Jalear el robo

No es ninguna novedad que los ladrones se presenten como garantes del bien común: los banqueros, por ejemplo, lo hacen continuamente. Lo relativamente nuevo es que los que adquieren el fruto de lo robado en covachas electrónicas sostengan ardientemente la causa de los delincuentes y se ufanen en presentar su participación en un latrocinio como un derecho sagrado, es más, como una contribución a la libertad del género humano. La llamada ley Sinde no ha tenido apoyos suficientes en el Congreso de los Diputados. Es un mal proyecto legislativo, farragoso y torpón, y su inclusión como furgón humeante en la ley de Economía Sostenible representa un estúpido dislate. Los ladrones y sus cómplices propagandistas, ese ejército de ciberguerrilleros descerebrados o simplemente caraduras, lo han celebrado como un triunfo parcial, pero lanzan llamadas flamígeras para mantener bien alta la propuesta, el teclado y el ratón del ordenador.
La cultura de la gratuidad es la ideología dominante en la red. Cualquier intento de socavarla, cualquier observación que niegue su legitimidad universal e incondicional, es calificada como un síntoma de autoritarismo, como una amenaza liberticida. Y de inmediato salta el indigente cúmulo de estupideces que se hacen pasar por argumentos lúcidamente progresistas. La defensa de los derechos de intelectuales o artistas en la red – nos cuentan estas luminarias sin más pruebas que sus sospechas todopoderosas – solo pretende cerrar las webs que molestan a los tenebrosos poderes políticos o económicos. Los más babiecas citan a Wikileaks y te explican que el proyecto de ley ahora abortado es una respuesta servil a los Estados Unidos y solo pretende salvaguardar los intereses comerciales de Hollywood. ¡Hollywood! Y a Hollywood, por supuesto, está permitido robarle. Faltaría más. Robémosle sin recato esa basura fílmica hinchada de ideología imperialista para devorarla gratis en casa. De manera que no se trata de que a nuestros músicos, cineastas, cantantes o escritores se les protejan legalmente los derechos en la red, porque no son mundialmente famosos y jamás lo serán, es más, ni pueden ni deben aspirar a incorporarse a la red, sino de seguir arramblando ilegalmente con los derechos de autoría y producción de, ah, los poderosos. Así funciona el postizo cerebelo progre que, por diminuto que sea, siempre conserva espacio para la sospecha del niño asustado y el resentimiento del adulto confortablemente instalado en la mediocridad. Jugando a piratas sin coste alguno.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 1 comentario

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