Entrevista con Luis Bárcenas

El señor Luis Bárcenas, extesorero del PP y exsenador –lo segundo lo hemos podido constatar fehacientemente — nos recibe una lluviosa mañana en su piso,  de cuyas paredes cuelgan admirables fotoopias de los mayores maestros del Barroco.  Bárcenas está enfundado en un batín escarlata a medida y se toma una copa de Soberano, que es cosa de hombres, un hábito sentimental residual de la época en la que todavía no cataba el alcohol con el borde afilado de una visa platino.

–Muchas gracias por concedernos esta entrevista, señor Bárcenas…

— Cabrón…

— ¿Cómo dice?

— Qué llámeme Cabrón si quiere. Es lo que menos me duele de todos los disparates y calumnias que están diciendo los medios de comunicación…

— Usted no reconoce que los 22 millones de euros que tiene en un banco de  Suiza…

— Es dinero ganado duramente, con el trabajo, con mi sacrificio, con mi esfuerzo… Este país detesta a los ricos, a los triunfadores, a los ganadores, a los que saben aprovechar las oportunidades, a los inteligentes, a los hombres de abundante pelo plateado… Manga de miserables fracasados… ¿Usted practica el esquí?

— No.

–Lo siento. Pero a su favor puedo decir que aunque sea un fracasado no parece un resentido. Mire, desayuné hace un rato. Si quiere puede llevarse las sobras cuando terminemos la entrevista. Yo me considero un humanista cristiano.

–Entonces, ¿cómo acumuló usted 22 millones de euros y por qué los tiene en Suiza?

–Suiza. Esa obsesión le delata. Si usted practicara en esquí comprendería por qué tengo el dinero en Suiza. Es un deporte vigorizante pero caro.

–Ya…

–Yo invertí mucho en arte. Compro y vendo. Mire, una vez compré en su ciudad, en el rastro de Santa Cruz, una acuarela de Bonnín por cincuenta euros y luego la vendí por 220.000. ¿Ve usted que no es tan difícil? Cien acuarelas de Bonnín, 22 millones. Si las cuentas salen enseguida.

— Ya, ya… Usted fue tesorero del Partido Popular…

— Si, hasta hace un rato.

— ¿Un rato?

— Bueno, hasta hace algún tiempo, sí. Y durante todo el periodo en el que llevé esa honrosa responsabilidad, en fin, la contabilidad se llevó cumpliendo escrupulosamente la legalidad vigente…

–¿Y los papeles que se han publicado? ¿Los reconoce usted como propios?

— Todo es un vil montaje, y espero no tener que entrar en prisión para demostrarlo con la contabilidad verdadera…

–Bueno, pero imagino que la contabilidad auténtica obrará en manos del Partido Popular…

–Aaah, pero es que son como niños. No entienden casi nada. ¿no ve usted el lío en el que están metidos? Perdiditos están sin mí.

— Entonces los llamados papeles de Bárcenas son un montaje.

— Claro. Los papeles los tengo yo. Todo lo demás son, como mucho, fotocopias de chamarilero. Volvamos al ejemplo de Bonnín. ¿Es lo mismo un Bonnín auténtico que una falsificación? Claro que no. Cualquier experto sabría distinguirlos.

— ¿Por ejemplo?

— Si no hay buganvillas, no es un Bonnín…

–Definitivamente.

–Puede usted asegurarlo. Yo tengo un olfato artístico de la hostia.

–Pero, y discúlpeme que insista, ¿se repartían o no sobres entre la dirección del PP?

— Todos los días. Sobres, bolígrafos, gomas de borrar, posit,  unos pins muy graciosos que hice con la cara de Zapatero y que decían zapatero a tus zapatos

–Me refiero a sobres con dinero…

–Uno, en un sobre, puede encontrar cualquier cosa…Yo a veces meto la mano en el bolsillo y me encuentro un billete de diez euros arrugado y a en ocasiones se lo doy a un pobre, siempre que no sea periodista…¿A usted no le pasa?

–Eeeh, no… Creo que le pasa a poca gente…

–Ya le digo, este es un país de perdedores que odia patológicamente el éxito ajeno…A quien le asquea el dinero es porque no lo tiene.

–¿Y las donaciones de grupos empresariales que incumplían los topes legalmente establecidos?

— Imagínese, por un momento, que eso figurase en la contabilidad que podría tener, hipotéticamente, en una caja fuerte subterránea bajo un retrato ecuestre de Mariano Rajoy. Bien, ¿no podría haberme equivocado al realizar el apunte? “Luis, cabrón, te doy cien, pero pon ciento veinte para que Javier Arenas me mire mejor”. A veces uno puede pagar un precio elevado por la amistad. Pero los principios no son negociables salvo, quizás, en Zurich.

–¿Por qué cree usted que el presidente Mariano Rajoy no lo cita nunca?

–Es una clave amistosa que tenemos. “Mariano”, le dije la tarde que cobré la última parte del finiquito, “no menciones mi nombre, que puede traerte problemas”. “Hombre”, me dijo, “no me digachah’s eso”. Entonces se me ocurrió. “Cuando me quieras saludar, no digas Bárcenas, dí déficit”. Y mire, funciona. Estos días, siguiendo en la tele el debate celebrado el Congreso de los Diputados, comprobé que me estuvo mandando recados en clave todo el rato. Cada vez que decía déficit, ¿lo vio?, guiñaba un poco el ojo. Hasta me emocioné y todo. Para que a uno lo llamen Cabrón.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Me pagan por esto ¿Qué opinas?

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