Ahorrillos

Lo más pasmoso de la solemne intervención de ayer de Mariano Rajoy fue su afirmación tajante – “quiero destruir un mito” — sobre el gasto público en España. “Con datos de 2012”, dijo el presidente, “España se sitúa entre los países con menor gasto público de la UE, un 43% frente al 47% de media de la zona euro, y dos tercios de ese gasto corresponden a los servicios públicos básicos (sanidad, educación, justicia y seguridad) y a gasto social en general” (una observación no menor: buena parte de ese gasto se consigue cubrir ahora mismo con deuda pública). Rajoy presentaba ayer su supuesto plan de reforma de la administración pública, pero en realidad se limitó a citar alguna de las doscientas medidas de ahorro y contención del gasto y evitó ruidosamente precisar ninguna cifra. Todos los analistas y observadores se han apresurado a señalar que muchas de las medidas de ahorro propuestas por Rajoy y que afectan a las comunidades autonómicas no podrán ser impuestas, desde un punto de vista legal, por su propio Gobierno.
Rajoy no ha presentado propiamente una reforma político-administrativa: un cambio sustancial (así sea gradualista o pactado) en las estructuras organizativas y administrativas del Estado. El suyo es un plan de ahorro que enfatiza la eliminación de duplicidades, pero eso no fue a lo que se comprometió con Bruselas, a la que ha asegurado que se ahorrarían 8.000 millones de euros este mismo año. A Rajoy y sus cuates ni se les pasa por la cabeza eliminar las diputaciones provinciales, por ejemplo. De la misma manera, y según se desprende ayer de sus palabras y de la misma escenografía de su comparecencia monclovita, Rajoy parece apostar por la seducción de los presidentes autonómicos vía telefónica o en  reuniones en la sede central del PP, en vez de convocar la Conferencia de Presidentes Autonómicos, que es lo que correspondería para alcanzar un consenso básico y dotado de luz y taquígrafos.
Es improbable que Mariano Rajoy se haya trasmutado en un discípulo aventajado del profesor Vicens Navarro, por mucho que parezca contradecir la salmodia de su partido sobre el derroche y la ineficacia que el PP suele atribuir a todo lo público. Simplemente Rajoy se agarra a cualquier cosa –hasta a la realidad – para no arriesgarse a operaciones de ingeniería institucional más arriesgadas electoralmente. Por mucho que pueda y deba hablarse de la eficacia en ese limitado gasto público o del escaso impacto redistributivo que tiene el modesto Estado de Bienestar español.

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Humo

Inés Rojas se reunió con portavoces de los cuatro grupos parlamentarios de la Cámara regional a fin de exponerles detalles de esa Estrategia contra la Pobreza y la Exclusión Social que está diseñando, con ambición napoleónica, para tenerla preparada en Navidades, que es cuando sabe más sentar a un pobre en la mesa. La señora Rojas, por supuesto, no aportó ninguna ficha financiera, aunque insistió indirectamente – tal y como vienen anunciando varios egregios coalicioneros – en que la disminución del objetivo del déficit previsto proporcionará el suficiente margen a la Consejería de Economía y Hacienda – se habla de unos 200 millones de euros – para dotar presupuestariamente a la estrategia de marras. No es un argumento muy sólido.
En primer lugar está por ver que el Gobierno de Mariano Rajoy, y concretamente el Ministerio de Hacienda, atienda a las reclamaciones canarias de reducción del objetivo de déficit. Tal y como trata el equipo ministerial a esta comunidad – las últimas delicadezas proceden del ministro de Defensa, que ha tardado catorce meses en debatir en el Senado una moción sobre el Campo de Tiro de Pájara – presuponer una respuesta positiva quizás sea algo precipitado. Pero aun contando con la equívoca generosidad de Cristóbal Montoro resulta necesario aclarar que esta relajación tiene un carácter rigurosamente provisional y que en el próximo ejercicio presupuestario deberá ser compensada. Los 200 millones que se salven este año 2013 tienen su contrapartida en los 300 o 350 que deberán podarse en 2014: un esfuerzo fiscal que es imposible ejecutar sin afectar brutalmente a los sistemas públicos educativos y sanitarios. Como las previsiones sobre la actividad económica son harto negativas – mayor destrucción del tejido empresarial, 400.000 desempleados a comienzos del próximo año, consumo deprimido hasta las lágrimas –no es razonable esperar obtener mayores recursos por la vía impositiva, sino más bien lo contrario. Quizás por eso mismo Inés Rojas se dedica, ante los parlamentarios, a pasar humo de una retorta a otra, mientras gana un tiempo que no tiene, que no tenemos, y los ministros falderos de Rajoy proclaman, con una desvergüenza que linda con lo criminal, que ya estamos saliendo de la crisis económica, que se ve la luz al final del túnel, que el pesimismo, parados, indigentes, desahuciados, expulsados de la universidad, científicos desprogramados, empresarios arruinados, clases medias esquilmadas, perdedores todos, el pesimismo ya es definitivamente cosa del pasado.

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Renovación turística

A uno le gustaría saber cuántos hoteles de cuatro estrellas se construirían en Gran Canaria si la normativa legal actual – y la inminente ley de renovación turística – permitiera hacerlo. Un hotel turístico de cuatro estrellas estándar tiene un coste de entre ochenta y noventa millones de euros, y de esa inversión total, tradicionalmente un 65% procedía de créditos bancarios. ¿Existe realmente una oferta para la construcción de hoteles de cuatro estrellas en Gran Canaria, existe una demanda que sea capaz de transformar esta inversión en un negocio anegados por coyuntura económica? ¿Dónde están los proyectos? ¿Qué empresarios sacan el cuello de las manifestaciones de protesta de la patronal hotelera grancanaria y están dispuestos a significarse? ¿Qué grupo de inversores disponen de 500, 700 u 800 millones de euros en cash o en créditos financieros para crear una decena de hoteles capaces de renovar la oferta turística isleña?  Tanto José Manuel Soria como José Miguel Bravo han apelado en las últimas semanas a “la oferta y la demanda” del mercado como el único criterio razonable para autorizar construcciones hoteleras en el Archipiélago. No es un argumento deleznable, pero es que ni el más benévolo observador atisba ni una voluntad inversora evidente ni una demanda acuciante. Lo único que resulta acuciante para el modelo hotelero (y turístico) de Canarias es insistir obsesivamente en la calidad alojativa y en unificar la terrible fragmentación normativa que todavía existe en la regulación de la actividad turística, algo en lo que insisten, cargadas de razón, las enmiendas presentadas por Nueva Canarias a la ley de Renovación Turística.
Sería interesante disponer de  una  alternativa viable (y diferenciada del suicidio chupóptero) a la  inteligente regulación pública del sector, a la que el proyecto legislativo del Gobierno autonómico no contribuye demasiado. En Hawai funciona una Autoridad Turística (la Hawai Tourism Authority) que ha desarrollado desde principios de siglo un plan estratégico que, por cierto, incluye incentivos fiscales y laborales para la rehabilitación hotelera. Debe estar plagada de comunistas, Hawai. Lo que es seguro es que no hay pleitistas nauseabundos que intentan enmascarar la insignificancia de su gestión (en materia turística, por ejemplo) con invocaciones a la patria mancillada y al despotismo tinerfeño.

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El debate sobre el sistema público de pensiones

Ante el dictamen del llamado comité de sabios y su informe sobre la reforma del sistema público de pensiones pueden encontrar ustedes dos bandos en liza. Más o menos los de siempre. Los que quieren liquidar el sistema público – el otro día en Expansión uno de esos talentos genealoides explicaba que el Estado de Bienestar era un invento de los políticos para mantener esclavizada a la población – y los que insisten, con una testarudez digna de la mejor causa, que no hay que tocar nada, en todo caso, aumentar el gasto público en pensiones, pero sin afectar al mecanismo del sistema. Sobre los primeros poco hay que decir. Lo pretendan o no contribuyen intelectualmente a introducir, como un caballo de Troya ideológico en una plaza asfixiada, una agenda involucionista que incluye, entre otras lindezas, la privatización del sistema de pensiones a medio plazo. Los segundos son inasequibles al desaliento. ¿Qué no hay dinero? ¿Sostenibilidad del sistema, dice usted? Y sacan a relucir que la mayoría de las empresas del IBEX 35 no pagan los impuestos que les corresponderían, y de esta bizarra manera, zanjan pachorrudamente la discusión.
La reforma del sistema público de pensionas, el establecimiento de mecanismos que garanticen su viabilidad, ha devenido imprescindible. En España –frente a lo que ocurre en otros países de la UE – se basa exclusivamente en un sistema de reparto intergeneracional. Los ingresos por las cotizaciones que recibe el Estado de trabajadores y empresas se dividen entre los pensionistas; a cambio, los trabajadores cuentan con la promesa explícita de que, al llegar a la edad de jubilación, recibirán el mismo trato por las generaciones posteriores. Como cabe imaginar que se produzcan años de vacas flacas – crisis económica, alto nivel de desempleo – el Estado dispone de un fondo de reserva para afrontar coyunturas recaudatorias adversas: así se financian los déficit de los años malos. Sin embargo, la intensidad y duración de la recesión económica (cinco años y 61 meses seguidos de caída de la afiliación), la incorporación de un contingente de varios millones de personas entre 2020 y 2030 (la generación del baby boom)  y la extensión de la esperanza de vida pondrá en jaque la sostenibilidad financiera del sistema público en la tercera década del siglo. Es absurdo cerrar los ojos a una realidad económica –y sobre todo demográfica – brutalmente evidente. La destrucción del mercado de trabajo ha realizado la tarea que el crecimiento demográfico iba a hacer a mediados del siglo XXI. El llamado factor de sostenibilidad propuesto por el comité de sabios (que ya se reclamaba en la reforma de las pensiones de 2011) es un mecanismo  de equilibrio financiero que ajusta los parámetros fundamentales del sistema según la evolución de un conjunto de variables exógenas y endógenas al régimen de pensiones. Sus reglas deben ser públicas y explícitas. La información al ciudadano, a su vez, estaría obligatoriamente sujeta a la máxima transparencia. En Suecia, por ejemplo, cada ciudadano recibe anualmente un informe de la Seguridad Social que detalla con precisión sus opciones e incentivos como futuro pensionista bajo escenarios diversos. La fórmula matemática que expresa el factor de sostenibilidad es compleja, lo que ha llevado a algunos bernegales a indignadas quejas, como si las matemáticas fueran un perverso arsenal del enemigo de clase. Pero muy resumidamente, el factor propuesto resulta de partir de la tasa de crecimiento previsible de las cotizaciones para restarle la tasa de crecimiento del número de pensiones y el incremento de la pensión media por las diferencias entre las altas y las bajas del sistema. Por último, a esto se le suma la existencia del superávit o déficit derivados de los ingresos. Como corolario, si existe superávit – la actividad económica va bien – las pensiones se revalorizan, si se produce déficit, las pensiones disminuyen (el déficit previsto de la Seguridad Social se situará en unos 16.000 millones de euros en el año 2013 según estimaciones del Gobierno).
Necesariamente esto no debe trasladarse con precisión milimétrica a lo que recibe cada pensionista. Admitir la perentoria necesidad de un factor de sostenibilidad riguroso no significa tolerar recortes de pensiones indefinidos. Como señalan muchos economistas, las pensiones de jubilación no tienen por qué ser la única partida del gasto público que se financie íntegramente mediante el “copago” de los trabajadores en activo. Dentro de la reforma de las pensiones – y condicionado, por ejemplo, a un crecimiento del PIB superior al 2% anual – podría introducirse un esquema mixto basado en un 80% de los ingresos contributivos y otro 20% procedente de una contribución social generalizada vinculada a la riqueza del conjunto de la sociedad, como ha propuesto, por ejemplo, Jordi Sevilla. Esta medida tiene el atractivo para las empresas de contribuir a un descenso significativo de los costes laborales no salariales. El 20% aportado por este impuesto – que se acumularía en uno o varios fondos de capitalización públicos — serviría de complemento relevante para el mantenimiento de unas pensiones públicas dignas y al mismo tiempo se convertiría en un estímulo para la competitividad empresarial. Esta medida, por último, puede ser aplicada parcialmente de inmediato para mantener la cuantía de las pensiones en los próximos años.
En todo caso, el debate sobre el futuro de las pensiones públicas se abre realmente ahora, cuando, por primera vez, son admitidos racionalmente los problemas de la sostenibilidad del sistema a medio plazo. Es un debate que debe contar con sensibilidad política, pero, también, con respeto a las evidencias y sin despreciar garrulamente la complejidad técnica de cualquier proyecto reformista en esta materia. O las ingenuidades pueriles, como las que pudieron observarse cuando se hizo público que Canarias, junto a Madrid y Baleares, fue la única comunidad autónoma que pagó las pensiones de los ciudadanos con sus propios recursos en el año 2011. Ciertamente: de hecho se registró un superávit modesto que contribuyó a la caja única de la Seguridad Social. Los que entonces bramaron de emoción patriótica no repararon, sin embargo, en que si la Comunidad autonómica podía pagar los emolumentos a sus pensionistas es porque en Canarias las pensiones son singularmente miserables: un consecuencia de las patologías de su mercado laboral (un 10% de desempleados como mejor marca histórica en 2006), de las irregularidades en la contratación y en el brutal predominio de los contratos temporales tanto en la construcción como en el turismo.

 

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Oceanografía del tedio

Como tantos escritores que aspiraron a una ostentosa y enciclopédica complejidad, lo mejor de Eugenio d’Ors ha quedado en sus textos marginales y sus empeños supuestamente menores, como Oceanografía del tedio, un título afortunado para un ensayo lleno de gracia, humor y elegancia sobre las infinitas posibilidades que brinda el aburrimiento, una fenomenología del hastío como grata maldición del hombre más o menos civilizado o por civilizar. Esta ciudad, esta isla entera tiene su propia oceanografía del tedio, estando como está sumergida en una burricie fascinada por sí misma, una Atlántida provinciana de prodigiosas mentecateces y falsedades de baratillo: basta con ponerse la escafandra y descender hasta la calle y se encontrarán
…tertulias radiofónicas trufadas de políticos que hablan objetivamente sobre sus propios partidos y lanzan una verborrea inacabable y, por supuesto, incontaminada por sus propios intereses
…apasionados debates sobre la pertinencia de honrar a un difunto con el nombre de una calle en los cuales se gastan días, se perpetran titulares, se frangollan columnas, se improvisan análisis histórico-filosóficos y la izquierda local hace el imbécil con esa vocación oligofrénica que se ha convertido en su más destacada seña de identidad clínica, ya que no ideológica
… silencios estruendosos acerca de las asfixias financieras en las que agonizan las más importantes corporaciones públicas y que estallarán más temprano que tarde para pasmo generalizado de ciudadanos que creen que son ciudadanos por vivir en Santa Cruz de Tenerife, por ejemplo, y no en Chiguergue
…prodigiosas presentaciones de aviones que volarán algún día gracias a la energía solar y que han sido antecedidas por presentaciones similares y no menos pasmosas a lo largo de la última década, para demostrar la radiante presencia de Canarias en los avances tecnológicos que marcarán el siglo XXI, aunque los contenedores de basura sean más frecuentados que los manuales de ingeniería aeronaútica
… exclusivas exclusivamente compartidas de una candidata en un festejo local lamentablemente accidentada a la que se dedica más tiempo periodístico y más atención popular que al recorte de las becas y a los estudiantes universitarios que deben dejar sus estudios por el incremento de las tasas
Y todo es gratis. Basta con descender por las escaleras hasta la calle, abrir la puerta y  con aguantar la respiración.

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