Patricia Hernández

Más (aunque peor) de lo mismo

Para dejar totalmente claro que la renovación del REF –  y solo en su parte fiscal – es una fritanga preparada entre gobiernos y manguitos, como si se tratara de una merienda ocasional,  la misma no se debatió realmente en las Cortes, sino que fue aprobado a través de un decreto ley rubricado por don Mariano Rajoy. Ningún debate mínimamente riguroso, ninguna posibilidad de introducir enmiendas, ningún molesto parlamentarismo por medio. Resultó particularmente penosa la intervención de la diputada socialista Patricia Hernández, quien además de evidenciar una ignorancia intachable sobre lo que estaba hablando, cinceló joyas como “nuestras aspiraciones, se los digo desde ya, irán encaminadas a conseguir una sociedad más igual (sic), más formada, más desarrollada”. Podía estar hablando de la fiscalidad canaria o de los anhelos irrenunciables de una comuna de mormones. Se los digo desde ya. Naderías dotadas de una enérgica determinación. Lo gracioso es demandar un REF más social cuando el PSC-PSOE – con la intervención activa del señor Hernández Spínola en sus devaneos con González Ortiz – han aprobado, por ejemplo, la transformación de la Reserva de Inversiones en un instrumento absolutamente ajeno a sus propósitos originarios, porque desde el pasado día 1 los empresarios que se acojan a la RIC no estarán necesariamente obligados a invertir. La reforma normativa les permite meter las perras en productos financieros que podrán ser utilizados por terceras personas para invertir en el Archipiélago sin informar a nadie sobre la naturaleza y localización de sus proyectos empresariales. Esta financiarización de la Reserva de Inversiones representa la estocada final a cualquier legitimación social que pudiera conservar en sus orígenes y consagra a los empresarios de mediano tonelaje como los únicos usufructurarios de la bicoca.
José Segura – que conoce muy bien el REF y que junto a Augusto Brito y otros dirigentes socialista participó en la reforma normativa del 93 – ha enfatizado que la modificación el Régimen Económico y Fiscal se debió desarrollar en una estrategia política más participativa que estaba obligada a completarse con una reforma del Estatuto de Autonomía para brindar jurídicamente unos fueros isleños ajustados a la propia evolución de la UE.

El Real Decreto convalidado por la Cámara Baja no supone, por tanto, ningún trampolín para la diversificación e internacionalización de la economía canaria, pero sí ofrece cierta utilidad operativa para que las élites políticas que controlan la Comunidad autonómica sigan manteniendo una capacidad de influencia social que es condición necesaria para su autorreproducción, así como para la continuidad de un pool empresarial privilegiado en magníficas relaciones – aunque a veces conflictivas — con los primeros. ¿Y Soria? José Manuel Soria, simplemente, ya está en campaña.

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La amenaza (fantasma) del señor Pérez

Don José Miguel Pérez amenaza con dimitir si la dirección federal del PSOE readmite en su seno – o archiva el expediente correspondiente – de los consejeros socialistas en el Cabildo palmero encabezados por Anselmo Pestana. Seguramente debe recordarse que José Miguel Pérez es secretario general del PSC-PSOE y que lo de la dimisión va por ahí. Por supuesto que no se notaría nada. El señor Pérez nunca ha encontrado tiempo para liderar el partido del que es secretario general por un apretado 54% de los votos. Al señor Pérez el PSC siempre le ha antojado un engorro. Sin duda ese liderazgo abstencionista explica que la identidad del PSC-PSOE se haya diluido prácticamente en el Gobierno que comparte con Coalición Canaria. El señor Pérez jamás hace ningún tipo de declaraciones, ni marca la agenda, ni recuerda con mejor o peor pedagogía las exigencias programáticas de los socialistas en el pacto por el que Paulino Rivero consiguió la investidura presidencial. Si por ejemplo uno debe olvidarse de la renovación de la Radiotelevisión Canaria, pues uno se olvida y ya está. Incluso vota a favor de un aumento presupuestario para la RTVC con la granizada de paro, desigualdad y miseria que está cayendo sobre los ciudadanos canarios. El señor Pérez es una boa profesoral capaz de tragarse cualquier cosa. Quizás si en esta amenaza sumara a su dimisión como secretario general su dimisión como vicepresidente y consejero de  Educación resultaría un fisco más creíble. Pero, por supuesto, no es el caso.
Lo que por fin ha comprendido la dirección federal – y la responsable no es únicamente la candidata presidencial socialista para las elecciones autonómicas de mayo, Patricia Hernández – es que expulsar definitivamente a Pestana y sus compañeros supone destruir el PSOE en La Palma durante muchos años, porque el presidente del Cabildo Insular tiene el apoyo del 90% de la organización. Si se pasa la apisonadora reglamentaria el PSC podría perder o ver reducida al mínimo su representación palmera en el próximo Parlamento de Canarias, y si a semejante estropicio se le suma una cada vez menos hipotética candidatura independiente de Casimiro Curbelo en La Gomera Patricia Hernández podría quedarse sargentoneando una triste decena de diputados. Los seis o siete diputados que todas las encuestas conceden ahora mismo a Podemos en la Cámara regional proceden mayoritariamente de votantes de Izquierda Unida y del PSC, amén de abstencionistas dispuestos a apoyar a los compañeros isleños de Pablo Iglesias. Y en medio de estos oscuros augurios y sangrantes heridas internas al señor Pérez no se le ocurre otra cosa más responsable y pinturera que amagar con una dimisión. Algo que para la delicadísima salud del exhausto socialismo canario sería una noticia demasiado buena para ser verdad.

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Diputuiter

En el vídeo – como en todos los anteriores de este peculiar subgénero audiovisual – se observa a la diputada Patricia Hernández preguntando solemnemente y con gran prosopopeya al ministro de Defensa sobre la agresión de un buque de la Armada española contra activistas de Greenpeace en aguas canarias. Cada vez que lanza una pregunta en el pleno del Congreso de los Diputados Hernández tarda menos de lo que cuesta elegir un candidato presidencial socialista en difundirlo por las redes sociales y, en especial, por twitter: ha conseguido así – y gracias a varias preguntas a diversos ministros sobre asuntos particularmente graves – la moderada notoriedad que disfruta en  Madrid y en Canarias. Pero las preguntas en el pleno de la Cámara Baja no representan la parte más sustancial del trabajo de un diputado. No hay nada particularmente heroico ni resolutivo en dirigirse a un ministro y, con una cuidadosa indignación contenida, un semblante severo, una ironía no precisamente deslumbrante, plantear una cuestión al responsable ministerial de turno. Leerse y estudiarse expedientes, estar inmejorablemente informado de la situación política, social y económica de sus representados, intervenir en la elaboración de leyes, presentar mociones, participar en equipos para diseñar textos alternativos, luchar en la elaboración de propuestas presupuestarias. Esa es la labor básica de un diputado que se toma su trabajo en serio. El abuso sistemático de las redes sociales para resaltar supuestos momentos de gloria solo contribuye a una trivialización de la acción política que está embadurnada de un personalismo a veces pueril y, por su propia naturaleza, siempre fugaz y cominero.
Ocurre, sin embargo, que este comportamiento de Patricia Hernández es casi una anécdota (aunque ilustrativa) en el PSC-PSOE. Porque en el PSC-PSOE, en la anterior legislatura autonómica, no se diga en la presente, se ha mostrado reiteradamente incapaz de presentar un análisis de Canarias en la peor encrucijada económica de su historia y perfilar un conjunto de alternativas, propuestas y acciones en el ámbito del reformismo socialdemócrata. Ni un solo documento ha pergeñado la dirección del PSC en los últimos seis años. Ni un miserable debate estratégico, programático, ideológico puede constatarse en el seno interno de la organización socialista transformada en un desolador erial político e intelectual. El PSC es hoy indistinguible de un ficus encantado de su insignificancia. El único producto relevante de la factoría PSOE  relativo al Archipiélago fue aquel Plan Estratégico de Canarias que los mismos socialistas isleños han olvidado a conciencia, tanto en sus diagnósticos, como en sus propuestas, como en los compromisos presupuestarios. Debe ser que no cabe en un tuir.

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Primarias despatarradas

Las primarias del PSC-PSOE para elegir al candidato presidencial socialista en las elecciones autonómicas del próximo mayo han sido, para empezar, una chambergada indigna. Más que primarias abiertas han sido primarias despatarradas. Los socialistas fueron incapaces de dotarse de un reglamento lo suficientemente claro y conciso para regular la inscripción de los simpatizantes que pretendían votar. Como el portal digital de la organización federal funcionaba a pedales y no se remitieron a las agrupaciones locales los suficientes  papeles con autocopia para formalizar las inscripciones, los partidarios de Patricia Hernández  se dirigieron a la dirección para buscar normas de conducta y se les explicitó que se podía abonar las inscripciones (dos euros por cabeza) con una misma tarjeta de crédito sin ningún límite. Entonces comenzó la carrera. Con una sola tarjeta, en un único movimiento bancario, fueron inscritos 1.000 simpatizantes – una operación de 2.000 euros – en Las Palmas de Gran Canaria. En Adeje, con una cantidad similar, se emplearon un par de tarjetas. La sombra de la manipulación resulta demasiado espesa. ¿Quién abonó esos miles de euros? ¿Disponen los pagadores de certificados de los simpatizantes de haber ingresado en una cuenta bancaria o en las agrupaciones locales la cuota exigida para la inscripción? La dirección federal decidió excluir del censo a todos los casos potencialmente sospechosos pero, sorprendentemente, mantuvo las elecciones, contra el criterio más razonable, que aconsejaba suspender el proceso y desarrollar una investigación interna con las suficientes garantías. ¿El Comité de Derechos y Garantías no abrirá una investigación para depurar responsabilidades? ¿O basta con la discreta amnesia colectiva de ganadores y perdedores para pasar página?
Finalmente resultó ganadora Patricia Hernández. Era la única que contaba con un apoyo explícito de alcaldes y concejales (y no únicamente tinerfeños) y supo jugar exitosamente, por enésima vez, el papel que le ha valido su travesía por el Senado y el Congreso de los Diputados: la máscara jovial y dicharacheramente indignada de una joven socialista que se reclama de izquierdas a través de una retórica más mitinera que política, una piba trufada de normalidad y buen rollo, una esperanza de renovación que no tiene nada que ver con lo anterior, salvo su propia ambición. Hernández, sin embargo, es un producto quintaesenciadamente zapaterista que ha exprimido muy bien en las redes sociales media docena de preguntas a los ministros de Mariano Rajoy, pero a la que jamás se le ha escuchado una palabra que no sea un eslogan sobre la reforma del modelo organizativo del PSC-PSOE, el Régimen Económico y Fiscal o el desempleo estructural del archipiélago.

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Maullidos primarios

Lo que rodea y empapa al proceso de primarias del PSC-PSOE para elegir candidato presidencial a la Comunidad autonómica es la irrealidad. Sí, el proceso es real, y supone un paso indiscutible para mejorar la democracia interna en el PSOE. También son reales la curiosidad de los militantes y los medios de comunicación, los censos, la comisión de Garantías que preside beneméritamente Julio Pérez. Quienes aportan la fantasmagoría que termina relativizando y hasta cuestionando el interés del proceso son, exactamente, los propios candidatos. Una vez que la consejera de Empleo (¡la consejera de Empleo quiso proponerse como candidata a la Presidencia del Gobierno de un país con el 30% de paro!) abandonó sus anhelos (desde entonces los más desalmados la llaman Poquita Luengo) los tres restantes se han entregado a la dulce fantasía de abusar de una inocencia política de la que no pueden disponer. Los tres sueñan Canarias con ronquidos solidarios. Los tres quieren unas Canarias distintas. Los tres están dispuestos a emprender reformar y cambios, presumen de no disfrutar de la tutela del aparato del partido, advierten que no son profesionales de la política, cabalgan sobre unicornios inmaculados hacia un sistema sanitario reuniversalizado, una educación pública con mayores presupuestos, una ecología reverenciada como factor clave de un nuevo modelo de desarrollo, incluso una renta básica que eliminaría las crecientes bolsas de marginación y exclusión social.

Lo que ocurre, dicho brutalmente que, si se excluye a grupies, familiares y mascotas,   no son creíbles.

Sus pregonados sueños — en días en lo que se exige es una atenta vigilia — devienen eslóganes escarchados por la caspa de una ilusión finiquitada. El PSC-PSOE cogobierna esta comunidad autonómica desde hace casi tres años y medio. En Tenerife también cogobiernan en el Cabildo Insular y en los ayuntamientos de Santa Cruz y La Laguna, entre otros, y resulta insólito que los candidatos ignoren tan pachorrudamente esta obviedad. Los tres son cargos públicos y están integrados en ese siempre tan sospechoso aparato de dirección: Patricia Hernández es secretaria general de la agrupación de Santa Cruz, Carolina Darias, vocal de la ejecutiva federal del PSOE, Gustavo Matos, secretario de Política Municipal de la comisión ejecutiva del PSC. Todos juegan al juego pueril de suprimir sus condicionantes y sus responsabilidades en el actual status quo del partido. Lo primero que reclaman los votantes y exvotantes del PSOE es una explicación sobre lo que le ha ocurrido al partido en los últimos tres años y medio, precisamente, cuando Rodríguez Zapatero volatizó el compromiso con sus votantes. Qué hacen en el Gobierno de Canarias y en otras administraciones. Y por qué no van a seguir haciendo lo mismo. Las invocaciones al cambio ya no convencen y se quedan en maullidos grandilocuentes cuando otras izquierdas han aparecido ya en el horizonte político y electoral y están dotadas con esa gracia ambigüa, atractiva y peligrosa que es la inocencia.

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