televisión pública

Las puertas del cielo

Una de las pasiones más incompresibles entre los periodistas isleños es el sueño de convertirse en director general de la radiotelevisión autonómica. Convendrán conmigo que, como suprema aspiración, resulta más bien extraña, y para contrastarlo basta con repasar la trayectoria profesional posterior de los que habitaron ese Empíreo, que no digo que esté mal, que conste, pero que tampoco ha resultado precisamente un ascenso ininterrumpido hacia la gloria cenital. Se buscan la vida como buenamente pueden y en algunos casos han aprendido entre asperezas a distinguir entre las lentejas y las lentejuelas. Y sin embargo en la mitología peatonal del oficio se sigue afirmando que muchos periodistas canarios venderían a su madre (si no lo hubieran hecho ya) por dirigir la televisión pública.
–Madre, que necesito cortarte la cabeza y ponerla en una fuente de frutas escarchadas para dirigir la televisión autonómica…
— ¿No te vale con que me tiña el pelo de azul?
— No. A ver ese pescuezo…Mujer, que con ese pescuezo no consigo ni la mayoría absoluta de la Cámara
Supuestamente mañana viernes se presentarán en el Parlamento la lista de los miembros del Consejo Rector de la Radiotelevisión Canaria, organismo creado en la nueva ley que regula el ente público, y cuyo presidente asumirá, finalmente, la Dirección General de la Cosa. La flamante normativa, aprobada en el penúltimo suspiro de la legislatura, representa la voluntad de las principales fuerzas políticas (CC, PP y PSOE) de escenificar barrocamente una televisión pública plural, abierta y participativa. A tal fin, por ejemplo, han trufado de tantas incompatibilidades la figura de los consejeros que solo pueden optar razonablemente a tal condición los jubilados, los desempleados y los muertos, pero les aseguro que los muertos, los desempleados o los jubilados que serán examinados y votados por sus señorías han sido ya negociados y consensuados por coalicioneros, conservadores y socialistas. Pero lo importante no es eso. Lo importante no es cumplir formalmente con las disposiciones de una ley que mimetiza con fárrago leguleyo y pompa dramática la que rigió los destinos de la Televisión Española en la etapa presidencial de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo realmente descollante es que este consejo rector – y a la postre el inminente director general – será elegido por un parlamento que agota los últimos meses de la legislatura, al borde mismo de la campaña preelectoral, y sobre todo, que en este tránsito brilla por su escandalosa ausencia un debate sereno y riguroso sobre el modelo de televisión pública que necesita este país cuando RTVC cumple, precisamente, veinte años de emisión. Un debate sobre los errores cometidos, las perversiones acumuladas, las paparruchadas fomentadas, los despilfarros tolerados, las inepcias y desvergüenzas jaleados o la marrullería como compromiso profesional y estética palcolor. Ni una palabra al respecto, por supuesto. Pibes y pibas prometedores, córtenles el cuello, con el borde de un folio con tres firmas, a sus santas madres, después de que las viejitas disfruten por última vez, por supuesto, de En clave de Ja.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Televisión pública

El Gobierno de Andonis Samarás ha cerrado la radiotelevisión pública griega a través de un decreto de dudosa legalidad y que no comparten sus socios del gabinete ministerial. Salió un hediondo trajeado por las pantallas para decir que pocas horas más tarde se clausuraban los canales de radio y televisión. El portavoz gubernamental adoptó un tono de irritación moral que es muy frecuente entre los canallas más aventajados. Explicó que la plantilla laboral de la ERT era excesiva (unos 2.700 trabajadores) el despilfarro escandaloso y la gestión negligente y caótica. Sin duda en beneficio de la brevedad omitió que el aumento desproporcionado de la plantilla laboral y la gestión calamitosa de la ERT en el último cuarto de siglo son responsabilidad exclusiva de los gobiernos conservadores y socialdemócratas que se han sucedido en Grecia, no de los periodistas, los técnicos o los administrativos de la cadena. Como se sabe la troika había pedido las cabezas de varios miles de funcionarios a cambio de nuevos préstamos. A Samarás le ha fallado – entre otras razones, porque es un rematado necio – la venta de la empresa pública griega de  gas natural  al consorcio ruso Grazpom y ha hundido el buche en la televisión pública para poner en la calle a un mínimo de 2.000 profesionales.
Hace algunas semanas José Manuel Soria apuntó, refiriéndose a la televisión autonómica canaria, a una dramática alternativa: o se prefiere mantener el canal regional o se opta por alimentar a los niños isleños malnutridos. Sinceramente no sé qué resulta más miserablemente vomitivo en este aserto, si la demagogia crapulosa del ministro de Energía o la consideración implícita de que en esta famélica situación el señor Soria y el Gobierno del que forma parte no tienen ninguna responsabilidad.  La televisión autonómica canaria –como cualquier televisión pública – no puede reducirse valorativamente  a un agujero financiero. Su coste presupuestario es muy inferior a la media del país y representa 30 millones de euros en el presente ejercicio. Supone un nicho de trabajo directo o indirecto para varios cientos de personas y contribuye (o debería contribuir) a dinamizar la esclerótica industria audiovisual del archipiélago. Cuando el PP gobernó en Canarias no dudaron en atornillar en su dirección a varios tiralevitas que se dedicaron básicamente a cobrar. Otra cosa es cómo se gestionen sus contenidos. Porque francamente, en los últimos años, y tal y como señala inmejorablemente mi  amigo Calandraca, sus noticiarios son una suerte de magacín de curiosidades cuidadosamente seleccionadas para eludir cualquier atisbo de información, con Paulino Rivero interpretando el papel del león de la Metro mañana, tarde y noche. Y cuando ruge entre chácaras ya sabemos que él está ahí para evitar que nos invadan las malas noticias.

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