Película

Acabó un agosto de incendios, muertes ilustres – ya no habrá más espléndidos chimorreos de Gore Vidal, ya murió el último filósofo marxista español, Francisco Fernández Buey, que sabía pensar – y una suerte de miedo expectante instalado en los corazones y los bolsillos de la gran mayoría de los ciudadanos que tienen cada vez menos razones para considerarse ciudadanos. Los modernistas afirmaban que la vida imita al arte y lo estamos comprobando en esta crisis sistémica e interminable, la crisis de nuestra vida, que cumple el relato perfecto de una película apocalíptica. No se va a acabar todo y ya está. Es necesario un clima, una atmósfera, una progresión dramática. Primero aparecen los aguafiestas, todavía con los cuernos de la abundancia desbordando de leche y miel y hormigón armado: esto va a petar. Aquí no hubo demasiados aguafiestas, la verdad, porque hasta la izquierda parlamentaria, que abominaba de la debilidad del Estado de Bienestar y del creciente desigualdad social, ni se olió la catástrofe que ahora nos avasalla. Después el Gobierno –cualquier Gobierno – asegura que, pese a la gravedad de la situación, todo está bajo control, y que bastarán algunos molestos sacrificios para retomar la normalidad. Las señales del fin se multiplican y la gente comienza a desconfiar de la autoridad incompetente. Las medidas se redoblan y el Gobierno asegura que quien no las acate es un cómplice de la situación (crisis nuclear, invasión de marcianos, meteoro destructivo, epidemia veloz y letal, zombis hambrientos) y será tratado como tal. Al final a todos se les cae la venda, el control vuela por los aires y el personal comienza a correr en todas direcciones como gallinas sin cabeza. Entonces empieza lo bueno, es decir, lo peor.

Estamos a unos pocos minutos del tercer acto: el meteoro se acerca, los marcianos están a punto de aterrizar y los zombis tienen un hambre canina. El presidente Mariano Rajoy intentará no pedir el rescate global de la economía española – un rescate cuyas dimensiones suponen además una amenaza para la integridad de la eurozona – hasta finales de octubre. Otra vez lo mismo. Otra vez para salvar un feudo autonómico (Galicia) pospondrá durante varias semanas una medida aterradora. Mientras tanto el Gobierno de Canarias prepara un cierre más o menos inmediato de los presupuestos generales del presente 2012 y sigue jugando a que aquí los servicios públicos resisten victoriosamente las miserias financieras. Lo único que leo como solución crítica y alternativa es salir a la calle, gritar e incluso rodear el Congreso de los Diputados. Exactamente lo mismo que en una película apocalíptica: correr de un lado para otro como pollos descabezados.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Deja un comentario