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Feminismo, lesbianismo y revolución en el ICI

La señora Kika Fumero, directora del Instituto Canario de Igualdad, afirmó hace unos días que el amor entre mujeres “es un acto revolucionario, pues de alguna manera plantamos jaque al sistema por el simple hecho de existir y amar”. Lo hizo durante la presentación del I Congreso Internacional Feminismo y Lesbianismo, “un espacio de reflexión y debate seguro para hablar de nuestras propias vidas cotidianas, los estigmas que perdura, la lesbofobia y, en definitiva, hablar de nosotras mismas sin pedir permiso”. La verdad es que resulta un poco sorprendente que haya que celebrar un congreso internacional para hablar de lesbianismo sin pedir permiso a nadie. No sé cómo ha marchado la reunión pero su programa estaba muy bien diseñado y a priori era muy atractivo. Sería muy interesante publicar las actas y evaluar la asistencia y la participación del público.

Fumero ganó prestigio como educadora y activista feminista en los últimos veinte años. Y básicamente es lo que sigue siendo al frente del ICI: una activista y una ideóloga más que una gestora. Una activista que, además, se identifica con un sector o una sensibilidad muy concreta del feminismo,  algo que debería evitar porque su responsabilidad es para con el conjunto del movimiento y de los derechos de las mujeres isleñas.  El Instituto Canario de Igualdad según sus postulados básicos y como es obvio desde su propia denominación, debe defender esos derechos desde un feminismo de la igualdad, no desde un feminismo de la diferencia.

Después de dos años y medio largos de legislatura el ICI no ha recuperado la proyección y el prestigio perdidos en los últimos lustros. Su propia plantilla funcionarial y laboral es claramente insuficiente. Es cierto que se han  puesto en marcha varios programas pero se han abandonado otros. Tal vez el ICI ha puesto sus esfuerzos – básicamente retóricos – en conseguir la introducción de la igualdad como elemento transversal en las políticas públicas de la comunidad autónoma más que en articular y multiplicar propuestas y proyectos propios, y por eso ha quedado relativamente desdibujado en el seno de la Consejería de Derechos Sociales y del Gobierno autónomo en general.

Un rasgo común de los activistas consiste en ensalzar sus propias convicciones con una retórica básicamente emocional. A Fumero — cuya opción evidente es el sepatarismo lésbico — le encantan esos arrechuchos verbales. Una feminista más o menos seria evitaría tonterías como esa de que el amor entre mujeres sea un acto revolucionario porque pone en cuestión “el sistema patriarcal”. No vendría mal aclarar el contenido conceptual de la expresión sistema o una explicación sobre la menor, escasa o nula carga revolucionaria que tienen las relaciones sexuales de las feministas heterosexuales. Igual las feministas heterosexuales son, en realidad, antirrevolucionarias sin saberlo. El feminismo – y lo que algunas llaman posfeminismo – es un ámbito filosófico y sociológico muy amplio y, desde luego, puedes encontrarte con teóricas feministas que sostienen que el auténtico feminismo, el feminismo más radical, liberador y empoderado, es el feminismo de las lesbianas, quienes, por decirlo de algún modo, no hacen concesiones al enemigo. Sin embargo, no conviene confundir lo transgresor con lo revolucionario. Son categorías muy distintas y ni siquiera necesariamente conectadas. Con todos los matices conflictivos y excepciones sangrantes en las sociedades occidentales más o menos desarrolladas –como la canaria – las relaciones homosexuales están cada vez más ampliamente aceptadas, han entrado en los derechos jurídicos y su carga transgresora es cada vez menos intensa y significante. Mantener relaciones sexuales con hombres, mujeres, manatíes o cardos borriqueros no son actos revolucionarios. Toda esa palabrería confusa no debería ser utilizada por un cargo de designación política al frente de un organismo público. Por lo demás es una manera un tanto impúdica de referirse a sí misma. Es como si Fumero nos argumentase que simplemente por ser lesbiana ya está ganándose parte del sueldo como mandamás del ICI. Lo revolucionario – o lo exitosamente reformista — no está en la identidad sexual de los gestores públicos, sino en eficacia y eficiencia de las políticas, en la inteligencia de los programas y proyectos, en la fortaleza de las instituciones y en equipos de trabajo amplios, sólidos y solventes.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Bruja, más que bruja

Las brujas de ayer y hoy - La Mente es MaravillosaUn diputado de Vox llamó ayer bruja a una diputada socialista  en      un debate sobre la reforma del Código Penal. El presidente accidental del Congreso de los Diputados llamó al orden al diputado ultraderechista y le pidió en dos ocasiones que retirase la expresión. El jabalí se negó y fue expulsado del hemiciclo, mientras sus compañeros de bancada protestaban airadamente. Si una roja se ponía a expectorar mentiras, ¿por qué no se le podría llamar bruja? Después he podido escuchar a lo largo de la tarde diversas excusas que pretendían no serlo. Yo estoy de acuerdo en que está mal insultar a los señores y señoras de Vox, aunque curiosamente no recuerdo que ningún diputado voxista haya exigido que no les llamaran franquista. Vox es un caso extraño de extrema derecha moderada si se me permite la contradictio in adjecto. Para Vox el franquismo, más que un referente ideológico, es una suerte de nostalgia benemérita. El régimen de Franco –piensan — básicamente estaba bien, aunque bajo el Caudillo se produjeran algunos excesos criticables, vaya, eso dicen, quién sabe. Pero ahora mismo su modelo no es la España franquista. En realidad carecen de modelo político-ideológico. Les va muy bien, simplemente, apelando a la patria irredenta, ciscándose en el actual orden constitucional y anunciando un apocalipsis zombi si continua en el poder el Gobierno socialcomunista. Sus valores se obtienen invirtiendo el de sus adversarios: feminismo, ecologismo, multiculturalismo, democratismo. Les basta con negarlos. Sus votos están en las clases medias bajas y cada vez más las clases trabajadoras urbanas presas del miedo, del hartazgo de una crisis interminable, de la desazón frente a cambios culturales que deben enfrentar en un estado de permanente zozobra. Son muchos cientos de miles de personas que la izquierda ha dejado de lado y a las que la derecha tradicional no supone un horizonte de cambio, sino más de lo mismo, es decir, los ricos cada vez más ricos gracias al lubricante de la retórica. Vox ni siquiera practica un populismo económico, presupuestario o fiscal, porque Iván Espinosa de los Monteros – un prominente promotor inmobiliario — y su grupito de acólitos mantienen una adscripción liberal –menos impuestos, servicios sociales reducidos, contención del gasto – frente a cualquier tentación extraña. Por eso mismo –porque no tienen un proyecto político definido y congruente para España — la ridiculización de los valores progresistas y la humillación de aquellos que los defienden resultan cruciales para  Vox. No es que hayan apostado por la guerra cultural y los encontronazos axiológicos. Es que son fundamentalmente – publicitariamente — una guerra de guerrillas en el campo de los valores políticos y sobre todo morales, y muy poco más.

Se entiende, entonces, que una mujer que defienda el derecho al aborto, y que reafirme que una ciudadana que haya decidido abortar no puede ser acosada pública o privadamente, deba ser  tildada de bruja. Seguro que algunos de los ancianos que pueden estar leyendo esta columna recordarán al antropólogo Marvin Harris, el creador del muy discutido y discutible materialismo cultural. En uno de sus libros más populares, Harris se refería a lo que denominó la locura de las brujas. Entre los siglos XIII Y XV fueron asesinadas – a menudo en la hoguera – decanas de miles de mujeres en toda Europa acusadas de practicar la brujería. El antropólogo argumenta que buena parte de esta chifladura estaba relacionada con movimientos milenaristas de carácter más o menos revolucionarios que amedrentaron a príncipes, obispos y señores feudales. Si todo iba mal, efectivamente, había que buscar un responsable que no pusiera en cuestión el orden social, que era al mismo tiempo el orden económico, religioso y simbólico. Alguien responsable del hambre, las malas cosechas, la peste, los abusos tributarios. Las brujas jugaron ese papel: lascivas, ingeniosas, malignas, independientes, sin ningún miedo a los poderes del mundo. Cuando el diputado de Vox grita: “¡Bruja¡” repite esta ceremonia secular de horrorizada purificación. Porque está asustado. Realmente asustado. 

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?

Una carta delirante

He leído con creciente estupefacción la grotesca carta enviada al presidente del Gobierno autonómico por el llamado  colectivo Artemisa sobre (contra) la exposición Pintura y poesía. La tradición canaria del siglo XX  Es delirante. Las firmantes pretende que se apliquen a las muestras artísticas el artículo 26 de la ley orgánica 3/2007 y que sea obligatorio implantar en las mismas –imagino que en las impulsadas por administraciones públicas, aunque cabe esperar cualquier cosa —  “la perspectiva de género” que debe estar presente “desde un principio”. Los comisarios o comisarias del futuro, por lo tanto, deberían abstenerse de cualquier planteamiento o criterio selectivo u organizativo que no incluya “la perspectiva de género” entendida metodológicamente, por supuesto, según las abajofirmantes. Una cosa es asumir y defender la igualdad de derechos de las mujeres o establecer penas y castigos normativos contra la violencia machista y otra muy distinta que tu ideología se incorpore como asignatura obligatoria a la elaboración intelectual y a la interpretación cultural de cualquier agente individual o colectivo. ¿Esgrimirán la ley orgánica 3/2007  si se publican más novelas de escritores que de escritoras en Canarias en este año en las colecciones institucionales? ¿Exigirán a los escritores que incorporen a sus relatos o a los poetas que introduzcan en sus poemas o a los críticos que consideren prioritariamente en sus ensayos “una perspectiva de género”?
Todavía más delirante es que en un penoso tono amenazador las firmantes declaren que buscarán apoyos a nivel regional, nacional e internacional “para acabar con esta situación injusta y al margen de la legalidad”.  A las malas exposiciones –que pueden incluir o no actitudes machistas en sus criterios programáticos – se les responde con críticas argumentadas y con debate intelectual, no invocando estrafalariamente a una legislación que no viene al caso y que no se promulgó para lapidar a comisarios artísticos equivocados, acertados o simplemente groseros en desafortunadas declaraciones públicas. Reconozco que yo soy todavía más alarmante que los señores Sánchez Robayna y Fernando Castro. Descreo que existan las docenas y docenas de poetas canarios valiosos y perdurables.  No, no, existen. Tenemos una quincena de líricos estimables durante cinco siglos de ejercicio literario en estos peñascos atlánticos y la mayoría son hombres, simplemente, porque las mujeres estuvieron aherrojadas en una posición subordinada y con un acceso vetado a la educación y a la cultura. En Canarias, particularmente, esta condición cosificante de la mujer fue más prolongada e intensa, porque la nuestra no es una sociedad posindustrial y con una sólida tradición de democracia y tolerancia a sus espaldas, sino una sociedad que hasta anteayer era rural y agrícola, pobre y desconectada con el exterior, de un conservadurismo brutal y embrutecedor con hondas raíces religiosas que tuvo su última expresión en el nacionalcatolicismo de una dictadura que hasta finales de los años setenta impidió que las mujeres pudieran abrir cuentas en las entidades bancarias sin permiso expreso de sus maridos, por ejemplo.
Respecto a las reclamaciones del colectivo Artemisia para “normalizar” la situación de las mujeres en el sistema de arte  canario, habrá que decirles lo mismo que a sus compañeros, los pintores, artistas, escultores, músicos o cineastas: espabilen. No pidan ser normalizados. Construyen su propio “sistema de arte” y desocúpense del Gobierno y sus infinitas e inútiles majaderías. No exijan obsesivamente ser bien tratados y dedíquense a tratarse mejor (con más imaginación, coraje y autonomía y menos subvencionismo y afeites ideológicos) a sí mismos.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?