Podemos

Ministros, miren qué ministros, que me los quitan de las manos

¿Recuerdan cuando nos íbamos a empoderar como auténticos ciudadanos gracias a Podemos? La maldita casta de los partidos sería herida de muerte por una organización dinámica, espontánea,  de puro gozo instrumental en la que la que tanto la primera como la última palabra la tendrían los ciudadanos que decidirían soberanamente estrategias, programas, candidatos. Bueno, toda esa tontería no podía durar mucho y al cabo de apenas año y medio de su aparición los fundadores  — y máximos dirigentes – de Podemos han dejado perfectamente claro su furibundo aunque taimado oportunismo. Ahora cabe disfrutar del espectáculo de un Pablo Iglesias presentándonos a quienes nombrará ministros nada más tomar posesión como presidente del Gobierno. Un exjefe del Estado Mayor de la Defensa,  Julio Rodríguez, será, por supuesto, ministro de Defensa. Una jueza, Victoria Rosell, es fichada  — la expresión ya no tortura los delicados labios podemistas – como cabeza de lista al Congreso de los Diputados por la provincia de Las Palmas, sin enojosas primarias por medio, y Pablo Iglesias anuncia asimismo que la designará ministra de Defensa. Yo no recuerdo jamás que Felipe González, José María Aznar o sus sucesores anunciaran antes de las elecciones a quienes harían ministros. Pero Iglesias y sus conmilitones necesitan vender género. “Ministros, ministros, fíjense en estos ministros, que me los quitan de las manos…” Por tanto no se trata de que los candidatos sean elegidos por los militantes ni que el programa sea el fruto de un sesudo y participativo debate (solo el 4,4% de los militantes participaron en el debate programático de Podemos) sino de puro marketing personalista. Por supuesto Iglesias no ha consultado a nadie sobre ministrables, ni lo hará jamás. Para conseguir un futuro grupo parlamentario dócil y ovejuno a Iglesias y sus cuñaos – ejemplar el trabajo de estirpe leninista del secretario de Organización, Sergio Pascual —  no les ha importado tensionar hasta cerca de la ruptura al partido en Andalucía: en Córdoba la dirección nacional ha impuesto a Marta Domínguez como número uno al Congreso aunque militantes y simpatizantes hubieran votado mayoritariamente por Antonio Manuel Rodríguez.
Entre los que critican a los dirigentes de Podemos por estas tarascadas, por este descaro entusiástico, por este travestismo comercial, gárrulo e incansable, en fin, veo siempre mucha y florida indignación hacia Iglesias, Errejón y compañía. No entiendo, en cambio, que no se muestre una migaja de crítica hacia personas como Julio Rodríguez o Victoria Rosell por entrar así, como héroes del silencio, apenas un mes antes de las elecciones, en un experimento político tan velozmente degradado por sus propios inventores y sin necesitar de otro nihil obstat para sentarse en un escaño que la sagrada y promisora palabra de Pablo Iglesias.

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Una cacería personal

Probablemente el nuevo presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, ha sido muy comedido al señalar que la denuncia por abusos sexuales contra  cabeza de lista de Podemos, Juan Manuel Brito, vicepresidente segundo del flamante gobierno insular, “huele bastante raro”. Aunque el rumor de la denuncia contra Brito circulaba – por lo que parece – entre algunos cargos públicos y dirigentes de Podemos absolutamente nadie movió un dedo hasta que se hizo pública. Según la denuncia Brito cometió abusos sexuales con la hija de una de sus exparejas hace nada menos que quince años. Ahora comentan algunos (dentro y fuera de Podemos) que el conocimiento de esta acción judicial fue lo que llevó a los dirigentes podemistas a apartar a Juan Manuel Brito de la negociación con Nueva Canarias y el PSC-PSOE para formalizar un pacto de gobierno en el Cabildo grancanario. Nada de contaminar los compromisos adquiridos con un asunto potencialmente escandaloso. Sin embargo, causa verdadera extrañeza que Podemos, sin que exista siquiera una imputación judicial, suspenda inmediatamente de militancia a su cabeza de lista, anunciándola en un extraño comunicado en el que subrayan que se trata de un tema “estrictamente privado y que consideramos que debe quedar fuera del debate político”. Si debe quedar fuera del debate político, ¿por qué se le suspende  temporalmente de militancia y el propio partido toma de decisión de pronunciarse sobre el asunto? Simultáneamente a la publicación de la denuncia – hay que repetirlo: se refiere a abusos contra un menor hace quince años – varios compañeros de Brito, así como el propio Antonio Morales, aluden a dos denuncias por malos tratos de la expareja del consejero presentadas en 2005, que fueron automáticamente archivadas sin practicar diligencia alguna, ya que el juez consideró que carecían de cualquier indicio de veracidad.
Quince años son muchos años pero existen personas (de uno y otro sexo) capaces de mantener una supurante cacería personal durante un tiempo virtualmente infinito. Juan Manuel Brito ha sido un ciudadano profunda y honestamente implicado en el activismo político, social y cultural del Archipiélago durante los últimos lustros, desde el movimiento ecologista hasta la Coordinadora Canaria por la Paz, sin olvidar su labor como profesor de Historia en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Que una persona como él – entusiasta, generoso y tan desinteresadamente interesado por su país y sus conciudadanos — pueda verse envuelto en esta asquerosa situación intranquiliza a cualquiera. Una última observación a sus compañeros de Podemos. Si mantienen la suspensión de militancia no será “hasta que demuestre su inocencia” sino hasta que quede probada su culpabilidad. En un Estado de Derecho cualquiera es inocente, precisamente, hasta que los tribunales demuestran lo contrario.

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Un apoyo de clases medias

Es curioso: tanto en Las Palmas de Gran Canaria como en La Laguna – las dos ciudades en las que plataformas más o menos apoyadas, respaldadas o refrendadas por Podemos o sus socios isleños obtuvieron mejores resultados – es imposible detectar un voto de clase. Lo contrario de lo que ocurre en Madrid y, sobre todo, en Barcelona, donde se puede registrar una correlación – aunque sea imperfecta y no automática – entre los resultados obtenidos por las candidaturas de Manuela Carmena y Ada Colau y la situación social de sus votantes. La mayoría de los distritos de mayoría trabajadora y con altos índices de desempleo y exclusión social votaron por Ahora Madrid y Barcelona en Común en ambas capitales, aunque también distritos de clases medias (especialmente en el caso de Carmena) respaldaron a las plataformas.
En Las Palmas y La Laguna no ha ocurrido nada parecido. La mayoría de los votos a Las Palmas de Gran Canaria Puede (16,2 % de los sufragios emitidos) como Unidos Se Puede (un 18,5%) proceden muy mayoritariamente de distritos del centro de las respectivas ciudades, con una participación realmente modesta de la periferia territorial y social. Quizás no sea una hipótesis apresurada señalar, por lo tanto, que las plataformas de unidad de la izquierda con un mensaje regeneracionista han sido sustancialmente apoyadas por las clases medias  y que, al mismo tiempo, han sido apreciables sectores de las clases medias en Gran Canaria y Tenerife quienes han concedido los siete diputados a Podemos en el Parlamento de Canarias, con un 14,53% de los votos.
La clase media en el Archipiélago tiene un perfil particular. En primer lugar es porcentualmente menos importante que en la mayoría de las comunidades autonómicas españolas. Y. sobre todo, su origen es aplastantemente funcionarial. Estas clases medias funcionariales – con un sueldo generalmente modesto, pero seguro –son las que menos han sufrido el peso agotador y exasperante de la crisis económica y las que se han seguido beneficiando ininterrumpidamente de un conjunto de servicios sociales y asistenciales cada vez más colapsados y problemáticos, pero que aun resisten. No han perdido el empleo, no han caído en el precariado, no han padecido tampoco una inflación que afecte a sus emolumentos. Y, sin embargo, son las que apuestan por opciones de regeneración democrática por encima de la confusión, la ambigüedad, el adanismo o las contradicciones de sus ofertas programáticas. Cuando veo a los dirigentes de las coaliciones filopodemistas levantar el puño o anunciar una izquierda auroral, nueva y eterna, pienso en los auxiliares administrativos, los profesores de Enseñanzas Medias o los técnicos de Extensión Agraria a los que deben sus flamantes escaños y concejalías y comienzo a sospechar esta luna de miel sobre un horizonte carmesí no durará mucho.

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Sumas y restas

Los tres grandes partidos del sistema político canario han perdido apoyos electorales el pasado domingo. Incluso el PSC-PSOE, que celebró convertirse en la fuerza más votada con la retórica delirante de un acontecimiento histórico, pierde unos 10.000 votos aproximadamente respecto a los comicios autonómicos de 2011. Más o menos los que hubiera conservado sin la anomalía del curbelismo desatada en La Gomera por los propios socialistas. El PP pierde cerca de 120.00 votos en lo que seguramente es el mayor castigo electoral que registra nuestra breve crónica parlamentaria, pero no esperen dimisiones, es que la gente no ha pillado el mensaje. Les ha faltado piel, que diría Floriano viendo el poster de María Australia Navarro. Gracias al régimen electoral y su implantación en cinco de las siete islas, Coalición Canaria es el partido con mayor número de diputados, pero por primera vez sufre un golpe fulminante en su espina dorsal municipal, especialmente en Tenerife. Es Antonio Morales (y no Román Rodríguez y su disparatada política de pactos) el que consigue grupo parlamentario para Nueva Canarias. Podemos suma nada menos que 130.000 sufragios, pero paga obviamente su escaso desarrollo organizativo y su presencia prácticamente testimonial en la mayoría de las islas no capitalinas. Incluso con siete diputados en la mochila es precipitado afirmar que Podemos llega para quedarse. Dependerá de  gestionen semejante capital en la oposición y de su capacidad para construir partido dentro y fuera de las grandes ciudades de la región. Pero anoche algún que otro dirigente podemista, además de feliz, se le veía súbitamente tranquilizado. Podrán oponerse hasta el frenesí frente a todos los malignos matices de la casta (clavijos, patricias, romanes) sin arriesgarse a pagar ningún coste de imagen. Ciudadanos se queda a un puñado de votos para entrar en la Cámara regional.

Aunque la suma aritmética resulta evidente, el pacto de gobierno entre CC y PSOE no será precisamente sencillo porque, según es tradición en nuestras ínsulas baratarias, se interferirán los acuerdos y desacuerdos en cabildos y ayuntamientos (entre los primeros el de La Palma y entre los segundos el de La Laguna son dos buenos y espinosos ejemplos). Pero sobre todo corresponde a Fernando Clavijo y a Patricia Hernández consensuar un conjunto de reformas políticas, económicas y sociales que los anteriores gobiernos no quisieron ni pusieron poner en marcha, y al mismo tiempo, reformar estructuralmente sus respectivas organizaciones políticas, para cuyos máximos puestos de responsabilidad (en CC y el PSC-PSOE) están legitimados por sus resultados electorales.

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No, no puede pasar cualquier cosa

¿Pasado mañana puede ocurrir cualquier cosa en las urnas, como exudan algunos periodistas histriónicos? No exactamente. No ocurrirá, por ejemplo, que alguno de los tres grandes partidos de Canarias (CC, PSOE y PP) obtenga la mayoría absoluta. Tampoco sucederá que Podemos se convierta en la primera fuerza parlamentaria. Ni en la segunda, ni en la tercera tampoco. No pasará que la Nueva Canarias de Román Rodríguez se transforme  — gracias a pactitos residuales con organizaciones diminutas y con expulsados o prófugos de otros partidos – en una alternativa nacionalista a los coalicioneros. Más bien es más probable lo contrario: que el ascenso de Podemos ahogue las expectativas de crecimiento de NC. Rodríguez está nervioso: si se produce una hecatombe el responsable deberá asumirla él, si su partido resiste, será gracias a la capacidad de tracción de la candidatura al Cabildo de Gran Canaria que encabeza Antonio Morales, y el liderazgo del expresidente del Gobierno empezará a estar amortizado. También resulta probable que Ciudadanos obtenga grupo parlamentario propio, pero en contra de lo que ocurre en otras comunidades autónomas (Valencia, Madrid) resulta muy difícil que se convierta en llave para garantizar la gobernabilidad.

Tal y como explica Dámaso Luis en un reciente artículo publicado en politikon.es  el sistema electoral canario favorece a los partidos cuyos apoyos se distribuyen más homogéneamente en todas las islas. Esa es la clave del reiterado éxito electoral de Coalición Canaria, y no tanto los (desde luego) abusivos topes electorales establecidos para la isla (30%) y la región (6%). Esta circunstancia explica (por solo poner un ejemplo cuantificable) que en 2011, con 60.000 votos menos que el PP, Coalición obtuviera los mismos escaños que los conservadores, 21, porque salvo en La Gomera y Gran Canaria el proyecto coalicionero ha echado raíces en municipios y cabildos. El PP está fuertemente implantado en Gran Canaria, pero en ninguna otra isla dispone del mismo apoyo electoral. Y lo mismo ocurre con las fuerzas políticas emergentes. Tanto Podemos como Ciudadanos pueden contar hipotéticamente con un respaldo significativo en las urnas de las grandes conurbaciones del Archipiélago (Las Palmas-Telde y Santa Cruz de Tenerife-La Laguna) pero mucho más reducido en el resto de las islas, lo que convierte en ridícula cualquier ilusión de sorprasso.

Entre lo improbable y lo posible se dibuja el horizonte poslectoral: un pacto entre las dos fuerzas políticas mayoritarias para conseguir una muy ajustada mayoría absoluta que se complicará por la nueva situación política de varias de las capitales de Canarias, y una amplia oposición, inicialmente errática y sin duda particularmente crítica y fiscalizadora, en un parlamento más fragmentado y batallador. Hace unos días un candidato al Parlamento vaticinaba que llegarían para limpiar y desinfectar la Cámara. Pues ya puede ir cogiendo el mocho, porque el Boletín Oficial de Canarias no lo va a tener. Qué simpática es esta gente que cree que subiéndose a la coleta ajena le va a crecer de nuevo el pelo.

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