Estupefacción

En un programa de televisión, 59 segundos, escucho estupefacto al presidente del Gobierno autonómico recurrir de nuevo a la fantasía demográfica de la superpoblación para explicar el elevado desempleo en Canarias. Según sostiene Paulino Rivero, si el paro no desciende en las islas, pese a los magníficos resultados del sector turístico, es porque aquí llegó demasiada gente en los años dorados. Es una ocurrencia infinitamente rebatible. Para comenzar basta con revisar los registros estadísticos: el 1993, mucho antes de la invasión fantaseada por el presidente, el desempleo en Canarias era superior al 25%.  Y en los años de mayor dinamismo económico jamás se consiguió que la tasa de paro bajara del 11%.  La incapacidad de la economía canaria para mantener ocupada satisfactoriamente a su población activa está relacionada con un conjunto de factores estructurales que conforman un modelo de desarrollo económico tan atractivo como peligroso. Un pequeño, tramposo y malencarado gigante con pies de barro. Los que se domiciliaron en Canarias entre 1996 y 2006 no sustrajeron canallescamente los puestos de trabajo a los isleños: atendieron una oferta que no se cubría en las islas y que, por cierto, en términos de plusvalías y creación de empleo, radicaba más en el sector de la construcción que en el turismo. Porque fue la construcción, y no la llamada industria turística, el motor más potente del crecimiento del PIB canario en esos lustros ambiguamente prósperos que ya no volverán. Se me antoja angustioso – ya  no me alcanza el resuello para el sarcasmo o la ironía– que el presidente del Gobierno, en una situación de emergencia social y económica como la que padecemos, continúe achacando empecinadamente la lacra del desempleo a factores exógenos, a una suerte de perturbación ajena, incontrolada e invasiva que nos impide vivir en una Arcadia de gofio, nísperos y pleno empleo.

¿Y lo del plan renove para el turismo?  Soy incapaz de entenderlo. Por lo que oigo no lo entiende nadie. El presidente lo compara con la reconversión de la industria minera o naval española en los años ochenta, pero esta operación, en la que se emplearon muchos miles de millones de pesetas de la época, consistió en prejubilaciones, cierre de minas deficitarias y recolocación – bastante fallida – en otras actividades productivas. No consistía en meter dinero en las minas de carbón o en los astilleros, sino en cerrarlos. Justo lo contrario de lo que busca Rivero.

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?

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