Izquierda Unida

Chachi chungo

Escucho una entrevista a Alberto Rodríguez, que ahora encabeza la enésima plataforma política de la enésima izquierda alternativa después de la enésima ruptura (y las que vendrán) del espacio dizque progresista, y por supuesto es lo mismo, exactamente lo mismo que hace treinta años, la misma puñetera salmodia pero chachi y soy un pibe de barrio y tal. Ha cambiado todo excepto, precisamente, las inercias y chatarras mentales y argumentales de los que todo quieren cambiar.  Si me piden que les sea sincero, la verdad, me cuesta escuchar todo esto sin que se me disloque la mandíbula a golpe de bostezos. Está todo ahí: las fantasías gratificantes sustituyendo a la puñetera complejidad de lo real, el hedonismo de la indignación, una supuesta radicalidad que consiste básicamente en eludir cualquier consecuencia de los actos propios y escandalizarse por las de los ajenos, cuatro tópicos como la añoranza de la UPC o la africanidad de Canarias y, por supuesto, un fisco de complejo maquillado como orgullo, salvo que sea simplemente una pose, en afirmaciones como que su procesamiento judicial estuvo motivado, entre otras razones, por su pertenencia a una clase social modesta y trabajadora. Rodríguez no conduce un taxi,  no es un albañil ni repara zapatos: es un técnico bien pagado en la Refinería de Petróleos de Cepsa en Santa Cruz de Tenerife. Antonio Gramsci, que se pegó lustros en las cárceles de Mussolini hasta morir enfermo y hambriento, nunca se presentó como hijo del proletariado, pero seguramente tenía el pelo chungo. A Rodríguez le han retirado el escaño que ocupaba en el Congreso de los Diputados por sentencia judicial. Pocos día después abandonó Podemos, donde llegó a ejercer como secretario de Organización entre 2019 y 2021. Y sin embargo lucha por recuperar el escaño. ¿En calidad de qué lo ocuparía si ya no pertenece a UP? ¿Se marcharía al grupo de los no adscritos? ¿No sería un tránsfuga aunque chachi y buen pibe y yo amo la barriada y tal? A ver si un día se enrolla ahí y contesta. Lo más chocante de Rodríguez –aunque uno lo ha visto otras muchas veces – es cómo ha descubierto que de los partidos estatales los canarios no pueden esperar nada, que el objetivo debe ser construir organizaciones de obediencia canaria, autocentradas (sic) y que se articulen insularmente, con el máximo respeto hacia la autonomía de cada organización, es decir, de cada isla. Una organización nacional que, en definitiva, se diseñe y opere federalmente o incluso confederalmente entre todas las organizaciones insulares. Igual se ha despistado, pero lo que describió así en la antedicha entrevista ya existe y se llama Coalición Canaria, aunque Nueva Canarias tiene una estructura muy similar. Rodríguez militó el Izquierda Unida – que no es un lugar muy autocentrado, pibe – hasta que perdió unas primarias y entonces se incorporó a Podemos, donde durante años no notó para nada como se enroscaba alrededor de su cuello la cadena de la obediencia goda. Incluso perteneció, como ya hemos dicho, a la dirección federal, y cabe imaginar, según su propio razonamiento, que contribuyó como secretario de Organización a aherrojar a organizaciones territoriales y a líderes locales para mantener la disciplina del Amado Líder.    

Alberto Rodríguez ha tenido la habilidad de inventarse un personaje, un personaje perfectamente prescindible e inverosímil para el que no esté dispuesto a cerrar los ojos y prescindir de su propia memoria. No sé si bastará con eso para levantar una opción política. Lo que sospecho, en cambio, es que esta izquierda que repite una y otra vez la ceremonia de su propia confusión, va a terminar de hartar a la gente, y me refiero sobre todo a sus potenciales votantes, en muy poco tiempo, hastiados de enfrentamientos cainitas, de retórica resobada, de pobrezas y mezquindades en los diagnósticos y las propuestas, de una impotencia convertida simultáneamente en prueba de virtud y excusa para el cinismo.  

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Fumarse un drago

El mayor déficit informativo en la rueda de prensa que ofreció ayer Alberto Rodríguez para presentar su flamante proyecto político –Drago lo han bautizado – es la razón del invento. ¿Por qué es necesario un nuevo proyecto político – el enésimo – a la izquierda del PSOE? Rodríguez y sus compañeros no lo explicaron en ningún momento. Cuando se le mencionó a Podemos el exdiputado Rodríguez – que fue secretario de Organización federal – optó por un amable mutismo: ni una palabra contra Podemos ni una a favor, por supuesto, de un acercamiento. ¿Cómo se van a acercar si han salido huyendo? Todo es proceloso, esponjoso y pasteloso en esta nueva oferta y los equívocos y ambigüedades de su principal impulsor no consiguen esconder que, objetivamente, dañará, si tiene algún éxito, las expectativas electorales de los podemitas. Si Rodríguez hubiera mantenido su escaño en el Congreso de los Diputados, ¿seguiría en la organización que ahora dirige Ioane Belarra? Si lo recuperara por vía judicial, ¿se convertiría en diputado no adscrito? Son realmente curiosas las tragaderas de la izquierda y sus corifeos. Si un diputado o diputada de derechas abandona su partido o es expulsado reglamentaria o antirreglamentariamente es un tránsfuga que no merece perdón democrático; si como Alberto Rodríguez abandona la fuerza política que lo soldó a una candidatura, puede seguir reclamando el escaño y si lo recupera hacer lo que desee con el mismo. Pero es que Alberto es chachi y los diputados de derechas tienen el pelo chungo.

Lo que repitió varias veces el señor del Drago es que la suya sería una organización “de obediencia canaria”. El subtexto, más que nacionalista, apunta a una determinación: a mí no me vuelven a sacrificar en Madrid. Rodríguez necesitó ejercer de secretario de Organización federal durante casi dos años para darse cuenta del centralismo brutal y embrutecedor de Podemos que cabe suponer que él mismo aplicó en el desempeño de sus responsabilidades orgánicas. Al parecer existen un montón de organizaciones profundamente enraizadas en la sociedad canaria y personalidades que se han batido el cobre en innúmeras luchas sociales y sindicales que forman parte de Drago, pero ayer lunes no se mencionó ninguna. Ni documentos, ni estructura organizativa definida, ni debates abiertos de carácter fundacional, ni un esbozo de programa político para el futuro de Canarias. Rodríguez casi se limitó, después de amontonar generalidades y monsergas irrelevantes, a facilitar la dirección de un sitio web, pero si se toma el interés de visitarlo se descubre que no está operativo.

Lo que quedó claro, en cambio, es que los draguistas piensan presentar candidaturas en las elecciones autonómicas y locales del próximo mayo. Simplemente porque ese es la única razón de ser del tinglado. Para ser más preciso, de lo que se trata es de entrar en la puja. Si Podemos, IU y Sí se Puede no cuentan con Alberto Rodríguez, Alberto Rodríguez les hará un estropicio fragmentando todavía más el voto de izquierdas. Pero el pibe es enrollado y puede ser total. Rodríguez está dispuesto a una amplia confluencia en candidaturas unitarias. Porque contra lo que se repite falsariamente no existe ninguna  reanimación de la izquierdas en las calles, no se están multiplicando las protestas ciudadanas “por atentados contra el territorio y el medio ambiente de Canarias”. Las manifestaciones contra proyectos como Cuna del Alma o la central de Chira-Soria han reunido apenas a algunas centenares de personas en Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife. No hay nada peor que creerse las propias fantasías. Rodríguez se sueña como cabeza de lista al Parlamento y candidato al ayuntamiento de Santa Cruz con el apoyo de todos aquellos a los que ha abandonado durante la última década. Hace falta fumarse un drago entero para tomárselo en serio.

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La dimisión de Gorrín

Una actitud sectaria pero, sobre todo, un mezquino egoísmo impidieron que Unidas Podemos empatara con el PSOE en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en las elecciones locales de 2019. El acuerdo entre Sí se puede – la única fuerza ecosocialista con una modesta pero sólida implantación socioelectoral – e Izquierda Unida. Ramón Trujillo, cuyo liderazgo ha conseguido que IU jamás levante cabeza en la capital tinerfeña, se empecinó en que le correspondía encabezar la lista electoral, perjudicando a Pedro Fernández Arcila. Porque Trujillo es pura modestia y bonhomía hasta que le toca defender fiera y testarudamente su posición personal. Eso sí que no. Por estos y otros motivos – Sí se puede sostenía que si las izquierdas sumaban mayoría absoluta deberían estar todas en el gobierno municipal, Trujillo no tanto – Sí se puede se negó a firmar a alianza electoral. SSP había conseguido cuatro concejales en 2015, el acuerdo entre Izquierda Unida y Podemos apenas llegó a los tres. Y uno intuye que si consiguió tres concejales, ap

Una actitud sectaria pero, sobre todo, un mezquino egoísmo impidieron que Unidas Podemos empatara con el PSOE en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en las elecciones locales de 2019. El acuerdo entre Sí se puede – la única fuerza ecosocialista con una modesta pero sólida implantación socioelectoral – e Izquierda Unida. Ramón Trujillo, cuyo liderazgo ha conseguido que IU jamás levante cabeza en la capital tinerfeña, se empecinó en que le correspondía encabezar la lista electoral, perjudicando a Pedro Fernández Arcila. Porque Trujillo es pura modestia y bonhomía hasta que le toca defender fiera y testarudamente su posición personal. Eso sí que no. Por estos y otros motivos – Sí se puede sostenía que si las izquierdas sumaban mayoría absoluta deberían estar todas en el gobierno municipal, Trujillo no tanto – Sí se puede se negó a firmar a alianza electoral. SSP había conseguido cuatro concejales en 2015, el acuerdo entre Izquierda Unida y Podemos apenas llegó a los tres. Y uno intuye que si consiguió tres concejales, apenas el 10% de los votos emitidos, es porque muchos ciudadanos no se enteraron de la jugada. Trujillo apoyó la moción de censura para desalojar a CC del poder municipal y convertir a Patricia Hernández en alcaldesa. Por supuesto no entró a gestionar nada. Probablemente le da terror.

El PSOE ha mantenido una oposición irregular, pero combativa y más o menos coherente con su particular argumentario político en Santa Cruz de Tenerife. Unidas Podemos, en cambio, es prácticamente invisible. Pero también lo fue durante el breve mandato de Hernández. La auténtica vocación de Trujillo es la invisibilidad y su afán moralizador consiste en esbozar ese gesto cansado del que sabe que tiene toda la razón política en su combate contra el Mal pero que está destinado a perder siempre porque el verdadero nombre del Capital es legión y habita entre nosotros.  Bien pensado es extraordinario. ¿Qué hace un señor como Trujillo, perdiendo elección tras elección, encadenando ridículos porcentajes de voto como quien colecciona miniaturas, emitiendo pomposas naderías cada vez que tiene ocasión, jibarizando a su propia organización política hasta convertirla en una especie de souvenir del viaje de cuatro cansinos a una caricatura de utopía? ¿Izquierda Unida no tiene a nadie más, incluso para perder? ¿Alguien que al tomar la palabra no parezca que esté sufriendo un ataque de gastritis?

Pues bien, cabe imaginarse a una personalidad como la de Trujillo tutelando el trabajo de su grupito municipal y las relaciones entre IU y Podemos. Como para Pablo d’ Ors, maestro de la meditación, para Trujillo quietud y plenitud son sinónimos. Ningún trabajo para intensificar las relaciones de los socios de UP. Ninguna reflexión conjunta sobre la estrategia a seguir una vez que José Bermúdez regresó a la Alcaldía. Nada. Absolutamente nada. Si a eso se añade que Podemos está perfectamente difunta en el municipio chicharrero (las tiendas de los chinos son más visitadas que la sede de la Rambla Pulido) las perspectivas no son muy halagüeñas. En un contexto como este a nadie le puede sorprender la dimisión de la concejal Yaiza Gorrín. Hace unos días Gorrín figuraba entre los cargos públicos que habían apoyado la decisión de Mery Pita de abandonar Podemos, aunque a diferencia de la hocicuda diputada, ella sí entregará el acta de concejal. Por supuesto ha caído una pequeña llovizna de descalificaciones sobre la dimisionaria. Pero es absurdo. Gorrín simplemente está hastiada por lo que pudo haber sido y no fue y por la desidentificación de su proyecto político. Por supuesto que nada de esto tendrá trascendencia. Salvo que Alberto Rodríguez tome una decisión y comience a moverse. Entonces podía pasar algo. Y no solo en el ayuntamiento de Santa Cruz.

 

 

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Con IU no Podemos

Cada día siento una mayor admiración por los impulsores de Podemos, que demuestran una inteligencia política y una astucia estratégica poco menos que intachables. Ayer Pablo Iglesias, referente fundamental y grímpola televisiva de Podemos, descartó definitivamente cualquier pacto político-electoral con Izquierda Unida, para desolación de Alberto Garzón y otros compañeros obsesionados por el cortejo. Iglesias explicó – de veras, es para quitarse el sombrero – que su objetivo no es  confluir en un frente de izquierdas, sino estimular y encauzar “la unidad popular”. Por supuesto, lo que vote finalmente esa unidad popular es un asunto lateral al que Iglesias no se quiso referir. Ya no sirven las decisiones que toman “dirigentes políticos en un despacho”  ni los pactos “por arriba”. Lo fascinante de las declaraciones de Iglesias es que dibujan implícitamente las verdaderas razones por las que los promotores de Podemos no quieren saber absolutamente nada de IU.
Con el uso de esas expresiones derogatorias (“acuerdos en despachos, pactos por arriba”) Iglesias alude, como es obvio, a la coalición que encabeza Cayo Lara, no a su plataforma política. Podemos no pactará con Izquierda Unida porque las encuestas demuestran que no necesitan semejante acuerdo. Es más: podría ser contraproducente para los intereses de Podemos, porque la vincularía con un partido del establishment, con su herencias, sus derrotas, sus debilidades y contradicciones. El principal patrimonio de Podemos es la novedad o, si se quiere, la inocencia política y, sobre todo, histórica. Están libres del pecado mortal de la gestión y por eso tiran piedras evangélicas y las que se les devuelven apenas les afectan.  Demasiado sabe Pablo Iglesias – que fue no hace tantos años asesor de IU – que cualquier acuerdo con Podemos no dependería de un ukase de Lara o Garzón, sino que  se vería sometido a discusión y votación en los órganos de representación y dirección de la coalición nucleada alrededor del PCE. Pero para justificar sugestivamente su negativa el profesor Iglesias tiene que caricaturizar a Izquierda Unida como si fuera el Partido Liberal Fusionista de don Práxedes Mateo Sagasta.
Y atención: Podemos todavía no ha celebrado su asamblea o congreso fundacional que lo transformará, Íñigo Errejón mediante, en una organización política con estructura propia y reglamentos definidos, y sin embargo, su modesto portavoz ya ha sentenciado con claridad meridiana que con IU, ni a la esquina, porque las esquinas, gracias a Podemos, ya están a reventar con gente empoderándose de lo lindo. Empoderándose básicamente para votar a Pablo Iglesias

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Miedo

He escuchado una charla de Juan Carlos Monedero titulada algo así como El miedo tiene que cambiar de bando y he encontrado lo de siempre: marxismo escolástico, relato moralizante y medias mentiras que no hay que desnudar porque los trapos sucios no se lavan ni en casa ni en ninguna parte. Los trapos sucios son una tradición que debe respetarse y si a alguien le apestan tus calzoncillos ideológicos es porque carga con una odiosa pituitaria burguesa. Eso de que el miedo cambie de bando empezó a escucharse (o a leerse en algunas pancartas) en las concentraciones del 15 de marzo de 2011 y no es, precisamente, de lo más afortunado de esas jornadas que ahora mismo –y me parece lamentable –se antojan irrepetibles. Que el miedo cambie de bando  no es un eslogan que recoja un anhelo de libertad y de justicia, sino  una expresión quintaesenciada de resentimiento y rencor. Pero esta peña es así, capaz de ofrecernos espectáculos como su apoyo enaltecido a la ley habilitante que Nicolás Maduro ha obtenido de un parlamento en el que su fuerza política cuenta con las tres quintas partes de los escaños. Uno de los botarates de esta izquierda, Agapito se debería llamar y se llama, ha argumentado que el régimen venezolano es más democrático que el español, porque la ley habilitante solo permite a Maduro gobernar por decreto durante seis meses, mientras que en España Rajoy gobernará por decreto durante cuatro años. Sí, es una soberana estupidez, pero una estupidez que se rescata a sí misma por ser de izquierda, es decir, genéticamente incuestionable.
Izquierda Unida llevaba en su programa electoral la reforma del Consejo General del Poder Judicial, incluido la fórmula de designación de los magistrados que lo componen, esa inmunda subasta con la que los partidos mayoritarios se han asegurado la cooptación prostibularia de una institución constitucional. Pues bien, IU ha entrado en el reparto, y podrá proponer un magistrado en la inminente renovación del CGPJ. Desde su fundación en IU siempre han deambulado dos almas entrecruzadas: la socialdemócrata y posibilista y la comunista, rupturista y dizque revolucionaria. Francamente no sé cual es la más pavorosa y la que colabora más activamente al desarme real de la izquierda política española. Entre un Valcárcel y un Monedero es difícil elegir, como es muy duro optar entre la melancolía o el asco.

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