Eugenio Trías

 

Entre las últimas crónicas de empresarios trincones y papas dimisionarios ha muerto el filósofo Eugenio Trías. Murió trabajando y curioseando, como debe ser, como debería morir cualquier hombre, si todos los hombres pudieran celebrar el prodigio de estar vivos. Eugenio Trías representó una anomalía en este país, un país que, por un momento, pareció más o menos normalizado, pero que ahora esta a punto de destartalarse, y me cuesta no caer en metáforas ineptas comparando un destino colectivo con otro individual. Como Lledó, como Manuel Sacristán, el profesor Eugenio Trías creció en las aulas universitarias del franquismo duro, finales de los cincuenta y principios de los sesenta, y se largó a respirar filosofía alemana a pleno pulmón. Qué jaulas nauseabundas deberían ser esas Facultades de Filosofía patrias, todavía trufadas de excombatientes por sus cojones y curas casposos para los que la última palabra correspondía a Santo Tomás de Aquino.  Trías no se resignó a difundir críticamente a los pensadores del siglo (y a algunas luminarias menores, pero estimulantes) en los páramos culturales del franquismo. El profesor Eugenio Trías, rodeado de fragmentarismo filosófico, filosofías narrativas y apologías del pensamiento débil, tomó una decisión enloquecida: construir, en el último tercio del siglo XX, un sistema filosófico. Hay gente, con la que no consigo estar totalmente en desacuerdo, para la que construir actualmente un sistema filosófico es como diseñar un refugio en previsión de un apocalipsis zombi. Trías lo hizo con una testarudez que es un ejemplo de inteligencia, coherencia, rigor y elegancia. Quizás los sistemas filosóficos ya no sean otra cosa que palacios deshabitados – o mejor, inhabitables – que se visitan para volver con algunas emociones fuertes, algunos deslumbramientos definitivos, algunos estímulos que nos llevarán a entender lo cotidiano con una mirada ligeramente distinta. Tal vez no puedan aspirar a más, pero el sistema  especulativo de Trías nunca conseguirá menos.

Eugenio Trías intentó desecularizar la razón. Bajarla de su condición de oráculo inapelable para liberarla, precisamente, de cualquier instrumentalización filosófica, política, burocrática, ideológica. Lo hizo desde un diálogo interminable con otras tradiciones filosóficas, con la religión, la música o el cine y gracias a su lúcido entusiasmo en cualquier libro suyo hay mucho que aprender.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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