desempleo

Sin salidas

Si se han alcanzado ya los 372.000 desempleados en Canarias, superando el 33% de la población activa, ¿seguirá creciendo el paro? Seguirá creciendo, no se preocupen. Hace un par de días, el profesor Luís Garicano, conocidos los últimos datos de la Encuesta de Población Activa, subrayaba que de la evolución de los cuatro últimos años  se desprendía que por cada punto de caída del PIB, se pierde 1,39% de empleo, por lo que el ilustre economista calculaba en unos 700.000 (repito: 700.000) los empleos que serán destruidos en España a lo largo de 2013. ¿Y en Canarias? Canarias puede perder – en base a una estimación similar – entre 15.000 y 18.000 empleos más, con una tasa de desempleo que podría superar el 35% a finales de 2013. Y eso sin contar –por supuesto – la aplicación de la guadaña al empleo público. Pese a las airadas (y vacuas) protestas del consejero de Presidencia y Justicia, Francisco Hernández Spínola, desde su propio departamento se ha realizado un estudio preliminar que cifra entre 5.000 y 6.000 los empleados públicos –laborales e interinos – que podrían ser despedidos gracias a las facilidades que establece la ley de reforma laboral de Mariano Rajoy y su Gobierno. Se quedarían a salvo (al menos de momento) los funcionarios de carrera.

Es muy curioso que, en unas recientes declaraciones, el presidente de la CEOE de Santa Cruz de Tenerife, José Carlos Francisco, cifre precisamente en 5.000 los trabajadores públicos prescindibles. Francisco apunta que se ahorrarían así unos 400 millones de euros y recuerda que el recorte estatal alcanzará aproximadamente, a su juicio, unos 600 millones de euros para el próximo ejercicio presupuestario. Son cifras atendibles, desde luego, pero muy matizables dentro incluso de la interpretación de Francisco. Primero, el coste actual de los empleados prescindibles: en la hipótesis de Francisco, cada uno de ellos le costaría a la administración pública (salarios, complementos, aportaciones a la seguridad social) unos 80.000 euros, lo que parece una cifra francamente elevada. Segundo, otros 5.000 desempleados (y sin visos de una rápida recolocación) también suponen un coste, y no solo en términos de subsidio de desempleo, sino el más difícilmente cuantificable en la desincentivación del consumo y su efecto en la demanda agregada. Y por último, los 200 millones restantes no son una cifra insignificante, y obliga a nuevas restricciones de gasto en capítulos socialmente muy sensibles. No conviene olvidar, asimismo, que en 2013 y 2014, previsiblemente, todavía se efectuarán furiosas podas para reducir el maldito déficit: el compromiso con Bruselas es alcanzar el 4, 5% el primer año y el 2,8% el segundo. Una meta que nadie (absolutamente nadie) cree posible.

En realidad las declaraciones y réplicas entre Gobierno, oposición parlamentaria y sindicatos se reducen a una melancólica lluvia de confetti verbal. Si no se modifica sustancialmente el proyecto de presupuestos generales del Estado para 2013 durante su debate parlamentario será inevitable — si el Ejecutivo regional no se resigna a una situación de impago generalizado — programar y proceder a despedir a varios miles de laborales e interinos en la administración autonómica. Es una situación que aterra a los políticos. El que pierde el trabajo en el mercado privado suele echar la culpa al Gobierno, pero también concibe otros posibles corresponsables. El trabajador público, en cambio, es puesto de patitas en la calle por la decisión explícita de un Gobierno, un partido o un político, y no se lo perdona electoralmente – ni él ni su familia – el resto de su vida. Algo similar les ocurre a los sindicatos mayoritarios, que tienen entre los funcionarios y laborales a una parte muy sustancial de sus afiliados.

Lo peor de la crisis estructural que destroza el espinazo económico del país y destartala su cohesión social y territorial – deteriorando la legitimidad del sistema político y poniendo en solfa el régimen democrático – es que se paga al contado, pero también a plazos. Se paga en el presente, con la creación de paro, pobreza, miseria como engrudo de un impresionante sufrimiento social, pero se paga intensamente en el futuro, cuando las más graves cicatrices todavía duelan, pero hayan dejado de sangrar. Se pagará pasado mañana, con miles de estudiantes isleños instalados ya en el extranjero, con una generación perdida entre los estudios y el desempleo que vegetará en los baretos y en las esquinas de los barrios, con empresarios y emprendedores que no podrán jamás reanudar su actividad, con el desfase en el desarrollo tecnológico, en plena expansión de la sociedad de la información, en unas islas que también desaprovecharon esa oportunidad y nunca llegaron a invertir en I+D el 50% de lo que invertía la modestísima media española. Se pagará y saldrá muy cara, en fin, la desconexión parcial en la que vivirá sumergida Canarias durante una década respecto a los cambios en la división internacional del trabajo y en la dinámica de inversiones y capitales en el continente africano. La crisis castiga  con saña el presente pero, al mismo tiempo, hipoteca miserablemente nuestro futuro.

Y no hay salida. Al menos un servidor no es capaz de verlas. No pueden considerarse como tales fantasías como la salida del euro (el Estado español debería seguir pagando sus deudas igual y en esa misma moneda), o la alegre zambomba  neoliberal de eliminar todos los mecanismos económicos y fiscales (fuera el REF y todas esas antigüallas que no dejan crecer libremente a las fuerzas del mercado y solo benefician a élites extractivas: buen momento para hacerlo) o los heroicos maximalismos de la independencia, la revolución o un feliz mixturado de ambas. Todas esas opciones pueden satisfacer anhelos políticos, ideológicos o espirituales, pero no contribuirían un ápice a aliviar o superar la quiebra económica y social del Archipiélago: la brutal amenaza de su fracaso como país con un proyecto común viable y próspero. La amenaza de Canarias como país fallido. La negativa de Alemania y sus aliados a poner en marcha en 2013 un proceso de unificación bancaria y armonización fiscal en Europa está dirigida, precisamente, a evitar una socialización a nivel continental de las pérdidas de los países europeos aquejados por la crisis de la deuda. Las pérdidas de España (y de Canarias) se socializarán entre los españoles (y los canarios). Desde luego, puede que la Unión Europea, si no colapsa la economía mundial, sea inteligentemente generosa dentro de un par de años, e implemente un gigantesco plan de estímulo económico por valor de cientos de miles de millones de euros. Puede ser. A ver cómo llegamos. Y si podemos hacerlo.

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Brote

Afirmar que los datos del desempleo del pasado junio no son especialmente buenos ni promisorios supone casi invocar una condena. Pasmosamente encuentra uno gente adulta y dotada con un cociente intelectual más o menos normal que casi exige prescindir de cualquier actitud crítica. Nada de cuestionar los datos del desempleo, malditos cenizos, nada de pretender ironizar – y aquí se puede utilizar, he visto utilizar, expresiones insultantes como progre o intelectual – el heroico triunfo de la selección española de fútbol. Nada de abrir los ojos en medio de la oscuridad: los niños saben lo que hacen cuando cierran fuertemente los párpados al descubrir la negrura de la noche. El miedo político y social tiene estos efectos, entre otros más graves, de los que probablemente no nos vamos a librar: la dimisión de cualquier espíritu crítico y la explosión de un pentecostés de esperanzados. Los 98.000 nuevos empleos creados en junio merecen abrir los ojos, no cerrarlos; un análisis crítico, no un ridículo suspiro de satisfacción, porque, entre otras cosas:

a) El paro ha aumentado en el primer semestre de 2012 más que en el mismo periodo de 2010 y 2011.

b) Desde el pasado enero el desempleo ha aumentado en más de 192.000 personas en España.

c) En el último año –divididos casi equitativamente entre gobiernos del PSOE y del PP – el desempleo aumentó en más de un 60%; de 2.300.000 a más de 3.600.000 personas.

d) Junio es tradicional y estacionalmente un buen mes para el empleo: el comienzo de la temporada turística de verano.

e)  El cambio de regulación laboral de las empleadas de hogar ha supuesto la creación administrativa de unos 25.000 empleos ya existentes.

f) Corregidos los factores de estacionalidad el desempleo asciende hasta casi 19.000 personas.

g) Es muy estúpido suponer, siquiera hipotéticamente, que si el PIB no alcanza un mínimo de un 2% anual puede crearse empleo en este país; las previsiones, tanto de los organismos internacionales como del Banco de España y el propio Gobierno señalan que el Producto Interior Bruta decrecerá aun más en este trimestre, confirmando un nuevo ciclo de recesión económica.

No se trata únicamente de no perder la perspectiva de la horrenda y compleja realidad. Se trata, igualmente, de no conceder ninguna reputación gestora  o credibilidad política a un Gobierno que, dentro de un par de días, anunciará nuevos recortes presupuestarios y subidas impositivas y que, amparado por datos de empleo supuestamente positivos, los presentará como aval de la estrategia de su política económica y fiscal y de su destrucción deliberada de los sistemas públicos de sanidad y educación. Imagínense ustedes un nuevo zarpazo de 300 o 400 millones a la Hacienda Pública canaria y se harán una idea de lo que trae en las entrañas este brote verde vendido como la primera cosecha de Mariano Rajoy y Asociados.

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Suspiria de profundis

La recuperación económica en Tenerife, cuyo diagnóstico se expone con profusión de datos en el boletín de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, es tan tímida, tan modesta, tan apocadita, que en vez de recuperación habría que llamarla vahído. Un suspiro de ligerísimo alivio desde las ennegrecidas profundidades de la agónica economía isleña. Servidor no tiene ninguna vocación de aguafiestas. Alabados sean los datos positivos y muchas felicidades a los que han conseguido trabajo o han logrado que no cierre su negocio. Pero tomar esa agradable repunte como el segmento inicial de una recuperación de la actividad económica y el empleo es más una irresponsabilidad que una señal de lucidez. El boletín cameral señala básicamente una recuperación del empleo en el sector turístico y una modestísima recuperación en la construcción, tan modesta, de hecho, que el consumo de cemento apenas ha crecido en el último trimestre. No insistamos en que la recuperación de la afluencia turística en Tenerife (y en el resto de Canarias) radica en factores endógenos como la revuelta situación política y social en el norte de África. No repitamos, tampoco, que por razones estructurales el turismo es incapaz de absorber ni la tercera parte del desempleo actualmente existente, que se aproxima mucho al 29% de la población activa: nunca lo ha hecho. Tampoco me apetece repetir, la verdad, una evidencia tan elemental como que la actividad de rehabilitación y reforma de la planta alojativa no puede sustituir ni las plusvalías, ni el estímulo a otros sectores ni la capacidad de generación de empleo que alcanzaron y mantuvieron las empresas de construcción en el Archipiélago entre 1997 y 2007 aproximadamente.
La inversión en obra pública y la apertura del crédito bancario ni está ni se les espera. Bastante tiene el Gobierno autonómico con apresurarse en convocar el concurso de deuda pública para poder pagar los gastos corrientes a partir del próximo mes. Pero, sobre todo, deleitarse en los primores de una recuperación semifantasmal de la economía isleña es distraerse, precisamente, de un conjunto de reformas inaplazables y de todas la patologías políticas, económicas y sociales que un modelo de crecimiento basado en el turismo, el ladrillo y la especulación inmobiliaria nos han reportado, dejando en pelotas, precisamente, nuestra debilidad económica estructural, la fragilidad de la cohesión social, la ruina de la educación pública, las escandalosas diferencias en la distribución de la renta de la sociedad canaria.

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Premio

Un centro comercial de Santa Cruz de Tenerife ha ofrecido, como premio de un concurso entre sus clientes, un contrato temporal de tres meses a tiempo parcial. Tres meses. Veinte horas semanales. Bonificado por la Seguridad Social.
Un contrato basura como premio. Tres meses tras una máquina registradora o cargando cajas o fregando el suelo con lejía barata como heraldo de la buena fortuna. Digna de una entrevista en la televisión, pero obviamente desprovisto de cualquier indemnización al término de la relación contractual.
Es un premio muy marxista. Nos recuerda que el trabajo, más exactamente la fuerza de trabajo, es una mercancía en un sistema capitalista: el único sistema actualmente vigente. “Tan pronto, pues, como al capital se le ocurre (ocurrencia arbitraria o necesaria) dejar de existir para el trabajador, deja éste de existir para sí; no tiene ningún trabajo, por tanto, ningún salario, y dado que él no tiene existencia como hombre, sino como trabajador, puede hacerse sepultar, dejarse morir de hambre, etcétera”. Y para aclararlo Marx, que nunca pisó un centro comercial ni vio una pantalla de plasma, agrega: “El pícaro, el pordiosero, el trabajador parado, el hombre de trabajo hambriento, humillado y miserable no existen (para el sistema económico), sino solamente para otros ojos, para los ojos del médico, del sepulturero, del alguacil de pobres, son fantasmas que quedan fuera de su reino”. Durante más de un siglo y medio el socialismo, las izquierdas socialistas lucharon, con diversas estrategias, para suplantar el concepto de trabajo como mercancía (y su inherente injusticia y sus consecuencias alienantes) por el concepto de trabajo como derecho y, más allá todavía, como vía para la transformación individual y social. Gracias a ese siglo y medio de luchas políticas, sociales y culturales, con todos sus errores, estupideces y contradicciones, todavía en sitios como este, balneario europeo ultraperiférico, los trabajadores desempleados no se mueren de hambre, como ocurría en la época victoriana en Europa y sigue ocurriendo en el resto del mundo. Pero la herencia de ese siglo y medio puede ser aniquilada en pocos años. Aquí está de nuevo, con todo el astracanesco glamour del marketing más descarnadamente oportunista, el trabajo como mercancía. Supera unas pruebas simpáticas y ocurrentes y te vamos a regalar un fisco miserable de capitalito, tres meses de generoso deslome, cuatro perras para gastárselas en vino si le apetece, buen hombre.
Espero el día en que el premio consistirá en no escupirnos a la cara.

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Manacito

Magníficas perspectivas de ocupación turística. No para la tardía primavera, sino para el verano que ya está en puertas e incluso hasta finales de año. Puede que superemos los 12 millones de turistas en este infausto 2011. Y no es improbable que esos 12 millones de turistas coexistan con una de las mayores tasas de desempleo de la Unión Europea. La crisis institucional, la inestabilidad política y la violencia en Egipto y Túnez, entre otros países de la zona, se prolonga semanas y meses en beneficio de la actividad turística en Canarias y redibujar la planificación y contratación de las vacaciones de los europeos que se lo pueden permitir. La reacción inmediata es preguntarse en la incidencia de una planta alojativa colmatada en la creación de empleo. Si llevamos ya más de un trimestre en racha, ¿por qué no disminuye significativamente el número de parados? En realidad es un interrogante que obvia la situación previa del turismo en Canarias y, más estructuralmente todavía, la aportación real de la llamada industria turística a nuestro producto interior bruto y al mercado laboral del Archipiélago.
Los empresarios turísticos retrasarán todo lo posible las nuevas contrataciones. Y lo harán, simplemente, para recuperar flujo de caja y músculo financiero después de más de dos años perdiendo dinero, para afrontar créditos contraídos durante la crisis o en sus prolegómenos o para ampliar sus muy moderados márgenes de beneficios. Hasta que no cuaje el convencimiento de que este portentoso record no es un maná coyuntural que puede escampar en cualquier momento – y eso no ocurrirá hasta la campaña de invierno 2011-2013 y con una demanda sostenida– los empresarios turísticos y los gestores hoteleros no dirigirán sus miradas al mercado laboral ni, por supuesto, se interesarán por las ayudas que ha puesto a su disposición, con tan melancólicos resultados, el Gobierno autonómico para rehabilitar la planta hotelera.
El sector turístico en Canarias no ha dejado de disminuir su aportación al PIB regional en los últimos años. Jamás se ha caracterizado por modelos de contratación que pivoten sobre la estabilidad laboral, la formación o la especialización. Canarias, en efecto, le debe mucho al turismo, pero no puede pretender que su recuperación económica y su cohesión social dependan de los generales egipcios, tunecinos o sirios. En el mejor de los casos 12 millones de turistas podrían significar 30.000 empleos más durante el próximo año. Un cuarto de millón de isleños seguiría hundido en el paro.

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