasado varias entrevistas de los últimos seis años y he sido incapaz de encontrar nada remotamente parecido. En el subtexto de todas ellas, esmaltadas de observaciones y afirmaciones de mayor o menos interés, siempre funciona un silogismo que circula como un ciempiés: el presidente debe ser el candidato porque es el presidente y como es el presidente obviamente debe ser el candidato. Inexorablemente el ciempiés termina siendo el único que recorre todos los discursos y un día, obedeciendo una orden de la madre naturaleza, se transforma en una mariposa que aletea hacia una nueva investidura. Es muy bucólico pero tiene poca relación con los hábitos de las democracias más avanzadas, entre los cuales no es el más irrelevante el establecimiento, de iure o de facto, de mandatos limitados.
He estado leyendo en los últimos días una biografía de Joaquín Balaguer. Gobernó durante décadas la República Dominicana e insistió en postularse como candidato cumplidos los noventa años, ciego y casi solitario. He aquí algunos de sus lemas electorales a lo largo de los años y las convocatorias: “Lo bueno no se cambia”, “Y vuelve y vuelve Balaguer”, “Y sigue y sigue Balaguer”, y mis preferidos, “Cuatro años más y después hablamos” y “Mientras Balaguer respire, que nadie aspire”. Por si le sirven a alguien.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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