Elena Máñez

Cantando millones

No es necesario ponerle fecha: hoy, hace tres meses, dentro de tres semanas, el presidente Ángel Víctor Torres ha contado, cuenta o contará que en Canarias va a caer otra lluvia de decenas, cientos, miles de millones de euros relucientes. El jefe del Gobierno es como un niño de San Ildefonso con alopecia encaramado a la peana y que canturrea melancólicamente:

–Rehabilitación turística canaria….cuarenta milloooneees de eurooos….Compra de todos los marquesotes que produzca La Palma por el Centro Nacional de Inteligencia….treinta millones de euuurooos….Collarines ergonómicos a todos los que estén esperando que se les reconozca la dependencia y empiecen a cobrarlaaa…ochenta milloneeees de euroooos…Proyectos Next Generation en Canarias….300 millones…de eurooooos…300 millones de euros… 300 millones de e-u-rooos…

Felipe González ha sugerido a los gobernantes como condición imprescindible de un liderazgo eficaz “hacerse cargo del estado de ánimo de los ciudadanos”. Si el gobernante no lo hace así  “está destinado a un fracaso inmediato”. A los presidentes les cuesta entender este principio, pero en el caso de Torres la resistencia es realmente intensa. El presidente canario, que está ya en campaña electoral y se multiplica en actos, reuniones, conferencias, inauguraciones y presentaciones – debe trabajar en el coche oficial, como el abogado del Lincoln – está obsesionado en proclamar que el país está mejor que nunca y que deberíamos aprender a contar  por millones, no por unidades. Yo sospecho que no le parecería mal que los isleños ya no cumpliésemos años, sino millones. Por ejemplo, la consejera de Economía, Elena Máñez, cumplirá 53 millones a finales de año y los que felizmente le quedarán en el futuro. Con la misma fuerza que Barbuzano en un cango Torres se agarra a la cifras de creación de empleo como un indicador perfecto para expresar el éxito pasmoso de su gestión. Basta con exagerar un poquito o callar parcialmente. Sostener que “las listas de desempleo en el archipiélago engloban (sic) 194.742 personas, según datos del Ministerio de Trabajo (…)  Se trata de un dato histórico, que no se registraba desde finales de 2008, cuando se inició la crisis financiera (…)” es una auténtica delicia. La crisis financiera no comenzó a finales de 2008, pero eso es lo de menos. El dato de referencia, por supuesto, no es el total de personas empleadas, sino su porcentaje sobre la población activa. A finales de marzo, según el Instituto Nacional de Estadística, el desempleo en la provincia de Santa Cruz de Tenerife era del 20,06% sobre la población activa y en la provincia de Las Palmas un 20,51%. Todavía supera en casi en un punto al porcentaje de parados sobre la población activa del tercer y cuarto trimestre de 2019, aunque junio haya sido, de nuevo, un mes positivo. La recuperación del turismo y del comercio – en lo que el Gobierno autonómico ha tenido muy poco que ver – ha aumentado las contrataciones. Considerar un fenómeno tan obvio como espontáneo en un éxito gubernamental es un poquito indecente. Que en la primera mitad del año la Hacienda canaria haya recaudado todo lo que previsto para 2022 ya es bastante obsceno.

Una inflación de dos dígitos desangra a las clases medias y trabajadoras en Canarias, donde los salarios siguen siendo inferiores, por supuesto, a la media estatal. ¿Cómo crear empleos de calidad si nos dedicamos al turismo de litrona, pedo y aguarrás? Los indicios de una recesión (española y europea) son cada vez son más evidentes. Los servicios sociales y asistenciales renquean por la burocracia y el reglamentarismo frente a una pauperización que denuncian organizaciones tan reaccionarias como Cáritas y el Diputado del Común. Pero nuestro niño cantarín disiente y sigue gangoseando millones. A ver si en las próximas elecciones se enfada y elige un buen pueblo y no a este montón de cenizos angustiados por un futuro que ya les devora cualquier esperanza.

 

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Cantando millones

No es necesario ponerle fecha: hoy, hace tres meses, dentro de tres semanas, el presidente Ángel Víctor Torres ha contado, cuenta o contará que en Canarias va a caer otra lluvia de decenas, cientos, miles de millones de euros relucientes. El jefe del Gobierno es como un niño de San Ildefonso con alopecia encaramado a la peana y que canturrea melancólicamente:

–Rehabilitación turística canaria….cuarenta milloooneees de eurooos….Compra de todos los marquesotes que produzca La Palma por el Centro Nacional de Inteligencia….treinta millones de euuurooos….Collarines ergonómicos a todos los que estén esperando que se les reconozca la dependencia y empiecen a cobrarlaaa…ochenta milloneeees de euroooos…Proyectos Next Generation en Canarias….300 millones…de eurooooos…300 millones de euros… 300 millones de e-u-rooos…

Felipe González ha sugerido a los gobernantes como condición imprescindible de un liderazgo eficaz “hacerse cargo del estado de ánimo de los ciudadanos”. Si el gobernante no lo hace así  “está destinado a un fracaso inmediato”. A los presidentes les cuesta entender este principio, pero en el caso de Torres la resistencia es realmente intensa. El presidente canario, que está ya en campaña electoral y se multiplica en actos, reuniones, conferencias, inauguraciones y presentaciones – debe trabajar en el coche oficial, como el abogado del Lincoln – está obsesionado en proclamar que el país está mejor que nunca y que deberíamos aprender a contar  por millones, no por unidades. Yo sospecho que no le parecería mal que los isleños ya no cumpliésemos años, sino millones. Por ejemplo, la consejera de Economía, Elena Máñez, cumplirá 53 millones a finales de año y los que felizmente le quedarán en el futuro. Con la misma fuerza que Barbuzano en un cango Torres se agarra a la cifras de creación de empleo como un indicador perfecto para expresar el éxito pasmoso de su gestión. Basta con exagerar un poquito o callar parcialmente. Sostener que “las listas de desempleo en el archipiélago engloban (sic) 194.742 personas, según datos del Ministerio de Trabajo (…)  Se trata de un dato histórico, que no se registraba desde finales de 2008, cuando se inició la crisis financiera (…)” es una auténtica delicia. La crisis financiera no comenzó a finales de 2008, pero eso es lo de menos. El dato de referencia, por supuesto, no es el total de personas empleadas, sino su porcentaje sobre la población activa. A finales de marzo, según el Instituto Nacional de Estadística, el desempleo en la provincia de Santa Cruz de Tenerife era del 20,06% sobre la población activa y en la provincia de Las Palmas un 20,51%. Todavía supera en casi en un punto al porcentaje de parados sobre la población activa del tercer y cuarto trimestre de 2019, aunque junio haya sido, de nuevo, un mes positivo. La recuperación del turismo y del comercio – en lo que el Gobierno autonómico ha tenido muy poco que ver – ha aumentado las contrataciones. Considerar un fenómeno tan obvio como espontáneo en un éxito gubernamental es un poquito indecente. Que en la primera mitad del año la Hacienda canaria haya recaudado todo lo que previsto para 2022 ya es bastante obsceno.

Una inflación de dos dígitos desangra a las clases medias y trabajadoras en Canarias, donde los salarios siguen siendo inferiores, por supuesto, a la media estatal. ¿Cómo crear empleos de calidad si nos dedicamos al turismo de litrona, pedo y aguarrás? Los indicios de una recesión (española y europea) son cada vez son más evidentes. Los servicios sociales y asistenciales renquean por la burocracia y el reglamentarismo frente a una pauperización que denuncian organizaciones tan reaccionarias como Cáritas y el Diputado del Común. Pero nuestro niño cantarín disiente y sigue gangoseando millones. A ver si en las próximas elecciones se enfada y elige un buen pueblo y no a este montón de cenizos angustiados por un futuro que ya les devora cualquier esperanza.

 

 

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Jugar con palabras y muertos

El presidente Ángel Víctor Torres siempre está pidiendo algo. Es lo que toca en estos tiempos de zozobra e incertidumbre. Me imagino que todavía puede hablarse de tiempos de zozobra e incertidumbre a pesar de las maravillosas noticias con las que el Gobierno canario – mimetizando al Gobierno central – se celebra y se canta. Fíjese que abren hoteles, restaurantes, bares y comercios y baja el desempleo: qué excepcional labor hace el Gobierno.  También se excitan mucho cuando entregan dinero   –pasta fácil que se inyecta desde Madrid —  y evitan así que la estructura social se desmorone; una cosa complejísima soltar pasta a empresas y pymes, un dolor muy grande, corre el rumor de que había días en los que Elena Máñez no salía de la cama de puro agotamiento, y a media noche flotaba sobre las sábanas, los ojos desorbitados, temblando ligeramente y con el bolso Gucci entre las manos.  

Ocurre, sin embargo, que últimamente cierto asunto salpica con impertinentes manchitas negras el espacio público. Como quizás no ignoren, desde hace dos años nos afecta una pademia vírica que se ha cobrado unos 100.000 muertos en España, y a pesar de estar derrotada una y otra vez, según nuestros responsables políticos, pues está matando a más gente que nunca en Canarias. La pasada semana, 78 fallecidos. Exactamente 273 hasta el día de ayer. Es ligeramente incómodo que ahora, cuando falta ya año y medio para las elecciones, se siga muriendo gente. Esto tiene que acabar de una vez, porque de repente la gente no se fija más en la cara de frutero honrado sin hojas de afeitar que gasta el presidente y se empieza a fijarse más en lo que hace, y el PSOE puede tener un disgusto.

Ya el pasado año los socialistas ensayaron un cambio verbal. En realidad toda la estrategia anticovid del Gobierno socialista ha sido, predominantemente, una estrategia de comunicación (política y no médica).  La muerte y el sufrimiento demandan, para ser gestionadas sin peligro, una retórica propia, ajustada, muy fina. Quédese usted con la economía o la medicina y déjeme a mí el control de las palabras. La cuquería consistía en distinguir entre los pacientes que morían con covid de los que morían a causa del covid. Es de una astucia admirable. Hace unos días la recordó una responsable hospitalaria, como antes lo hizo Blas Trujillo, cuya imagen de chico listo ha evolucionado hacia el perfil de Luca Brasi, guardaespaldas presidencial grandote y brutal si se tercia, pero siempre fiel y discreto. Así que Ángel Víctor Torres ha pedido (como no) homogeneizar entre todas las comunidades los criterios para decidir si un enfermo ha sido víctima del letal virus o de cualquier otra cosa. Igual en Canarias somos demasiado quisquillosos. Igual por pura novelería estamos contando muertos en vez de contar fallecidos por covid. No es popular decirlo, pero a los canarios les gusta más un velatorio que comer con los dedos y son, esencialmente, un pueblo sentimental. El canario – ha pensado tal vez Torres, que es de la generación de Natura y cultura de las Islas Canarias – le gusta mucho emocionarse con las desgracias ajenas para así solidarizarse sin problemas de conciencia con las únicas que le interesan, que son las propias. Puede que sea de esa manera, vete a saber, pero, ¿por qué tiene que pagarlo el primer gobierno progresista que disfruta el país desde hace más de un cuarto de siglo? ¿Por qué tiene que afectar a su presidente?

Es muy difícil en la mayor parte de los casos decidir si a un infectado lo mató el covid o una enfermedad previa, aunque el juicio más corriente es que el covid aceleró el fallecimiento del enfermó. Para un enfermo oncológico el covid no es una minucia porque lo esté matando un cáncer de pulmón, sino una infección que puede restarle varias semanas o meses de vida. Las miserables acrobacias verbales, el juego mezquino entre preposiciones, es otra expresión del rechazo de rendir cuentas o sufrir desgaste político por la pandemia.

 

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