Solo palabras

¿Qué es lo que ha ocurrido realmente? ¿Qué recuerdo de tí encuentras en tí mismo mientras el mundo parece aullarte en los oídos y todo lo que te daba significado, lo que te reafirmaba como un bruñido espejo, se desploma en una sórdida caída interminable? No lo recuerdas. No consigues recordarlo porque, repentinamente, tú interfieres en todo, tú eres únicamente el otro, tú te estás diluyendo y ese tinte oscuro perturba cualquier visión comprensiva. Recuerdas fugazmente una cita de Freud de las cientos de lecturas de la adolescencia: “Allí donde eso estaba yo debo ser”, pero no te sirve para nada. Las palabras, que siempre te han salvado, se han convertido en una cháchara irrelevante, en un lamento inútil y despreciable, en una pista sospechosa, en una ridícula cáscara de plátano donde resbala tu dignidad sangrante una y otra vez. Por primera y quizás (te estremeces de nuevo) última vez las palabras solo te atrapan a tí mismo como una telaraña pegajosa. Los demás no te escuchan. Sí, simulan escuchar, pero ni siquiera te oyen.  Asisten a tu discurso (tus explicaciones, tus puntualizaciones, tus recordatorios, tu dolor y tus advertencias) como el público en una previsible sesión de guiñol. La indecencia. La indecencia. Cuando fuiste un niño solitario y sin fortuna, que solo dependía de sí mismo para refutar el menosprecio ajeno y conquistar un lugar luminoso en la vida, te aferraste a las palabras como a una frágil boya en una tormenta perfecta. No querías ser uno más y lo conseguiste venciendo soledades, desdenes y asperezas. Dominar las palabras era dominar el mundo. Descifrar los libros era abrir un camino por el que marchar erguido, y honesto, y triunfal. Es una historia de redención, de sacrificio, de valor, de superación. Pero, entonces, ¿qué es lo que ha ocurrido realmente? ¿Cómo puede estar pasando lo que en ningún instante del día o de la noche deja de ocurrir? ¿Lo que ocurre sin cesar aunque no te muevas, aunque cierres los ojos, aunque pretendas haberlo aclarado todo? ¿Lo que tal vez nunca más deje de ocurrir y reduzca todo lo demás a tibia ceniza y esa ceniza te marque la frente ardiente el resto de tus días? ¿Cómo ha ocurrido esto? Y en un momento cualquiera del espanto angustioso reparas en todo o admites ya una confusión definitiva que será una celda irrespirable en ese futuro ponzoñoso que avizoras. Porque si todo es cierto jamás has sido quien con tanta dificultad y orgullo creíste que habías llegado a ser. Porque si todo es falso nunca creíste en aquello que habías llegado a ser. Te equivocaste contigo mismo o te equivocaste con el mundo. Te engañaste a ti mismo o has engañado a todos. Pero, a pesar de eso, a pesar de eso, ¿qué es lo que ha ocurrido realmente? ¿Cómo puede estar pasando lo que en ningún instante del día o de la noche deja de ocurrir?

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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