Rodeado

En la carnicería discutía un pequeño grupo de personas. Como en la cola me precedían dos o tres damas nonangenarias, que tardarían varios minutos en encontrar en sus monederos los céntimos para pagar la cuenta, me interesé por el improvisado debate.

–Es que este chico dijo en la televisión que Zapatero era el único responsable de la crisis económica — explicó un empleado de banca señalando a un pibe discretamente.

–Lo dije – el chico lucía una mirada  tiernamente desafiante – y lo repito donde haga falta.

— Chás viría –agregó un individuo en chandal y con un anillo colgando con coquetería de las fosas nasales — y yo lo apoyé que te cagas con datos verdaderos y ta y cual…

— Tiene valor, joven. ¿Y dónde dijo eso? – preguntó un jubilado que arrastraba  un carrito tan oxidado como él mismo.

–En la tertulia de los martes –contestó el chico, tímidamente orgulloso.

–Claro –carraspeó el viejo –. Yo voy a la de los miércoles, y los martes siempre salgo a pasear por la avenida Anaga con varios amigos. No pude verle.

Observé al pibe y al anciano. Pero no, no estaban vacilando. Hablaban, incluso, con cierta complicidad de compañeros de fatigas, con una muy tenue, pero perceptible, admiración mutua.

–Nosotros también hemos discutido el legado de Zapatero – soltó de repente una dama en los límites mismos de la obesidad mórbida –. Pero solo unos minutos. El ambiente se crispa enseguida y lo que hay que transmitir a los ciudadanos por televisión es cordura, análisis sosegado,  tranquilidad…

–Yo la ví, yo la ví, fue superchachi  — interrumpió una adolescente con trenza y pantalones cortos –. ¿La tertulia de los jueves, no? Estuvo usted muy bien, francamente bien, dando caña, eh, dando caña…

–¿Tú no vas los jueves al mediodía? – preguntó la gorda con una sonrisa…

–No, no – el carnicero acercó al anciano los 200 gramos de jamón que había pedido –. Ella coincide conmigo en la tertulia de los lunes, y la verdad es que me gusta su perspectiva de las cosas, enriquece el debate, le da ritmo y continuidad…

–Gracias, compañero…Es un honor coincidir contigo…

— Nada de eso. El honor es mío.

–La pluralidad es imprescindible.

–Y la crítica contra el poder. El poder. El podeeeeeerrrr.

–¿Y usted? – me dijo el carnicero.

Todos me miraron en un silencio aterrador. Noté el sudor frío en la frente. Reuní fuerzas y musité con voz temblorosa:

–Yo quería unas pechugas empanadas…

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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