Cabildo de La Palma

Una mimada inestabilidad

Los responsables de la inestabilidad política (y quizás administrativa) del Cabildo de La Palma no son los juzgados, sino los principales partidos de las Islas. Ahora la Audiencia Provincial ha revocado un auto de un juzgado de primera instancia que establecía que los consejeros socialistas de la corporación seguían perteneciendo al PSC-PSOE. Pero el recurso que ha generado este fallo lo interpuso la dirección federal de los socialistas, de la misma manera que ha sido Coalición Canaria quien ha interpuesto otro recuso en el Tribunal Superior de Justicia para que declare nula la moción de censura que sellaron Anselmo Pestana y Asier Antona para desplazar a Guadalupe González Taño y hacerse con el gobierno insular. Para los coalicioneros los socialistas que votaron la moción de censura ya habían sido expulsados del PSOE y eran unos tránsfugas sin entrañas.
El recurso a los tribunales vinculado a los cambios de coaliciones de gobierno suele evidenciar no la justicia o injusticia de los procedimientos, sino la palmaria incapacidad política de los partidos para cumplir una de sus responsabilidades fundamentales: proveer de mayorías sólidas, de una acción coherente y de una gestión eficaz a las instituciones públicas. Coalición, el PSC-PSOE y el Partido Popular han tratado al Cabildo de La Palma como un botín político-electoral al que cabe someter a cualquier tejemaneje con tal de usufructuarlo con similar pachorra. Pestana consiguió el pequeño milagro de apoyar a González Taño porque así lo decidió la dirección del PSC desde un absoluto desprecio a las antecedentes políticos palmeros: una larga contienda en la que, durante los últimos veinte años, API primero y CC después nunca dejó prisioneros socialistas en los municipios isleños. González Taño terminó por ceder a las presiones de Antonio Castro para expulsar a los socialistas del equipo de gobierno y Pestana y los suyos no dudaron en aliarse con una de las organizaciones insulares del PP más derechistas e inoperantes  del Archipiélago. Y Asier Antona, un peninsular frustrado y un dirigente frustrante, se ha dedicado en cuerpo y alma a agusanar las relaciones entre socialistas y coalicioneros y a mantener un pacto inane que ha seguido meciendo la cuna del inacabable sueño palmero.
Deberían aprender de los enanos de la Bajada de la Virgen. Los enanos bailarines de La Palma se están moviendo y no solo cuando les toca bailar. No conocen mociones de censura y están a punto de admitir mujeres entre sus filas. Pero antes de que desaparezcan los castros, los pestana y los antona bailarán enanos transexuales frente a la Virgen de las Nieves.

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La malandanza

Durante unos minutos pensé en una ordalía de llamadas telefónicas  para descubrir las palpitantes entrañas de la crisis política de La Palma, pero es que me pasa como a los palmeros. Me aburre mucho. Quizás la expresión crisis sea incompatible con (digamos) la palmeridad. Desde un punto de vista etimológico crisis es, en primer término, separación, distinción, discernimiento, y con sinceridad, es muy difícil distinguir por sus comportamientos a los cargos públicos coalicioneros, socialistas y conservadores. Entre otras acepciones, crisis significa, también, elección, y los dirigentes políticos de los tres partidos mayoritarios no se han caracterizado, precisamente, por establecer un diagnóstico y tomar las decisiones pertinentes. Políticamente, en la isla los diagnósticos sueles ser posteriores a los funerales. La última decisión que se tomó en La Palma fue la elección de la polca de don Domingo Santos Rodríguez para acompañar a la Danza de los Enanos en las fiestas lustrales. Y ocurrió en 1925.
Una demografía relativamente baja, la generosa subvención europea a la producción platanera y las inversiones en obra pública han permitido a La Palma, durante varias décadas, vivir pachorrudamente sin que el futuro, ese molesto moscardón, perturbe la dulce y provechosa modorra de su élite política y económica. Desde hace tiempo todo ha cambiado, y el cambio es, por supuesto, un factor sorprendente primero y después francamente irritante. La isla envejece, las subvenciones plataneras adelgazan y la trasferencias de recursos públicos se agotan en una crisis prolongada y estructural frente a la que no se practica otra estrategia que la resignación, otra táctica que el avestrucismo. Es disparatado y ahora, en lo más crudo de la recesión, las elecciones locales de 2011, y el pacto entre CC y PSOE en la Comunidad autonómica, han quebrado mayorías históricas y reducido a Coalición Canaria – que durante muchos años fue API – a contemplar cómo pierde las dos capitales de la isla y a resignarse a pactar con su detestado adversario histórico, el PSOE, en el Cabildo. Los coalicioneros palmeros han perdido toda iniciativa política y muchos de sus dirigentes creen estar encerrados en un cepo donde morirán de irrelevancia en un par de años. Son las debilidades, miedos y contradicciones de CC las que ceban la expulsión de los consejeros socialistas del gobierno insular. Pero todo esto no es política. La política casi está por estrenar en La Palma. Todo esto es politiquería y se derrama sobre la isla en la peor coyuntura,  en la más desabrida malandanza. Siempre la malandanza. Todo lo acaba la malandanza.

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