Turismo

El paraíso FITUR

He visto  a algún que otro político añadir un comentario asombroso a las fotos que se ha sacado en FITUR: “Defendiendo a Canarias”. ¿De verdad? ¿Ahí también? Esto parece ya un torneo medieval en el que, más que defender a la bella Canarias, se defiende el honor de sus propietarios. Me chismorrean que la Feria Internacional de Turismo está en esta edición, una vez superado el covid y eliminadas las penúltimas medidas higiénico-contagiosas, más concurrida que nunca. Casi como en los viejos tiempos, en esos locos finales de los noventa y principios del nuevo siglo, cuando si no habías visitado FITUR para no hacer nada, no eras nada. Según la tradición oral FITUR alcanzó una síntesis perfecta entre Sodoma, Gomorra, Casa La Húngara y las madrugadas de Calígula: cenas pantagruélicas, barras libérrimas, saunas curbelianas, fiestas públicas y privadas, gente que anunciaba su alojamiento en un hotel y desaparecía en otro durante tres días, súbitas morenazas y morenazos que aparecían de repente y te acariciaban el cogote, políticos panzudos entrevistando a periodistas esbeltas, lluvias nevadas y doradas, tremolar de banderas, focos, musicona, miles de canapés y copas de cava expandiendo  el universo. En la única ocasión que asistí – eran cuando los dinosaurios gobernaban la tierra y Juan Carlos Becerra  la Consejería de Turismo – el Gobierno autonómico incluso había pagado — se hizo durante bastantes años – lo que llamaban Fiesta Canaria en Madrid. Alguien me arrastró a ese aquelarre que se celebraba en algún hotel de lujo de la villa y Corte: bailó una comparsa, cantó alguna vieja gloria dentuda,  inolvidable y ya olvidada, un grupo folklórico cayó como en paracaídas sobre el escenario…El horror completo. Sin embargo, lo más intranquilizador fue la presencia de famosetes de medio pelo que iban y venían con una copa en la mano – a veces con una copa en cada mano – saludándose entre ellos porque, evidentemente, no conocían a nadie más. Con señalar que la más conocida de las groupies era Paula Vázquez, una piba gallega de piernas larguísimas que presentaba concursos oligofrénicos en la tele está todo más o menos dicho.

¿Para qué se gastaba un océano de perras en estas sandeces?  Casi todos los asistentes eran canarios que, para ser sinceros, ya llegaban bastante empedusados desde la sede de Fitur. Y la mayor parte de los canarios eran políticos acompañados por sus cortes: el jefe del Gobierno, su staff presidencial y varios consejeros, presidentes de cabildo, alcaldes, concejales, responsables de patronatos y sociedades públicas turísticas, asesores variopintos. Luego esos políticos invitaban o contrataban  — lo mismo que invitan o contratan hoy – a medios de comunicación isleños para detallarles que Canarias era una potencia turística mundial, que jamás habían venido tantos turistas, que todo era cacao maravillao y que los actos del gobierno, del cabildo o del ayuntamiento habían obtenido un seguimiento extraordinario, es más, el stand de Canarias, que había costado decenas de miles de euros, había obtenido el primer premio al stand más bueno, bonito y barato de Fitur. Todo era, en definitiva, un carísimo ejercicio onanista por la que una feria internacional de turismo se rentabilizaba para la proyección publicitaria de los responsables políticos en la comunidad y en las islas. Un juego de espejos entre canarios y, sobre todo, para canarios victoriosos y toletes.

Porque lo más asombroso de esto es que el Gobierno y el resto de las administraciones públicas canarias les pagaran la promoción de los destinos turísticos del archipiélago a las empresas que año tras año aumentaban sus ingresos. Y aun lo hacen. ¿Cuántos millones de turistas deben venir a las islas para que las empresas turísticas se paguen íntegramente su promoción nacional o internacional? ¿Veinte millones? ¿Treinta? ¿Cuarenta? ¿Y cuándo nos hayamos hundidos bajo ese peso turístico seguiremos pagando desde el fondo del mar los stand, fiestas y canapés de Fitur?      

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Realismo mágico

Gustavo Santana, actual viceconsejero de Empleo del Gobierno de Canarias y dirigente de la UGT durante bastantes años, sabe perfectamente interpretar a su conveniencia – es decir, a la de su gabinete –las cifras del paro en Canarias. Por eso es capaz de informar con una sonrisa que en octubre se produjo una disminución del desempleo del 0,4% respecto a septiembre. Un 0,4% de desempleo significa concretamente 757 personas. Para ponerle contexto a la cifra debe recordarse que octubre ya es temporada alta turística: el invierno de los placeres low cost de cientos de miles de británicos, alemanes y nórdicos que llegan a las ínsulas. No, no es un guarismo muy esperanzador, por lo que Santana se aferra a la comparativa interanual. Si se hace así, con buena letra sindicalista, te sale que tanto en paro como en afiliaciones de la Seguridad Social Canarias duplicó la media del crecimiento español entre octubre de 2021 y octubre de 2022. Prodigioso.

Me imagino que formo parte de una minoría, pero a mí esas métricas y comparativas se me antojan indecentes, cuando no directamente vomitivas. Es una técnica que utiliza habitualmente el Ejecutivo casi desde que se levantó el estado de alarma por la pandemia en 2020. Si el empleo ha crecido a un ritmo más intenso en Canarias que en la Península o incluso en Baleares en los últimos dos años (esto hay que repetirlo por agotador que resulte) es porque en nuestras islas se perdieron más puestos de trabajo y el tejido empresarial se vio más quebrantado. El agujero del que estamos saliendo era más profundo. La media de la población activa sin trabajo en el terrorífico 2020 fue en Madrid del 13,5% y en Baleares del 17,3%. En Canarias prácticamente llegamos entonces al 25,3%. Ahora mismo nuestro desempleo está muy próximo al 17,8%, es decir, superior al de Madrid o Baleares en sus peores momentos pandémicos. Que el Gobierno autónomo nos trate sistemáticamente como oligofrénicos, haciendo pasar por un salutífero crecimiento económico lo que es una esforzada recuperación –aun no plenamente conseguida — ya ni siquiera indigna, solo agota. Se refiera al descenso del desempleo o al incremento del Producto Interior Bruto.

En el espacio laboral canario, por lo demás, se entrecruzan nuevos y viejos problemas. El turismo y su efecto tractor en el comercio y los servicios era antes la solución a los problemas de crecimiento y la demanda del empleo; ahora comienza a ser simultáneamente la solución y el problema. Aunque todo es por el momento una hipótesis, puede que  se estén ofreciendo puestos de trabajo que, a pesar de ese escandaloso 17,8%, no se estén cubriendo. Un viejo chiste explicaba que ser rico era cada vez más caro; hoy puede decirse que trabajar en la industria turística o en las actividades que orbitan a su alrededor cuesta mucho dinero: sueldos muy limitados y alquileres, transporte y cesta de la compra al alza, y no solo por la inflación, sino por el mismo efecto encarecedor de una actividad turística desaforada sostenida durante décadas. Seguramente el viceconsejero Santana conoce un rumor al que se da pábulo, pero que nadie termina de creerse: empresarios hoteleros fletando aviones para traer de la Península a cientos de migrantes dispuestos a trabajar por lo que les pagarán y a abonar los alquileres y la comida enlatada por lo que les pedirán. Algo perfectamente legal y que ya se ha practicado antes para la plena operatividad de algunos hoteles del sur de Tenerife, de Gran Canaria o de Fuerteventura.  Al Gobierno no le intranquiliza muchos estos y otros fenómenos laborales. Que vengan más millones de turistas y habrá más empleo. Y si no que lo cuente Gustavo Santana en unos comunicados de prensa que están resucitando hermosamente el realismo fantástico como método narrativo.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Turismo año cero

Más tarde o más temprano los efectos destructivos de la masificación turística de Canarias (terminaremos este año con catorce millones y medio de visitantes entre vivas incesantes del Gobierno) comenzarían a contradecir (si no a destruir) sus indudables efectos positivos. Siempre ha sido el turismo nuestro Jano Bifronte: dios de los comienzos y los finales, de las entradas y las salidas, del amanecer y del  crepúsculo. Las externalidades negativas de la dinámica económica generada por el turismo se han multiplicado e intensificado mientras avanzaba el siglo, pero a las mismas nadie – ni los hoteleros, ni los agentes turísticos ni las administraciones públicas – le ha prestado la debida atención. Lo que intenta cada empresa que se integra en la cadena de valor es crecer cuanto más rápidamente mejor. La ceguera ha sido absoluta. La única política turística por parte del Gobierno ha consistido en gastar un potosí en promoción turística  — asombrosamente son los poderes públicos los que asumen económicamente y con un apoyo político jacarandoso la propaganda de los negocios privados — y en la mejora de la conectividad aérea de las islas.

Baleares cerró el año 2019 con casi dieciséis millones y medio de turistas y destinó en ese ejercicio poco más de seis millones de euros en promoción. Para el próximo año los presupuestos generales de Canarias reservan más de 21 millones de euros para la promoción turística del archipiélago. La consejera Yaiza Castilla ha salido a garrapiñar hasta la última raspa de turista vivo y ha lanzado una campaña delirante en pos de ese animal mitológico llamado nómada digital, capaz de crear con una veintena de colegas con los que se pueda encontrar casualmente en La Gomera o Fuerteventura todo un ecosistema de I+D+i en medio año. El principal partido del Gobierno – el PSOE –accedió al poder desprovisto de cualquier reflexión estratégica sobre el que la actividad que representa –junto a la administración autonómica – el principal motor económico del país. Nada de nada. La hecatombe del covid acabó con cualquier tentación de inteligencia crítica. Hoy ni en el PSOE ni en el Gobierno  se reflexiona ni se debate sobre los efectos perversos del turismo y los límites de la capacidad de carga de un territorio reducido, fragmentado y altamente ocupado. Pero la responsabilidad se extiende a todos los partidos políticos con responsabilidades de Gobierno en la Comunidad, los cabildos y los ayuntamientos.

Como han señalado los economistas, las externalidades dañinas del turismo “no se incluyen en el precio de los productos ni se capturan en las ganancias de la empresa turística”. Los costos de sus efectos perniciosos los sufre la población local.  Recientemente el presidente de la patronal hotelera, Jorge Marichal, mostraba su alarma porque sus asociados no conseguían cubrir cientos de puestos de trabajo en sus establecimientos. No es una elección voluntaria.  Simplemente ya es casi imposible marchar a los sures turísticos a trabajar y menos aún a construir un proyecto vital o profesional. La propia actividad turística ha estimulado directamente el incremento del precio de la vivienda (bastante) y de los alquilares (de manera delirante) y los costes de la alimentación y del transporte, empujando incluso procesos de gentrificación en varios núcleos turísticos.  La subida de la inflación exógena ha hecho el resto. Vivir ahora con mil euros mensuales es algo similar a un milagro en las zonas turísticas isleñas, cuyo estrepitoso crecimiento demográfico no ha sido suficiente criterio para diseñar un urbanismo soportable, construir viviendas públicas, levantar centros hospitalarios, prever centros sociosanitarios. Incluso una modesta ecotasa se toma como una herejía. La buena salud del turismo está empezando a dejar de ser la nuestra.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Ecotasa sí, pero no (o viceversa)

Estoy entre los que apoyan una tasa turística (llámalo así, llámalo ecotasa) en las islas. No ahora, no, sino desde hace bastante tiempo, cuando todavía la señora Noemí Santana jugaba a las muñecas empoderadas. Mi escueto razonamiento no solo era ecológico, medioambientalista o resilente, sino de carácter redistributivo. Aunque con algunos antecedentes, el turismo  de masas se entendió en Canarias cada vez más velozmente en el último tercio del pasado siglo sobre ventajas naturales y climatológicas comparativas a partir de empresas extranjeras y turoperadores, y creció y creció reclutando a miles de trabajadores en hoteles y en la construcción y fortaleciendo un sabroso negocio inmobiliario. En realidad el turismo en las islas vive en combate perpetuo contra su propio modelo desde hace cerca de veinte años, cuando dejó de ser un negocio fácil y con amplios márgenes de beneficio (clientes durante todo el año, salarios bajos, mínima reinversión en rehabilitación y mejora de las dotaciones turísticas) y se asomó al abismo de su envejecimiento prematuro. Se sigue ganando mucho dinero, pero mucho menos dinero que antes, aunque el efecto económico transversal de la industria turística continúa demostrando energía. El turismo sigue dinamizando la economía y junto a la oferta de empleo público es el mayor creador de puestos de trabajo en el último año y medio. Desde luego que los empresarios hoteleros ya pagan sus impuestos, pero la tasa turística supondría una aportación más – poco dolorosa para el hotelero pero muy beneficiosa para la ciudadanía – a favor de la redistribución tributaria de los ingresos turísticos.

Es imposible conocer con seguridad de cuanta pasta podría tratarse. He leído cifras muy distinta – desde los 90 hasta los 300 millones de euros anuales– y es imposible alcanzar un consenso al respecto. Otra discusión, mucho más sencilla, se centra en el destino del gasto de lo recaudado. Es un poco absurdo. Ya que el turismo influye en casi cualquier aspecto económico, social y medioambiental de Canarias cualquier objetivo sería compatible; por ejemplo, asignar lo recaudado a potenciar y abaratar más aun el transporte público (guaguas y tranvías). Cabe recordar que el Ejecutivo regional, en los últimos treinta años, ha gastado cantidades ingentes tanto en la promoción turística como en la rehabilitación de infraestructuras.

En el pleno parlamentario de ayer el presidente Ángel Víctor Torres se vió obligado a responder una pregunta sobre la tasa turística. ¿Le gusta la idea al presidente? ¿Qué le parece la insistencia de Podemos, su socio gubernamental,  sobre este asunto en las últimas semanas? Torres, que es un orador poco inspirado pero astuto, demostró una vez más que tiene respuesta para todo, y si no la tiene, se las inventa. El presidente suele responder con cucuruchos de helado destinados a derretirse enseguida, pero cuando se licuan ya ha acabado el pleno. Vino a responder que, en efecto, en uno de los parágrafos del pacto de gobierno que firmaron el PSOE, Nueva Canarias, Podemos y los alegres colombinos en junio de 2019 figura crear una comisión para estudiar la viabilidad de una ecotasa. Y un poco cómicamente Torres explicó que, en efecto, estudiarían la tasa turística concienzudamente y con la voluntad de llegar a un acuerdo entre todos. ¿Qué por qué no se debatió tal asunto al principio de la legislatura? Bueno, ahí empieza la enésima enumeración de las desgracias: una pandemia, el cero turístico, Thomas Cook, un volcán, una guerra. Dicho más claramente: no se establecerá una ecotasa turística en esta legislatura. Pero Santana aplaudió la respuesta del presidente y eso es precisamente lo que cuenta.

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Las manos que mueven la cuna

Va a ser difícil parar la voraz agresión que para el puertito de Adeje y zonas aledañas supondrá el proyecto de inversores belgas que pretende erigir villas residenciales, un hotel de lujo, piscinas naturales, restaurantes macrobióticos, clubes exclusivos donde te sirven las bebidas con cubitos de hielo tallados con tu nombre y apellidos, babilónicas zonas verdes y un spa como fuente de eterna juventud. Han bautizado este paraíso para ricos y ricachos como Cuna del Alma porque la cursilería y la guarrería siempre están abrazadas. Lo cierto es que todo esto empezó a moverse hace siete u ocho años bajo la complaciente y muy activa tutela del ayuntamiento de Adeje y hace pocas semanas fue presentado en una ceremonia muy chill out, con la patriarcal presencia de José Miguel Rodríguez Fraga, quien con su habitual humildad se negó a poner la primera piedra, traspasando el honor a Berta Pérez, vicepresidenta del Cabildo de Tenerife, política sobrevenida que no se entera absolutamente de nada: ni falta que le hace. Seguro que todo el proceso está basado en expedientes impolutos y en informes técnicos irreprochables, y si existe algún reproche ya se encargará de subsanarlo una legión de abogados de mil euros la hora por corbata a plena satisfacción de las partes.

Esto va a costar mucho pararlo porque Rodríguez Fraga es una pieza singularmente relevante en el ecosistema del PSOE canario, más allá de su actual condición (casi simbólica) de presidente del partido.  En los últimos cuarenta años los alcaldes socialistas, en España y en Canarias, han participado activamente en la feroz explotación turística de las costas, frangollando un urbanismo tramposo, dislocador, gentrificador e invivible, un urbanismo cuatrero y al dictado, consagrando el cemento, los campos de golf y las piscinas como signos de prosperidad, y en no pocos casos, protagonizando o tolerando una corrupción galopante. Que el PSOE ahora proclame un corazón verde que te quiero verde, como si no tuviera responsabilidades directas en la turistificación destructiva de las costas canarias es de un cinismo apabullante. Rodríguez Fraga es la mano que mueve la cuna y va a emplearse a fondo para que no sea interrumpida una inversión de 350 millones de euros sobre 437.000 metros cuadrados. Moverá sus influencias en la dirección del PSOE canario, en la dirección nacional del PSOE, en el propio Gobierno autónomo y en el grupo parlamentario. Y pedirá apoyo de organizaciones empresariales y del comercio local. Por el momento nadie ha escuchado una palabra crítica o simplemente interesada del presidente Ángel Víctor Torres. Evitará pronunciarse todo el tiempo que pueda. Hasta que se le ocurra algo. O no.

Esto va a costar mucho pararlo porque los promotores e inversores de esa dulce salvajada no están dispuestos a perder unas plusvalías previsiblemente fabulosas. Disponen de suficientes recursos y de unas administraciones públicas muy colaboradoras y de dinero contante y sonante para sumarse a los esfuerzos propagandísticos (ya en marcha) del ayuntamiento adejero.

Esto va a costar mucho pararlo porque incluye intereses de gente de tronío. Para empezar los de una decena de arquitectos con sede en Tenerife, algunos muy conocidos, pero también porque entre los socios minoritarios del proyecto figura el grupo Compañía de las Islas Occidentales, compañía de capital canario controlada por la familia Zamorano, una organización solvente y exitosa que goza, igualmente, de excelentes relaciones en todas las esferas políticas, empresariales y administrativas de la isla de Tenerife.

Esto –no sé si lo he dicho antes — va a costar mucho pararlo.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?