Tindayeando

Después del grotesco y purulento escándalo que se núcleo en el proyecto de Eduardo Chillida en Montaña Tindaya – indescriptible opera bufa que incluía un Gobierno de CC investigando al anterior Gobierno de CC, una comisión parlamentaria que parió un dictamen de condena política que decayó en la Cámara gracias al voto traidor de cuatro diputados del PP, un conjunto de acciones judiciales no precisamente baratas que, entre grandes aullidos, concluyeron en nada — el presidente Paulino Rivero se hace carne en Euzkadi y se fotografía con los deudos del escultor fallecido para anunciar la firma de un documento y la reactivación del proyecto, y suenan fanfarrias y estallan sonrisas porque pronto Fuerteventura dispondrá de una excepcional obra de arte que servirá de reclamo turístico y motivo de orgullo universal para todos los canarios, amén. ¿Alguna duda? Ninguna. El mismo presidente del Cabildo Insular de Fuerteventura, Mario Cabrera, espetó que el 100% de los majoreros estaba a favor del proyecto monumental, y aun fue comedido el dirigente asambleario, porque no habló en nombre de cabras y baifos, entre los cuales, previsiblemente, la unanimidad es igualmente absoluta. De la misma manera que los seres humanos necesitan echar de vez en cuando una cana al aire, los baifos y las cabras llevan una vida más resignada si saben que cuentan con un agujero por donde desrriscarse.
Como no han aprendido absolutamente nada del pasado, como el pasado es, en realidad, una floresta donde ocultarse y no una lección para aprender, aquí se vuelve a tindayear sin tino y sin seso, y la recuperación de este deporte monumental coincide, por pura casualidad, con las inminentes elecciones autonómicas y locales. El contenido del susodicho documento firmado por el Gobierno regional y la familia de Chillida solo lo conocen la familia de Chillida y el Gobierno regional. Se desconoce igualmente cómo el Ejecutivo orillará la protección normativa que resguarda el importante patrimonio arqueológico de Tindaya y cómo podrá desarrollar las expropiaciones de rigor que todavía quedan por hacer. Pero, sobre todo, es enigmática la convicción gubernamental de que, en la actual coyuntura económica, una empresa privada afrontará los costes del proyecto (bastante superiores a los 75 millones de euros que se rumorean) a cambio de la explotación comercial del monumento (traquita y venta de entradas). En realidad, por desconocer, se desconoce todo, porque Tindaya, antes que un sueño repleto de luz, es un agujero negro que absorbe cualquier rigor, cualquier sensatez, cualquier sensibilidad democrática y patrimonial.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 1 comentario

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