Charloteo y escucha

Los presidentes de gobiernos democráticos no montan “encuentros ciudadanos” en la sede de la jefatura del Gobierno y financiando la ocurrencia con dinero público. En el ámbito de las democracias representativas para conocer la opinión de los ciudadanos los gobiernos disponen de un conjunto de instrumentos – en España, por ejemplo, el Centro de Investigaciones Sociológicas, entre otros – que monitorean, sistematizan y analizan datos de todo tipo sobre preferencias, críticas, rechazos, preocupaciones de los ciudadanos. Los mismos partidos políticos se entendías tradicionalmente no solo como herramientas para conquistar el poder político sobre la base de un programa, sino como espacios de mediación entre gobernantes y gobernados. Es grotesco llevarse a medio centenar de personas para que charloteen unos minutos en el Palacio de La Moncloa y presentar esta pantomima como un diálogo punto menos que socrático entre el presidente del Gobierno y la ciudadanía. Y lo grotesco se convierte en algo ya escandaloso cuando curiosamente una de las ciudadanas elegidas para la gloria es empleada doméstica y después de su intervención Pedro Sánchez le anuncia, acartonadamente alborozado, que precisamente el próximo Consejo de Ministros va aprobar el seguro de desempleo para las empleadas domésticas. Una gozosa casualidad que entusiasmó a todos los congregados.

Me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí. Me pregunto cómo hemos llegado a tolerar esta grosera y aviesa mamarrachada, cómo no estalla una burla universal y una advertencia seria y unánime por parte de los medios de comunicación de que ya está bien de estupideces. No consigo imaginarme a Adolfo Suárez, Felipe González o José María Aznar montando una patochada similar en La Moncloa. Por supuesto que les hubieran bombardeado a preguntas en el próximo pleno parlamentario mientras caían sobre sus cabezas titulares como granizo. Sospecho que Rodríguez Zapatero lo hubiera hecho si alguien se lo plantea y Mariano Rajoy, en cambio, no, porque a Rajoy le importa un bledo lo que piense nadie, sin excluirse a sí mismo.  En realidad (y para variar) el montaje de Sánchez y del ministro Félix Bolaños en La Moncloa es  una barraca de empatía, un guiñol de participación popular, una estampita sentimentaloide, una farsa que causa escalofríos de asco. En ese magnífico libro que tituló La democracia sentimental Arias Maldonado explica que estamos en la era en la que la realidad sentida comienza a remplazar a la realidad factual. Mucho, mucho sentimiento de los invitados al sarao, mucho sentimiento por el presidente que lucha contra las fuerzas del mal de los bancos y las grandes empresas. La otra cara de la indignación incontrolada como expresión de excelsitud  moral es el buenrrollismo empático y populachero. Entendido, pero la grosería con la que se practica este populismo por Sánchez o por Díaz Ayuso es realmente asombrosa. Ya no existe ningún límite.

Muchos encontrarán exagerado el rechazo asqueado a todo esto. Pero es que estas mentecateces no son trivialidades. Como ejercicios propagandísticos, como telerrealidad guionizada desde un Ministerio, atacan, desprestigian y carcomen no la legitimación del Gobierno, sino la del sistema democrático en su conjunto. No es sustancialmente menos grave que el hecho de que el Gobierno haya dictado en tres años 252 decretos leyes, una figura que la Constitución reserva “para casos de extraordinaria y urgente necesidad, y cuyo abuso por gobiernos anteriores se ha convertido ya en una diarrea normativa en este.  O que la momificación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, donde el PSOE comparte responsabilidades con un Partido Popular siniestro en sus manipulaciones y trapacerías. Las democracias –ya se saben –no caen con estrépito wagneriano. Lentamente se convierten en otras cosas hasta que un día ya no somos los mismos. 

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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