rehabilitación turística

Lo que no pasa en el Ritz

Una de las señales de un Gobierno decente – en ambos sentidos: en el de la ética política y el de la eficacia operativa  — es el seguimiento y fiscalización de las mismas políticas que articula e impulsa. De nada vale el diseño y la ejecución de un programa político si no se somete a una revisión y evaluación continua que los ciudadanos tienen derecho a conocer puntualmente. Es superfluo decir que esta higiénica praxis resulta casi desconocida en Canarias. Hete aquí que el presidente Paulino Rivero, en el pasado otoño, se sentó en una mesa de caoba del Hotel Ritz con representantes de los principales bancos españoles y anunció créditos específicos, por valor de 1.825 millones de euros, destinados a la rehabilitación de la planta turística. Y efectivamente, en los meses siguientes, el Gobierno autonómico firmó varios convenios con las entidades bancarias (desde el Santander hasta La Caixa) sobre cuya letra pequeña, eso sí,  jamás se ha proporcionado demasiada información, y no cabe esperarla de Javier González Ortiz, que como consejero de Economía y Hacienda se dedica básicamente a enjalbegar todas las chiripitifláuticas ocurrencias de Rivero y a hacer calceta con los presupuestos regionales, para lo cual utiliza rítmicamente las manos, los pies y hasta las orejas.
Varios meses después no se ha ofrecido, por supuesto, información sobre el destino de los créditos para la rehabilitación turística, que además de evitar la obsolescencia de la planta alojativa, tiene como objetivo estratégico la creación de empleo. Pero todo el mundo – incluyendo alcaldes, concejales de Urbanismo y funcionarios técnicos – sabe cómo se está llevando a cabo la todavía insuficiente rehabilitación turística  — y no sólo turística – en el Archipiélago. Una mañana, repentinamente,  aparece cerrada a cal y canto una o varias plantas en un hotel de cuatro estrellas. Puede ocurrir igualmente en un centro hospitalario o en un restaurante postinudo. Los residentes y visitantes escuchan un ruido incesante y observan atónitos como obreros esquivos entran y salen por una puerta oculta tras una polvorienta cortina de plástico. Y al cabo de seis, siete, ocho meses todo – operarios, bolsas de cemento, palas, cabillas, carretillas, encofrados – desaparece mágicamente sin dejar rastro. No se ha solicitado licencia de obras. La contrata fantasmal que se ha dedicado a los arreglos no ha contratado a un albañil, ni a un aparejador, no se diga a un arquitecto. La rehabilitación ha culminado sin dejar el más modesto rastro en la hacienda local o en la lista de desempleados. Ese es el modelo habitual de intervención rehabilitadora que se practica hoy en los centros hoteleros canarios.  Estas cosas en el Ritz no pasan…

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Las cuentas de la lechera prestamista

El presidente Paulino Rivero ha insistido de nuevo, en su visita litúrgica a la World Travel Market, que las empresas hoteleras de Canarias recibirá de manera inminente unos 1.000 millones de euros (mil millones de euros nada menos) en créditos de las principales entidades bancarias españolas. Hace ya cerca de dos meses que Rivero se hizo una postinuda foto en un carísimo hotel madrileño con grandes directivos de la banca española y representantes de los empresarios turísticos de (en) las islas y todavía los unicornios dorados no se pasean por hoteles y apartamentos. Ciertamente se han firmado acuerdos – el principal, con el Banco de Santander – para la concesión de créditos. Pero el Banco de Santander –como cualquier otro banco – no suelta la pasta, sobre todo en estos tiempos, sin tener bien atado un retorno sustancioso. ¿Qué ha ocurrido? Simplemente se ha firmado un contrato subsidiario.
El pasado mes de julio el Banco Europeo de Inversiones concedió al Gobierno regional un crédito de 100 millones de euros: ese es, realmente, la plataforma financiera que sustenta las ilusiones de Rivero. La Consejería de Economía y Hacienda canaliza e instrumentaliza este préstamo a través de convenios con los bancos. El Gobierno se convierte, así, al menos parcialmente, en el garante de toda esta ingeniería financiera. Cada banco se comprometerá a aportar el doble de lo asignado por el BEI a cada proyecto – que no son necesariamente proyectos de rehabilitación o reforma de planta alojativa: un detalle menor del que no ha informado nadie desde el Ejecutivo –y de ahí, en un cálculo aproximado, don Paulino discurre que los 100 millones del Banco Europeo de Inversiones pueden transformarse en 1.000 millones de euros en su totalidad. Obviamente el Gobierno deberá pagar el crédito en tiempo y forma de la entidad europea y los endeudados grandes hoteles de cuatro y cinco estrellas deberán apechugar con el suyo (el máximo permitido, en el caso del acuerdo suscrito con el Santander, era de 12,5 millones de euros por proyecto).  Al menos el Gobierno debería aclarar estas tres cosas: a) Se trata de créditos que pagará parcialmente el contribuyente canario: desde un punto de vista financiero nuestro bolsillo garantiza estos préstamos; b) Los créditos no están ni estarán definitivamente dirigidos al sector turístico; c) Esto no es, ni de lejos, una normalización del crédito a familias y pymes, sino una operación excepcional y no repetible que además, muy probablemente, no convenza a muchos empresarios y autónomos en dificultades.

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