3.000 millones

Tres mil millones de euros es una cantidad lo suficientemente abultada como para que su inversión en un proyecto de infraestructura de transporte esté precedido por un amplio debate político, financiero, técnico y social. Pero al parecer no ha lugar. Aquí el Cabildo de Tenerife pretende (y quizás consiga) desayunárselo, almorzárselo y cenárselo él solito, con chucrut de guarnición en las tres comidas, sin molestas intervenciones ajenas, en aplicación de un modelo de despotismo ilustrado que, como el propio transrapid, levita sobre las cabezas de los mortales tinerfeños, sean ingenieros o no sepan cambiar una bombilla eléctrica (no son cualidades incompatibles: conozco casos espeluznantes). Más de medio billón de las antiguas pesetas, la inversión pública más descomunal realizada jamás en el Archipiélago, y aquí la gente (la universidad, los colegios profesionales, las organizaciones empresariales y sindicales) sestean (los más) o chillan (algunos menos y varios memos) desde el tendido de la perplejidad, el asombro, la satisfacción o la ira.
¿De dónde saldrán los 3.000 millones? Misterio insondable. El consejero Carlos Alonso (una persona habitualmente seria) no es capaz de contárnoslo, pero indica que el presidente Ricardo Melchior “ha mantenido conservaciones con el Estado alemán” para ver si abaratan la cosa. A mí me impresiona mucho esto del Estado Alemán. Suena como si Ricardo Melchior hubiera hablado de tú a tú (y como sabemos todos, sin necesidad de intérprete) con el canciller Otto von Bismark y le hubiera recitado a Rilke con ojitos prusianos:
Wie soll ich meine Seele halten, dab
Sie nicht an deine rührt? Wie soll ich sie
Hinheben über dich zu andern Dingen?
Bismark o Merkel – es más o menos lo mismo: llevan la misma ropa interior y tienen una sensibilidad social similar– se quedarán tan impresionados que seguro que sacarán la chequera.
Todo este debate – es decir, la inexistencia de este debate – es tan sintomático como apasionante, no lo niego, pero mientras tanto se resuelve, es decir, se omite entre píos deseos, causaría una impresión indescriptible que la autopista del Sur, por ejemplo, estuviera libre de socavones, esos socavones que harían las delicias de un espeleólogo, o que la conexión entre la autopista del Norte y el Sur, en ese punto tan cercano al cementerio de Santa Lastenia, estuviera en condiciones decentes y no supusiera a diario una ocasión para agradecerle a Nuestro Señor (y no me refiero a Melchior) haber sobrevivido.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?

Deja un comentario