Prudencia

Me han asombrado (lo reconozco) algunos de los comentarios en los foros de Diario de Avisos y de varias bitácoras que he visitado sobre los problemas de orden público en las noches carnavaleras del tranvía entre Santa Cruz y La Laguna. En estos comentarios se lamenta lo que ocurre, pero se victimiza a los gamberros descerebrados que empujan a la gente, se mean en las cabinas, se abalanzan sobre las vías o manipulan los tiradores para vacilar entrando y saliendo del vehículo. Pobres pibes. Si solo son desgraciados subproductos del fracaso escolar, la dualización social o la torpeza pedagógica de sus padres. Más asombrosamente todavía, con cierta frecuencia se asocia a estas desgracias, que convierten a nuestra sana juventud en hordas alcoholizadas, babeantes y violentas, el maligno papel de las administraciones públicas y de la demoníaca clase política. Un lector, en lo que seguro que se le antoja un ejercicio de ecuanimidad ejemplar, llega a escribir que esos comportamientos no son tolerables “no porque le estropeen el juguetito a Ricardo Melchior, sino porque nos fastidian a todos”.
El metro ligero entre Santa Cruz y La Laguna no es un juguetito de Ricardo Melchior, sino una infraestructura de transporte público, cuyo éxito – eso sí resulta evidente –sanciona la inteligente y oportuna decisión que un día tomó el presidente del Cabildo de Tenerife. Y parece que es necesario subrayar una obviedad de semejante calibre para centrar mínimamente el debate. Los problemas educativos y sociales bien están, es decir, están mal, pero el tranvía no debe detenerse mientras comenzamos a corregirlos a ritmo generacional, y menos aun, mientras hacemos ente todos sociología recreativa en Internet y nos hacemos cruces por la transformación licantrópica de la gente en gentuza. Es casi milagroso que no haya ocurrido una desgracia irreparable en los últimos años.
Y la única solución satisfactoria pasa por el aumento de la seguridad en las estaciones y en el interior de los vehículos a cargo de los cuerpos públicos de policía, y no exclusivamente de los servicios de vigilancia privada. La sorprendente reacción de la delegada del Gobierno, Carolina Déniz, no es de recibo: el Cabildo de Tenerife no está abandonando su responsabilidad, sino recabándola a quien corresponde legal y funcionalmente en materia de orden público. Si queremos tranvía en Carnavales es imprescindible diseñar y ejecutar un operativo específico, en las noches de máximo riesgo, con la participación de la Policía Nacional y las policías locales de Santa Cruz y La Laguna. No es nada excepcional. Es lo que se hace en cualquier país civilizado.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 1 comentario

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