Crisis vulcanológica

Cada uno a lo suyo

Vamos obviar hoy las ruedas de prensa donde no se informa con precisión de nada y no se admiten preguntas, vamos a no considerar el empalagoso colegueo narcisista que reventó a la media hora de comenzar la transmisión. Aun así, ¿a que esto parece menos divertido y espectacular que ayer con un centenar de casas reducidas a cenizas, muchas familias arruinadas y más de 6.000 personas desplazadas de sus domicilios? Cada día lo parecerá menos. Incluso a los ministros y ministras. No, el volcán no rompió en un buen lugar, sino en una zona maltratada por un incendio feroz hace más o menos un año. En Tazacorte no están está mañana disfrutando de ninguna fiesta de la naturaleza y La Palma se encuentra donde ha estado siempre, no en el centro de un mundo imaginado por un asesor oligofrénico. Todo se va desenvolviendo en dos planos: el de los dispositivos de seguridad y emergencia, con las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado, la Cruz Roja, los bomberos  y los funcionarios municipales, que actúan con una profesionalidad intachable, y los del exhibicionismo político cada vez menos discernible del exhibicionismo periodístico. Veo a un periodista peroratando entre aspavientos frente a una colada y lo tomo por un consejero del Gobierno, descubro a un presidente del Cabildo señalando una humareda mirando directamente a la cámara y se me antoja el redactor de alguna televisión de chichinabo. Admito que no sé qué diablos nos está ocurriendo.

Ayer estaban previsto dos plenos (uno extraordinario y otro ordinario) en el Parlamento de Canarias. Pues bien, asombrosamente, la Cámara ha decidido suspender el segundo. Parece que el secretario segundo de la Mesa, el diputado palmero Jorge González, a su vez secretario de Organización del PSOE, se puso en modo Guillén Peraza, do está tu escudo, do está tu lanza, do tu pepito de lomo con ensalada de cada mañana. ¿Cómo se iba a celebrar un pleno con lo que estaba pasando en San Miguel La Palma? Ayer incluso circulaban rumores sobre un viaje de la Mesa del Parlamento a La Palma bajo la extraña consigna de la “solidaridad”. ¿Y qué pinta ahí el órgano de gobierno de la institución parlamentaria? Absolutamente nada. No es el momento de que pululen diputados sacándose fotos por los alrededores del volcán con expresión acongojada. Sus señorías son absolutamente prescindibles en la emergencia palmera y pueden llegar a molestar. De la misma forma, solo puede agradecerse (de verdad) la presencia del presidente Pedro Sánchez, un gesto que deberá recordase en el futuro, pero carece de sentido prolongar su estancia: mejor que prepare una declaración de zona catastrófica y en su momento suelte las perras necesarias.

Los diputados palmeros (y los de todas las islas) sirven más y mejor a La Palma cumpliendo con su deber estatutario, es decir, debatiendo y aprobando leyes y fiscalizando la acción del Ejecutivo. Esta desdichada situación puede prolongarse semanas e incluso meses, con coyunturas de estabilidad y súbitas crisis de emergencia. La Palma va a atravesar un largo periodo de incertidumbre y adaptación a los cambios e incidentes que se puedan producir. Después de mantener un comportamiento ejemplar durante toda la crisis covid bajo la presidencia de Gustavo Matos, el Parlamento no puede suspender los plenos más o menos indefinidamente por una situación que desgraciadamente no acabará pronto. En La Palma están funcionando los puertos y el aeropuerto, se están impartiendo clases en escuelas e institutos, abren los negocios y establecimientos comerciales y se atiende a las explotaciones agrarias y ganaderas, salvo, como es obvio, en las zonas afectadas y en los perímetros de seguridad establecidos por los técnicos. El Gobierno autonómico y el Parlamento deben hacer exactamente lo mismo sin caer en la abyecta tentación del turismo de catástrofe y la solidaridad televisada.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?

Burbujeando

Yo creo que hemos hecho lo suficientemente el idiota. Ya hemos acumulado las suficientes entrevistas con necios de ignorancia enciclopédica, con octogenarios que balbucen sandeces, con sabios pedáneos e historiadores aficionados, con videntes y curanderas, con científicos más preocupados en sí mismos y en ridiculizar al adversario académico y profesional que en el propio fenómeno volcánico. Creo, chicos y chicas, que ya hemos agotado todas nuestras reservas malolientes de titulares oligofrénicos, entradillas ilegibles, sumarios grotescos y prosa poética de batiburrillo. Un corresponsal de un periódico grancanario eligió incluso el volcán para retomar el inigualable estilo de sus redacciones de séptimo de EGB. Pocas cosas más patéticas que un periodista arrastrándose penosamente en busca de una metáfora, para encontrar al final un símil tan sobado como sus propios calzoncillos. Ah, sí, por supuesto. Pedirles a los medios actualmente que eludan el sensacionalismo es como solicitarle a un tiñoso que no se rasque. Y los políticos que vienen y van, que se solidarizan y llaman a la tranquilidad y luego llaman al restaurante. Y los mismos científicos enguruñados sobre sus propias estrategias de protagonismo, promoción o mero culichicheo. Es más que suficiente. Para ser sinceros ha sido demasiado. Lo último que he podido leer es a un adepto ferviente al gilicuquismo multidisciplinar proclamar que la erupción de El Hierro resulta, poco más o menos, una bendición celestial, un nuevo atractivo turístico excepcional, una promesa de prosperidad si las autoridades públicas se dan prisa y montan con dos duros, porque el espectáculo lo ha cedido gratuitamente la naturaleza, un parque temático sobre catástrofes vulcanológicas en el que las lapas podrán sustituirse por hamburguesas.

Prácticamente no he podido leer, escuchar o ver ninguna historia, y el periodismo consiste, básicamente, en contar historias para comprender un acontecimiento, no en ponerle la cámara, la alcachofa o la grabadora al primer bípedo o cuadrúpedo que se te cruce por delante. Y en El Hierro no se está viviendo ningún maldito espectáculo de luz, piroclastos y sonido, sino una durísima y mortificante crisis que amenaza con destruir una parte sustancial de la economía dela Isla.Yano se puede faenar. Ya no se puede ofrecer pescado y alojamiento a los miles de turistas que recalaban en El Hierro a lo largo del año. Cientos de personas duermen fuera de sus hogares con el impacto consiguiente en su vida cotidiana, y sin saber si este paréntesis exasperante y ruinoso durará semanas, meses o años. Pero el espectáculo debe continuar. Ha erupcionado nuestra imbecilidad colectiva, nuestra metódica confusión y algarabía, nuestra entrañable y extreñida ineficacia. Y cómo burbujeamos.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?