Retiro lo escrito

Cuando el niño se mea en la Cuna del Alma

Veremos maravillas y trampantojos indescriptibles alrededor de  del proyecto urbanístico y hotelero Cuna del Alma, en las inmediaciones del puertito de Adeje. Ayer martes, sorpresiva y sorprendentemente, la Dirección del Territorio y Patrimonio Histórico del Cabildo de Tenerife ha dictado una resolución por la que mantiene la suspensión cautelar de una parte de las obras, porque “en ese espacio se ha producido la destrucción parcial de restos arqueológicos”, lo que constituye una infracción administrativa calificada como “muy grave”. Caramba. ¿Cuándo se produjo la destrucción de los restos y en qué ha consistido exactamente? Este nuevo informe, ¿es fruto de una denuncia o se ha producido de oficio? ¿No había afirmado el presidente del Cabildo, Pedro Martín, que todos los informes sobre el proyecto eran favorables?

Una vez conocido el papel de la Dirección Insular del Territorio y Patrimonio Histórico – una demostración de que el cumplimiento de la joven ley de Patrimonio representa una auténtica garantía conservacionista – ha cundido la desconfianza entre las organizaciones ecologistas, medioambientalistas, políticas y vecinales que se han posicionado contra el proyecto Cuna del Alma. La idea más extendida es que el Cabildo de Tenerife – y en general todos los poderes públicos – intentará por todos los medios orquestar un paripé para evitar que el PSOE sea castigado electoralmente – a nivel local e insular – por autorizar un urbanización de lujo impulsada por inversores extranjeros y que ocupará una zona privilegiada y vinculada a los usos sociales y a la memoria colectiva de miles de tinerfeños. Para evitar tanto un fortalecimiento al desarrollo de la urbanización como un desgaste electoral más que probable el ayuntamiento de Adeje y el Cabildo tinerfeño retrasarán todo lo posible el comienzo efectivo de las obras o, en el peor de los casos, se emprenderán los trabajos menos agresivos espacial o paisajísticamente. Informitos negativos, apertura de algún procedimiento de infracción, supuestos nuevos compromisos de los inversores en materia ambiental, mayor número de contrataciones. Queda a la credulidad de cada cual presentes y futuras modificaciones, nuevas promesas o improvisaciones en el calendario. Solo una observación al respecto: los grandes proyectos de inversión en urbanizaciones de lujo que pretenden levantarse en las proximidades de parajes con protección ecológica, paisajística y/o arqueológica suelen contratar a biólogos, ecólogos y/o arqueólogos. No ha trascendido que los responsables de Cuna del Alma lo hayan hecho.

Más allá de las maniobras de distracción del Cabildo Insular, más allá incluso de la apología del proyecto explícitamente formulada por el presidente del Gobierno autónomo, Ángel Víctor Torres, tan escasamente coherente con la muy supuesta identidad de un Ejecutivo preocupado por la ecología y la sostenibilidad, está la incomprensión de inversores, políticos y  técnicos a sueldo para entender la oposición frontal entre miles de personas, sus argumentos, su determinación, su voluntad de convertir este espacio de Adeje en el testimonio practico de una lucha contra  una nueva colonización turística del territorio, que solo sería accesible para millonarios capaces de autoabastecerse en sus propios palacetes sin necesidad siquiera de salir a comer, a comprar o a desenvolverse por los alrededores. La protesta contra una urbanización en La Tejita, en El Médano, será una broma contra lo que puede ocurrir en el puertito de Adeje. Vendrán ciudadanos de toda la isla y de todas las islas para evitar que el alma isleña sea adormecida en cualquier cuna de mármol, oro y lapislázuli. No deberían olvidarlo. No va a ser un paseo militar con un par de multas de adorno. Quítense esa idea de la cabeza y de la cartera.  

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Un largo invierno

“Definitivamente/parece confirmarse que este invierno/ que viene, será duro./Adelantaron las lluvias, y el Gobierno, /reunido en consejo de ministros/no se sabe si estudia a estas horas/el subsidio de paro/ o el derecho al despido,/o si sencillamente, aislado en un océano, /se limita esperar que la tormenta pase…” No, no es octubre de 1959, cuando Gil de Biedma escribió estos versos desesperanzados. Aunque es curioso, el Plan de Estabilización diseñado entonces por Ullastres y Navarro significó la superación definitiva de la posguerra económica, abrió puertas al desarrollo del capital sin las rigideces del intervencionismo y concedió así una pátina de legitimación a la dictadura franquista. En una situación todavía durísima, en la España de finales de los años cincuenta, existían esperanzas: desde liquidar la dictadura y celebrar la revolución hasta poder comprarse un pisito o un seat, prosperar modestamente, conseguir que los hijos pisaran la Universidad.  Hoy el futuro  es una superstición que pocos comparten. Llevamos sumergidos quince años en una crisis interminable que ha señalado con fuego los límites reformistas de la democracia representativa y el capitalismo globalizado.  ´

Esa célebre pregunta que ronda al Gobierno central y a los dirigentes socialistas (“¿por qué perdemos apoyos en las encuestas si subimos el salario mínimo, protegemos mejor el empleo y la empleabilidad, aumentamos las pensiones, financiamos los ERTE?”) tiene una respuesta sencilla, aunque dura: eso es lo mínimo que deberían ustedes hacer. Muchas de las medidas del penúltimo plan de Pedro Sánchez contra la inflación y la crisis económica se han puesto en marcha por gobiernos de centroderecha – por ejemplo, Macron firmando cheques de 100 euros al mes a aquellos franceses que ganen menos de 2.000 euros netos mensuales – y en algún caso han servido de inspiración al Ejecutivo español – según el propio Sánchez el Ministerio de Hacienda está estudiando el impuesto extraordinario sobre combustible impulsado por el gobierno de Draghi. Obviamente Sánchez y sus socios  han presentado su panoplia de medidas como fruto de un acendrado compromiso izquierdista, pero en su mayoría están siendo aplicadas por gobiernos de centroizquierda y centroderecha de toda Europa. Y por una razón elemental: porque es lo que se puede hacer en los márgenes políticos y jurídicos de la UE y del orden económico internacional.

Y esa es precisamente la clave de la puerca ingratitud de la gente y en muchos casos de una desafección del voto de izquierdas, rosado o morado: la evaporación de cualquier alternativa real y la inutilidad de los viejos valores  — el sacrificio, el mérito, el trabajo, la solidaridad vecinal, la familia – que concedían sentido a la vida individual y colectiva.  Han desaparecido y ya no volverán. Sin un proyecto político alternativo y transversal que no sea una suma de pequeñas y ombliguistas batallas la izquierda está perdida. Quizás sea contraproducente, incluso, insistir en logros histéricos y triunfos apoteósicos. En vez de provocar admiración enervan o hastían a los ciudadanos porque, curiosamente, lo único que se le ocurre al político, para estremecer al público, en lanzarse a la hipérbole más desquiciada. Observen la (supuesta) inauguración de cincos parques eólicos de La Gomera con la presencia estelar del presidente Ángel Víctor Torres. Primero, es la presentación del proyecto, que no tardará menos de un lustro en completarse. Segundo, es muy improbable que cubra “toda la demanda” de La Gomera. Los aerogeneradores no suelen cubrir “toda la demanda” en ningún sitio porque a veces no hay viento y en ocasiones hay demasiado. Por esa misma razón roza la bobería imaginar que La Gomera pueda “exportar energía limpia”. La transición energética no es ya “una realidad” cuando ni siquiera está en pie un puñetero aerogenerador.

El poeta tenía razón. Este invierno será duro y durará más de tres meses.  

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Hágase o deshágase

Se ha presentado a la Mesa del Parlamento de Canarias una pregunta del diputado de CC José Alberto Díaz Estébanez dirigida la consejera de Educación, Cultura y Deportes. El señor Díaz-Estébanez se interesa por el contratazo que hace pocas semanas suscribió el Instituto Canario de Desarrollo Cultural –dependiente de la Viceconsejería de Cultura que dirige el silente Juan Márquez – por valor de 1.845.000 euros para el diseño y la dirección del MAPAS (Mercado Profesional de Artes Performativas del Atlántico) y del Festival de Artes Escénicas de Canarias. Muy poco tiempo después de ser formalizado, el contrato fue anulado. ¿Explicaciones oficiales? Ninguna. Circule, que estoy oyendo a Bela Bartok.

En realidad la cosa tiene más enjundia, más flow, flow de la mata, flow de la fuente misma de la esencia de la sospecha. Después de anular el contrato de 1.845.000 euros, la empresa adjudicataria estaba obligada a devolver 400.000 euros abonados anticipadamente. Pues bien, el ICDC concedió a dicha empresa (Una Hora Menos Producciones) un patrocinio de 400.000 euros (exactamente 400.000 euros) para el proyecto MAPAS que, por cierto, está desarrollándose actualmente. Es imposible no sustraerse a la melancolía. En su momento, Juan Márquez, o alguno de sus brillantes paniaguados, presentó el nuevo Instituto de Desarrollo Cultural (hijo de Canarias Cultura en Red, nieto de la SOCAEM) como una avance técnico-administrativo que mejoraría cuantitativa y cualitativamente la gestión cultural de la Comunidad autonómica, un instrumento ágil y moderno al servicio de los agentes culturales en particular y de la ciudadanía isleña en general. Desde luego que cuenta con un personal suficiente: un consejero delegado, un director ejecutivo, un director adjunto, varios técnicos de gestión cultural, administrativos y varios juristas, Cuentan, por cierto, que el director adjunto cobra más más 70.000 euros anuales: más adjunto, en fin, no puede ser. Pues bien. nadie, absolutamente nadie de esta peña, y menos que nadie los propios jefes de Gran Vaina, encontraron irregularidad alguna en el procedo de negociado sin publicidad que culminó con la adjudicación del jugosísimo contrato a la empresa antedicha. Los rumores apuntan a que, siguiendo tal vez sugerencias de las alturas, se ha contratado a una empresa  para el desarrollo del proyecto estrella de la Viceconsejería de Cultura, y luego, desde la Gran Vaina, se les trasladó al Cabildo de Tenerife y al Auditorio Adán Martín que su aportación –unos 620.000 euros – debería revertir en la misma empresa. Muy juiciosamente, el Cabildo tinerfeño se negó a tal operación: estaba y a buen seguro está dispuesto a apoyar MAPAS, como lo ha hecho en anteriores ediciones, pero apoya, como administración insular, a la Viceconsejería de Cultura, no a la empresa inicialmente adjudicataria del contrato. Esupefactos debieron quedarse en la corporación insular.

Toda esta chapucería se ha desarrollado en un silencio bastante ominoso. Y ahora mismo es imposible obtener ningún tipo de aclaración informativa por parte de la Viceconsejería de Cultura. Como suele ser habitual en su titular, Márquez se encierra en su despacho hasta que escampe. Después emprende una selección de llamadas telefónicas y hasta la próxima vez, la próxima chapucilla, la próxima ocurrencia, el próximo favor, la próxima cagada. Márquez, sobre todo, quiere prosperar políticamente e intenta crear una estructura subterránea – desde lo empresarial a lo funcionarial — lo suficientemente potente para que reclame su continuidad y lo bastante astuta para que seduzca a nuestros iletrados berzotas hasta convercerlos  de que él y solo él puede llevar la Viceconsejería de Cultura. Es sin duda el más inteligente de los viceconsejeros del área en la última década. Y también el más cínico, mangoneador y peligroso.  

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Poder y poderío

Hace muchos años Michel Foucault lo dejó claro, aunque se nos olvide siempre: el poder, el poder político, está presente en todos nos niveles de la sociedad, y no es algo que se posea, una suerte de garrote que se pueda blandir amenazadoramente, sino una estructura de relaciones que se expresa en actos concretos. El poder es siempre una relación cotidiana, un binomio de fuerza y resistencia en tensión permanente, no una sustancia milagrosa. El poder es el acto de volar, no el supuesto polvo en las alas que permite cruzar el prado a una mariposa.

Está, por supuesto, la relación más anecdótica, la que tiene el poderoso con el poder. Da bastante grima. Observa uno al presidente Pedro Sánchez en la tribuna del Congreso de los Diputados y comprueba cómo ha envejecido en cuatro años. Se le empieza a cuartear el rostro, se cubre de canas, le cuesta ocultar el endurecimiento de la mirada. Comparen ustedes igualmente al Ángel Víctor Torres con el de la primavera de 2019. Hoy, a ratos, parece un anciano entusiasta. A todos les ocurre lo mismo. Es el suyo un oficio duro, ingrato, a menudo agotador, hastiante o asqueroso. Nunca he terminado de entender lo que les lleva a ese sacrificio espeluznante en el que estás condenado a parecer (a ser) la imagen que los demás tengan de ti. A sufrir todos los desaires, todas las traiciones y todos los odios, de los que no les rescatan la adoración mercenaria de tus compañeros y colaboradores. El poder es lo más parecido al infierno en la tierra: sus llamas calienta el alma y destruyen el espíritu. No, no es servicio público. Es un vacío que solo puede ser rellenado por poder.

Ayer Pedro Sánchez realizó un pequeño acto de poder. Lo hizo anunciándolo. Es importante no dejarse distraer por la fraseología del líder de izquierdas en combate por el pueblo. El grueso de las medidas anunciadas ayer caben en dos espacios: la socialdemocracia y la excepcionalidad inflacionista. Macron, que no es precisamente un progre, ha estatalizado la principal empresa eléctrica de Francia. Los anuncios de Sánchez: abonos de transporte gratuito (en Canarias no opera RENFE ni disponemos de trenes de cercanías: a ver qué hacen), una pequeña ayuda suplementaria a los becarios, un programa de educación computacional en las escuelas. El resto del “paquete de medidas” (no confundir con las medidas del paquete) aprobado apenas el mes sigue adelante. Lo más retumbante en el discurso de Sánchez, por supuesto, fueron los nuevos impuestos de carácter puntual y provisional. Impuestos extraordinarios al oligopolio energético y a la banca durante 2022 y 2023. No hay mayores precisiones técnicas,  pero el presidente adelantó que con ambas el Gobierno pretende recaudar unos 3.500 millones de euros para financiar todas las ocurrencias.  Para hacerse una idea, los gastos previstos en los presupuestos generales del Estado para 2022 se elevan a 458.000 millones de euros, de los que 27.633 son fondos europeos.

La eficacia de la mayor parte de este programa extraordinario del Ejecutivo es –por decirlo suavemente – muy discutible. La acción que parece más próxima a combatir la inflación – abaratar el transporte público —  solo despierta escepticismo entre los economistas; puede leerse al respecto un breve pero enjundioso artículo de Javier Campo y Juan Luis Jiménez (profesores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) en el blog Nada es gratis. “Un abaratamiento de los precios del transporte”, apuntan Campo y Jiménez, “no tendrá impacto suficiente sobre la demanda”.  En términos políticos Sánchez triunfó: ha bastado con el anuncio de sendos tributos a bancos y eléctricas para que las izquierdas aplaudan extasiadas. Ser de izquierda en España siempre ha sido fácil: basta con tocar un par de teclas de una destartalada pianola ideológica. Gobernar para la mayoría garantizando cohesión social y territorial ya es más difícil. El poder consiste también en hacerlo pasar por poderío.  

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Un nuevo estadio

Uno de los efectos bienaventurados del fracaso del CD Tenerife a la hora de ascender a primera división es no se construirá un nuevo estadio de fútbol en la capital chicharrera, al menos hasta las próximas elecciones, ese otro torneo deportivo. Si el equipo blanquiazul — que le dicen — llega a ascender a los cielos futbolísticos la presión social dirigida a que las administraciones públicas gastaran los millones que fueran menester para un nuevo estadio hubiera resultado irresistible. La simpática horda tinerfeñista – siempre tinerfeñistas de penúltima hora — hubiera pateado, gritado e insultado hasta conseguir la inversión, debidamente comprendida y jaleada por el periodismo deportivo patrio. Tal vez soy demasiado ingenuo y los responsables políticos ya habrían iniciado los expedientes necesarios sin necesidad de ninguna presión popular. Cuanto menos haya jugado un político al futbol en su día y más le asqueen las aglomeraciones, más rendido admirador se proclama del equipo representativo de su terruño. Yo he escuchado rumores –sin duda infundados –que apuntan a que el presidente del Cabildo, Pedro Martín, se había tatuado un retrato de Luis Miguel Ramis en la rabadilla, y lo pensada mostrar orgullosamente en todas las playas tinerfeñas. Según los mismos maldicentes ahora se lo intenta borrar con papel de lija y jabón Lagarto. En todo caso, por fortuna, el CD Tenerife perdió, y toda la furia babosa de sus apologetas se ha apagado súbitamente. ¿Cómo va la venta de abonos para la próxima temporada, cabroncetes?

El primero que mencionó lo del nuevo estadio fue, por supuesto, el presidente (y propietario) del club, Miguel Concepción. Lo dijo en concepcionés, que es el idioma que habla fluidamente desde chico, lo que nunca es un problema, porque ya los locutores radiofónicos se encargan de traducirlo reverencialmente al español como los curas de antaño traducían el latín de los papas a los feligreses. Concepción quiere un estadio de 40.000 espectadores con el sutil y cronométrico argumento de que “ya es hora”. Un estadio que pueda contener cómodamente tiendas, restaurantes, cafeterías, guarderías. En su sueño visionario imagina a matrimonios que visitarán el mamotreto desde media mañana para pasarse ahí todo el día, casi con independencia de que se celebren o no partidos de fútbol. No sé por qué no incluyó un pequeño museo con una reproducción en bronce de la calva de Dertycia, el ejemplar de la Lógica de Hegel de Jupp Heynckes anotada de su puño y letra o la egolatría mamífera de Javier Pérez conservada en formol. Cuando escuché a Concepción (es decir, la traducción de los locutores intérpretes) no tuve claro quien concedería las licencias para las cafeterías y tiendas del flamante estadio, aunque lo sospecho, como seguro que lo sospechan todos ustedes.

El estadio del CD Tenerife cuenta con unas 23.500 localidades. Como recordó el otro día con tranquila sabiduría el arquitecto Carlos Schwartz, hace muchos años que no se ocupan esos 23.500 asientos en su totalidad. Ni siquiera fue así durante el final de la pasada temporada, con toda esa peña festejando –entre ellos – un ascenso que les parecía inevitable y que vivieron como un milagro. Desde el año 2010 a la actualidad Santa Cruz de Tenerife ha perdido unos 15.000 habitantes. Es difícil entender como una prioridad construir un nuevo estadio de fútbol salvo, por supuesto, que el señor Concepción quiera hacerlo con sus perritas. Y aun así debería preguntársele que ocurrió con el proyecto –por llamarlo de alguna manera – de la Ciudad Deportiva, que ahora está en los juzgados. Que lo aclare antes de atreverse a pedir en voz alta que le financiemos un estadio nuevo, porque ni siquiera en el dulce concepcionés su solicitud deja de sonar como una burla sórdida, un descaro extraordinario y un antojo principesco. 

 

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