Tenerife

No hay remedio

Nunca es triste la verdad, cantaba Serrat, lo que no tiene es
remedio. Y la verdad, respecto al problema del tráfico que colapsa casi todos los días el norte de Tenerife de camino a Santa Cruz, y cada vez más intensamente el sur en ruta a Arona y su zona de influencia, es que simple y llanamente no tiene solución. Háganse las obras que se hagan. Algunos se confunden con las cifras, porque en el problema de la movilidad no solo deben incluirse los automóviles particulares, sino los coches de alquiler, los camiones, los furgones y las motocicletas. Tenerife cuenta ahora con un parque de más de 850.000 vehículos (antes del confinamiento por el covid solo los coches de alquiler eran unos 35.000) y ya se imaginan que si todos se pusieran en marcha simultáneamente no se podría circular. Tenerife es una isla más bien pequeña, de apenas 2.000 kilómetros cuadrados, casi la mitad de los cuales son parque nacional y espacios y parajes protegidos, y los kilómetros de carretera apenas sobrepasan los 1.700. No se trata por tanto solo de la cantidad de cacharros con ruedas, sino de la densidad en las autovías. Podrían instrumentarse medidas y compromisos para cierta descongestión de las vías públicas, casi todos ellos diseñados y a veces ya en marcha – el tercer carril entre Guamasa y el aeropuerto, el soterramiento de la carretera de La Esperanza, la pasarela del Padre Anchieta — pero conviene olvidar el sueño de ponerse desde El Sauzal a Santa Cruz o viceversa en quince minutos, como ocurría hace veinticinco años.

Y no será así por la hegemonía indiscutible e indiscutida de la
cultura del automóvil, que se resume en una convicción que no admite disputa: yo tengo mi coche y me desplazo cuando me da la gana. En cada unidad familiar tinerfeña, como media, se superan ligeramente los dos vehículos. Y sigue creciendo; más moderadamente en los últimos años, pero sin detenerse en ningún momento. El automóvil particular es reconocido como un derecho sacrosanto, como un símbolo de estatus –quien no dispone de un vehículo no es nadie — y como ritual de madurez: simplemente no hay nada que hacer. Los que actualmente pierden dos o tres horas en entrar a la capital tinerfeñas son víctimas de esa horrible paradoja que resumía Iván Ilich: “Las personas trabajan durante buena parte del día para pagar los desplazamientos necesarios
para ir al trabajo”. En términos sociales el automóvil es una estafa y una estupidez. Recuerdo lo que se reían algunos cuando André Gorz cuando definía en los años setenta la propiedad del coche como “el triunfo absoluto de la ideología burguesa al nivel de la práctica cotidiana: funda y sustenta la creencia ilusoria de que cada individuo puede prevalecer y beneficiarse a expensa de todos los demás”. Pero no estaba en absoluto equivocado. No es la insuficiencia de autopistas, túneles o rotondas lo que en Tenerife, conspira contra la calidad de nuestra vida, sino el coche, un invento sucio, maloliente y sanguinario. Nada de circular en días alternos, nada de extender el bus-vao, nada de prohibir el tránsito de vehículos pesados desde la tarde de los viernes hasta la mañana del lunes, nada de líneas de autobuses específicamente diseñadas para los estudiantes universitarios, que llegan a diario en cientos de coches a las diversas facultades y escuelas universitarias. Nada, en definitiva, que cuestione siquiera levemente la irrestricta libertad de circulación de los propietarios de coches, guaguas, furgonetas y camiones. Un político honesto con sus conciudadanos – hipótesis plenamente fantasiosa – les transmitiría la verdad y les propondría un plan dialogado y consensuado de restricciones. Eso sí: primero lo lapidarían y después jamás sería reelegido. Y los políticos no se suicidan. El ciudadano sí y ha decidido que su féretro sea su propio coche.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?

La culpa fue del chachachá

Las fuerzas de la derecha caen arrolladas por la Historia – o eso ocurría antes – pero cuando tiemblan y se desmoronan las fuerzas del progreso la culpa es siempre del chachachá. Puede comprobarse en la larga y decadente crisis del PSOE o en la más reciente y localizada de Podemos Canarias, donde los numerosos fulanismos y facciones en juego están dispuestos a arrancarse los ojos. En Tenerife es distinto, porque allí, en realidad, quien se quedó con las bendiciones de los dirigentes nacionales de Podemos fueron los pibes y pibas de Sí se puede, con lo que la cohesión y la coherencia devienen mayores. Sí se puede – fue en realidad una lotería prodigiosa que nadie se esperaba y que les ha servido para encaramarse en las instituciones — funciona como una próspera franquicia de Podemos, ahora con la amistad desinteresada de Izquierda Unida o del sector de IU que no siente la tentación de enterrarlos vivos. En Gran Canaria es distinto. En Gran Canaria Podemos se materializó como un agregado de organizaciones diminutas y agorafóbicas, de venerados figurones de la izquierda local en tránsito de momificación, de activistas del ecologismo y los derechos sociales, de nuevos líderes de los círculos deliberantes y empoderantes, de rutilantes estrellas fugaces y de los cien hijos sindicalistas de Mery Pita, quien recibió la púrpura con el aval de Pablo Iglesias y desde entonces no se la quitado ni para enjabonarse.
–¿Lo güeles, Brito? Es el olor a Pablo. No me la pienso quitar.
–Aaaaagg. Yo soy socialdemócrata. Tú apestas a revolución de octubre, carcamal.
— No pasa nada.
— Claro que pasa. Algo pasa con Mery.
Lo del chachachá es el nombre que recibe en la jerga ontológica de Podemos en particular y la izquierda española en general la nada. Todo un sistema semántico que ya incapaz de describir fehacientemente la realidad y que se reduce a apalabrar una épica de chichinabo. Examinemos, si le parece bien, el texto de un reciente artículo firmado por José de León Hernández (Pepe el Uruguayo) que es un ejemplo perfecto de vacío chachacharesco. Primero esta la descripción de la situación política como un “saqueo institucionalizado” y “unas reglas democráticas secuestradas”. Ah, menos mal que ahí siempre está el pueblo, para luchar tesoneramente contra la maldad, porque ya se sabe que el pueblo unido jamás será vencido. Por supuesto, esto no es una democracia, siquiera enferma, descoyuntada o parasitada, sino un régimen criminal que, extrañamente, permite en tres años a una fuerza política recién nacida cogobernar el Cabildo de Gran Canaria o el ayuntamiento de Las Palmas. Todo iría bien, por supuesto, si se dejase el partido en manos de la gente, gente ingente como Hernández cabe suponer, pero no es así, y si no fuera por Pita y sus secuaces, la organización de Podemos fulgiría como un ejemplo magnífico de fuerza pujante y participativa capaz de transformar la realidad. No es la naturaleza aspiracional y organizativa del proyecto y el descarado proceso de cooptación ejercido en su momento por Pablo Iglesias y sus cuates lo que lleva a Podemos a una crisis asfixiante en Gran Canarias sino, como suele ocurrir, un ser aislado y maligno que no quiere a nadie. En Podemos en Gran Canaria se vive la enésima representación del canibalismo de unas izquierdas autoreferenciales que se matan por un punto y coma en un manifiesto o por dos asesores no compartidos en una administración pública.  Ah, el eterno chachachá de la izquierda. Ese chachachá que lleva a dirigentes y familias, como recordaba Gabinete Caligari, a ser caraduras (una y otra vez) por la más pura casualidad.

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Qué querrán

Es una anécdota que he escuchado en muchos sitios, yo la oí por primera vez en boca de Gilberto Alemán, que me definió una vez el insularismo como “un delito de lesa patria canaria” o algo así. A principios de los años cincuenta dos chicharreros bajaban en el viejo tranvía a Santa Cruz y en el horizonte se dibujó, nítida, la silueta de la isla de Gran Canaria, y uno de los amigos le dijo al otro: “Carmelo, que clarita se ve hoy Gran Canaria”, y el otro, frunciendo el ceño, declaró: “Sí. Qué querrán”. Si confío en que el insularismo ya no forma parte de la dinámica real de la vida pública de Canarias, y ha quedado reducido a un (peligroso) recurso propagandístico de partidos y líderes, es porque hoy no escucho en el tranvía conversaciones tan ocurrentes como esa, y porque para miles de adolescentes y jóvenes Gran Canaria (o Tenerife) es una prolongación de su propia isla, de sus experiencias y sus expectativas vitales.
El insularismo tienen su explicación histórica, como el cáncer tiene su explicación médica, pero es una patología política sumamente dañina y sus restos incandescentes contribuyen aun a dificultar la construcción de una comunidad unitaria con capacidad para dedicarse enteramente a sus problemas estructurales: su modelo de desarrollo y conexión en un mundo globalizado, ferozmente competitivo y en mutación continua; su declinante productividad y escasa cualificación profesional; su altísimo desempleo, la rampante desigualdad social, su insuficiente (y deficiente) sistema de servicios públicos y la baja calidad de su democracia. “La ideología dominante”, escribió Marx, “es la ideología de la clase dominante”, y este aserto se cumple escrupulosamente con el insularismo, ideología de combate entre las oligarquías tinerfeñas y grancanarias durante más de siglo y medio que terminó contaminando con sus ridículas miasmas hasta a las clases más humildes, especialmente en la isla occidental. El insularismo no deja de ser una manifestación doctrinal (y una estrategia política en su momento) de la tesis del enemigo exterior. Si algo marcha mal – advertía el bloque de poder isleño en uno u otro territorio — la culpa es de los de fuera. Que los de fuera sean zarrapastrosos como yo que viven a cien kilómetros de la costa no tenía apenas importancia. Tenerife impedía el crecimiento de Gran Canaria. Gran Canaria amenazaba el futuro de Tenerife. En un espacio físico y mental tan diminuto – el parterre de nuestra estupidez idiosincrásica – incluso tuvimos ocasión de construir estereotipos. El grancanario era un negociante capaz de vender a su madre al mejor postor y el tinerfeño un gandul presuntuoso con ínfulas de grandeza insoportables que hablaba del Teide como si fuera producto de su esfuerzo personal.
Las élites de las islas centrales no actuaban irracionalmente desde la óptica de sus intereses a corto y medio plazo. Tal y como señala el historiador Antonio Macías “la vía de acceso al capitalismo decimonónico fue la isla, no el Archipiélago; de ahí que las élites insulares rivalizaran por el control de los recursos externos que podían maximizar sus estrategias productivas, y de ahí que no fraguara un movimiento nacionalista potente en este periodo histórico”.  Para la captación de recursos externos devenía imprescindible la capitalidad, y más tarde, la provincia propia, es decir, el control de la administración local, la vía para un diálogo autónomo con Madrid,  una palanca política y burocrática para la presión, la influencia y la innovación, y en eso se volcó el bloque de poder de Gran Canaria, mucho más lúcido, proactivo y ambicioso que el tinerfeño durante la Restauración canovista, y que tuvo además un inteligente paladín en la figura de  Fernando León y Castillo. Después de un breve periodo de distensión  signado por la Ley de Cabildos de 1912 se recrudeció la batalla política y periodística hasta que un decreto de Primo de Rivera vino a crear la provincia de Las Palmas en 1927. Después de la guerra civil, el insularismo quedó congelado durante los casi cuarenta años de dictadura franquista, pero las fiebres pleitistas arreciaron de nuevo en la creación de la Comunidad autonómica. El insularismo redivivo fue el caldo de cultivo de las Agrupaciones Independientes de Canarias y sin duda influyó notablemente en que se eligiera como circunscripción electoral la isla y no la provincia.  El último episodio embadurnado de insularismo fue la reclamación de un nuevo colegio universitario residenciado en Las Palmas de Gran Canaria en 1989.
El insularismo como praxis política no puede prosperar en la Comunidad autonómica: el partido que lo practique tenderá a suicidarse en el plazo de pocas legislaturas.  Pero el insularismo sigue funcionando como mecanismo propagandístico y como método de descalificación política. Cuando Carlos Alonso o Antonio Morales adoptan posturas insularistas están dedicándole carantoñas a su parroquia, sin prejuicio de que lleven encriptadas mensajes a sus socios de coalición, sus superiores jerárquicos o sus propias ambiciones. Alonso lo emplea sobre todo para coagular su liderazgo todavía demasiado líquido y Morales busca a la vez ser el supremo defensor de Gran Canaria y el guardián de las esencias de la izquierda frente a un Gobierno autonómico que, pese a la presencia socialdemócrata, considera básicamente conservador.  Por ese camino, por supuesto, se corren riesgos innecesarios. Alonso puede juguetear con la estabilidad del Ejecutivo regional. Morales y sus compañeros de partida hablar del Cabildo de Gran Canaria como un “contrapoder” frente a las instituciones controladas por “la vieja política reaccionaria y enemiga del cambio”. Pero los cabildos no son instrumentos de contrapoder, sino instituciones de la Comunidad autonómica, y pervertir su naturaleza política y administrativa a favor de un proyecto político concreto supone todo un aldabonazo antidemocrático.
El pleitismo es, en definitiva, un viejo y reconocible fantasma que todavía nos visita cuando arrecia una crisis, fracasa la voluntad de diálogo o se busca fidelizar electoralmente a los tuyos o conseguir titulares martirológicos. El mismo Fernando Clavijo es acusado de insularista porque “enfrenta a las islas menores con las mayores”. Es difícil entender en qué puede beneficiar a Clavijo y a Coalición tan maquiavélico designo dentro o fuera de las urnas.  Todo el que llega al glorioso matadero de la Presidencia del Gobierno sabe que su supervivencia política pasa por la multiplicación infinita y agotadora de equilibrios y los dirigentes de CC son agudamente conscientes de que su debilidad político-electoral en Gran Canaria es el principal problema para la continuidad en el poder del proyecto nacionalista y que esa debilidad no puede ser sustituida por nada. En todo   caso, cada vez que veo a responsables políticos mostrarse como desaforadas víctima del recalcitrante insularismo ajeno siempre pienso lo mismo: “¿Qué querrán?”.

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Grandes titulares de la visita de Merkel

A Merkel se le cura un resfriado al aterrizar en el aeropuerto internacional Reina Sofía.  Esta redacción ha podido saber que la canciller alemana había pillado en pertinaz resfriado en Stuttgart y que desapareció prodigiosamente en cuanto pisó suelo tinerfeño y pudo respirar el aire salutífero de las brisas marinas que acarician nuestra costas. El presidente del Colegio Oficial de Alergólogos de Canarias señaló hoy que casos como los protagonizados por Merkel demuestran “la excepcional calidad de nuestra atmósfera, porque tenemos atmósfera propia, no se vaya usted a creer”. El vicepresidente del Cabildo de Tenerife, Efraín Medina, anunció que, a raíz de este incidente,  tomará la iniciativa de proponer a Ángela Merkel como hija adoptiva de la Isla “porque ningún alemán ha sabido respirar tan sincera y hondamente en el sur de Tenerife como la señora canciller”.  “Y como hija adoptiva”, agregó Medina, “no podrá negarse a visitarnos en Carnavales y a bailar con Los Joroperos por las calles de Santa Cruz en Carnaval, porque yo te digo desde ahora que ese huevo quiere sal, y mira, te lo suelto en verso porque estoy en racha, cucaracha…”

Merkel como pescado fresco en Los Abrigos. Ha causado honda impresión que la comitiva de la canciller alemana, integrada por unos 30 agentes de seguridad, dos secretarios personales, un traductor y su marido se detuviera en Los Abrigos para comer pescado fresco, cuando es sabido que la gente cuando pasa por dicha zona se detiene en Astorga y pide fabada y, de postre, arroz con leche. Nuestra redacción ha podido hacerse, después de un arduo trabajo de investigación, con la factura del almuerzo, que rezaba tal que así:
“Cuatro platos de lapas”.
“Seis platos de chopitos”.
“Seis cazuelas de gambas al ajillo”.

» Dos chernes».
“Cuatro chocos con mojo cilantro”.
“Siete viejas asadas”.
“Catorce bandejas de papas fritas”.
“Dos platos de congrios”.
“Una docena de morenas fritas”.
“Otras seis bandejas de papas fritas”
“San Marcos a discreción”
“Dos cafeteras, un bote de leche condensada y una botella de Jägermeister”.
Los escoltas, los secretarios y el traductor se abstuvieron de almorzar. El esposo de la señora Merkel solo pidió un vaso de agua del grifo.
El presidente del Cabildo de Tenerife ha transmitido su malestar institucional al alcalde de Granadilla por no invitarle al almuerzo con la señora Merkel. “No importa que el alcalde no supiera nada”, apuntó Alonso, “lo grave es que no lo supiera yo”.

Merkel practica en senderismo por las pistas forestales de La Gomera y se rumorea que le gusta el potaje de berros. Una señora de cierta edad ha sido identificada como la canciller de Alemania mientras caminaba, dando sorprendentemente un paso tras otro, por una pista forestal de La Gomera. Se rumorea que a la señora Merkel le encanta el potaje de berros, lo que ha provocado lágrimas de emoción de todos los gomeros que votan a Casimiro Curbelo, quien ha desvelado que fue él quien convenció a Merkel para que acudiera a La Gomera de vacaciones. “Sí, lo hice un verano, justo después de inventar la rueda y antes de construir la nueva sede del Cabildo”, explicó.

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La Tejita y el hotel

El consejero de Podemos en el Cabildo de Tenerife, Fernando Sabaté, ha propuesto que la corporación insular negocie con los propietarios de la parcela en el enclave de Sotavento próxima a la playa de La Tejita para adquirirla y evitar así que se construya el hotel de lujo previsto y cuya estructura se empezaría a levantar en los próximos meses. Sabaté apunta a una solución inmediata y concreta – lo que se agradece — pero difícilmente realizable. La parcela se adquirió por sus actuales propietarios, precisamente, para poner en marcha una instalación hotelera, con lo que además del precio de mercado, podrían argumentar la necesidad de incluir un lucro cesante, con lo que el precio finalmente se dispararía. Desde una óptica de izquierdas, ¿es más provechoso – y socialmente rentable – destinar millón y medio o dos millones de euros en adquirir un solar o en financiar políticas sociales y programas asistenciales donde son más necesarios y existe un mayor déficit, es decir, en los sures tinerfeños, donde ni siquiera puede contarse con un albergue público?
El recinto en cuestión está fuera de la zona de protección y rodeado de construcciones (aparcamientos, centro comercial, chalecitos). Los detractores del hotel de lujo aseguran que lo importante no es eso, sino el aumento de la presión ocupacional que sufrirá La Tejita, con sus consecuencias en la conservación del paraje marítimo-terrestre y su ecosistema propio. El hotel previsto dispondrá –según sus promotores – de unas 500 habitaciones. Digamos que unas 2.000 personas se sumarán a los canarios y extranjeros que ya disfrutan de La Tejita y sus alrededores a lo largo de todo el año gracias a un clima excepcional. ¿Suponen entre 2.000 y 2.500 personas una presión demográfica insoportable que pone en riesgo la capacidad de carga de la playa y sus aledaños y amenaza realmente los equilibrios de su ecosistema? Esas 2.000 personas, ¿se pasarán todo el día en La Tejita o diversificarán sus días de ocio entre piscinas, parques acuáticos y varias playas y parajes?  Tal vez me equivoque, pero lo primero, a partir de la evidencia del comportamiento turísticos en establecimientos de lujo, me parece sumamente dudoso. Una seña de identidad de una izquierda del siglo XXI, desde luego, debe ser el compromiso ecológico, pero también en el desarrollo turístico puede y deben existir criterios ecologistas, y así podemos ver en hoteles de lujo en todo el sur de Tenerife plantas desaladoras propias o sistemas de ahorro y control de consumo energético. Tal vez las izquierdas  — desde el poder y desde la oposición –deberían insistir en articular políticas sociales y redistributivas en los amargos sures y medianías dejadas de la mano del diablo del desempleo, el abandono escolar y la pobreza, y en impulsar reformas legales para evitar la creciente explotación de los trabajadores de la hostelería. Porque se trata que La Tejita continúe ahí, por supuesto, pero que su belleza no sirva para olvidar la desnutrición, los viejos semiabandonados, los adolescentes momificados en las plazas, todo un mundo destruido y arruinado cuando se precipitó el fin de la construcción enloquecida y enloquecedora en Canarias.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?