futuro

Las propuestas del PSOE

Esto va a ser un pelín aburrido.  Lo digo porque al término del comité regional del PSOE, celebrado el pasado sábado, su secretario general y presidente del Gobierno autónomo, Ángel Víctor Torres, volvió a contar por enésima vez cuanto habían sufrido los consejeros, alcaldes y concejales socialistas “en estos últimos años, que han sido los más difíciles de nuestra historia”. No, los tres últimos años no han sido los más difíciles de nuestra historia. Sin ir más lejos elija, presidente, los tres años de la guerra civil, o los lustros de interminable posguerra de hambre, miedo y violencia. El alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, un individuo capaz de sonreír en la cámara de gas un campo de exterminio nazi, abundó en una ocurrencia conectada con la de Torres: “Descansar no hemos descansado nada, sobre todo los que somos alcaldes”. Francamente deberían moderar ese entusiasmo a la hora de cansarse tan gozosamente. La mayoría de los miembros del comité regional parecen pletóricos de salud  y –como el propio Hidalgo –ajenos a cualquier señal de molimiento crónico. Quizás un poquito menos de mitologización de sí mismos no sería una mala idea. A los que vimos de nuestros padres levantarse para currar a las cinco de la mañana  durante cuarenta años se nos antoja irritante ver a señoras y señores bien trajeados y por lo general con excelentes sueldos presentándose como un pequeño ejército de mártires empapados en su sudor y su espíritu de sacrificio. Aflojen un fisco.

No, para nada han sido estos últimos tres años los peores de nuestra historia. No lo han sido porque, como ocurre en sociedades desarrolladas, disponemos de estabilizadores automáticos –  me refiero sobre todo a los sistemas públicos de educación y sanidad y a los servicios sociales –que garantizar una cohesión social básica. No lo han sido porque, contra lo que ocurrió en la terrible crisis de 2008, la Unión Europea decidió articular un conjunto de políticas y programas anticíclicos para luchar contra el impacto de la pandemia del covid en las economías nacionales y regionales, incluida España y Canarias, que abarcan ingentes recursos financieros, compra a mansalva de deuda pública y suspensión temporal de las reglas fiscales que la propia Unión se había impuesto.  Jamás el Ejecutivo autónomo ha dispuesto de tanta pasta, aunque en muchos casos no se ha gestionado correcta o puntualmente y los fondos Next Generation, en Canarias, están resultando particularmente frustrantes y resulta harto improbable que puedan contribuir significativamente a la diversificación y modernización de la economía regional.

El presidente Torres debería abandonar el relato épico que tanto gustirrinin  le proporciona y explicar a la sociedad canaria cuál es su proyecto para los próximos cuatro años, cuando, si nos acompaña la esquiva suerte, Canarias se haya recuperado económicamente de la pandemia, lo que está por ver. Porque Torres –y su Gobierno – han ignorado palmariamente la política económica y –salvo en el caso de los controles medioambientales establecidos en una ley de Cambio Climático compleja, laberíntica e intervencionista – no se ha preocupado por las grandes reformar que necesita la comunidad autónoma y la sociedad civil. Las reformas que se necesitan para unas administraciones públicas más eficientes y eficaces, para unos servicios públicos para los que no basta contratar más profesionales y menos aun si no mejoran su oferta ni los hospitales ni los centros docentes; para implementar urgentemente la productividad en Canarias y hacer crecer su producto interior bruto y su PIB per cápita, para recuperar agricultura y no seguir maltratando a la industria. Porque la redistribución vía fiscal no es posible si no existe una actividad empresarial que la sustente. Se necesitan propuestas. Más propuestas concretas y menos hagiografía política. Las propuestas de Torres y el PSOE.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

(Otra) utopía de un hombre que está cansado

Declinaba la luz en una tarde de cielo blanquecino y yo caminaba por un barranco. En lugar de bolsas de plástico y latas de conserva, muebles destrozados y rotas lavadoras comidas por el óxido – objetos cotidianos de cualquiera de nuestros bancales, que como nadie ignora nos situaron en la vanguardia del arte conceptual – solo podían distinguirse flores blancas, azules y amarillas. Apenas me sorprendí cuando comenzó a caer una ligerísima llovizna. Apreté el paso. Una pequeña casa de madera de pino, flanqueada por dos magníficas palmeras, se alzaba en un recodo salpicado por retamas. Me acerqué y toqué la puerta, y en medio minuto la abrió un hombre que no parecía de la isla: miraba sin desconfianza, sin curiosidad jocicuda, sin nuestra postiza y temerosa indiferencia. Por un minuto temí haberme perdido. Decidí preguntarle, pero el hombre se adelantó:
–Achi guañoth Mencey reste Bencom.
–¿Cómo dice?
El desconocido respiró aliviado.
–Bienvenido. Disculpe el galimatías. Quería saber de qué época procede. Siempre hacemos esa pregunta en supuesto idioma aborigen para datar a los viajeros del tiempo.
–Caramba. ¿Por qué?
–Los registros históricos son escasos y fragmentarios, pero al parecer en el primer tercio del siglo XXI ganó las elecciones autonómicas una fuerza política llamada Podemos, formaron gobierno y su consejero de Educación impuso el saludo guanche al entrar en las escuelas para crear patria y construir así nuevos valores de emancipación y empoderamiento para el pueblo.
–¿Un consejero? ¿Qué consejero?
–Por los pocos documentos que quedan de esa lejana edad se llamaba el señor Maceta o algo por el estilo.
–¿Y el inglés? ¿Aprendieron inglés?
–Pues no. Después de la experiencia de Podemos, que acabó con varios casos de canibalismo entre los altos cargos del gabinete,  CC gobernó otros veinticinco años…
Mi anfitrión me invitó pasar a la cocina y me preguntó si quería cenar. Fuera había anochecido.
–Tenemos artefactos para reproducir cualquier comida del pasado. ¿Carne fiesta? ¿Escaldón? ¿Costillas con piña?
–No sé. Lo que prefiera usted.
–¿Yo? A mí todo eso me dan ganas de vomitar. Nadie soporta semejante barbarie actualmente. Una vez probé una carne mechada con guasacaca y papas locas y estuve a punto de morir.
Nos resignamos a beber un poco de zumo y mordisquear unas galletas con ligero regusto a mantequilla. El hombre me observaba sin expresión alguna en el rostro.
–No debes preocuparte. Mañana por la mañana estarás en tu casa. Visitas como la tuya ocurren de vez en cuando en este que es el futuro para ti. Puedes preguntar lo que quieras.
–¿En qué situación política está Canarias?
–Esa pregunta es muy de tu tiempo. Pero para mí es una abstracción. Casi nadie recuerda ese nombre. Un vecino próximo, que es muy inteligente, argumenta que Canarias nunca existió. Es una leyenda de origen platónico sostenida por los tour operadores, las agencias de viajes y las orquestas de salsa. Por fortuna nada de eso ha sobrevivido.
–¿Y de qué viven ahora?
–La población decreció mucho. Aquí y en todas partes. Después la mayoría huyó. Entendieron que irse es a menudo la única forma de conservar limpia y potente la memoria de su niñez o su juventud.  Yo cultivo plátanos, escribo mis propias poesías y me aburro a mí mismo con excusas idiotas de renovación. E igual hacen todos.
— Entiendo entonces que cada hombre es su propio Leopoldo Cólogan, su propio Tomás Morales y su propio José Miguel Barragán.
Asintió, aunque no creo que me entendiera. Me acompañó a la puerta. Antes de marcharme hice una última reflexión.
–Al menos ya no existirá el pleito insular y tinerfeños y grancanarios se llevarán bien.
El hombre enrojeció:
–¿Pero qué dice? ¿Llevarnos bien con esos cabrones? ¿Está usted loco? –. Me miró de arriba abajo y musitó –: Utopía sí, pero no se pase…

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?