CajaCanarias

A bolsa

Cuando se publique este artículo Banca Cívica ya habrá salido a bolsa. Aunque vete a saber, porque los príncipes monegascos del invento han demostrado, en los últimos meses, una opacidad informativa verdaderamente marmórea. Hablan menos (y peor) de los intereses de sus clientes y de la sociedad española en general que Rodrigo Rato, que ya es decir. Álvaro Arvelo se ha convertido en el último año en un busto ceniciento y sordomudo que se supone instalado en el piso noble de la sede central de CajaCanarias. Cuentan que Banca Cívica (Caja Navarra, Cajasol, Caja Burgos y nuestros esforzados muchachos) se estrenará vendiendo sus acciones (unos 248 millones de títulos, el 47% del capital social de la entidad) a la módica cifra de 2,7 euros. La crapulosa propaganda nos invita a todos a convertirnos en banqueros. En realidad nos animan a rellenarlos el hueco del 48% reservado al tramo minorista. El 50% está reservado a los llamados “inversores institucionales”: bancos, grandes empresas, fondos de inversión y demás fauna de la que Dios te libre. A última hora Caja Cívica ha inflado el tramo minorista por falta de demanda en el institucional.
La mayor parte de los analistas se mueven entre el escéptico y el sarcasmo. Algunos piensan que se está vendiendo como ganga lo que no es más que una peligrosa neblina. En primer lugar, ejem, porque no se conoce el estado de las cuentas de Bankia y Banca Cívica. Nada, no se sabe nada con precisión cuantificable, salvo lo que los gestores de ambas entidades han tenido a bien contarnos desde su indescriptible generosidad. Es preceptivo, según establece la ley del mercado de valores, que las sociedades que pretendan cotizar en bolsa presenten sus cuentas auditadas de los últimos tres años. Pero la CNMV se ha acogido a una cláusula excepcional para no molestar con estas menudencias a los señores Rato, Goñi y compañía. Todos llevan meses cerrando sucursales, echando a empleados, limpiando balances con las mejores técnicas de abrillantamiento para parecer auténticos banqueros al frente de corporaciones convincentemente saneadas, pero que a medio plazo piquen los peces (y, sobre todo, que se interesen los grandes tiburones inversores) es harto problemático en un contexto económico de una crisis espeluznante con créditos y beneficios a la baja y paro y deuda al alza. Que Bankia y Banca Cívica fracasen en bolsa no sería una buena noticia, pero sí el pronosticable segundo acto de un proceso de bancarización de las cajas que en nada beneficia al común de los mortales contribuyentes (ciudadanos y pequeñas y medianas empresas) y que supone un golpe letal para la obra social y cultural de las entidades, en Canarias y en toda España.

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Gente sin

Emilio Botín, por supuesto. El presidente Rodríguez Zapatero le ha cogido el gusto por invitar a los plutócratas de referencia en este país. No se imagina uno siquiera a Sarkozy, a Cameron o a Merkel organizando estos saraos de móviles de platino y tirantes de armani que solo sirven para exhibir su propia impudicia dicharachera. Ni una nota para informar sobre lo hablado, y es que hasta para los escribas de La Moncloa debe ser difícil sintetizar la nada convincentemente. Lo único que ha trascendido es la desvergüenza de Botín diciéndole al presidente que lo mejor es que no convoque elecciones. Y el presidente sonríe. El presidente y sus adláteres pretenden prohibir cualquier debate sucesorio – curiosa expresión en una democracia parlamentaria – en el seno del PSOE, pero Botín puede pronunciarse al respecto delante el presidente y una veintena de multimillonarios. Hombre, quédate, que un año todavía puedes hacer mucho trabajo sucio, y el mejor pirómano siempre ha sido un socialdemócrata quemado hasta los huesos. Rápidamente el payasete alternativo monta una reunión con organizaciones de pequeños y medianos empresarios y les detalla en una frase su diagnóstico: “Los españoles no se merecen este Gobierno”. Prudentemente no adelanta si el suyo se merecerá la riada de votos que ya florecen en su barba.
Y el equipo de gobierno del Cabildo de Lanzarote, sopa minestrone de coalicioneros, pileros, conservadores y becerristas, sí, los mismos becerristas que sostienen la aventura progresista de Román Rodríguez para romper el malévolo techo electoral, que contratan a un postinudo catedrático de Derecho Administrativo para averigüar cómo no demoler los 27 hoteles y complejos de apartamentos cuyas licencias contravinieron el ordenamiento legal vigente, según el TSJC, y el catedrático les explica que, por supuesto, se trata de cambiar normativas, devolver competencias y suspender parcialmente los planes de ordenación y así los hoteles y apartamentos entrarán como la mano de Al Capone en un guante de acero y terciopelo, y todos se quedan haciéndose cruces por semejante prodigio de ingeniería jurídica, y el catedrático se va con su cheque, los constructores regresan con sus sonrisas, los candidatos suspiran de alivio por sus campañas.
Y el Gobierno regional metiendo a toda prisa, cinco días antes de la disolución del Parlamento, una ley que en todo caso será debatida y aprobada por la Diputación Permanente, para que el presidente de CajaCanarias siga siendo quien debe ser.
Sin pestañear. Sin despeinarse. Sin reparos. Sin vergüenzas.

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Entre la murga y el coro griego

Tenemos un gran futuro a nuestras espaldas. Lo malo es que ha pasado de ser una promesa a convertirse en una peta. Qué hermosa joroba tiene Canarias. No se la ve y, como se niega a vérsela, está incluso orgullosa de la misma. Con un poco de inteligencia política, consenso social, articulación ciudadana, superación de los particularismos, esta crisis, que está suponiendo una transformación estructural del país hacia la regresión (regresión política, regresión económica, regresión educativa y cultural, regresión urbana, regresión en un capital humano que solo puede optar entre la emigración y el bareto de la esquina, si no ha cerrado) se hubiera podido sortear con costes más o menos asumibles. No ha sido así. Canarias está a medio camino entre un coro griego y una murga. Sabe lamentarse bien y profetizarse desgracias, pero a la hora de interpretar entre todos un diagnóstico nadie entiende nada. Las medidas políticas más duras se tomarán después de las próximas elecciones autonómicas y locales y sea quien sea quien gobierne: inimaginables despidos, impago a proveedores eternizándose un poco más, servicios públicos reducidos esqueléticamente, y aun así no es del todo seguro que no se produzcan situaciones de colapso financiero y quiebra en algunas corporaciones públicas del Archipiélago. A fecha de hoy, y con el Estado obligado a invertir decenas de miles de millones de euros (entre 20.000 y 100.000) para rescatar de nuevo a bancos y cajas, ¿está la Consejería de Economía y Hacienda absolutamente segura de que le será permitido a esta Comunidad autonómica endeudarse por 600 millones de euros más, imprescindibles para que el chiringuito no se desparrame por los suelos? Seriamente, ¿cabe soportar tasas superiores al 25% de desempleo para los próximos tres, cuatro, cinco años y no admitir el fracaso de un país, de una estructura político-administrativa, de un modelo de crecimiento económico, de unas élites dirigentes (en la política y en la empresa, en las universidades y en los sindicatos) que simplemente se resigna a esta catástrofe como a un orden cosmológico inmodificable y ajeno a sus responsabilidades? Las únicas respuestas al respecto que uno encuentra se dividen en dos grupos cuyo razonamiento argumental resulta apabullante:
–Esto es muy sencillo, joder. Tenemos una economía estrangulada por el proteccionismo, el subvencionismo y un delirante intervencionismo legal y reglamentario. Así no hay manera de avanzar. La máxima expresión de esta situación demencial es la moratoria turística. Lo que hay que hacer es prescindir de tanta intromisión política, de tanta burocracia, de tantas interferencias administrativas, y dejar que la economía funcione libremente…
–Ya veo que estamos enclaustrados en un modelo económico bolchevique. Y según tu punto de vista se debe suprimir la RIC, por supuesto… Es una intromisión jurídica que ha costado a la hacienda pública miles de millones de euros…
–Eeeh, hombre, no seas tan bestia. ¿Cómo vas a suprimir la RIC así como así? Aquí es muy difícil ser empresario…
–No veas lo difícil que es ser trabajador.
El otro esquema lo protagoniza, por supuesto, la izquierda arcangélica, lo suficientemente lúcida para haberse pasado al reformismo, pero no lo bastante como para entender que las reformas no pueden depender, única y exclusivamente, de la coherencia retórica.
–Hay que defender lo público.
— Muy bien.
— Los servicios sociales son sagrados. No hay que recortar aquí. Al contrario: hay que invertir más.
— ¿Y de dónde se saca la pasta?
— Ah, y las energías renovables. Hay que potenciar e invertir en energías renovables.
— ¿Y la pasta?
–Y apoyar nuestra agricultura, por supuesto. Se debe apoyar económicamente a nuestra agricultura.
–¿Y la pasta?
— Pareces un pizzero.
— Es que no hay dinero.
— Pamplinas. ¿No has leído a Vicenç Navarro? No salimos de la crisis, precisamente, porque Rodríguez Zapatero se ha rendido a los dogmas neoliberales. No saldremos si no es aumentando la inversión pública, que en España y en Canarias es muy inferior a la media de la UE…
–El profesor Vicenç Navarro es un sabio muy apreciable del que se puede aprender mucho, pero me gustaría verlo en la presidencia del Gobierno de Canarias, por ejemplo. A veces pienso que cree que el dinero está en cajas de zapatos en los sótanos de las entidades oficiales…
— El dinero está en manos de los plutócratas y los especuladores. Hay que recuperarlo con mayores impuestos a las grandes fortunas y a la banca e imponiendo la tasa Tobin…
— ¿Desde Canarias?
–Los cambios deben ser globales y los compromisos internacionales.
–¿Y mientras tanto? ¿Leemos las obras completas del profesor Vicenç Navarro?
Esta es una crisis, la crisis de nuestras vidas, particularmente compleja, dinámica y rica, porque es universal, sistémica y estructural, porque no es únicamente una crisis crediticia, ni una crisis de sobreproducción, ni una crisis de una deuda pública creciente más una deuda privada monstruosa. Y cada semana es atravesada por nuevos episodios que refuerzan la malla que nos atenaza. Los tres últimos apuntes enfatizan el órdago crítico:
1. La crisis de la deuda no es un capítulo cerrado. Durante este mes se celebrarán dos cumbres en las que la Unión Europea se juega, sin hipérboles, la supervivencia del euro a medio plazo. Las perspectivas son más bien sombrías. Lo que dicta una racionalidad económica dotada de inteligencia social es un avance decidido hacia un auténtico gobierno económico de la UE con tres medidas claves e imprescindibles: la emisión de eurobonos, la ampliación y consolidación en el tiempo del Fondo de Apoyo, los estímulos para la creación de bancos donde se depositen los activos bichados. Portugal se tambalea acosado por los mercados de deuda. Y la caída de Portugal supondría un impacto directo importante para la economía española, en términos monetarios, pero también político-económicos: España quedaría al borde del precipicio con el sello de inmediata víctima propiciatoria marcado en la frente. La fragilidad actual de la economía canaria se transformaría, en esta hipótesis, en una situación política y económicamente inmanejable: en la lógica económica y operativa vigente, se tendrían que aplicar nuevos recortes y más feroces recortes al gasto público sin que se recuperase en nivel de ingresos. No se me ocurre qué pudiera hacer el Gobierno autonómico en esta circunstancia, salvo legalizar la antropofagia.
2. El costo creciente de la factura petrolera. Si Canarias ha experimentado el crecimiento de la inflación interanual más baja de España en el pasado febrero no es precisamente por un salud económica aceptable, sino por la extremada debilidad de su demanda interna, correlato de una sociedad con casi un 30% de desempleados y unos salarios en el sector privado que no han dejado de perder poder adquisitivo en los últimos años, si no lustros. Es decir, es la honda situación de penuria la que nos protege – por el momento – de sufrir una aterradora estanflación. Canarias ha desaprovechado los años de prosperidad económica para incrementar su potencial de energías alternativas y el Gobierno y el resto de los poderes públicos no han cumplido debidamente con los objetivos del PECAN que, por lo demás, se está implantado de manera estruendosamente desigual entre las islas. Sin una inversión pública relevante será imposible conseguir para el 2015 que el 30% de la energía consumida en las Islas sea renovable. El Gobierno autónomo no ha hecho un solo gesto para incentivar el ahorro energético fuera de sus oficinas desde 2007. Tampoco en las últimas semanas. Ni se les ha ocurrido suprimir cualquier vehículo que no use tracción animal en las romerías.
3. Gracias al Banco de España – y no, desde luego, a ningún periodismo de investigación – ha podido saberse que el grupo Banca Cívica, a la que pertenece CajaCanarias, necesita 847 millones de euros para cumplir con las estipulaciones de la reforma del sector establecida por el Gobierno español: alcanzar el 10% de capital básico. En el caso de la Caja de Canarias, integrada en el Grupo Bankia, la cifra se eleva a casi 2.000 millones de euros. A ver de dónde los sacan y. sobre todo, quienes y a cambio de qué contrapartidas están dispuestos a arriesgar tan cuantiosas inversiones. Ni una explicación mínimamente detallada y verosímil se ha ofrecido desde las directivas de las cajas canarias a sus decenas de miles de cuentacorrientistas y clientes hipotecarios. Ni una entrevistita a Álvaro Arvelo o a Suárez del Toro. Por el momento, eso sí, la Caja de Canarias ha anunciado que su obra social reducirá a la mitad su presupuesto en este año. Es un detalle.

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Billetes pellejos

Deduzco que hoy (escribo este artículo el domingo) se celebraba un partido del Club Deportivo Tenerife, porque deambulan por las cercanías del Estadio Heliodoro Rodríguez López numerosos homínidos envueltos en bufandas blanquiazules y con expresión de martirio en los rostros hocicudos. Y eso que no ha empezado a rodar la pelota. Pobre gente. Le pregunto a un pibe que lleva en el rostro una expresión un fisco menos patibularia que los demás:
–Pero, ¿hoy juega el Tete?
El chico me mira de soslayo durante dos o tres segundos y farfulla:
–¿Jugar? El Tenerife no juega nunca. Comparece.
Casi me dan ganas de aplaudirle, pero ya se ha marchado. En un mástil situado en uno de los ángulos del estadio un fino gallardete soporta una banderola mojada de la Obra Social y Cultural de CajaCanarias. Mojada y triste. Que sumamente metasimbólicos puede ser los símbolos. Porque la Obra Social y Cultural de CajaCanarias está a punto de desaparecer. Todas las obras sociales vinculadas a las cajas, como consecuencia de su transformación en bancos que, a su vez, serán deglutidos por la oligarquía financiera española: los señores Botín y González ya se relamen de gusto, y algunos potentes fondos de inversión transnacionales, también. Un melancólico – y profundamente regresivo –final de etapa del Gobierno socialdemócrata de Rodríguez Zapatero, a punto de ejecutar entre sahumerios de modernización la mayor concentración de capital bancario de la historia de España. De nada han valido las fusiones, los planes de jubilaciones anticipadas, el cierre de sucursales, las nuevas normativas para sulfatar los parasitismos partidistas, los intentos (muchos reducidos a malabarismos contables pero otros no tanto) de sanear los malolientes balances. Ahora, en el penúltimo momento de la legislatura, se dicta sentencia de muerte sobre las cajas, y debe saberse que con ellas desaparecerán, entre otras cosas, los más de 2.000 millones de euros anuales que invertían en actividades culturales, deportivas y recreativas. Con todas las observaciones y reparos críticos que se merece, la Obra Social y Cultural de CajaCanarias no solo ha desempeñado un magnífico papel, potenciado por una admirable profesionalización técnica en los últimos años, en nuestro tejido sociocultural: también ha podido y sabido llegar, a menudo, donde no lo hacían ni económica ni programática ni geográficamente las administraciones públicas. Pero ya lo decía Gómez de la Serna: “Los billetes se ablandan como si fueran pellejo humano”.Y viceversa.

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