Virgencita

En Todo lo que era sólido, su lúcida y cívica requisitoria sobre la polvorienta prosperidad que nos ha traído el fango de la crisis, Antonio Muñoz Molina no olvida mencionar la decepción de los gobiernos municipales de izquierda. En 1979 los pactos municipales entre el PSOE y el PCE permitieron que la mayoría de los ayuntamientos del país fueran gobernados con programas progresistas. Pero aquellos primeros alcaldes y concejales resultaron pronto sustituidos por gente nueva “que seguían compartiendo la misma retórica, pero que se dispusieron a encabezar las procesiones y jalear a cristos y vírgenes”. Ciertamente. Pero en Tenerife, a veces, no hubo que esperar tanto. Ahí está el ejemplo del alcalde de Adeje, el señor Rodríguez Fraga, cuya afición a probar mantos y estolas a las vírgenes y a los santos lo muestran como un auténtico fashion victim de todas las capillitas de su término municipal. Hace pocos días, sin embargo, llegó la última noticia al respecto: la Virgen de los Dolores de la Montaña (sic) fue nombrada por el ayuntamiento de Fasnia Alcaldesa Honoraria y Perpetua.
El alcalde de Fasnia, un señor con carnet del PSOE llamado Damían Pérez Viera, proclamó en el solemnemente chiripitifláutico acto que “no hay mayor honor que podamos hacer a nuestra virgencita (sic) que concederle la más alta dignidad municipal”. Según afirman las crónicas Pérez Viera le entregó  a la efigie una copia del bastón de mando municipal, pero no consta que lo haya recogido. Contemplar a un sujeto mayor de edad, con sus facultades mentales supuestamente intactas y alcalde de su municipio dirigirse a una figurita policromada con perfecta seriedad y hasta con contenida emoción es un espectáculo manicomial que se acepta con pasmosa naturalidad por todo el mundo. En primer lugar, por los propios concejales, que en ese mismo momento están pisoteando la Constitución y el principio fundamental de la separación entre la Iglesia (Católica) y el Estado. El alcalde y los concejales de Fasnia, como los que han incurrido en la misma práctica en otros municipios, no muestran ni tolerancia, ni generosidad, ni respeto a tradición alguna: simplemente están incumpliendo su deber institucional de evitar cualquier exhibición o preferencia confesional en su actuación pública. Ni la Virgen de los Dolores, ni Alá el Misericordioso ni el Buda Iluminado merecen el bastón de mando. Y no solo porque no existan, sino porque esto, hasta que se decida lo contrario, sigue siendo un Estado aconfesional, y no hay anhelo de propaganda política que justifique su corrupción simbólica.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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