Hambre

El pasado fin de semana muchos cientos de padres de Santa Cruz de Tenerife – probablemente varios miles en toda la isla – esperaron con cierta angustia la decisión del Gobierno autonómico de suspender o no las clases en las horas siguientes. Finalmente se confirmó la mala noticia: los colegios permanecerían cerrados durante el lunes. Estos cientos de padres de la capital tinerfeña – varios miles en toda la isla – no estaban preocupados por los efectos del temporal de viento y lluvia. El temporal no mataría a nadie. Estaban preocupados porque, en el caso de cierre escolar, sus hijos no tendrían qué comer.

En muchos barrios de Santa Cruz (pero en especial en el distrito suroeste) el único desayuno o almuerzo que toman los niños es el que le sirven en las escuelas. Hace unas horas lo denunciaban las asociaciones de vecinos y la denuncia se corresponde con espantosa precisión a la realidad. Muchos profesores están pagando bocadillos o traen una bolsa de piezas de fruta al centro. Las mismas empresas de transporte escolar hacen a menudo otro tanto. Todos de su propio bolsillo. En la capital de la isla cientos de niños comienzan a sufrir desnutrición. Se desmayan durante las clases, padecen migrañas terribles durante toda la mañana y en los últimos meses una estampa espeluznante se puede ver en muchos centros: niños y preadolescentes que, en la hora del recreo, se limitan a sentarse en unas escalones, con la mirada perdida y sonrisas exangües,  para esperar a que pasen los minutos. Están demasiado débiles para jugar, correr, saltar. Y algunos saben, sin duda, que si lo hacen el aguijón del hambre les atormentará muy poco tiempo después. No sé si todo el mundo me entiende. Es el hambre. Sentir que te roen las tripas. Quedar apenas satisfecho con un jugo diminuto y medio de choped del que se devora fieramente hasta la última migaja. Es el hambre y toda su pavorosa secuela de miserias físicas, morales y espirituales. El hambre que si se prolonga días, meses, años, solo lleva a la desesperación, la idiotez, la extinción de cualquier proyecto vital basado en la dignidad y el respeto. Aquí ya pasea el hambre por la calle y por los colegios y al que no lo quiera ver o admitir nada le será perdonado cuando llegue el momento, y el momento quizás no se exprese en las urnas. No son ustedes invulnerables, intocables o imperceptibles. Sobre todo cuando rechazan, hasta en el Parlamento, un plan de choque contra la pobreza de treinta cochinos millones de euros.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Deja un comentario