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Lo sorprendente no es que Ignacio González Santiago y sus conmilitones pacten con el PP una alianza electoral para las próximas elecciones generales. Lo adacadabrante es que Coalición Canaria pactara un acuerdo electoral con el CCN para concurrir a las elecciones autonómicas y locales del pasado mayo.  Porque, en la pasada primavera, el Centro Canario de Nacho se encontraba en una situación preagónica, política y financieramente. Solo la radiante estupidez de los coalicioneros ha permitido a González Santiago disponer de nuevo de un nada despreciable capital político, particularmente jugoso en el Cabildo de Gran Canaria: en la lista de  CC resultó elegido un consejero del CCN, y José Miguel Bravo de Laguna se quedó a un consejero, precisamente, de la mayoría absoluta.

Hace tiempo alguna luminaria estableció que Ignacio González había cambiado mucho desde los tiempos en los que Javier Arenas y José Manuel Soria le obligaron a abandonar ominosamente el PP. En realidad no ha cambiado absolutamente nada. Su concepción de la política ha sido y es, justamente, la de un casino abierto al mejor postor, y si abandonase esa convicción visceral, tan compleja y refinada como el mecanismo de un botijo o el juego de un trilero, sencillamente, no existiría. González Santiago es un condotiero de sí mismo y su organización una entidad de auxilios mutuos y no un partido político. Por eso mismo resulta irrelevante que el supuesto líder centrista – su figura se corresponde, más bien, a la teratológica combinación entre un consejero delegado y un prestamista – se contradiga continua y despreocupadamente, y pase de presentarse como celestina de la unificación del nacionalismo canario a llegar a acuerdos electorales con el PP, sin olvidar su sentida declaración a favor de la independencia de Canarias como objetivo estratégico irrenunciable. Da un poco lo mismo. Lo fundamental, para los nachistas, es seguir contando con cartas para continuar en el juego. González Santiago es un pésimo jugador, pero nadie ignora que el peor jugador, después de dos o tres momentos de fortuna, se cree aproximadamente invencible. Estuvo a punto de decirle que sí a Soria para investirlo como presidente del Gobierno regional, pero se quedó solo: no se atrevió, y en cambio exigió cuotas importantes de poder en el Ejecutivo, y las obtuvo. Si los dirigentes de CC no lo expulsan del grupo parlamentario y rompen cualquier alianza con el CCN estarán sometidos al chantaje chalaneador y chafarmeja de un monstruito que han creado (para variar) ellos mismos.

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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