Televisión pública

El Gobierno de Andonis Samarás ha cerrado la radiotelevisión pública griega a través de un decreto de dudosa legalidad y que no comparten sus socios del gabinete ministerial. Salió un hediondo trajeado por las pantallas para decir que pocas horas más tarde se clausuraban los canales de radio y televisión. El portavoz gubernamental adoptó un tono de irritación moral que es muy frecuente entre los canallas más aventajados. Explicó que la plantilla laboral de la ERT era excesiva (unos 2.700 trabajadores) el despilfarro escandaloso y la gestión negligente y caótica. Sin duda en beneficio de la brevedad omitió que el aumento desproporcionado de la plantilla laboral y la gestión calamitosa de la ERT en el último cuarto de siglo son responsabilidad exclusiva de los gobiernos conservadores y socialdemócratas que se han sucedido en Grecia, no de los periodistas, los técnicos o los administrativos de la cadena. Como se sabe la troika había pedido las cabezas de varios miles de funcionarios a cambio de nuevos préstamos. A Samarás le ha fallado – entre otras razones, porque es un rematado necio – la venta de la empresa pública griega de  gas natural  al consorcio ruso Grazpom y ha hundido el buche en la televisión pública para poner en la calle a un mínimo de 2.000 profesionales.
Hace algunas semanas José Manuel Soria apuntó, refiriéndose a la televisión autonómica canaria, a una dramática alternativa: o se prefiere mantener el canal regional o se opta por alimentar a los niños isleños malnutridos. Sinceramente no sé qué resulta más miserablemente vomitivo en este aserto, si la demagogia crapulosa del ministro de Energía o la consideración implícita de que en esta famélica situación el señor Soria y el Gobierno del que forma parte no tienen ninguna responsabilidad.  La televisión autonómica canaria –como cualquier televisión pública – no puede reducirse valorativamente  a un agujero financiero. Su coste presupuestario es muy inferior a la media del país y representa 30 millones de euros en el presente ejercicio. Supone un nicho de trabajo directo o indirecto para varios cientos de personas y contribuye (o debería contribuir) a dinamizar la esclerótica industria audiovisual del archipiélago. Cuando el PP gobernó en Canarias no dudaron en atornillar en su dirección a varios tiralevitas que se dedicaron básicamente a cobrar. Otra cosa es cómo se gestionen sus contenidos. Porque francamente, en los últimos años, y tal y como señala inmejorablemente mi  amigo Calandraca, sus noticiarios son una suerte de magacín de curiosidades cuidadosamente seleccionadas para eludir cualquier atisbo de información, con Paulino Rivero interpretando el papel del león de la Metro mañana, tarde y noche. Y cuando ruge entre chácaras ya sabemos que él está ahí para evitar que nos invadan las malas noticias.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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