Hola y adiós

El doctor Samuel Johnson se pasó la vida entre libros y legajos y cuando no estuvo en cenas y almuerzos, clubes y tabernas siempre se dedicó a leer y a escribir: ensayos, crítica literaria, ediciones de clásicos, poemas, crónicas parlamentarias, obras teatrales, disquisiciones filológicas y su grandioso Diccionario de la Lengua Inglesa, un trabajo hercúleo que le llevó varios años de fatigas, sacrificios y emputes. En su ancianidad una dama se le acercó para elogiar su amplia y desinteresada dedicación a las letras y Johnson se la quedó mirando un rato para explicarle enseguida: “Señora, no hay nada más repugnante en este mundo que escribir gratis. Yo no hubiera escrito un maldito folio si no fuera por dinero. Escribir por escribir…Vaya asco”.  En la amplia bibliografía del doctor Johnson se encuentra una única novela,  La historia de Rasselas, príncipe de Abisinia, que escribió en quince días para costear el funeral de su madre. Quizás la producción novelística de Johnson hubiera podido ser más amplia, pero madre no hay más que una.
Creo que el doctor Johnson –como solía ocurrir – tenía razón.
A partir de mañana martes el que suscribe comenzará a publicar sus artículos en La Provincia y La Opinión de Tenerife gracias a la amabilidad de Prensa Ibérica, para quien trabajé felizmente en el pasado.  Un pasado en el que nadie podía imaginar los horrores que azotan ahora a la profesión periodística. Los periodistas vivimos descarnadamente, entre el desempleo y el precariado, una paradoja que al doctor Jonson le hubiera encantado: jamás fue tan importante la información en las sociedades humanas – una importancia estratégica en lo político, lo económico y lo cultural – y al mismo tiempo nunca fue tan amenazadoramente confuso el futuro del periodismo. Tan confuso y preocupante – y no puede tratarse de una casualidad – como el futuro de las libertades democráticas. A menudo, en estos momentos, resulta muy arduo distinguir entre una noticia y un esputo propagandístico, entre un hecho y un desecho, entre un acontecimiento y un espectáculo. Pero hay que seguir y, en momentos de aflicción, recordar el viejo chiste: si el periodismo se muere, alguien tendrá que contarlo.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Deja un comentario