La excepción

En Canarias ha subido (de nuevo) el desempleo. Cabía sospechar que lo único que subiría no sería el CD Tenerife. A los flamantes desempleados (más de 500) no los ascienden a las alturas triunfales del Cabildo, quizás para evitar tentaciones suicidas,  pero quizás tengan la suerte de coincidir con jugadores y equipo técnico –junto a los comparsas políticos de rigor, tan populares, tan pueblerinos – en la visita a la Virgen de Candelaria, la más bonita, la más morena. Al minuto de conocerse los datos se escuchan los chillidos: las cifras del Instituto Nacional de Empleo se siguen, exactamente, como un partido de fútbol, con defensores y detractores del Gobierno. Testarudamente los datos demuestran – si uno de atiene a los porcentajes interanuales, a la evolución de los últimos meses, a la cifra de afiliados a la Seguridad Social – que se está frenando la destrucción de empleo en España. No se trata de una recuperación, ni siquiera del inicio de una recuperación del empleo, pero sí de la confirmación de una tendencia todavía germinal: la pulverización de los puestos de trabajo se está ralentizando apreciablemente. El empleo que se crea es inestable y de baja calidad: la hegemonía de los contratos temporales es brutal (un 93%) y los salarios más bajos que hace apenas tres años. Un comportamiento absolutamente normal y pronosticable en un país que atraviesa una recesión casi ininterrumpida desde hace un lustro.
Canarias es la excepción. En Canarias se sigue destruyendo empleo. No es únicamente que la construcción esté paralizada – el 75% de la mano de obra que acumulaba la construcción en 2008 se encuentra desempleada – o que los empresarios turísticos expriman a sus trabajadores antes de aumentar su oferta de trabajo ante las mediocres perspectivas del año en curso. No es, tampoco, aunque deba considerarse el dato, que el comportamiento de las contrataciones en las islas sea tradicionalmente malo o menos bueno en mayo y junio, un bimestre situado en la vaguada entre la alta y la baja temporada. Es que ha desaparecido la acción del más potente asignador de recursos en el sistema económico canario durante veinte años: la administración autonómica. Ni obra pública, ni fondos de cohesión, ni planes de empleo, ni apoyo a las pymes, ni patrocinio a programas y proyectos públicos o privados en un ámbito de pequeñas empresas de baja capitalización y de astutos agentes que materializaron la RIC en ladrillo, ladrillo y más ladrillo.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Deja un comentario