Paulino Rivero

La acefalia de Asier Antona

Varios días, varias semanas antes incluso de que Coalición Canaria designase candidato presidencial a Fernando Clavijo para las autonómicas de 2015 los dirigentes del PP se relamían con lo que se les antojaba un maravilloso argumento electoral. El anuncio del secretario general del PSC-PSOE, José Miguel Pérez, de no presentarse a las primarias, vino a mejorarlo aun más. Ya saben ustedes: el Gobierno regional, según ese fulgurante politólogo llamado Asier Antona, “está descabezado”. Van a repetirlo hasta la nausea, aunque se trate de una idiotez de una perfección casi inefable. En una democracia parlamentaria un gobierno no queda descabezado porque su presidente, su vicepresidente o ambos decidan – o lo hagan sus partidos – no presentarse a la reelección. Algo muy distinto es que una mayoría parlamentaria se arriesgue a desplazar al jefe del Ejecutivo. Pero no es el caso. El pacto entre coalicioneros y socialistas se mantendrá hasta el último día de legislatura y sostendrá al Gobierno presidido por Rivero sin ambages. De llevar al extremo esta impostada denuncia de Antona y sus cuates los presidentes deberían ser vitalicios para eliminar cualquier sombra de duda sobre la estabilidad gubernamental.
Cuando José María Aznar designó por sus sagrados escrotos a Mariano Rajoy como candidato presidencial para 2004 no se escuchó a ningún antona en el PP expresar su temor sobre acefalias sobrevenidas. Es más, cuando José Manuel Soria fue nombrado ministro de Industria, Turismo y Energía, a nadie se le ocurrió que la oposición conservadora quedara tristemente huérfana en el Parlamento de Canarias hasta el punto de que María Australia Navarro sufriera un colapso y se transformara en una maoísta convicta y confesa. Lo que cansa de estas ocurrencias del PP es – como con todo el debate político isleño – su baja estofa política e intelectual. Como si no tuvieran poco trabajo con la fiscalización de la acción del Gobierno y la exposición de sus alternativas. Como si llegado el caso de una hipotética reelección de Rivero como candidato presidencial el pasado viernes no tuvieran preparado en su baratillo retórico la denuncia de su continuidad como signo inequívoco del agotamiento del proyecto de CC o cualquier cosa por el estilo. Para un dirigente sin cabeza propia, como Anona, vale todo y lo contrario. En fin, ¿qué cabe pensar de una fuerza política que aprueba los recortes presupuestarios en educación y luego se suma a caritativas recogidas de material escolar en las calles de Las Palmas de Gran Canaria?

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El instante

Cuando en el seno del Consejo Político Nacional de CC acabó el recuento (45 votos para Fernando Clavijo y 40 para Paulino Rivero) lo dos candidatos palidecieron intensamente. Descubrían al unísono que ambos habían sido engañados. Ah, los palmeros. Ah, los herreños. La AHI, para variar, hizo lo de siempre: abstenerse en la votación para luego cumplir las instrucciones de  Tomás Padrón –quien, igual que en La Palma Antonio Castro, sigue moviendo los hilos como un titiritero encallecido – y sumarse a quien alcanzara más votos. En el receso, Rivero, que había demostrado un nerviosismo muy infrecuente en él, se levantó de su asiento y se marchó al baño. Muy pocos minutos después salió, pero su aspecto no era mucho mejor. Continuaba ligeramente desencajado y con los ojos enrojecidos. A escasos metros de la puerta del salón se detuvo y cerró con fuerza los párpados.
Fueron  cuatro o cinco segundos interminables. En esos cuatro o cinco segundos se precipitaron los recuerdos, las palabras, las entrevistas, los rostros crispados o sonrientes, los proyectos, los anhelos y las remembranzas, los primeros pasos y las últimas oportunidades y todo se condensaba en una nube oscura y acre que descendía sobre él y le llenaba los pulmones sin que pudiera evitarlo. Apretó los dientes. Treinta y cinco años. Treinta y cinco años desde que alguien llegó al bar de El Sauzal en el que, después de clases, jugaba con unos amigos al envite, y le propuso presentarse como alcalde a las inminentes elecciones municipales y musitó apenas: “¿Por qué yo?”. Fue su primera y última duda metódica. A partir de ahí ya no dudo jamás y por eso quizás se detenía esos cuatro, cinco segundos, con los ojos cerrados, no para evitar las miradas de nadie, sino para verse mejor a sí mismo, solo por primera vez en el centro de su soledad, desprovisto de sus dos báculos, la seguridad en sí mismo y el miedo de los demás, la transparencia de su ambición y las confusas y alicortas ambiciones ajenas, y estaba ahí, desalado y exhausto,  al borde del precipicio, a cinco votos que eran un desierto intransitable ya para siempre, la última partida perdida y el calor de una tarde maldita impresa en la memoria  cruel de lo que había aparecido de pronto en el horizonte, la vejez y la insignificancia. Hizo un gesto para extraer el móvil del bolsillo y leer nuevas mentiras pero no llegó a fijarse en la pantalla. Se había acabado el tiempo. «Hijos de la gran puta» escucharon las paredes menos como un insulto que como una plegaria. Paulino Rivero tomó aire, abrió los ojos y entró en el Consejo Político Nacional para anunciar que renunciaba a su candidatura como presidente del Gobierno de Canarias.

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La tentación del tapado

Se rumorea que la reunión del Consejo Político Nacional de CC del próximo viernes, en la que se debe designar al candidato presidencial para las elecciones de 2015, se prolongará más allá del amanecer. Es posible. Los reglamentos coalicioneros son una paparruchada que derivan de los viejos tiempos de desconfianza y escasa articulación de los años noventa. Por entonces fue cuando se estipuló esa sandez de los tres quintas partes de los votos del CPN como porcentaje indispensable para alcanzar la candidatura y se instituyó la grotesca norma de la minoría de bloqueo. Porque, efectivamente, un candidato puede conseguir el 60% de los apoyos en el máximo órgano de dirección de CC – que en la práctica solo se convoca para esto – y sin embargo no prosperar porque el restante 40% no lo quiere. Se supone que se trata de uno de los mecanismos fijados en su día para salvaguardar sensibilidades insulares o evitar alianzas entre las islas mayores en prejuicios de las pequeñas o viceversa. Que todavía esté en vigor tal mandanga demuestra los límites (insuperables) de la unificación de CC y la pervivencia en su cultura política de la intriga buhonera. Pero si desde el punto de vista de la propia CC esta normativa interna en uno de los signos de parálisis y engarrotamiento políticos, para la actual sensibilidad democrática ofrece un espectáculo lamentable. Cuando muy mayoritariamente la ciudadanía exige democracia interna y transparencia – que en estos asuntos se traduce en primarias libres y abiertas – Coalición ofrece por enésima vez la imagen de luchas, escaramuzas, vetos, conspiraciones, presiones, fulanismos, ofertas y exigencias. No parecen enterarse de lo que corre por ahí fuera.
La situación se ha agravado, por supuesto, por el voraz empecinamiento de Paulino Rivero por optar a un tercer mandato consecutivo. En ningún momento Rivero ha ofrecido argumentos políticos consistentes para sustentar su anhelo. Aún más, ni siquiera ha admitido explícitamente su condición de candidato. Se ha limitado, sorprendentemente, a referencias estrictamente personales, bien de carácter médico o forense (“me siento con fuerzas”) bien aludiendo a una merecida recompensa (“me han tocado años muy duros y los próximos serán los de la recuperación económica de Canarias”). Desde hace semanas no lucha por ganar la votación, sino por aglutinar una minoría de bloqueo que detenga la candidatura de Fernando Clavijo. Aunque resulta improbable, quizás lo consiga para introducir por la puerta del retrete a un tapado. Sin embargo, una operación palaciega y chuchurría, de la que salga un caballero como tercera opción de consenso ortopédico, no sería más que la penúltima alcaldada presidencial. Una burla a los militantes y al propio proyecto coalicionero. Y un pasaporte matasellado para una hostia electoral histórica.

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La Iglesia Paulinista del III Mandato

La lógica presidencialista de Paulino Rivero es aplastante. El jefe de Gobierno ha detectado en sus incesantes contactos con la militancia que los coalicioneros reclaman un candidato canario, no camerunés como Fernando Clavijo, ni guatemalteco como Marcial Morales ni somalí como María del Mar Julios. Implícitamente Rivero señala que todos los candidatos –pero sobre todo Clavijo – proceden de una isla, menos él mismo, que es el presidente del Gobierno, y como él es el presidente del Gobierno de Canarias, es demiurgicamente de toda Canarias. Por supuesto que este peculiar razonamiento descarta a cualquier militante mientras Rivero sea presidente del Gobierno de Canarias, pero de eso se trata precisamente. De la misma manera que Atenea nació de la cabeza de Zeus don Paulino ha nacido como canario integral, inapelable e insustituible de la Presidencia del Gobierno. Está ya tan por encima de las miserias isloteñistas que insinúa que la candidatura de Clavijo procede del ATI profunda, un partido del cual Rivero fue secretario general y supremo muñidor durante catorce insondables años.
Como Paulino Rivero sacrifica sus días en el duro yunque del Gobierno autónomo, ha aclarado que solo puede reunirse con sus bienamados militantes durante la noche. Los militantes de Coalición Canaria deben estar preparados para que en cualquier instante, así sea en plena madrugada, aparezca el presidente para intercambiar análisis y opiniones sobre el promisorio futuro de la tierra. Usted milita en CC, va a bajar la basura a la calle antes de dormir y de repente salta del contenedor Paulino Rivero enfundado en un polo rojo chillón y le espeta:
— El trabajo, primero, para la gente de aquí. ¿O no?
— Hombre, yo creo que…
–Cuánta basura ¿No serás de la ATI profunda, no?
La campaña del candidato que no es candidato se intensificará en los próximos días. José Miguel Barragán y Javier González Ortiz recorrerán puerta a puerta los hogares de los afiliados para que se suscriban al boletín de la Iglesia Paulinista del III Mandato.
–Grandes y espantosos acontecimientos llegarán si no se abre pronto el III Mandato, mijo – susurra Barragán.
–Caerán lenguas de fuego, se secarán los campos, las mujeres no parirán hombres bajitos y se suprimirá de la programación En clave de Ja – advierte con voz gutural González Ortiz.
— Es que…Yo…Yo ya le firmé el aval a Fernando Clavijo…
— ¡Abominación!
—  ¿Me facilita su número de identificación fiscal, si es tan amable?

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Lo que no pasa en el Ritz

Una de las señales de un Gobierno decente – en ambos sentidos: en el de la ética política y el de la eficacia operativa  — es el seguimiento y fiscalización de las mismas políticas que articula e impulsa. De nada vale el diseño y la ejecución de un programa político si no se somete a una revisión y evaluación continua que los ciudadanos tienen derecho a conocer puntualmente. Es superfluo decir que esta higiénica praxis resulta casi desconocida en Canarias. Hete aquí que el presidente Paulino Rivero, en el pasado otoño, se sentó en una mesa de caoba del Hotel Ritz con representantes de los principales bancos españoles y anunció créditos específicos, por valor de 1.825 millones de euros, destinados a la rehabilitación de la planta turística. Y efectivamente, en los meses siguientes, el Gobierno autonómico firmó varios convenios con las entidades bancarias (desde el Santander hasta La Caixa) sobre cuya letra pequeña, eso sí,  jamás se ha proporcionado demasiada información, y no cabe esperarla de Javier González Ortiz, que como consejero de Economía y Hacienda se dedica básicamente a enjalbegar todas las chiripitifláuticas ocurrencias de Rivero y a hacer calceta con los presupuestos regionales, para lo cual utiliza rítmicamente las manos, los pies y hasta las orejas.
Varios meses después no se ha ofrecido, por supuesto, información sobre el destino de los créditos para la rehabilitación turística, que además de evitar la obsolescencia de la planta alojativa, tiene como objetivo estratégico la creación de empleo. Pero todo el mundo – incluyendo alcaldes, concejales de Urbanismo y funcionarios técnicos – sabe cómo se está llevando a cabo la todavía insuficiente rehabilitación turística  — y no sólo turística – en el Archipiélago. Una mañana, repentinamente,  aparece cerrada a cal y canto una o varias plantas en un hotel de cuatro estrellas. Puede ocurrir igualmente en un centro hospitalario o en un restaurante postinudo. Los residentes y visitantes escuchan un ruido incesante y observan atónitos como obreros esquivos entran y salen por una puerta oculta tras una polvorienta cortina de plástico. Y al cabo de seis, siete, ocho meses todo – operarios, bolsas de cemento, palas, cabillas, carretillas, encofrados – desaparece mágicamente sin dejar rastro. No se ha solicitado licencia de obras. La contrata fantasmal que se ha dedicado a los arreglos no ha contratado a un albañil, ni a un aparejador, no se diga a un arquitecto. La rehabilitación ha culminado sin dejar el más modesto rastro en la hacienda local o en la lista de desempleados. Ese es el modelo habitual de intervención rehabilitadora que se practica hoy en los centros hoteleros canarios.  Estas cosas en el Ritz no pasan…

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