movilidad

La fantasía del tren

El tren hacia el Sur es uno de los seres fantásticos preferidos por el gran público en la mitología tinerfeña. Un tren que nos llevará a todos a todos los sures y convertirá la autopista casi en un hermoso paraje desértico. Hay gente que dice que todo está en los Simpson; yo, que he sido pedante desde jovencito y no lo voy a dejar ahora, sospecho que todo está en Eliot, que en La tierra baldía nos cuenta: “I read, much of the night, and go south in the winter…” Llevamos tantos años leyendo toda la noche sobre el tren – moderno, rápido, carísimo, salvífico, destructor – y pensando que en el próximo invierno iremos al sur… Pero el tren jamás se ejecutará, y si lo hace, cuando en su viaje inaugural no encontrará nada al llegar o tal vez hallará un montón de residencias con alemanes e ingleses moribundos junto a sus piscinas de pisos en manos de fondos buitre.

Durante ocho años Coalición y el PSOE votaron conjuntamente en los plenos para disponer las cantidades necesarias a fin de encargar los primeros estudios y prospectivas del trazado. Luego, hace dos años y medio, el PSOE, inspirado en el mago Pop, decidió que jamás había tenido responsabilidades en el Cabildo tinerfeño y prefirió olvidarse del proyecto. No exhibirse en contra exactamente sino sufrir cierta amnesia temporal. Ningún presidente mejor para aparentar una amnesia oportunista que Pedro Martín, cuya expresión más habitual corresponde a alguien que ha perdido las llaves y no consigue recordar donde las dejó, si es que tenía llaves y las dejó en algún sitio. Su vicepresidente, el ciudadano Arriaga, inerte consejero de Movilidad, decidió llevar una moción que recuperaba el entusiasmo por el tren, pero la retiró. Arriaga es uno de esos caballeros que puede prescindir con cierta comodidad no solo de las convicciones ajenas, sino también de las propias, y se cargó su moción porque Podemos,  que apoya con sus tres votos al gobierno de Martín, amenazó con represalias. Para Podemos el tren al Sur está conducido por el Maligno. Total, que el tren ya es al mismo tiempo pasado y futuro, proyecto y asco, solución y condenación. Como siempre ha sido. Falta apenas años y medio para las próximas elecciones. No se moverá una piedra ni se diseñará un solo pliego ni se tocará siquiera el asunto en los plenos.

Lo peor de todo es que el tren del sur, previsiblemente, no acabaría con los problemas de movilidad en las autopistas y carreteras tinerfeñas, aunque lo aliviaría significativamente. Es imposible regresar a 1980 y llegar desde Santa Cruz a El Sauzal o a Güimar en apenas quince minutos. A las miles y miles de personas que, desde los municipios del Norte deben acudir a diario a Santa Cruz por motivos laborales el tren del Sur les trae bastante sin cuidado. ¿Van a hacer otro en el Norte?  En Tenerife están avecindadas más de un millón de personas y por sus carreteras circulan unos 950.000 vehículos cada día. Mientras el vehículo individual sea entendido y tratado como un símbolo de identidad, casi una continuación mecánica del cuerpo del individuo, la movilidad no estará garantizada. Sería imprescindible, por ejemplo, dejar el coche fuera de las principales ciudades del archipiélago y proyectar en las afueras periurbanas amplias zonas de parking. ¿Qué político corre el riesgo de dejar sin automóvil a un elector a las puertas de Las Palmas de Gran Canaria o de Santa Cruz de Tenerife o de La Laguna?  La carga de responsabilidad de CC sobre esta catástrofe inminente resulta obvia, pero era y es asombroso que un problema tan grave y necrosado no sea motivo suficiente para consensuar estrategias entre distintas administraciones públicas; es bochornoso que una isla al borde del colapso circulatorio dependa de la debilidad estrábica de Martín, la roncante cobardía de Arriaga o el mesianismo de Belda y sus compañeros. Me temo que no iremos al sur si no es en nuestro propio fotingo o en las insuficientes guaguas de TITSA. Ciertamente todo está en la poesía: “…più nessuno mi porterà nel sud”. Es de Quasimodo. Creo que no tenía coche.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

No hay remedio

Nunca es triste la verdad, cantaba Serrat, lo que no tiene es
remedio. Y la verdad, respecto al problema del tráfico que colapsa casi todos los días el norte de Tenerife de camino a Santa Cruz, y cada vez más intensamente el sur en ruta a Arona y su zona de influencia, es que simple y llanamente no tiene solución. Háganse las obras que se hagan. Algunos se confunden con las cifras, porque en el problema de la movilidad no solo deben incluirse los automóviles particulares, sino los coches de alquiler, los camiones, los furgones y las motocicletas. Tenerife cuenta ahora con un parque de más de 850.000 vehículos (antes del confinamiento por el covid solo los coches de alquiler eran unos 35.000) y ya se imaginan que si todos se pusieran en marcha simultáneamente no se podría circular. Tenerife es una isla más bien pequeña, de apenas 2.000 kilómetros cuadrados, casi la mitad de los cuales son parque nacional y espacios y parajes protegidos, y los kilómetros de carretera apenas sobrepasan los 1.700. No se trata por tanto solo de la cantidad de cacharros con ruedas, sino de la densidad en las autovías. Podrían instrumentarse medidas y compromisos para cierta descongestión de las vías públicas, casi todos ellos diseñados y a veces ya en marcha – el tercer carril entre Guamasa y el aeropuerto, el soterramiento de la carretera de La Esperanza, la pasarela del Padre Anchieta — pero conviene olvidar el sueño de ponerse desde El Sauzal a Santa Cruz o viceversa en quince minutos, como ocurría hace veinticinco años.

Y no será así por la hegemonía indiscutible e indiscutida de la
cultura del automóvil, que se resume en una convicción que no admite disputa: yo tengo mi coche y me desplazo cuando me da la gana. En cada unidad familiar tinerfeña, como media, se superan ligeramente los dos vehículos. Y sigue creciendo; más moderadamente en los últimos años, pero sin detenerse en ningún momento. El automóvil particular es reconocido como un derecho sacrosanto, como un símbolo de estatus –quien no dispone de un vehículo no es nadie — y como ritual de madurez: simplemente no hay nada que hacer. Los que actualmente pierden dos o tres horas en entrar a la capital tinerfeñas son víctimas de esa horrible paradoja que resumía Iván Ilich: “Las personas trabajan durante buena parte del día para pagar los desplazamientos necesarios
para ir al trabajo”. En términos sociales el automóvil es una estafa y una estupidez. Recuerdo lo que se reían algunos cuando André Gorz cuando definía en los años setenta la propiedad del coche como “el triunfo absoluto de la ideología burguesa al nivel de la práctica cotidiana: funda y sustenta la creencia ilusoria de que cada individuo puede prevalecer y beneficiarse a expensa de todos los demás”. Pero no estaba en absoluto equivocado. No es la insuficiencia de autopistas, túneles o rotondas lo que en Tenerife, conspira contra la calidad de nuestra vida, sino el coche, un invento sucio, maloliente y sanguinario. Nada de circular en días alternos, nada de extender el bus-vao, nada de prohibir el tránsito de vehículos pesados desde la tarde de los viernes hasta la mañana del lunes, nada de líneas de autobuses específicamente diseñadas para los estudiantes universitarios, que llegan a diario en cientos de coches a las diversas facultades y escuelas universitarias. Nada, en definitiva, que cuestione siquiera levemente la irrestricta libertad de circulación de los propietarios de coches, guaguas, furgonetas y camiones. Un político honesto con sus conciudadanos – hipótesis plenamente fantasiosa – les transmitiría la verdad y les propondría un plan dialogado y consensuado de restricciones. Eso sí: primero lo lapidarían y después jamás sería reelegido. Y los políticos no se suicidan. El ciudadano sí y ha decidido que su féretro sea su propio coche.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?