José Segura

Un sucio y espeso aviso

Hace cerca de un año el Gobierno de Canarias remitió al Gobierno central un plan de contingencia contra vertidos de crudo en el mar redactado por la Dirección General de Emergencias para su obligatoria homologación por el Ministerio de Fomento; hasta donde me alcanza la memoria, jamás se produjo una respuesta positiva. Por supuesto, el diseño del plan estuvo estimulado por las prospecciones de Repsol en las proximidades de las costas de Fuerteventura y Lanzarote, a las que el Ejecutivo regional, varios cabildos, numerosas fuerzas políticas y asociaciones ecologistas se opusieron frontalmente. Sin duda cabe criticar agriamente la palmaria insensibilidad del Ministerio de Fomento, pero el plan de la Dirección General de Emergencia sigue siendo un misterio, porque no estuvo precedido de una evaluación concienzuda (y públicamente expuesta) de los medios profesionales, técnicos y financieros de los que dispone las administraciones públicas canarias para enfrentarse a la catástrofe potencial que una derrame de crudo o combustible puede significar tanto para los ecosistemas marinos como para las costas y habitantes del Archipiélago. Resulta francamente grotescos que nos obliguen a descalzarnos y transitar bajo arcos magnéticos para tomar un avión a Lanzarote o El Hierro, y en cambio, los peligros que supone  –pese a las mejoras en la seguridad marítima –el tránsito anual de 35.0000 buques mercantes entre los puertos canarios – sin contar con los petroleros — casi esté resignado a la buena fortuna.
Con el hundimiento del pesquero de bandera rusa Oleg Naydenov al sur de Gran Canaria esta ruleta se ha detenido en una casilla a más de 2.400 metros de profundidad. El riesgo es menor por un conjunto de circunstancias (profundidad del hundimiento, corrientes marinas, cantidad relativamente modesta del fuel en los tanques del buque) pero no despreciable. Más que una catástrofe habría que tomarlo como un aviso en toda regla de lo que podría no ocurrir hasta dentro de veinte años, pero también podría suceder pasado mañana. Articular normativa y técnicamente una zona marítima de especial protección para Canarias no es especialmente arduo. El único político isleño que se ha ocupado positivamente de este asunto es José Segura, quien desde varias responsabilidades y en numerosas intervenciones y propuestas en el Congreso de los Diputados ha ejecutado un análisis impecable de las exigencias y necesidades que, en materia de seguridad marítima, debe plantear y resolver Canarias. Dos buques de salvamento de nueva tecnología avecinados en las islas, una embarcación rápida de salvamento, dos bases de lucha contra la contaminación eficazmente dotadas en Tenerife y Gran Canaria, equipos de técnicos debidamente adiestrados y coordinados entre el Gobierno autónomo y cabildos, cobertura de seis estaciones de radares garantizadas y un Plan de Navegación reconocido internacionalmente para ordenar y discriminar el tráfico entre las islas son algunos de sus elementos. Lo que falta es interés de los gestores públicos, voluntad política, priorización de las actuaciones, conocimiento de la materia. Lo que sobra es soberbia ministerial y oportunismo aldeano.

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Más (aunque peor) de lo mismo

Para dejar totalmente claro que la renovación del REF –  y solo en su parte fiscal – es una fritanga preparada entre gobiernos y manguitos, como si se tratara de una merienda ocasional,  la misma no se debatió realmente en las Cortes, sino que fue aprobado a través de un decreto ley rubricado por don Mariano Rajoy. Ningún debate mínimamente riguroso, ninguna posibilidad de introducir enmiendas, ningún molesto parlamentarismo por medio. Resultó particularmente penosa la intervención de la diputada socialista Patricia Hernández, quien además de evidenciar una ignorancia intachable sobre lo que estaba hablando, cinceló joyas como “nuestras aspiraciones, se los digo desde ya, irán encaminadas a conseguir una sociedad más igual (sic), más formada, más desarrollada”. Podía estar hablando de la fiscalidad canaria o de los anhelos irrenunciables de una comuna de mormones. Se los digo desde ya. Naderías dotadas de una enérgica determinación. Lo gracioso es demandar un REF más social cuando el PSC-PSOE – con la intervención activa del señor Hernández Spínola en sus devaneos con González Ortiz – han aprobado, por ejemplo, la transformación de la Reserva de Inversiones en un instrumento absolutamente ajeno a sus propósitos originarios, porque desde el pasado día 1 los empresarios que se acojan a la RIC no estarán necesariamente obligados a invertir. La reforma normativa les permite meter las perras en productos financieros que podrán ser utilizados por terceras personas para invertir en el Archipiélago sin informar a nadie sobre la naturaleza y localización de sus proyectos empresariales. Esta financiarización de la Reserva de Inversiones representa la estocada final a cualquier legitimación social que pudiera conservar en sus orígenes y consagra a los empresarios de mediano tonelaje como los únicos usufructurarios de la bicoca.
José Segura – que conoce muy bien el REF y que junto a Augusto Brito y otros dirigentes socialista participó en la reforma normativa del 93 – ha enfatizado que la modificación el Régimen Económico y Fiscal se debió desarrollar en una estrategia política más participativa que estaba obligada a completarse con una reforma del Estatuto de Autonomía para brindar jurídicamente unos fueros isleños ajustados a la propia evolución de la UE.

El Real Decreto convalidado por la Cámara Baja no supone, por tanto, ningún trampolín para la diversificación e internacionalización de la economía canaria, pero sí ofrece cierta utilidad operativa para que las élites políticas que controlan la Comunidad autonómica sigan manteniendo una capacidad de influencia social que es condición necesaria para su autorreproducción, así como para la continuidad de un pool empresarial privilegiado en magníficas relaciones – aunque a veces conflictivas — con los primeros. ¿Y Soria? José Manuel Soria, simplemente, ya está en campaña.

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