Santiago Negrín

La dimisión de Santiago Negrín

Yo recuerdo que las tres cuartas partes de los pibes ambiciosos de mi generación anhelaban, en brazos de una pasión sicalíptica, ser directores de la televisión autonómica. No saber absolutamente nada de televisión no se les antojaba un impedimento. Todos lo ansiaban: los vocingleros y lo muditos, los listos y los tontos, los guapos y los petudos. Como todos los deseos humanos tenía algo misterioso. Porque ser director de la tele canaria no era un pasaporte para la gloria, sino un ticket para retirar el coche del parque y salir corriendo, si es que antes no te habían pinchado las ruedas. Ahora todo el mundo, por supuesto, advierte que es un escándalo que ni siquiera los servicios informativos del canal autonómico sean de producción pública. Durante cerca de veinte años no escuché jamás un comentario al respecto ni a izquierda ni a derecha aunque, por supuesto, las acusaciones de parcialidad política, a menudo no injustificadas, llovían casi todos los días.  Pero solo cuando el sistema interno de la televisión pública se rompió — cuando la ambición empresarial acabó con todo y una estúpida reforma legal intentó un compromiso imposible entre gestión privada y control parlamentario – se comenzó a hablar del modelo de gestión. Esta escandalosa melancolía estaba destinada a fracasar necesariamente. Ninguna empresa o pool empresarial está dispuesto a renunciar a la vía judicial si cree que así puede defender sus legítimos intereses. Más de 144 millones de euros no se abandonan con una sonrisa deportiva. No sé que pensaban los que pusieron en marcha este quilombo infernal a finales del siglo pasado. Lo cierto es que, paralelamente, y después de unos años programáticamente aceptables, la televisión autonómica incumplió casi escrupulosamente los mandatos fundacionales que le dotaban de sentido social y cultural. Tampoco recuerdo muchas críticas políticas sobre esto.
Santiago Negrín ha dimitido ayer como presidente del Consejo Rector de la RTVC: el lunes el juzgado de lo Contencioso Administrativo número 1 de Santa Cruz de Tenerife emitió un auto que establece que Negrín no es competente ni para aprobar los pliegos de condiciones del concurso público declarado desieto en marzo, ni para abrir el negociado abierto que ganó Videoreport ni para firmar su adjudicación. Un agregado sabroso: el juez también aceptó el desestimiento de Videoreport Canaria contra el proceso negociado sin publicidad. Porque el procedimiento negociado abierto era una indecencia indescriptible, salvo si lo ganas, por supuesto. Santiago Negrín, que había actuado en conformidad con otros informes jurídicos, ya había advertido que el procedimiento negociado se abría y se fallaría ad cautelam, es decir, sujetando su efectividad a lo que decidiera la autoridad judicial. Lo hizo así para evitar que la tele quedara en negro: no podía concederse una nueva prórroga Yo creo, sinceramente, que Negrín estaba harto, cansado, al límite de su aguante. Su predecesor – que está procesado por los tribunales — no soportó ni la mitad de obscena mierda inclemente que han arrojado sobre él durante tres años dirigentes políticos, periodistas y mamporreros con dos objetivos interrelacionados: ganar el concurso y desgastar al Gobierno. Ustedes no pierden medio minuto en decidirse a destruir personal y profesionalmente a un hombre. Y con cerca de 700 compañeros –entre empleos directos e indirectos– colgando ahora de la nada y a punto de caer en el paro. No, no digo que sean ustedes los únicos responsables. Pero sin su miserable concurso – enmascarando obscenamente de virtud periodística lo que solo era sórdida obsesión por los billetes — no hubiera sido posible.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Escepticismo palcolor

Los hermosos tiempos en los que los lectores no sabían localizar al articulista han desaparecido para siempre. Unos y otros participamos en las redes sociales y ahí terminamos por encontrarnos más allá (o más acá) del artículo del día. Sólo la mayoría de los venerables ancianos de la profesión – los que siguen labrando con su verbo florido, irónico y siempre desinteresado las ondas radiofónicas y los diarios de papel – no se asoman por las redes. No les interesan: están demasiado ocupados en las pequeñas o supremas conspiraciones, de las que las columnas son meras excrecencias, para ser o lucir como los artríticos reyes del mambo interminable. Que les aproveche, aunque el precio a pagar por todos es que sigan pudriendo esta profesión. Algún día alguien estudiará a esta primorosa generación que transformó el periodismo isleño en un ingenioso muladar donde instalaron su cinismo de garrafón o su sórdida hipocresía egomaníaca. En fin, lo que me han preguntado algunos lectores es si no me interesan los cambios en la RTVC, la marcha de Willy García, el nombramiento de Santiago Negrín. “¿Usted no escribe nada de eso?”, me apunta incluso algún indignado, porque ya se sabe que actualmente solo mereces existir si estás indignado.
Pues no, no me interesa mucho.
Mi desinterés parte de un profundo escepticismo. La nueva ley que regula la RTVC se hizo aprisa y corriendo en el último tramo de legislatura porque el presidente Paulino Rivero – magnífico ajedrecista del poder, aunque lo suyo sea el envido y la petanca – no quería correr el riesgo de perder a su mejor escudero político – el propio Willy García – antes de tiempo si no conseguía que CC lo designase por tercera vez candidato a la Presidencia del Gobierno autonómico. A finales del pasado año dos diputados – porque fueron solo dos – zurcieron el texto legal tomando básicamente como bienaventurado modelo la derogada ley de Televisión Española en vigor durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. Ha sido un disparate: la ley de Rodríguez Zapatero estaba diseñada para una televisión pública, mientras que la televisión autonómica responde a un modelo mixto con participación privada, en la que una productora proporciona bajo contrato contenidos no informativos. Todas las cautelas de la normativa para impedir la presencia de intereses y simpatías privadas en el denominado Consejo Rector se han burlado más o menos delicadamente: ya resulta un tanto raruno que algunos de los consejeros prefieran vender sus acciones o romper contratos a cambio de un cargo sin remuneración. Y a las tensiones entre los entrecruzados intereses políticos y empresariales se sumará la denuncia de los nuevos partidos en la Cámara regional, que no dejarán de observar, justificadamente, que tanto el Consejo Rector como su presidente han sido nombrados en una legislatura finiquitada que apuraba sus últimas semanas de vida. Desear mucha suerte a los nuevos responsables de la RTVC es un tanto ambigüo, sinceramente. ¿Mucha suerte, para qué?

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?