Coalición Canaria

Marejada marejada

¿Será posible que se estén abriendo las puertas a los bárbaros? La noticia se le ha clavado como una rosa púrpura en el pecho a Pedro Quevedo, ha atemorizado como una bandada de murciélagos a  Podemos, ha levantado una inquietud pespunteada de indignación en varios cenáculos, más bien meriendáculos, en la órbita del PSOE. Lo grave – se señala – no es que Coalición Canaria se haya sentado a negociar con el PSOE sobre el proyecto presupuestario para 2023. Lo que realmente altera los nervios de los arriba citados es que hayan cerrado un acuerdo que cuenta con la bendición de Patxi López, Félix Bolaños y, necesariamente, del mismísimo Pedro Sánchez. No debe uno en detenerse –aunque sea divertido – en las necedades que se han puesto en circulación en contra de las enmiendas negociadas por coalioneros y socialistas, y en particular, las jeremiadas de Pedro Quevedo. Asombrosamente el exdiputado de Nueva Canarias ha llegado a creerse un político y todo. No,  el nerviosismo no tiene nada que ver con que la gratuidad de las guaguas y el tranvía colapsará ambos medios de transporte o que la rebaja del IRPF en La Palma beneficiará injustamente a los multimillonarios de Garafía. El nerviosismo es consecuencia de una lectura política inmediata. Y bastante obvia.

El Gobierno disponía ya de una mayoría suficiente para sacar su ley de presupuestos adelante. Por supuesto que ha salido carísimo. Primero el pago en vil metal a través de partidas presupuestarias que aumenta sustancialmente inversiones y transferencias de capital (de nuevo) a Cataluña.  Y después en las modificaciones del código penal para eliminar el delito de sedición y sustituirlo por algo así como “desórdenes públicos agravados” con una condena a prisión que reduce dos tercios de la pena anterior. Con eso puede contar con el respaldo de ERC, como tiene ya asegurado el nihil obstat del PNV, Bildu, Más País y el Bloque Nacionalista Gallego. Por tanto los dos votos de Coalición Canaria (los de las diputadas Ana Oramas y María Fernández) resultan aritméticamente superfluos. Pero desde el Gobierno y la dirección del grupo parlamentario socialista se entienden que salvaguardan de una sorpresa y son políticamente interesantes. El relato que se ha sostenido durante más de tres años por socialistas y el supuesto canarismo de izquierda de Román Rodríguez venía a explicar que en el Gobierno autónomo estaban todas las fuerzas que trabajaban por mejorar la vida de los canarios; fuera, en la procelosa oscuridad, quedaba la cacharrera oposición de derechas, recuerdo de un pasado abominable. Desde hace un par de días ese relato ha comenzado a rasgarse.

Existen dos ejes de relación entre los socialistas y Coalición: el Gobierno español y sus coros y danzas parlamentarios y el Gobierno canario. Lo que llevan horas reclamando sectores del PSOE y la estupefacta NC es que aquí, en las ínsulas baratarias, se asordine todo lo posible por Ángel Víctor Torres y sus compañeros los acuerdos con Fernando Clavijo y los suyos. Que el relato pueda cuartarse unos días, pero que no se rompa, y son tan pelmazos que seguro que conseguirán algo. No, no son los malditos presupuestos, sino que vaya quedando expedito el camino para desarrollar la hipótesis de un pacto entre PSOE y CC sobre los resultados de las elecciones de 2023. Un pacto que rompiera el bibloquismo – las encuestas indican una división del voto muy ajustada o ligeramente desfavorable para el PSOE — y dejara a Casimiro Curbelo en la cuneta, porque su crecimiento político y electoral ya es un problema para unos y otros, mientras NC pagaría por su incapacidad congénita de crecer fuera de Gran Canaria y el obtuso narcisismo de su encanecido líder. Un pacto que –recordando el pragmatismo descarnado de Sánchez – se bendeciría desde la Moncloa.  Los nervios, los telefonazos, el malestar y las declaraciones oligofrénicas tienen un único origen: el pavor hacia un gobierno PSOE-CC desde el próximo julio.    

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Degradación democrática

Ayer, en una entrevista en la COPE, Anselmo Pestana ha pretendido desacreditar a los manifestantes de Puerto Naos y La Bombilla acusándolos de ser marionetas de Coalición Canaria. Se me antoja fascinante. Pestana es el delegado del Gobierno central en Canarias y es socialista. No es que sea militante del PSOE. Es que ejerce como secretario general del PSOE de La Palma, siendo reelegido como tal recientemente después de verse obligado a forzar el reglamento para repetir las primarias. Y, sin embargo, estoy seguro de que el señor Pestana se sentiría ofendido si alguien cuestionara su neutralidad institucional por dirigir una organización política que cogobierna en su isla, en su comunidad autónoma y en España. Más que ofenderse, probablemente, el señor Pestana se encochinaría mucho. Y, sin embargo, estas declaraciones del delegado demuestran inequívocamente que ha perdido, si es que la tuvo algún día, esa neutralidad institucional que exige su cargo y que debiera definir sus actitudes en la esfera pública.

Si la manifestación la hubieran integrado militantes socialistas con el propósito de jalear alabanzas a Pedro Sánchez y a Ángel Víctor Torres el señor Pestana, a buen seguro, no mencionaría la militancia de los manifestantes. Quiere decirse que aunque todos y cada uno de los manifestantes de hace un par de días  fueran afiliados de CC no estarían desautorizados para expresar su crítica y su protesta por la inacción de las autoridades. El  señor Pestana actúa y habla no como un delegado del Gobierno, sino como un gobernador civil en los tiempos que tu bordaste en rojo ayer, cuando desde el cuarentañismo se definía siempre a los pocos que se atrevían a protestar como comunistas, rojos, masones y demás ralea. El señor Pestana es un síntoma bastante patético de la degradación democrática de las instituciones públicas. En la manifestación del pasado domingo, en Puerto Naos, quien leyó el manifiesto demandando mayor celeridad en las ayudas y soluciones más realistas fue la campeona mundial de Taewondo, Rosana Simón, vecina de Puerto Naos precisamente. ¿En la señora Simón una peligrosa coalicionera? ¿La tiene fichada el señor  Pestana en su libretita con el puño y la rosa? ¿Por qué intentó el señor Pestana impedir la manifestación – no pudo hacerlo – y cómo lanza afirmaciones sin la más mínima prueba para sustentar lo que dice y repite goebbelesianamente? ¿Realmente piensa que está en condiciones de apabullar a los damnificados con su insultante bravuconería?

La sociedad civil de La Palma no es precisamente fuerte, no está particularmente cohesionada y su autonomía frente a los poderes públicos es harto limitada. Presenta pues todos los déficits democráticos de una sociedad extremadamente dependiente de los presupuestos públicos. Efectivamente el plátano representaba hasta hace un año más del 11% del PIB palmero; indirectamente su participación en el mismo podría ascender hasta un 26 o 27%. Pero cabe recordar que el plátano sin ayudas y subvenciones hace años que no sería un cultivo rentable pese a la excepcional calidad de la fruta. Casi un 21% de los palmeros tiene más de 65 años y solo un 26% tienen menos de 29.  Todos estos datos (economía casi estructuralmente dependiente de fondos públicos, envejecimiento de una  población estancada donde una de cada cinco personas es pensionista, nivel asociativo relativamente bajo) dibujan precisamente un organismo social con dificultades objetivas para practicar la crítica, la disidencia, la distancia higiénica del poder público. Y en eso confía el señor Pestana y sus superiores políticos. En eso confía para seguir combinando las promesas de ríos de leche y miel con los empujones, las descalificaciones y las prohibiciones. Para ser palmero conoce muy mal a los palmeros. 

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La irrupción

Los coleguitas de los medios amigos lo han llamado la irrupción, como si fuera una película de invasiones alienígenas, y en eso no les falta totalmente la razón. Escuchar a Pedro Quevedo, que de Santa Cruz no conoce más que los restaurantes del centro de la capital, que la ciudad merece un meneo es como encontrarse el disco de la nave Voyager con un mensaje para Homer Simpson. Román Rodríguez insiste en lo mismo. Carmen Hernández, la alcaldesa de Telde, subraya que el proyecto de Coalición está agotado. Hernández es alcaldesa gracias al apoyo de la agotadísima Coalición Canaria, pero cuando sale de Telde se lo calla siempre. Y a continuación los tres tenores presentan a su candidata: la canarista de siempre Odalys Padrón. Quizás sea una muestra más de mi inveterada gandulería, pero vayan a google a averiguar (a recordar tal vez) quién es Odalys Padrón y qué ha sido en la vida municipal de Santa Cruz, que a mí me aburre. En un lustro militó en tres partidos, porque todos estaban dirigidos por canallas o comprados por Miguel Zerolo o ambas cosas. Una Juana de Arco de chichinabo que siempre oyó voces que le decían que la alcaldesa debería ser ella y que ardió en la hoguera de su propia incapacidad política. Si Nueva Canarias anhelaba (legítimamente) labrarse un espacio político en Santa Cruz de Tenerife, con militantes, un equipo de dirección política y candidatos, ¿por qué no empezaron hace tres años? ¿De este curioso retraso también son responsables la pandemia, Thomas Cook o el volcán de Cumbre Vieja?

Nueva Canarias siempre ha practicado un oportunismo despendolado en el intento de conseguir salir de Gran Canaria y proyectarse en otros territorios insulares. Llevan cerca de veinte años en este agónico empeño, pero con resultados muy modestos. Uno no sabe si les vale la pena haber pactado con el PIL de Dimas Martín, el CCN de Ignacio González o sacar ahora del sarcófago del olvido a la señora Padrón. En los últimos meses Rodríguez ha almorzado, merendado o cenado con coalicioneros retirados como el palmero José Luis Perestelo, expresidente del Cabildo Insular  o la concejal lagunera Candelaria Díaz Cazorla. Lo de la exteniente de alcalde de La Laguna fue particularmente gracioso. Hace un par de años Rodríguez y sus adláteres desconocían simplemente su existencia. El consejero de Hacienda decidió interesarse porque algunos compañeros de partido de la propia Candelaria Díaz comenzaron a difundir el mezquino bulo de su paso inminente a Nueva Canarias para acabar de destruirla políticamente. Asqueada y harta Díaz ha decidido dimitir como concejal y darse de baja en Coalición Canaria. Con algún concejal aquí y allá en Tenerife, solo en La Palma NC ha conseguido una minúscula implantación y Rodríguez ha intentado mantenerla colocando a sus palmeros –doblemente palmeros — en su órbita gubernamental, como Miguel Ángel Pulido, tan ricamente atornillado en una hueca dirección general de la Vicepresidencia del Gobierno. Las señales, sin embargo, son preocupantes. La sede de NC en Santa Cruz de La Palma permanece cerrada. Está situada sobre un bar, Limón y Menta, establecimiento modernuqui cuando se abrió a mediados de los años ochenta del pasado siglo. Es muy posible que Limón y Menta sobreviva a Nueva Canarias. Merecidamente.

Político avezado, inteligente e intuitivo, Rodríguez no puede ignorar que las posibilidades de la señora Padrón en la cita electoral del próximo mayo son nulas. Como las de sus candidatos en La Laguna, en Los Llanos o en el Cabildo de Tenerife. Algunos podrían pensar que este denodado esfuerzo – y ojo, las perras que exige – no está destinado a sacar a NC del gueto electoral grancanario, sino a erosionar — siquiera mínimamente — los apoyos a Coalición Canaria. Y no están equivocados. 

 

 

 

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Auxilios al resucitadito

Los dirigentes de Nueva Canarias han podido inscribir un nueva organización política en el registro de partidos utilizando en parte–contra lo establecido legalmente – el mismo nombre y sin formalizar un conjunto de requisitos indispensables según la normativa vigente. Corren así cierto riesgo. Circula la especie –totalmente inverosímil – que si Román Rodríguez se puso tan farruco en su momento y anunció que todo se resolvería en un santiamén es porque ya había recibido algunas garantías de que a la hora de registrar su nueva criatura sería acogida con singular hospitalidad en el registro. El consejero de Hacienda le habría transmitido en su momento al presidente Torres que la inestabilidad de NC llevaría necesariamente a la inestabilidad del Gobierno y, ¿qué pasaría en las elecciones? ¿Cómo no iba a afectar este enojoso asunto administrativo a la reconstrucción del bloque de izquierdas? Torres entonces realizó varias llamadas. Es un relato plausible, pero no me termino de creer este cambalache de buhoneros. Seguro que ustedes tampoco.

A Nueva Canarias-Bloque Canarista no le ocurrirá nada. Su inscripción será tendencialmente legal – digamos de una legalidad incierta pero sólida – porque nadie va a llevar a un juzgado todas las dudas que cabe advertir en esta operación.  Tampoco la oposición parlamentaria. Ni el PP ni mucho menos Coalición Canaria se van a meter en estos fregados. Quizás con un par de whiskys Casimiro Curbelo se pondría a imaginar los sudores fríos de Rodríguez, pero se la ensoñación se le pasaría enseguida. El riesgo, por supuesto, lo representa Vox, especialista en arrancar cabelleras en los juzgados para putear a fuerzas democráticas. Pero hasta en eso Rodríguez y sus compañeros tienen suerte, porque Vox está desaparecido en Canarias. Los ultraderechistas consiguieron dos escaños en las elecciones generales de 2019, pero en las islas no los conoce absolutamente nadie. Ni siquiera yo, que colecciono diputados como otros coleccionan sellos. Vox no tiene en este país una sede, una oficina, una página web, un responsable de comunicación, un miserable correo electrónico al que dirigirse. Muy probablemente ni siquiera tiene un militante. Todas esas milongas sobre el formidable aparato de marketing de Vox, su veloz implantación, su capacidad para infiltrarse en las clase media y media baja para explotar hábilmente su desesperación económica y su malestar cultural pueden atenderse en un puñado de territorios peninsulares, pero no en Canarias.

Otra cosa es lo que revela el chusco episodio de la extinción de Nueva Canarias y esa salida del bloque canarista. Frente, bloque, confederación: un léxico setentero para un proyecto supuestamente renovado en lo político y lo ideológico, pero que salvo para poquísimos y bienintencionados entusiastas, solo es asumido por Rodríguez y su guardia de corps como un maquillaje más o menos embellecedor, como una crema antiarrugas, como un bote de vitaminas. Que se salga de la asombrosa irresponsabilidad de llevar al partido a la desaparición jurídica con una apelación ideológica es, sinceramente, algo hilarante. Pero ya que lo han hecho, no estaría de más que el líder incuestionable y sus colegas expliquen lo que entienden como canarismo y, sobre todo, cómo es que el canarismo parece servir para pactar con fuerzas de ámbito español y al mismo tiempo para atacar a otras fuerzas nacionalistas – tan autonomistas como NC, por cierto – como Coalición Canaria o el PNC.  Como el canarismo romanesco es muy crítico – y no le faltan razones – con el PP en La Moncloa pero se convierte en un ardiente apologeta del PSOE, incluso cuando desde Madrid se vulnera el REF, se incumplen convenios o se sella una luna de miel para siempre con Marruecos. El canarismo no se demuestra en el registro de partidos del Ministerio del Interior.

 

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La hora decisiva del canarismo

Desde hace bastantes años las referencias a un acercamiento político-electoral entre Coalición Canaria y Nueva Canarias terminaban apartadas por un gesto de fastidio, escepticismo o ironía. Era inconcebible. Los intereses personales de los líderes lo impedían, se decía. Las diferencias ideológicas lo frustraban, se decía. Quizás tuvieran razón. Pero llegados a este verano de nuestros desconciertos la confluencia electoral de las fuerzas canarias (nacionalistas, autonomistas, regionalistas incluso) ya no es una vía difícil y frustrante, sino el único horizonte de supervivencia política medio plazo. Una fuerza nacionalista (o mejor y más inclusivamente, canarista, según la afortunada expresión de Josemi Martín) solo tiene sentido histórico si aspira constructivamente a la mayoría social, si busca articular un hegemonía cívica y cultural, si consigue un desarrollo transversal social y territorialmente.

Pero CC y NC se han negado a admitir esa obviedad y han buscado la rentabilidad electoral desde una centralidad que ya no existe (los coalicioneros) o una colaboración – asegundada – como socio minoritario del PSOE. Las dos estratagemas están muy desgastadas y amenazan con ser inoperantes en las próximas elecciones autonómicas y locales. Las opciones canaristas se han debilitado y el perfil de sus ofertas o ha envejecido o son inconvincentes o ambas cosas. Ese agotamiento inercial de unos y otros, solo intenso en su cegato oportunismo electoral, beneficia ahora las fuerzas estatales en un regreso hacia el bipartidismo imperfecto en el ámbito español. Si alguien se verá beneficiado en las urnas de la alianza en el Gobierno autónomo entre el PSOE, NC y Podemos serán los socialistas, siguiendo una tendencia tradicional: es el socio mayoritario el que sale mejor parado y absorbe parte de los apoyos de sus aliados. Desde la otra orilla del canarismo, Coalición Canaria puede encontrarse –si continua la marea creciente a favor de los conservadores de Núñez Feijóo – con un PP que recauda muchas papeletas –llevándose parte de sus sufragios – e impone condiciones para un pacto que pueden pasar por ceder la Presidencia del Gobierno o contentarse con tres consejerías mondas y lirondas. Los coalicioneros jugarían con el PP un papel semejante al que han asumido los dirigentes de Nueva Canarias con el PSOE. Y previsiblemente con los mismos tristes resultados en muy pocos años

Para CC y para NC la única oferta novedosa y atractiva que puede activar (y ampliar) un electorado cansado, harto y descreído, un electorado casi tan cínico como sus políticos, es una propuesta canarista federalizada, una confluencia electoral desde el respeto a la autonomía de todas los partidos y plataformas participantes que insista en el autogobierno respetando y desarrollando el Estatuto y el REF, en un programa de reformas y en una actitud de inequívoca exigencia frente al Gobierno español. Es la única propuesta que, en efecto, podría sacudir y seducir al cuerpo electoral para que vote a favor de algo – un proyecto de país pensado desde el país — y no en contra de nada – ese voto resignado e inservible para que no siga gobernando Pedro Sánchez o no llegue a gobernar Núñez Feijóo. En un artículo reciente el expresidente Paulino Rivero abogaba por esa confluencia electoral de las fuerzas canaristas para las próximas generales, pero el terreno de brega propio al que le urge esa suma de organizaciones y voluntades son, precisamente, las elecciones autonómicas y municipales del próximo mes de mayo. Si no se llega un acuerdo, si no se entiende siquiera en la urgencia perentoria de llegar a un acuerdo, el futuro de las organizaciones canaristas es muy obscuro y la legitimación del sistema democrático – y del conjunto de la arquitectura institucional de la comunidad autónoma – seguirá hundiéndose en el fango de nuestros problemas estructurales, de la sordera madrileña, de la ausencia de verdaderas alternativas a la hora de votar.        

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