Elecciones

Un referéndum a la medida

Del fondo de su chistera – o de su cachorro – el presidente Paulino Rivero ha extraído su penúltimo conejo: un referéndum para consultar a los ciudadanos canarios si aprueban o rechazan las prospecciones de Repsol frente a las costas de Fuerteventura y Lanzarote. Todavía no he leído ninguna reacción del PP – si bien cualquier reacción del PP es previsible – pero para mi estupefacción he detectado diversos riquirracas desde el PSC-PSOE, sin contar con los desfallecimientos de gozo de los paulinistas más despepitados del entorno presidencial. En realidad poco o nada tiene que ver esta iniciativa con la defensa medioambiental de Lanzarote o Fuerteventura, porque solo forma parte de la particular estrategia de Rivero para culminar el más obsesivo de sus afanes: su proclamación como candidato presidencial de CC para las elecciones autonómicas del año 2015.
Rivero sabe que, con el estatuto de autonomía en la mano, no puede convocar un referéndum, es decir, una consulta jurídicamente vinculante, aunque la mayoría absoluta del Parlamento canario apoye su celebración. No es el Gobierno de Rajoy quien debería autorizarlo, sino nada menos que las Cortes. Exactamente igual que en el caso de la reivindicación de la Generalitat catalana. Rivero juega, por lo tanto, a ser un poco de Mas para no ser menos. De la misma experiencia acumulada en la sociedad civil de Cataluña en los últimos años podría tomar ejemplo para organizar una consulta simbólica, una encuesta de valor político, ya que no jurídico. El Gobierno autonómico podría, por ejemplo, adherirse a una consulta organizada por ONG, o asociaciones ecologistas, o entidades vecinales, que evidenciaran el rechazo mayoritario a las ambiciones de Repsol en aguas isleñas. Si Paulino Rivero opta por el referéndum es, precisamente, sabiendo que se le impida realizarlo, pero no ignorando la cosecha de nuevos réditos de imagen pública y protagonismo mediático. Allí está, de nuevo, el David digno e impoluto contra el Goliat voraz y oleaginoso. He aquí un nuevo espacio de enfrentamiento con el Estado — ¿que se hizo de esa diligente advertencia al Rey y a la patria sobre los brotes soberanistas? — por una buena causa que nadie juiciosamente podrá discutir porque, como repite don Artur,  ningún canalla se opone a que se consulte a un pueblo. Y más (Mas) aun: ¿quién le puede negar su voto en el Consejo Político Nacional a aquel que abandera la voluntad de sus conciudadanos y está dispuesto a fundirse con el derecho a decidir que nada de prospecciones?

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Observación

A propósito de las explicaciones de Ramón Trujillo sobre la derrota electoral de SXT-IU al Cabildo, una derrota perfectamente predecible (y predicha) hace tres semanas, recordé de nuevo la frase de Max Weber en El Político: «Esa manía clerical de utilizar la ética para tener razón».

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Democracia esquelética

Las campañas electorales no son la evidencia de la vitalidad de las democracias representativas, antes al contrario, dejan en pelota picada todas sus insuficiencias, contradicciones y falsedades legitimitadoras. Se insiste en que la democracia cabe en un armazón normativo de garantías para la alternancia en el gobierno, en un sistema de partidos competitivos donde sea posible la existencia de mayorías y minorías y en un conjunto de mecanismos doctrinales e institucionales que establecen la división de poderes y cierta justicia equitativa. Y con ese relato básico, supuestamente, vamos tirando. Todo lo que no se atenga al hermoso retrato al óleo antes descrito suena a sospechoso galimatías, a borrón malintencionado, a garabato pueril. Es esta descripción reduccionista y anémica de la democracia política la que permite a los grandes partidos oligarquizados y a sus dirigentes prácticas habituales que, en periodo de campaña electoral – es decir, entre comicios europeos, nacionales y locales cada dos años – se intensifican hasta un consensuado delirio en infinitas declaraciones: la mentira, la inepcia, la simple o tortuosa estupidez, el maniqueísmo moral e intelectualmente insultante, la sistemática prostitución de la realidad.
Leo que José Manuel Soria promete a sus electores todo un ejercicio de austeridad. Reducirá el Gobierno – se debe referir a los cargos públicos, porque no musita una palabra sobre lo que hará con los funcionarios — y se deshará de la mitad de los coches oficiales. Es el mismo Soria, evidentemente, que durante más de tres años fue vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda. Es el mismo Soria, claro está, que a las pocas semanas de tomar posesión de su cargo, abrió una línea presupuestaria para adquirir varios automóviles de alta gama. Es el mismo Soria, sin duda, que amplió y reformó su despacho en la Consejería de Economía y Hacienda hasta dotarlo de dimensiones escurialenses. Y por último, es el mismo Soria que dirige el Partido Popular y que colocó en las listas en Fuerteventura a la señora Águeda Montelongo, quien, al frente del Patronato Insular de Turismo, se dedicó a facilitarte vacaciones gratis total en unos casos, y vehículo a su libre disposición en otros, a varios cargos públicos conservadores, entre otros, según las informaciones publicadas, al secretario general del PP canario, el señor Manuel Fernández.
En una democracia más amplia, sólida, transparente y participativa el señor Soria se quedaría callado. Y en su casa. Pagando el alquiler.

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Quietos parados o que nadie se mueva de la romería

El sociólogo Pierre Bourdieu comparaba la actividad política con la actividad económica. Si la teoría marxista distinguía entre propietarios y no-propietarios de los medios de producción, Bourdieu distinguía en la esfera política de las democracias liberales y parlamentarias entre los productores que controlan, monopólica u oligopólicamente, la producción de productos políticos, en un mercado formalmente accesible a todos, y los consumidores, supuestamente ciudadanos, con acceso a la elección de la mercadería según su leal saber y entender. Sin embargo, solo una minoría de los consumidores – los que cuentan con un nivel de educación e información suficientes – tienen cierta libertad de elección dentro del supermercado: para la mayoría los únicos criterios son los rótulos brillantes, las ofertas incesantemente voceadas por los altavoces del establecimiento y, sobre todo, las ofertas, que están dirigidas más a las percepciones subjetivas que del consumidor que a razones de estricta economía doméstica. Los diversos agentes que controlan el oligopolio de los productos políticos – los partidos institucionales y sus dirigentes – deben contar con un capital político, una variedad de capital simbólico, para alimentar la producción y sostener un discurso de marketing eficaz y con capacidad de renovación.
Lo que ocurre es que el capital político y simbólico se agota. La producción se paraliza o se estandariza grotescamente. El marketing ya no convence a nadie. Las razones de este desfallecimiento pueden ser muchas. Una de ellas, paradójicamente, el éxito. Es lo que le ocurre, en el supermercado político-electoral de Canarias, a Coalición Canaria, a la cabeza del Gobierno autonómico desde 1993, aunque no resulta superfluo recordar que algunas de las organizaciones que integran la federación nacionalista (las que un día fueron ATI y API) están presentes en el Ejecutivo regional, con diverso peso e influencia, nada menos que desde 1987.
Las elecciones autonómicas de mayo de 2007 supusieron un duro golpe para Coalición Canaria. Mejor dicho: debieron haberlo supuesto. CC pasó de los 304.413 votos y 23 diputados en 2003, con Adán Martín como candidato presidencial, a los 225.878 votos y 19 escaños en los comicios de 2007. De primera a segunda fuerza parlamentaria en escaños y prácticamente empatados con el Partido Popular en sufragios (el PP obtuvo 224.883). Sin duda su implantación municipal y, especialmente, el régimen electoral, la circunscripción insular, ayudó a Coalición a evitar un desplome mayor. Pero el mantenimiento en el poder, a través de una reedición del pacto entre coalicioneros y conservadores, ha servido como eficaz narcotizador de cualquier tentación de reforma estratégica, programática, organizativa, ideológica, discursiva. Es más: en lugar de una evolución reformista, se produjo una involución paralizadora. En el IV Congreso Nacional de Coalición Canaria celebrado en 2008 se consagró de facto una vuelta a los orígenes nacionalinsularistas: se reforzó la preeminencia de las organizaciones insulares, se debilitó la figura presidencial, se paralizó tanto el proceso de unificación orgánica como la articulación de una dirección estructurada sectorialmente y que se dedicara a hacer política. Si se quiere entender esta incapacidad para reaccionar ante un varapalo electoral semejante– por primera vez desde 1995 Coalición no era la primera fuerza parlamentaria – hay que recordar, además, que la federación nacionalista nació desde el poder y con el propósito inmediato de ocupar el poder, a través de la moción de censura que derribó de la Presidencia del Gobierno a Jerónimo Saavedra. Con el poder, por lo tanto, basta. La cultura política del poder de los dirigentes de CC ha demostrado un desprecio infinito por consolidar un proyecto político
enraizado en la sociedad civil canaria. Su imaginario, básicamente ruralista y terruñero, se lo trae al pairo a las grandes clases medias urbanas y a los jóvenes con mayor formación y ambición intelectual, empresarial, científica o artística. CiU ha podido soportar en Cataluña siete años en la oposición y a buen seguro el PNV aguantará cuatro o incluso ocho fuera del Gobierno vasco. Nacionalistas vacos y catalanes cuentan con apoyos y anclajes en el empresariado, en sindicatos, en las universidades, en movimientos vecinales y asociativos de orden cultural, deportivo, recreativo. Con este patrimonio político y simbólico – y las parcelas de poder conservadas en otros ámbitos institucionales — se puede atravesar con mayores o menores incomodidades el desierto de la oposición autonómica. Coalición Canaria no es que carezca de ellos: es que no ha ocupado un minuto en desarrollar este trabajo indispensable. Y es una opinión compartida por sus adversarios políticos (PSOE y PP) que en la oposición el proyecto de Coalición estaría sometido a fuerzas centrífugas que lo disolverían en poco tiempo.
Y sin embargo los dirigentes de CC siguen suicidamente empantanados en inercias mentales y hábitos interpretativos cada vez más ajenos a la realidad presente y futura. Un ejemplo central: el control del Gobierno autónomo siempre estará condicionado por las necesidades del PSOE o el PP para alcanzar una mayoría suficiente en las Cortes. El presidente Rodríguez Zapatero nos necesita, ergo, no importa que seamos la segunda o incluso la tercera fuerza en 2011, porque desde Madrid obligarán a los socialistas isleños a investir a Paulino Rivero como presidente. Segundo escenario: El aspirante Mariano Rajoy nos necesitará; ergo es indiferente que seamos segunda o incluso tercera fuerza, porque desde Madrid se ordenará a José Manuel Soria a apoyar un Gobierno presidido por Paulino Rivero. Jamás en Canarias ha ocurrido nada similar. Ni en el resto de España. A estas alturas, estas consideraciones apenas merecen el nombre de paparruchadas. Ni el PSC-PSOE se va a inmolar ni Rajoy necesitará los dos o tres diputados de Coalición Canaria para gobernar en España, y menos al precio de desacreditar a sus compañeros en el Archipiélago. Es extraño que CC no repare en que si necesita a alguien es a sí misma.
Los problemas inmediatos de Coalición Canaria, desde un punto de vista político-electoral, son tan evidentes como difícilmente subsanables en los cinco meses que restan hasta las elecciones.
1. Las modificaciones normativas que impiden el voto de los emigrantes en las elecciones municipales. A tenor del apoyo mayoritario de CC en esa suerte de octava circunscripción en las últimas convocatorias electorales, los coalicioneros perderán probablemente un diputado en 2011.
2. La situación en Gran Canaria. Todas las encuestas mínimamente fiables apuntan a la pérdida del único diputado obtenido en Gran Canaria en 2007. CC no debe en esta circunscripción batirse contra el PP y el PSOE, sino contra otra opción nacionalista, Nueva Canarias, cuyas perspectivas electorales han crecido moderadamente. Es difícil presentar un proyecto nacionalista verosímil con una ausencia prácticamente nula en una de las islas capitalinas, donde se concentra una parte muy sustancial de la actividad empresarial, industrial y comercial del Archipiélago, y que aporta nada menos que 15 diputados a la Cámara regional. Coalición ha sido incapaz de mostrar signos de recuperación política y organizativa en los últimos tres años y medio. Más que un partido político, CC en Gran Canaria es un club de un puñado de cargos públicos, un grupito de satélites menesterosos y una reducida y muda claqué.
3. El agotamiento de la legitimación del nacionalismo exitosamente pactista. Ya se sabe: no importa si en España gobierna el centroizquierda o el centroderecha. Lo que importa es que CC cace ratones. Ratones presupuestarios y competenciales. La estrategia está agotada porque, en la espeluznante situación de crisis económica y presupuestaria que nos martiriza, Madrid solo puede intercambiar calderilla y humo de tramoya propagandística (no es otra cosa el Plan Canarias o la delimitación nominal de las aguas del Archipiélago) a cambio del apoyo de CC en el Congreso de los Diputados a un Gobierno dizque socialista que, por otra parte, está sumergido en un descrédito terrible. Para la mayoría de los españoles (con razón o sin ella) el Gobierno central se ha transformado en un monstruo odioso. En una maloliente, exasperante concentración de ineptitud, mentiras, errores, pavores y escaqueos. Es el Gobierno de Rodriguez Zapatero el máximo responsables de los recortes sociales en una vertiginosa tormenta de desempleo, huelgas, letras protestadas, manifestaciones, hipotecas impagables, infartos bursátiles. Suele salir muy caro apoyar a un Gobierno en estas condiciones, porque te señalan inmediatamente como cómplice de sus irredimibles pecados. Y hasta cierto punto lo eres.
4. CC se enfrenta en el Gobierno a la peor crisis económica vivida en Canarias en el último medio siglo. José Manuel Soria se apartó astutamente. ¿Podría maliciarse el líder del PP la terrible coyuntura de cerrar el presupuesto autonómico el pasado 25 de noviembre? Quizás. ¿Por qué Canarias es la única comunidad autonómica que debió tomar una medida tan drástica? La crisis económica es tan profunda, tan brutal, tan desoladora, y sus costes sociales tan crecientes y dolorosos, que el recurso de recordar las responsabilidades del Gobierno central se debilita mucho, sobre todo, si estás apoyando en las Cortes al Gobierno central. El tsunami del PP tendrá su primer aviso en las elecciones autonómicas y locales de mayo. Y Canarias no será ajena a la oleada. El PP subirá en Tenerife – a costa de sus dos competidores – en La Palma y en Fuerteventura. La pérdida de dos o tres diputados en el total de estas tres circunscripciones parece difícilmente evitable.
Esto no se arregla con una isa. Ni siquiera con una romería entera. En el supermercado electoral se pueden quedar todas las existencias entongadas al fondo, a la derecha, como mercancía caducada.

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