periodistas

Destripar la democracia desde dentro

Anteayer los lectores de este periódico pudieron descubrir, supongo que estupefactos, cómo mi compañero de página, Francisco Pomares, contaba que la Consejería de Derechos Sociales, dirigida por Noemí Santana, le había amenazado con acciones legales por su análisis sobre los artificios perpetrados en la gestión de la Dependencia a fin de contabilizar más expedientes resueltos. Por supuesto el articulista se había limitado a subrayar lo que a su juicio – y al de muchas entidades sociales, y funcionarios, y profesores universitarios y hasta un servidor – era un trampantojo administrativo puesto en marcha por la directora de Dependencia y Discapacidad del Gobierno autonómico, la señora Marta Arocha, para acortar la interminable lista de solicitudes de reconocimiento de la dependencia. Es realmente asombroso. ¿Se dedica ahora el Gobierno a amenazar a un periodista por sus análisis y opiniones? ¿Es tolerable una coacción –un intento de coacción — de esta naturaleza en nuestro país? Y hablando de país, ¿en qué país creen que vivimos los responsables de la Consejería de Derechos Sociales y desde cuando los servicios jurídicos de un departamento gubernamental actúan como comisarios políticos al servicio de los cargos públicos y de su imagen?

Seguro que comprenden que servidor no está haciendo una defensa de Pomares. Sabe defenderse muy bien a sí mismo con los recursos de cuarenta años en la mecha profesional.  Pero se me antoja que este lance – que no creo que al articulista le haya afectado demasiado –se inserta en una actitud en construcción por parte de las izquierdas que gobiernan en este país. La referencia más brutal  proviene, por supuesto, de esas prodigiosas declaraciones de Pablo Iglesias y Carmen Calvo en la tertulia pagada a precio de oro que les ofrece la SER.  Los exministros Iglesias y Calvo coincidieron en los espacios de debate de las televisiones públicas los periodistas asistentes deberían responder a cuotas electorales. Si por ejemplo un programa de debate o análisis político en TVE cuenta con siete periodistas asistentes, tres deberían ser del PSOE, uno de UP, dos del PP y otro se distribuiría amistosamente entre ERC, Bildu y (cada tres meses) Teruel Existe. Aimar Bretos –excelente profesional por cierto – estuvo a punto de sufrir un ictus. La señora Calvo insistió, desde su apasionada y apergaminada ignorancia de costumbre, que el periodista de un medio público cobra de las arcas públicas y, por tanto, “no está ahí para traer a los de su cuerda que le gusten, pasándose por el forro lo que las urnas acaban de decir”. Ignorar la libertad de expresión, desconocer lo que es una democracia parlamentaria, entender los medios de comunicación públicos como espacios propagandísticos pagados por todos, soñar con una partidización infinita y envolvente de la sociedad civil, convertir la crítica es una mugre sospechosa y la disidencia en una disglosia.

La legitimación última de estas soflamas autoritarias es que las izquierdas deben defenderse de una inmensa mayoría de medios conservadores. Es una idea muy similar de la que se utiliza casi a diario para descalificar a la judicatura española como una fuerza profundamente reaccionaria, copada por magistrados que siguen cantando Montañas nevadas al amanecer aunque se sacaran la plaza en los años noventa o a principios de siglo– como ocurre con la inmensa mayoría de magistrados y fiscales hoy en activo–: léase las reacciones a las condenas judiciales de José Antonio Griñán o Isa Serra, el nombramiento como fiscal general de Estado a Dolores Delgado mes y medio después de abandonar el Ministerio de Justicia,  las campañas de descrédito contra magistrados que se equivocan lamentablemente en las sentencias al no considerar los intereses de clase o la perspectiva de género, la acusación según la cual los jueces «derriban a los representantes de la soberanía popular»

No son ya señales aisladas y tonterías de un par de asirocados, sino un magma que va cuajando como lectura política y propuesta programática y sobre el que surfean casi parejamente socialistas y podemitas. En definitiva, una estrategia política que busca el descrédito de los poderes del Estado y su subordinación al Ejecutivo y la extirpación de cualquier instancia crítica como sospechosa, maligna, torticera, ruin. Los periodistas solo lo son si aplauden a las autoridades, los jueces solo son jueces si fallan a favor de los nuestros o en contra de nuestros enemigos, los únicas fuerzas políticas decentes y respetables son las que respaldan al Gobierno. Es populismo izquierdoso puro y duro como instrumento para blindarse en el poder y narcotizar a la sociedad civil. Las democracias siempre han sido destripadas desde dentro.        

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

El menú

El señor don Antonio Brufau, presidente de Repsol,  me invitó a comer, con un grupo de una veintena de periodistas, en un hotel de Las Palmas, pero decidir no ir. Al caballero que gentilmente me trasmitió la invitación le pregunté:

–Vaya. ¿Y por qué me invitan ustedes?

–Bueno…Hemos invitado a directores de medios de comunicación y a algunos líderes de opinión…

–Puede que en las proximidades de Canarias exista petróleo, pero por mucho que perforen ustedes no encontrarán aquí líderes de opinión.

Después de una larga reflexión, quizás dos o tres minutos, encontré que no podía reunir fuerzas para aceptar la invitación. Encuentro agotador que el máximo responsable de una multinacional te explique que trabaja celosamente por tu bien y al mismo tiempo deglutir un plato de lentejas confitadas.  El señor Brufeau se ha empeñado, por lo demás, en llover una y otra vez sobre mojado. Es como una borrasca patriarcal que nos visita a menudo para recordarnos que no moja, pero empapa. Me cuentan que repitió de nuevo lo de la creación de 5.000 puestos de trabajo, cuando solo en Argentina – con una docena de pozos en explotación y antes de su salida de YPF – contaba con tanto personal contratado. Al mismo tiempo el ministro de Industria y Energía,  José Manuel Soria, cifraba en unos 400 millones de euros los beneficios fiscales anuales de Canarias en el caso de que las estimaciones iniciales de Repsol fueran confirmadas por los sondeos, pero Soria sabe perfectamente que la legislación tributaria española – tampoco la Ley de Hidrocarburos — no estipula el pago de canon o compensación alguna por la autorización de concesiones para la extracción de petróleo o gas natural. En puridad Repsol ni siquiera está legalmente obligada a vender para su refino el crudo que pueda encontrar a la Refinería de Petróleo de Santa Cruz de Tenerife de CEPSA. Cuenta con sus propias plantas de tratamiento. Considerando estas obviedades, el primer plato del menú de Repsol consiste en una sopa con algunos cientos de puestos de trabajo en la actividad portuaria del archipiélago a modo de discutibles tropezones, el segundo plato en unos ingresos fiscales para Canarias inexistentes con espuma de cinismo y virutas de pajaritos preñados y, por último, un postre de riesgos ecológicos y medioambientales bastante improbables, pero en absoluto imposibles, que está amablemente reservado en exclusiva a los comensales canarios. Por supuesto que decliné cortésmente la invitación para almorzar del señor Brufau y espero que la sociedad canaria siga dejando claro, en las instituciones y en la calle, que no está dispuesta a compartir su menú.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito 1 comentario