autonomía

El fantasma del pleitismo (1)

Uno de los problemas – o las diversiones – que nos ocupan en nuestro tiempo es la obsolescencia de nuestros queridos aparatos conceptuales para entender y narrar la realidad. Creo que sigue siendo epistemológicamente válido definir un concepto como un término dotado de un aval científico.  Pues bien: en los discursos pretendidamente críticos los conceptos se han devaluado en términos más o menos intercambiables. Viejos y degradados aparatos conceptuales procedentes de varias tradiciones y corrientes políticas, sociológicas e ideológicas siguen prestando un servicio cada vez menos útil, menos higiénico, más perezoso. En Canarias, por supuesto, tenemos nuestras propias tradiciones conceptuales, cada vez más apergaminadas, ciertamente, pero en algunos casos todavía persistentes. Quizás la más frecuentada (aun) sea el pleito insular. Uno de nuestros escasísismos periodistas imprescindibles, Pepe Alemán, ha escrito recientemente un largo artículo en el que reivindica el uso – y hasta cabe sospechar que el abuso – del pleitismo como concepto capaz de definir todavía la realidad de las relaciones de poder en Canarias. Creo que el admirable maestro se equivoca, pero su error ilumina las obsesiones e inercias mentales de otros muchos. Hay querencias difíciles de superar y cuando una explicación ha resultado más o menos válida o provechosa durante décadas cuesta abandonarla. Recientemente se ha publicado el mejor manual de economía canaria que jamás haya visto la luz, Economía de Canarias. Dinámica, estructuras y retos, una obra colectiva coordinada por David Padrón Marrero y José  Ángel Rodríguez Martín, y en sus 700 páginas no se encontrará un argumento técnico, un conjunto estadístico ni un análisis sectorial que justifique hablar de pleitismo como instrumento de combate político-empresarial en el siglo XXI. Y es que no puede haberlo.
El pleitismo solo puede entenderse en los marcos políticos, jurídicos y económicos que se fueron sucediendo en el Archipiélago desde finales del siglo XVIII y que se caracterizaron precisamente por la ausencia o la hipotecada debilidad del poder representativo, por caudillismos políticos o empresariales sustituyendo a una sociedad civil organizada, por unas fuerzas económicas cuyos intereses se limitaban a los nichos de sus territorios insulares. Con la llegada de la democracia parlamentaria, la incorporación a la UE, la puesta en marcha de la comunidad autonómica y el propio desarrollo económico regional el pleitismo ha visto agotados sus espacios de viabilidad. Es ridículo suponer, incluso como ejercicio imaginativo, que cualquier fuerza política, incluida CC, actúe como representante pleitista de una isla sobre otra. Simplemente no sobrevivirían: ni se lo tolerarían sus electores, ni las élites empresariales, ni la aristocracia funcionarial.  Eso no significa que no pueda practicarse el ventajismo puntual, el abuso esquinado, el patrioterismo de campanario. Incluso podremos encontrar a algún joven político simulando   un pleitismo  que no puede practicar de veras para ganar titulares. Pero el pleitismo no. El pleitismo es un modelo de acción política que ya agotó su ciclo histórico porque perdió sus raíces sociales y deviene incompatible con la construcción de cualquier país viable, incluso con el simulacro de cualquier país viable.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?