democracia

Mandeleando

Todavía durará varios días el festival de apropiación simbólica de Nelson Mandela, fallecido la semana pasada, aunque extraviado en los dédalos de la senilidad hace ya años. Súbitamente todos somos mandelistas porque nadie quiere renunciar al prestigio de lo que es una marca política exitosa y debidamente biodegradada por la sentimentalidad política, el cine, la música. Mandela ya no era siquiera un legado político, sino un icono multiusos, la bondad del poder con rostro humano. Así que las fuerzas derechistas – incluyendo al Gobierno español y el partido que lo sostiene – segrega conmemorativas babas sobre la figura de Mandela e insiste machaconamente sobre su cualidad extraordinaria de luchador por la libertad aunque se dedique con denuedo a desarbolar jurídicamente la disidencia política, la contestación ciudadana y la manifestación de sus desacuerdos, por no mencionar su repugnante política contra la inmigración: ya el año pasado, aunque casi nadie lo recuerda, le sustrajo a los inmigrantes cualquier derecho a la asistencia sanitaria en este país. La sombra del sonriente icono es prodigiosa y en ella pueden aposentarse, mientras dura este espectáculo mundial, los mismos que instalan o mantienen en Ceuta y Melilla cuchillas que coronan las fronteras y que cortan la carne como un cuchillo al rojo vivo deshace la mantequilla.
La izquierda, por supuesto, hace gala de su cada vez más miserable confusión, porque consumen el mismo Mandela historiado por el sentimentalismo propagandístico, el cine y la música, y de esta manera olvidan que Mandela empezó siendo un revolucionario partidario de la lucha armada (los socialdemócratas) o prefieren obviar que terminó siendo un reformista guiado por un pragmatismo feroz (la Berdadera Hizquierda) que cerró los ojos incluso ante la corrupción galopante en su propio partido (durante y después de su mandato presidencial). Los mismos que proponen acabar con el régimenrodear el Congreso  o forzar un proceso constituyente declaran que, de verdad de la buena, Nelson Mandela era de los suyos, pero Mandela negoció con los señores del apartheid – a veces hurtando información a sus propios compañeros – y sentó a Frederik de Klerk – un cabronazo difícilmente mensurable – como vicepresidente en su primer Gobierno. Es difícil entender a un hombre y su obra si la sustituyes por una ortopedia ideológica. Mandela realizó un prodigio: construir una democracia política desde un régimen legal e institucionalmente racista evitando una guerra civil que parecía tan inevitable como el sol. Por eso merece un respeto incuestionable que sobrevivirá a las generaciones, a la mercadotecnia y a los cretinos intelectuales y morales que parasitan su memoria.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Política, tribunales y democracia

En la mañana del pasado viernes ocurrió de nuevo. Un auto del juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, que instruye el llamado caso Gürtel sobre la hipotética financiación ilegal del Partido Popular, tardó cinco minutos en llegar a las agencias informativas y ediciones digitales de todos los diarios. El titular básico o más común venía a decir, poco más o menos, que el magistrado “confirmaba que el PP había utilizado una cuenta B (es decir, opaca e ilegal) a lo largo de años”. A partir de ahí colgaban otros floripondios llameantes, por ejemplo, que el PP no había pagado impuestos. A media mañana ya ardían las redes sociales y poco después los dirigentes políticos competían con tertulianos todólogos en múltiples charlatanerías hermeneúticas. Finalmente el PSOE anunció con gran fanfarria que pedirían la comparecencia urgente del presidente Mariano Rajoy para explicar semejante escándalo, al mismo Rajoy que había reiterado tajantemente, hace apenas mes y medio, que el PP jamás se había financiado de manera ilegal. Rajoy había mentido. Que se marchara. Que dimitiera. Oh, indignidad, tienes barba, eres gallega y ocupas la Presidencia del Gobierno por una desdichada mayoría absoluta en las Cortes y solo por eso.
Pero todo es falso. El juez Pablo Ruz no ha corroborado nada ni considera probada la financiación ilegal del PP. Porque, a saber:
1) Los delitos no se presentan ni argumentan en los autos, sino en las sentencias.
2)  Un juez no está juzgando mientras instruye. Está investigando, precisamente, si existen pruebas de la comisión de un delito que puedan conducir a una imputación, y luego a una acusación formal y, llegado este caso, al consecuente procesamiento de sus autores.
3) El magistrado dispone en el auto un conjunto de actuaciones y plazos y para motivarlo y justificarlo utiliza varios informes policiales (especialmente uno, que recibió hace pocos días) de los cuales pueden derivarse indicios de una correspondencia entre pagos e ingresos ajena a la contabilidad presentada por el PP al Tribunal de Cuentas y reflejados, siquiera parcialmente, con las anotaciones entregadas al tribunal por Luis Bárcenas, extesorero nacional del Partido Popular.

Eso es todo. Puede considerarse interesante, espeluznante o esperanzador, según la sensibilidad política o ideológica de cada cual, pero lo que es palmariamente falso (o grotescamente inexacto) es que el magistrado Ruz haya confirmado que el PP se haya financiado ilegalmente en un pasado inmediato. Y sin embargo la marejada de comentarios, opiniones, artículos, tuits, titulares y análisis de baratillo creció abrumadoramente durante las horas siguientes y todavía no ha descendido. Es indiferente que no esté basada en ninguna realidad fáctica. Y si alguien se atreve a señalar una obviedad tan impecable como la arriba descrita (se trata de un auto, se está en periodo de instrucción, el magistrado no ha concluido nada) la respuesta va desde el anatema hasta el encogimiento de hombros. Ha ocurrido algo similar que con la sentencia sobre el caso Prestige, en el que se transformó una decepción judicial en una crítica política que abría causa general contra el sistema político e institucional. Decepción, irritación, desconfianza y, en los casos más extremos, un singular empecinamiento en que tal sentencia dejaba muy claro que no existía justicia, es decir, que no existía separación de poderes, en último término, que se trataba de una prueba más de que el Estado de derecho y la propia democracia poco menos había desaparecido del país. Pero la sentencia de la Audiencia de La Coruña muestra una excelente base argumental, equilibrada y plenamente ajustada a derecho, a la que solo se puede achacar ser el resultado de un proceso indebidamente extendido en el tiempo. Es incomprensible que los que, al parecer, buscaban una condena política, se enfurezcan o decepcionen porque solo se tratara de una sentencia judicial. Como si, por lo demás, ni quedaran abiertas vías de apelación para demandar sanciones por los daños causados ni tuvieran ninguna responsabilidad en el mismo las estrategias y tácticas procesales de los demandantes ni la propia y endiablada complejidad del hecho juzgado (con expertos testigos incapaces de ponerse de acuerdo en casi nada).

Y es que si la cultura democrática del país se demuestra enclenque y penosa día a día – entre los que mandan y entre los mandados – la cultura jurídica es prácticamente indetectable. Y las relaciones entre el Derecho y la Política ya son un terreno virginal para la clase dirigente en particular y la ciudadanía en general. Los derechos, fundamentados normativamente, son el objeto del Derecho y la práctica judicial. En cambio, el objeto de la política son pretensiones y expectativas articulados y dinamizados por valores socialmente deseables y acreditados: la igualdad, la libertad, el bienestar social, la misma justicia. Los derechos y las expectativas no siempre guardan ni deben guardar una simetría perfecta. Desde luego, los jueces emiten sus sentencias ateniéndose no solo a un sistema normativo (leyes y antecedentes judiciales) porque en la práctica del Derecho también operan principios e ideales que condicionan las decisiones de los magistrados. Pero esta autonomía valorativa no es discrecional y el valor fundamental está en determinar los hechos y aplicar la legislación vigente con la máxima precisión y pertinencia.A menos que se quiera aniquilar el Derecho positivo y regresar a la situación jurídica de hace 300 años, eliminando cualquier independencia entre Derecho y moral.

Cabe pensar en que las leyes deben cambiarse. Sin duda el sistema judicial del país – basta con comprobar lo que ha pasado esta misma semana con la elección de los magistrados del Consejo General del Poder Judicial – necesita urgentemente reformas que no son, precisamente, las del Ministerio de Justicia de Ruiz-Gallardón. Quien quiera puede soñar con la dulce pesadilla de juzgados populares levantando horcas en las esquinas. Pero tanto la sentencia del Prestige como el auto del juez Pablo Ruz son exactamente lo que son y no lo que, desde la pasión política, el amarillismo periodístico o los catecumenismos ideológicos se pretende que deban ser.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Me pagan por esto ¿Qué opinas?

Democratitis

La democracia. Uno de los signos inequívocos de una democracia  patologizada es que nadie está de acuerdo en qué consiste. Para algunos las recientes (y venideras) mociones de censura en el Archipiélago son un ataque a la democracia, para otros su expresión más auténtica. La democracia tiene muchos rasgos, desde luego, pero uno de los más valiosos es el establecimiento de normas y reglas que emanan de la soberanía popular y de sus representantes. Así que presentar una moción de censura, si cumple la legalidad vigente, no es más ni menos democrática que no presentarla.  Sin embargo algunos identifican un ataque a la democracia con perder la poltrona y un triunfo de la misma con conseguirla. Eso es todo. Presentar como una mártir a Guadalupe González Taño es tan grotesco como alabar babosamente a los socialistas palmeros que pactan con el PP para desalojarla. Cuando uno se mete en un partido – no se diga en el PSOE – lo hace con  todas sus consecuencias y una de las consecuencias deriva del principio jerárquico de disciplina. Si no, querido, no ingreses en un partido: móntate el tuyo, organiza un club de golf o súmate a una orquesta de pulso y púa. Es profundamente estúpido presentar al PSOE de La Palma como un grupo de héroes que se rebelan contra el abominable, lejano, mezquino yugo de Ferraz. Después de las elecciones autonómicas y locales de 2011 pactaron con el PP en más de la mitad de los ayuntamientos y nadie les tosió. El Cabildo Insular fue considerado, sin embargo, como una línea roja por las direcciones federal y regional. La traspasaron. El partido está roto. Por supuesto, José Miguel Pérez tiene una enorme responsabilidad en este desaguisado. Pero Anselmo Pestana y sus compañeros también. Con una Coalición profundamente desgastada y un PSOE atomizado el futuro a medio plazo se presenta rutilante para el PP, cuya organización palmera es quizás la más acendradamente derechista de toda Canarias. José Miguel Pérez y Anselmo Pestana pueden adjudicarse ex aequo tal timbre de gloria.
La democracia.  También, a propósito de la sentencia sobre el naufragio del Prestige se ha hablado, por supuesto, de atentado contra la democracia, como en el caso del cierre del Canal 9. Ignoro lo que se esperaba. Acaso una condena a galeras. Los jueces (es una definición de Tsevan Rabtan) no son oráculos de la divinidad ni del pueblo sino intermediarios reglados para la declaración de consecuencias jurídicas obligatorias. No dictan – en la denostada democracia representativa – sentencias políticas. Tres años después del naufragio el PP conseguía el 45% de los votos y quedaba a un solo escaño de la mayoría absoluta. Y el ridículo ministro de los hilillos de plastilina es, actualmente, el presidente del Gobierno. Pero esto no ocurre porque se pierda el caso del Prestige. Ocurre porque en las urnas y en combate político e ideológico ha ganado la derecha.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Un compañero

¿Quién no podría quererlo? A Sartre se le admiraba, se le quería desde una admiración a veces reverencial pero, hasta cierto punto, temerosa, porque siempre sabría más que cualquiera de nosotros, pero si alguien conseguía instantáneamente el afecto, la cordialidad, la simpatía inextinguible era él. No podía ser otra cosa: nunca fue el seductor que pretendía arrastrarte hasta una fría concepción de la existencia, ese triste seductor intelectual a base de astucia, citas, fama e infabilidad adosada. Era un seductor espontáneo aunque a veces brutal: le gustaba bailar, el fútbol, el jazz, las mujeres, las farras hasta el amanecer, el vacilón, emborracharse de libros y de alcohol, danzar por la calle, fumar, discutir, galantear, los árboles y el mar, las películas de vaqueros, el cielo azul y la lluvia menuda, jugar con sus hijos sobre la hierba. El horror por la vida (“los hombres mueren y no son felices”) nunca le llevó a vivir la vida horrorosamente.

Que la vida es espantosa, que los hombres mueren y no son felices, que diariamente la dignidad humana es pisoteada, escarnecida, burlada por los poderosos no lo aprendió mirando desde la ventana de una biblioteca, sino en sus propias circunstancias vitales: provenía de una familia pobre, muy pobre, y era un pied noir  en la Argelia colonial. Suupo lo que era el hambre, la miseria, el desamparo, el racismo, y sin embargo ni una gota de venenoso resentimiento recorrió sus venas ni sus libros. Desde joven escribió, denunció, militó y en la Resistencia se jugó el cogote y dirigió un periódico clandestino, pero cuando llegó la hora de la victoria entre ruinas materiales y morales ya estaba maduro para comenzar a joder el optimismo loco y el pesimismo oracular de los profetas de la revolución y así se convirtió en un disidente de los disidentes y comenzó su espléndida, compartida y tantas veces insultada soledad. Cómo fue calumniado por la Berdadera Hizquierda un hombre por atreverse a sostener que no valía cualquier medio para obtener un fin, que nadie podía erigirse como mesías y a la vez verdugo de los pueblos, que ningún proyecto político era admisible como altar del sacrificio de generaciones, que la pluralidad es parte inherente del ideal democrático, que el fanatismo exhala una pestilencia idiotizante, que la yolerancia no es una forma de buena educación, sino una actitud moral,  y que la democracia no consiste en votar cada cuatro años a un partido o a un comité central. Fue un reformista radical al que una vez, cuando alguien le preguntó por su afiliación política, contestó: “ No sé…¿Se podría organizar un partido de los que no están seguros de tener razón?”.

No. No se puede no querer a Albert Camus y no acompañarlo mientras dure la vida, horror y belleza, espanto y maravilla.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

El trilema de Canarias

Un economista prestigioso, el turco-norteamericano Dani Rodrik, propuso recientemente un concepto, el de trilema político, como instrumento para analizar los problemas políticos generados  por los procesos de globalización. En resumen, según Rodrik las sociedades no pueden disfrutar al mismo tiempo de a) mercados completa y satisfactoriamente integrados internacionalmente, b) gobiernos democráticos, “entendido minimalistamente” (en expresión de José Fernández-Alberto) como que aquellas decisiones políticas relevantes deben gozar de un apoyo social mayoritario, y c) que estas decisiones se tomen en el marco de una estructura política nacional (aquello que en el siglo XX se denominó Estado-nación). En su obra de referencia, La paradoja de la globalización, Rodrik defiende que las sociedades contemporáneas pueden optar por conciliar dos de estas condiciones, pero no las tres a la vez. Se puede optar por mantener un sistema democrático en un Estado-nación, pero eso impide o limita la integración en los mercados de una economía globalizada. También se puede intentar la conexión con la economía globalizada desde  el Estado-nación, pero asumiendo que los costes de la misma no podrán ser consensuados, o al menos aprobados, por mayorías democráticas. Y por último cabe pensar en un modelo de integración en los procesos de la globalización con garantías democráticas a condición de que se articule una suerte de federalismo global – eso sería, o debiera ser, el proyecto europeo que ha llevado a la UE – capaz de tratar en un misma dimensión internacional procesos económicos y debates y decisiones políticas.
Quizás cabe aplicar el trilema de Dani Rodrik a la situación de Canarias, cuyas fortalezas (insuficientes o mal desarrolladas) y debilidades (desgraciadamente estructurales) se han manifestado dramáticamente con ocasión de la agudísima y prolongada crisis económica que se abrió como un cráter a finales de 2007 y comenzó a golpear ferozmente al Archipiélago en 2008. Uno de los problemas de gobierno en etapas de crisis económica consiste en atender los problemas sobrevenidos – desde la congelación del crédito a la protección a los desempleados o el mantenimiento de las pensiones – pero sin olvidar la necesidad de tomar medidas, abrir debates, estimular procesos y desarrollar análisis para diseñar una estrategia a largo plazo. En el caso de Canarias esta doble demanda – la coyuntural y la estratégica – es especialmente relevante, porque, con toda claridad, ha acabado un ciclo de la economía del Archipiélago: aquel que tuvo su principal motor en la construcción y los servicios inmobiliarios – sin excluir la especulación más despendolada – y en la que el Gobierno regional era, con diferencia, el principal y más influyente asignador de recursos. Seguir insistiendo –como se hace, sobre todo, desde el ámbito político – en que esta situación es provisional o que el turismo, por sí solo, puede relevar a la construcción en el Producto Interior Bruto, por muchas decenas de miles de turistas que provengan de Egipto, es una imprudencia, cuando no simplemente estupidez demagógica y escapista. El descenso del desempleo registrado en julio y agosto tiene un importante componente estacional y se concentra casi exclusivamente en el sector servicios. Sería necesario bajar más de veinte puntos porcentuales para llegar a un nivel de desempleo similar al de la primavera de 2007, un 10%, una tasa de paro similar a la que sufre actualmente Francia, y que en los países desarrollados se considera inadmisible. No hay industria turística capaz de crear 200.000 camareros, recepcionistas, cocineros y jardineros.  La rehabilitación de la planta alojativa choca contra las graves restricciones presupuestarias y la sequía de crédito bancario y no dejaría de ser un parche momentáneo.
Y sin embargo es imposible detectar un principio de coherencia, unidad y estímulo entre las élites políticas y empresariales de Canarias para encontrar una estrategia basada en el realismo de las fortalezas y debilidades isleñas, en la colaboración para mantener un proyecto de país viable en un escenario mundial sumamente dinámico y dotada de sus correspondientes instrumentos jurídicos y normativos. Es preocupante que las organizaciones empresariales, camarales y sindicales hayan denunciado que la reforma del principal instrumento legal y normativo para la definición y desarrollo de cualquier estrategia, el Régimen Económico y Fiscal, haya sido insuficientemente debatido. Tal y como ha explicado el profesor Antonio González Vieítez, la propuesta de REF remitida por el Parlamento de Canarias se asemeja mucho más a un Plan de Desarrollo para Canarias que a la renovación de instrumentos económicos y fiscales en el marco de una estrategia meditada a favor del diseño de una alternativa económica para las islas. Se trata de seguir salvaguardando “compromisos de financiación exterior a través de subvenciones directas (incentivos económicos) o a través de exenciones o ayudas tributarias (incentivos fiscales). Un REF que sustancialmente, en definitiva, sigue buscando la perpetuación de un status quo  que a medio plazo es imposible de mantener y que supone, de facto, un obstáculo para la diversificación de la economía regional, para su internacionalización y su competitividad, y a la postre, para el fortalecimiento de la sociedad civil canaria. Un REF que no podrá ser palanca para la apertura y dinamización económica del país buscando su inserción económica global a través de una economía de servicios financieros, el aprovechamiento de Canarias como plataforma logística y de transportes o la cooperación económica con el África emergente. Pero que sí será útil, previsiblemente, para que las élites políticas que controlan la Comunidad autonómica sigan manteniendo una capacidad de influencia social que es condición necesaria para su autorreproducción, así como para la continuidad de un pool empresarial privilegiado en magníficas relaciones – aunque a veces conflictivas — con los primeros.
El trilema de Canarias tiene esos tres vértices: las aspiraciones democráticas de una sociedad próspera y cohesionada, la diversificación e internacionalización de un nuevo modelo económico y la continuidad, sin reformas,  de un sistema político autonómico al que horrorizan los cambios y pretende mantener un status quo  caracterizado por el control político, la influencia social y una alianza nueva y eterna con sectores de una oligarquía empresarial de un cortoplacismo suicida.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Me pagan por esto ¿Qué opinas?