propaganda política

Pornografía

Anda el Gobierno de don Mariano Rajoy felicitándose whitmanianamente (yo me celebro y yo me canto) por lo bien que ha hecho las cosas y la inminente salida de la crisis económica. Es lo nunca visto, Y esta es la gentualla que criticaba entre vómitos o risas los brotes verdes de Elena Salgado. La misma gentualla, efectivamente, cuenta ahora que todo lo peor está quedando atrás a los seis millones de desempleados del país y a las decenas de miles de empresarios que han tenido que echar el cierre para siempre jamás y a los enfermos crónicos sin medicación y a los que deben abandonar los estudios universitarios y a los que emigran a toda leche. Es pura pornografía política por parte de sujetos que han perdido el último ápice de vergüenza y que están convencidos que la propaganda no debe influir en la realidad, sino sustituirla, y quien no actúe conforma al guión propagandístico, es un depravado, un amargado, un estúpido o quizás un etarra. El último spot consiste en cacarear sin tomar resuello sobre las multimillonarias inversiones que en los dos últimos meses han caido, como un maná de leche y miel, sobre las heroicas tierras de España. Como figurante de lujo – y al mismo tiempo productor en las sombras – Emilio Botín ha declarado, exultante, que está llegando dinero de todas partes a España. Una orgía de pasta desenfrenada. Solo falta que Cristóbal Montoro contrate a la orquesta Wamanpy para que actúen en directo en la Bolsa de Madrid.
Hasta el mes de septiembre pasado –son cifras del Ministerio de Economía – se registraron más de 17.500 millones de euros de entradas totales netas en España por fondos de inversión extranjeros. Es una cifra ciertamente apreciable, sobre todo teniendo en cuenta la retirada de capitales que se pudo observar en los tres años anteriores, pero como ocurre con la gran mayoría de los países de la zona euro, esos 17.500 millones no se dirigen a inversiones productivas, sino a la participación en activos financieros: ampliaciones de capital o compra de empresas ya existentes (es lo que ha hecho Bill Gates, o más exactamente, uno o varios fondos de sus fondos de inversiones, con el 6% de FCC). El 87,7% de las inversiones no se interesan por la creación de nueva actividad económica: son operaciones financieras que se dedican a reciclar capital. Y, por supuesto, esta rotación de activos financieros no tendrá, por lo tanto, maldita incidencia en el aumento de la producción o en la multiplicación de los puestos de trabajo. Nada que justifique la impostada, ridícula y canallesca euforia gubernamental mientras se presenta un proyecto presupuestario para 2014 que garantiza una vida peor para (casi) todos.

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Campaña

El Gobierno central ha iniciado una campaña en toda regla para convencer a los millones de dsempleados, a los miles de empresarios arruinados, a los estudiantes universitarios expulsados de sus centros por no poder abonar las tasas, a los exbecarios, a los científicos y tecnólogos que han visto yugulados sus programas de investigación, a las mesnadas empobrecidas que se han quedado sin cobertura sanitaria pública y a los que han debido emigrar  (entre otros colectivos bienaventurados) que las cosas empiezan a marchar mejor. No se trata, al estilo canario, de que el presidente detecte en la lontananza una recuperación económica en toda regla, aunque obviamente incluye expresiones marianas, como ese impagable “este año es mejor que el anterior y peor que el próximo” de un supuesto pánfilo que en realidad es un mediocre falsario que supura cinismo. La campaña incluye a ministros, dirigentes, directores generales, medios de comunicación afines o resignados e incluso al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) que está dejándose sus buenos cuartos en anuncios en prensa para proclamar que ha terminado la sequía crediticia, exactamente como si el FROB concediera préstamos a particulares o empresas. Si uno se toma la suficiente distancia no observa una campaña política, sino un auténtico delirio, pero estremece la espina dorsal recordar que estos tipejos saben lo que hacen y lo que hacen lo hacen bien: mentir impúdica y vomitivamente a un país destrozado. Ya le mentira no es una excepción frecuente: cada palabra del relato gubernamental de la crisis chorrea mendacidad, cada metáfora es una patraña, cada argumento una legañosa engañifa. Ya no existe tensión alguna entre la mentira y la realidad que pretende soslayar, negar, refutar. Una realidad tan pavorosa no se puede ocultar. Por lo tanto hay que destruirla. Y muchos ciudadanos abdican de su condición porque necesitan un consuelo. Por cada ciudadano legítimamente indignado hay varios que agradecen el beleño sobre su cerebelo con una tímida, desconfiada sonrisa. En condiciones normales este presidente – este Gobierno – debería haber dimitido hace tiempo. No solo por incapaz y mentiroso, sino porque los dirigentes del partido que lo sustentan – así lo atestiguan varias investigaciones judiciales en curso – se han repartido sobresueldos y aguinaldos gestionando como un cortijo algo que no les pertenecía ni pertenece: el PP. Si a eso redujeron su partido, es obvio el respeto que le merecerá su propio país.

 

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