Elecciones 2011

Refundación

Don Mariano  Rajoy ha mandatado a Soraya Sáenz de Santamaría a dirigir desde el Partido Popular el traspaso de poderes y ha desaparecido después de la reunión de la dirección nacional. La bolsa recibió su rotunda victoria con una pronunciada caída del IBEX y el diferencial del bono español con el alemán despuntó de nuevo como un monstruo hambriento que sale de su siesta de diez minutos. Consulto y me dicen que el señor Rajoy no tiene prevista ninguna comparecencia pública mañana ni otras entrevistas que no sean con sus inmediatos colaboradores. Francamente uno suponía –al igual que otros ilusos – que Don Mariano se plantaría frente a la prensa y a las tiesas orejeas de Bruselas y Berlín y anunciaría casi instantáneamente su Gobierno. No me puedo creer que no lo tenga ya hecho, incluyendo ministros, secretarios de Estado y un buen puñado de directores generales. El único dato al respecto lo ha proporcionado, oh sorpresa, el señor José Manuel Soria, quien dijo ayer, lacónicamente, que no sería ministro. ¿Se lo habrá dicho el propio Rajoy en la noche del domingo o, como pudieran pensar rojos, masones, y demás ralea, Soria ha dejado circular entre titulares y comentarios la especie de que alcanzaría un ministerio para engatusar más y mejor al electorado?

Los más sabios repiten con atinada pedagogía  que estas han sido unas elecciones generales y que necesariamente sus resultados no deben tener influencia en la estabilidad política de la Comunidadautonómica. Sin duda. Pero estos no son unos tiempos ordinarios. El mayor aldabonazo político en la noche electoral lo protagonizó Ana Oramas quien, junto a un silencioso y frigorificado Paulino Rivero, aseguró que las cosas no podían seguir así y anunció eruptivamente que asumía la refundación del proyecto nacionalista canario. El destinatario principal de este mensaje era, precisamente, quien estaba sentado a su lado con la mirada perdida en la lontananza. Ana Oramas ha podido calibrar, a lo largo de una campaña durísima, el grado de resignación, laxitud y cansancio de una organización política que, sobre todo en Tenerife, se encuentra más atomizada y desactivada que nunca. Lo ha sufrido en sus propias carnes. Después de lustros instalados en el Gobierno regional desde el propio Gobierno se considera y trata al partido como una suerte de coros y danzas de valor ornamental. Quizás un partido exangüe  resulta más llevadero que un partido robusto, pero también la debilidad programática y organizativa, transformada en una patología inmovilista, es el camino más directo a la catástrofe, con un PP que sigue soñando con arrojar a los coalicioneros a la oposición.

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Bitácora de un naufragio

Por supuesto, el presente artículo está emborronado antes de que se abran las urnas en este domingo que amenaza lluvia y revolcones electorales y una interminable tarde de grisura melancólica hasta que se escuche el ulular de los vencedores y su alegría inmensa al llegar al gobierno de un país al borde de la quiebra, y conseguirlo con inusitada contundencia, precisamente, porque está al borde de la quiebra. Pero los acontecimientos que se sucederán a partir de mañana lunes son perfectamente predecibles.

a) El mismo lunes, o a más tardar, el martes, el ganador de las elecciones presentará su Gobierno, o al menos, al núcleo duro de su gobierno, es decir, a su vicepresidente y a los ministros del área económica. Existe una dificultad: las disposiciones constitucionales y legales establecen unos plazos insoslayables, en virtud de las cuales el nuevo jefe del Ejecutivo solo podrá jurar o prometer el cargo a partir del 18 o 19 de diciembre aproximadamente. Casi un mes de gobierno en funciones en una situación de emergencia nacional. Y con cinco – nada menos que cinco—subastas del Tesoro Nacional –letras y bonos – por valor de miles de millones de euros y que no pueden suspenderse sin empeorar aun más la credibilidad del país en el cumplimiento de sus compromisos. Se rumorea que el presidente saliente y el entrante han encargado a una comisión de expertos (administrativistas, constitucionalistas, economistas, funcionarios técnicos dela UniónEuropea) una arquitectura específica para la transición entre gobiernos más delicada y peligrosa desde hace treinta años. Sería una suerte de extraño gobierno de concentración que se prolongaría durante tres semanas; un traspaso de poderes que establecerá canales de comunicación permanentes y sistemáticos con reuniones prácticamente diarias entre próximos ministros y futuros exministros. Entretanto el inminente presidente del Gobierno se volcará en tres frentes: las instrucciones a los presidentes de sus comunidades autónomas, la definición de una plan de recortes presupuestarios y reformas particularmente atroces y los contactos conla Comisión Europeay con los gobiernos alemán y francés para formular un compromiso solemne, el compromiso de todos los compromisos

b) En la última semana de 2011, el nuevo presidente presentará en las Cortes  –y probablemente en una intervención televisiva a todo el país – el plan de recortes y reformas, que en buena parte será la base del proyecto de la ley de presupuestos generales del Estado para 2012, aprobado con seguridad en un mes y medio más tarde. La situación es dramática, es peor de lo que se imaginaba, estamos al borde del abismo y etcétera. El recorte oscilará entre los 20.000 y 30.000 millones de euros aproximadamente: es el compromiso solemne del presidente y del nuevo Gobierno antes las autoridades europeas y, desde luego, ante el Gobierno alemán. España transigirá en meterse en el quirófano del doctor Frankestein a cambio únicamente de que el Banco Central Europeo siga comprando bonos españoles en el mercado secundario para evitar el riesgo de default y de que el Banco de Desarrollo Europeo abra una línea de crédito a medio plazo: lo fundamental es abandonar, a base de una disciplina presupuestaria y fiscal espartana, y asumiendo el impacto de la paralización de la economía y el mantenimiento o aumento de la tasa de desempleo, el pelotón de los desahuciados del Sur de Europa: Grecia, Portugal, Italia incluso. Dos años de penurias con un Estado de Bienestar reducido, si es menester, a un trasunto de caridad dickensiana – lo que por otra parte ofrece excelentes oportunidades de negocio a empresas privadas en el ámbito de la educación, la sanidad o los servicios asistenciales– y una lenta pero significativa recuperación del PIB y del empleo en los dos años siguientes gracias a los incentivos fiscales a la contratación, el contrato único y la destrucción de  los convenios colectivos. Un empleo de peor calidad, más inestable y más barato, pero después de un largo lustro de sufrimiento se le puede antojar una bienaventurado maná a cientos de miles de ciudadanos. En sus inicios, en su televisado discurso sobre la sangre, el sudor y las lágrimas que nos esperan, el presidente reclamará el apoyo de todas las fuerzas políticas, eso sí. Pero como es probable que disponga de cerca de 200 diputados tampoco se sentirá muy apurado si el principal partido de la oposición o los nacionalistas no le prestan su respaldo político o parlamentario.

3) En una de sus famosas frases elegantemente destructivas, Óscar Wilde afirmó de un escritor antipático que solo tenía dos problemas: que no tenía nada que decir y que no sabía cómo decirlo. La estrategia del nuevo presidente sobre la que aquí se fantasea solo implica dos problemas: España y Europa. El primero resulta de muy sencilla exposición: se trata saber si el país aguanta sin que su cohesión social y territorial se vaya al infierno. Convertirse en la hija predilecta de la madrastra Merkel, en la oveja negra que se blanquea y que vuelve al rebaño, supone una apuesta muy arriesgada. Al cumplimiento del compromiso sobre el déficit fiscal (un 4,2% del PIB a finales del 2012) se suma la devolución de los intereses de la deuda y la muy probable y estrepitosa morterada que habrá que inyectar en el sistema bancario español (y particularmente en las cajas de ahorro) para cumplir la nueva normativa europea sobre el capital de calidad. La creación de un banco público malo, que absorbiera todos los activos envenenados o inservibles, también costaría unos cuartos, aunque se trate de una opción mucho menos atractiva que hace dos años. Y mientras tanto, y durante largo tiempo, el desempleo se mantendría estancado en un 20% de la población activa y las pymes, los autónomos y los emprendedores seguirían sin  ver un maldito euro de crédito. La segunda dificultad es Europa: la estrategia del nuevo gobierno presupone una mínima estabilidad política, financiera y económica – por ejemplo, que no quiebren Portugal o,  más terriblemente, Italia; que Francia no sufra un infarto financiero al serle retiradala AAApor las agencias de calificación, en fin – que está lejos de ser fiable. Porque, como escribió muy recientemente Xavier Sala-i-Martín, todo el mundo da por hecho, y esa es tal vez el mayor apriorismo de la estrategia del gobierno que saldrá de las urnas dominicales, que Alemania es la garantía irrompible de todas las deudas de Europa. Y la situación económica y fiscal de Alemania bien puede empeorar. Lo indican varios factores: una deuda que alcanza ya el 80% de su PIB, una evidente desaceleración de su actividad económica, un incremento notable, en la próxima década, de sus gastos sociales, especialmente en lo que se refiere a pensiones, un compromiso de decenas de miles de millones de euros de aportación al fondo de estabilidad económica y la certidumbre del empeoramiento de países como Francia, Bélgica y Holanda, que muy probablemente, en los próximos tres años, deberán  priorizar salvajemente sus propios problemas de financiación y poco o nada podrán aportar a las necesidades de los estados de la zona euro en peores condiciones. La apuesta del nuevo gobierno español será muy parecida al todo o nada, salvo que el todo será la casi nada de la supervivencia y la nada amenaza con devastar, de la mano de la ortodoxia fiscal más puritana, toda una cultura democrática: los restos de la autonomía de lo político flotando en este gigantesco, cruel y desquiciado naufragio. Este infernal proceso será calificado pomposamente como una vía para la modernización de las estructuras  financieras, fiscales y laborales de España. Porque esta gente entiende y propaga, jura y perjura, que el mejor momento para aprender a nadar es, precisamente, un naufragio.

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Bote, bote, bote

A medida que se aproxima la jornada electoral, y con todos los sondeos abonando la más extraordinaria de sus expectativas, los dirigentes y candidatos del Partido Popular comienzan a sufrir el mal de san vito del ganador borracho con su triunfo, acompañado de una incontinencia verbal irreprimible. Como si después de meses (o mejor: de años) en perpetuo silencio a la hora de concretar propuestas y ofrecer medidas, se dieran cuenta, en los minutos finales de la carrera, que pueden proferir cualquier promesa disparatada sin riesgo de perder ya un solo voto. Es un fenómeno que se ha acelerado en los últimos días. Sobre todo después del debate televisivo entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Recordarán ustedes que el profeta del Sentido Común aseguró que garantizaba los servicios públicos sanitarios y educativos y que actualizaría las pensiones. Han pasado los días y las encuestas y los señores y señoras del PP ya prometen no solo que no cambiará nada, sino que está todo garantizado, a mandar, oiga. A estas alturas, a tres días de los comicios, y según le escucho a un candidato conservador en la radio, el PP garantiza la sanidad pública, el sistema escolar público, el poder adquisitivo de los funcionarios, la actualización de las pensiones, las dotaciones presupuestarias para cumplir la ley de Dependencia y el subsidio de desempleo. Y por supuesto bajarán los impuestos, y sírvase lo que quiera que el camarero está ahí de adorno.

No es una información de Público, sino de ABC: el Estado español paga cada día casi cien millones de euros en concepto de pago de los intereses y amortización de una deuda pública acumulada que supera el medio billón de euros. Cien millones diarios. Más de veinte millones de euros diarios corresponden a las comunidades autonómicas, entre las cuales la peor situada es Cataluña que, como se ha hartado de decir el señor Durán i Lleida, debe abonar diariamente más de cuatro millones de euros. Canarias se sitúa en la zona medio baja de la tabla – pues resulta falso que sea la comunidad menos estrangulada – con una deuda acumulada de 3.422 millones de euros: los isleños debemos abonar 146 millones de euros anuales, es decir, unos 400.000 euros cada veinticuatro horas. Ayer mismo, para cubrir la emisión de letras prevista, el Tesoro debió incrementar los intereses un 40% sobre los de la  anterior subasta. A finales del inminente 2012, según los analistas menos apocalípticos, el Estado español se encontrará pagando ciento veinticinco millones de euros cada día. Pero Mariano Rajoy ya da botes por los mítines al tiempo que esboza su encantadora sonrisa de gárgola descangallada. Imagino que estos desfachatados embaucadores, tan felices de volver a despachos y palacetes, deberían inspirarme miedo, pero solo me provocan desprecio.

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La encrucijada del PSC-PSOE

Larga, muy larga, fue la reunión de los secretarios generales de las organizaciones insulares del PSC-PSOE con la dirección federal el pasado viernes. Larga y accidentada. Mientras los secretarios generales escuchaban las perentorias reflexiones de Gaspar Zarrías (secretario de de Política Autonómica de la ejecutiva federal) y Pedro Hernando ( responsable de Política Municipal) el destino del centenario partido fundado por Pablo Iglesias se jugaba, se había jugado, a unos cientos de metros del restaurante que los convocó en una cena eterna, sin principio ni fin. A primera hora de la mañana, la reflexión silenciosa de algunos secretarios insulares había sido muy clara: “Estos pueden dejar de ser la dirección federal del PSOE en unos días, y si eso ocurre, ¿qué haremos sentados en Madrid?”. Antes del mediodía quedó clara la cosa. Una ojerosa Carme Chacón renunciaba a presentarse a las primarias. El golpe de mano organizado por varios dirigentes territoriales y encabezado por Patxi López, la amenaza de un congreso extraordinario que hubiera supuesto, en la práctica, la defenestración de Rodríguez Zapatero y su comité ejecutivo, aunque fuera al precio de unas elecciones generales anticipadas, había surtido su efecto. La amenaza del congreso extraordinario, arma de destrucción masiva de Alfredo Pérez Rucalcaba y sus secuaces, planteaba una disyuntiva brutal: o se retiraba Chacón o Rodríguez Zapatero era fulminado. Tenían mayoría de voluntades en el Comité Federal para ganar el pulso. Chacón se retiró. Los vacilantes ectoplasmas de Blanco Zarrías y Hernando volvieron a corporizarse como dirigentes. Lo mejor para el PSOE (en Canarias y en las Cortes) es pactar con CC. Oh, entendemos las dificultades. ¿Y la maravillosa oportunidad de deshacerse de los coalicioneros en cabildos y ayuntamientos? Encabezaríamos ocho ayuntamientos, ocho, incluido el de Santa Cruz. ¿Sabes que Cristina Tavío le ha ofrecido la Alcaldía de Santa Cruz a Julio Pérez? Y cogobernaríamos en cuatro ayuntamientos más. Y eso solo en Tenerife. Por supuesto, pero ¿quién está subiendo más en voto municipal en Tenerife o La Palma? ¿Nosotros o el PP? ¿Debemos fortalecer la base electoral del PP en los municipios de Canarias con esos pactos? Por supuesto que no hubo acuerdo. No era ni el momento ni el lugar, ni siquiera el objeto de la convocatoria. Lo que quería practicar Blanco era un poco de pedagogía política. Pedagogía política, hay que joderse. Vete e imparte la lección a tus alcaldes, a tus concejales, a tus agrupaciones locales. La decisión final será tomada el fin de semana y comunicada al comité ejecutivo que el PSC-PSOE celebrará el próximo lunes.
En todo caso, esa reunión entre dirigentes de la cúpula socialista y secretarios insulares, inédita en los anales de las relaciones entre la dirección federal y la organización socialista canaria, denotaba un hecho evidente, y es que José Miguel Pérez, secretario general de PSC, carece ahora mismo de cualquier autoridad más allá de Gran Canaria. Porque el mayor hundimiento del PSC-PSOE en el Archipiélago se produjo en Gran Canaria precisamente: de los 149.183 votos que se obtuvieron en 2007 al Parlamento (y siete diputados) se ha caído a 79.525 votos (y cuatro diputados) el pasado día 22. Más de 16 puntos porcentuales. En Tenerife, en cambio, aunque el desgaste electoral fue pronunciado, no llegó a la sima grancanaria: los 126.422 votos de 2007 se redujeron a 78.812, del 32,21% al 20,24%. Los socialistas tinerfeños debieron enfrentarse a una escisión importante, la protagonizada por SxT, que en los comicios a ayuntamientos y Cabildo Insular se aliaron con Izquierda Unida y Los Verdes. Y no contaban ni con el control ni los supuestos réditos del Cabildo y del ayuntamiento de la capital, como ocurría con los compañeros grancanarios. El desastre sin paliativos del PSC en Gran Canaria aguijonea aun más el hambre de autonomía de los socialistas tinerfeños. A sus ojos, un secretario general como José Miguel Pérez, derrotado fulminantemente en su propia circunscripción, nada tiene que decir sobre la política de alianzas en Tenerife.
Ocurrió así que, desde la misma noche electoral, recorrió el PSC de Tenerife una paradójica estampida de euforia. Hemos perdido, pero tenemos mucho que ganar. Aurelino Abreu, senador y presidente de la gestora del PSC de Tenerife, había avanzado ya su particular estratagema para desbancar a Ricardo Melchior y a CC del Cabildo Insular: si los nacionalistas no obtenían mayoría absoluta, convertiría a Antonio Alarcó en presidente, a cambio, como es obvio, de una amplia participación socialista en el gobierno insular. Alarcó nunca dijo que no, sino todo lo contrario. Los resultados electorales avalaban su enconado anhelo y sonreía y felicitaba a todo el mundo en la madrugada del domingo, sin excluir a Julio Pérez, quien inicialmente veía un pacto con el PP como la mejor opción de los socialistas chicharreros. Las alarmas de la dirección de CC comenzaron a activarse y en la mañana del lunes, muy a primera hora, se cruzaron llamadas telefónicas con Ferraz y alrededores. A partir de entonces los socialistas tinerfeños y palmeros (los más interesados en la expulsión de CC a los infiernos) se mostraron más cautos, pero no cambiaron sustancialmente de postura. Se sucedieron reuniones, conciábulos, ánimos y reproches, advertencias y chismes, llamadas telefónicas. En todo este activo y discreto guirigay ha jugado un papel especialmente relevante Francisco Hernández Spínola, curioso superviviente de secretarios generales (lo ha sido de Juan Carlos Alemán, de López Aguilar y ahora de José Miguel Pérez) y de sí mismo.
Hernández Spínola ha jugado a dos bandas. Por un lado, ha sido uno de los negociadores del PSC frente a CC para constituir un pacto de gobierno; por otro, no ha dejado de comprender, comprender muy intensamente, a sus compañeros tinerfeños proclives a un pacto con el PP, y hasta la noche del pasado jueves, en una de tantas reuniones extenuantes, afirmó que era abiertamente partidario del acuerdo con los conservadores en todos los ámbitos. Los peor pensados señalan que Hernández Spínola prefiere cerrar un pacto con el PP porque lo convertiría, casi inmediatamente, en vicepresidente del Gobierno, con José Miguel Pérez como presidente del Parlamento o, incluso, como mero presidente del grupo parlamentario socialista. Y una vez en esa posición, ¿por qué no soñar en la secretaria general del PSC el año que viene? Los menos malévolos, en cambio, remarcan que Hernández Spínola procura mantener todas las opciones abiertas al servicio de lo que mejor convenga al PSC-PSOE, pero éstos últimos están en minoría. Todos esperan de la dirección federal un pronunciamiento muy similar a este: a) El mejor pacto en el Gobierno autonómico es con Coalición Canaria; b) Es necesario pactar igualmente en los Cabildos de Tenerife y La Palma y en Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma para no estimular un acercamiento entre coalicioneros y conservadores; c) En el resto de las corporaciones, libertad ilimitada. No es del todo previsible lo que ocurrirá a partir de entonces. Entre otras razones, porque el PSC está bastante insatisfechos con las propuestas de Coalición: los nacionalistas, excepto en el Ejecutivo regional y en el ayuntamiento de Santa Cruz, no ceden las suficientes áreas de poder para calmar el apetito socialista. En realidad, y como principio, CC se ha comprometido a cogobiernos encabezados, en cada corporación, por la lista más votada. Y al PSC le arde particularmente la espina del Cabildo de Gran Canaria: la inactividad de CC a la hora de articular una mayoría capaz de asestarle a Bravo de Laguna una moción de censura para ser sustituido por un tripartido integrado por el PSOE, Nueva Canarias y CC. La actividad servil de Ignacio González, líder del CCN, para brindar a Bravo su consejero para cerrar una mayoría absoluta a irritado profundamente a la dirección de CC y a los socialistas grancanarios.
La crítica encrucijada del socialismo canario deja patente, con singular intensidad, su muy limitada identidad como proyecto político autónomo. El PSC pinta muy poco en el concierto del socialismo español. Solo hay que constatar cuántos militantes socialistas canarios ocupan secretarías de Estado, subsecretarias o direcciones generales. De la misma manera en que Juan Fernando López Aguilar fue un candidato presidencial impuesto desde Ferraz, para disgusto del propio interesado y asombro de la vieja guardia del socialismo isleño, la estrategia de los pactos y acuerdos políticos de 2011 se decide bajo la verticalista autoridad de la dirección federal. ¿Sería concebible que Zarrías y Hernando convocaran a una cena en Madrid a los secretarios generales del socialismo andaluz? ¿Lo toleraría José Antonio Griñán? El PSC-PSOE paga ahora amargamente un conjunto de errores, inercias, negligencias y autismos políticos y electorales que se remontan, realmente, a los tiempos en los que Jerónimo Saavedra (el mismo Saavedra que ahora, impúdicamente, se ha lanzado sobre la Autoridad Portuaria de Las Palmas para no verse sin sueldo y coche oficial) decidió no ejercer más como secretario general, salvo a efectos estrictamente personales, y dedicarse a sus ministerios en los últimos gobiernos de Felipe González.
Si finalmente José Manuel Soria cierra un pacto con el PSOE transformará su éxito electoral en un triunfo político cargado de inteligencia, astucia y sangre fría. Porque no solo logrará la Presidencia del Gobierno de Canarias, sino que someterá a sus dos adversarios políticos a un cúmulo de desgastes y tensiones difícilmente soportables sin graves consecuencias a corto y medio plazo. Su estrategia política en los últimos siete meses (la salida del Gobierno autonómico, su elección como candidatos de Bravo de Laguna y Juan José Cardona, su oferta a los socialistas) se ha revelado tan eficaz que, incluso si solo consigue en parte sus objetivos, es decir, si logra mayorías entre el PSOE y el PP en cabildos y ayuntamientos importantes, habrá conseguido mayores réditos políticos y propagandísticos que los cosechados por el PSC-PSOE con los 26 diputados alcanzados en 2007. Tanto los coalicioneros como los socialistas se empecinan en obviar esta evidencia. Ya decían algunos teólogos, hace varios siglos, que lo que más le conviene a Belcebú es que nadie crea que existe.

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Tan campantes

CC de Tenerife debería levantarle un monumento a Santiago Pérez. Una de las sorpresas más tronantes de los resultados electorales es que CC mantenga los siete diputados al Parlamento por la circunscripción insular. Si CC perdió casi un tercio de sus votos en Santa Cruz, vió evaporarse la mayoría absoluta en La Laguna, no la alcanzó en Arona y sufrió golpes como los de Tacoronte o Santiago del Teide, ¿cómo se explican sus siete diputados? La razón está, exclusivamente, en el hundimiento del PSC-PSOE de Tenerife. Porque los coalicioneros perdieron muchos votos a la Cámara (unos 13.000 aproximadamente) pero los socialistas muchísimos más (nada menos que 48.000). Es en Tenerife, precisamente, donde Coalición obtiene sus peores resultados autonómicos con diferencia, pero gracias a la participación de la alianza entre Nueva Canarias y Socialistas por Tenerife, y a la puñetera regla de Hont, el hundimiento de los socialistas, antaño segunda fuerza política isleña, los coalicioneros mantienen sus siete diputados y empatan así en escaños con el Partido Popular. Paulino Rivero y Javier González Ortiz podrían tallar, como acto de sincero agradecimientos, los rostros de Pérez, Corrales y Viciana en las laderas del Teide, emulando el tributo de los estadounidenses a los padres de la patria en el Monte Rushmore. Se lo deben.
Desde 1993 han gobernado esta comunidad autonómica CC y PP. Durante la mayor parte de estos dieciocho años han compartido Gobierno. El líder de la fuerza política que ha ganado las elecciones, José Manuel Soria, fue vicepresidente del Gobierno y consejero de Economía y Hacienda durante casi tres años y medio de la pasada legislatura y es directamente corresponsable, por tanto, de los frutos políticos y administrativos de la misma. Pues bien, el electorado ha decidido que los eternos socios de Gobierno acumulen más de los dos tercios de los escaños de la Cámara. Dieciocho años, por tanto, y en lo que afecta a la representación parlamentaria, siguen tan campantes. La izquierda ha sufrido una derrota sin paliativos, y no me refiero únicamente al PSC-PSOE, que solo podría conjurar una implosión destructiva si entra a formar parte del Gobierno y de corporaciones insulares y locales: pan para hoy y hambre para mañana. La política canaria se va a poner todavía más irrespirable, navajera, centrada en sí misma y no en una realidad socialmente aterradora. A lo lejos se divisa la única organización de izquierda que ha demostrado tener un proyecto político con creciente implantación socioelectoral: Sí se puede.

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