Pedro Sánchez

El mártir accidental

Para entender la hecatombe que está viviendo  el PSOE, es decir, la primera fuerza de la izquierda española, quizás basta con las lecturas que de tal implosión hacen la gente y las organizaciones de izquierdas. Efectivamente, lo que ocurre es “un golpe de Estado”, que “el aparato del PSOE” ha organizado contra el secretario general “elegido por los militantes”, Pedro Sánchez, “un hombre de izquierdas”, con el objetivo de que gobierne “el Partido Popular”,  una acción “estimulada por los grandes poderes económicos del país y por El País” y comandada por Felipe González, al que se fotografía tomando el sol en un yate, oh, enemigo de clase que ya no pisas la arena de la playa de Ignacio Sánchez Mejías, y Susana Díaz, “una mamarracha” que se encaramó al poder en “la corrupta Andalucía” perpetrando decenas de golpes de Estado” (sic) en el PSOE andaluz. Esto es, más o menos, el engrudo conceptual básico, y lo comparten miles de socialistas con sus cuotas en orden y cientos de miles de votantes del PSOE.  Si esta miseria analítica es el marco semántico que la izquierda, sin excluir los socialdemócratas,  aplica a la crisis del PSOE, lo extraño es que el PSOE no haya estallado antes. Una izquierda capaz de satisfacerse con un relato semejante está sentenciada por su propia estupidez, ignorancia y autocomplacencia, y me refiero a toda la izquierda de este país, a este cada vez más caricaturesco progresismo, airado y refunfuñón, que hace pajaritas con su encefalograma desde hace ya demasiados años.

Llama la atención poderosamente que los que encuentran en los votos de la militancia a Pedro Sánchez una legitimación que es sacrílega cuestionar se los traigan al pairo los casi ocho millones de votos que cosechó el PP en las últimas elecciones generales y que lo convirtieron en la mayoría minoritaria en el Congreso de los Diputados. El PP es un meteorito que sin ninguna intervención humana cae del cielo, elección tras elección, y en este aciago periodo, además, el meteorito es cada vez más grande. Según sondeos y politólogos, el próximo meteorito puede ser de nuevo gigantesco, y acabar con la extinción de una alternativa de izquierda y la aparición de un nuevo precámbrico que tú bordaste en rojo ayer, sin un solo microbio rojo en todo el ecosistema. A esta izquierda, la izquierda para la que lo ocurrido en Ferraz es un golpe de Estado y no una exhibición de inutilidad política, le da lo mismo. Prefiere proporcionar una nueva mayoría absoluta al PP – con el auxilio o no de Albert Rivera y sus bellezas prerrefaelistas – que pactar una estrategia en la Cámara Baja para bloquear o negociar las mayores barrabasadas de la cerril derecha española. Pedro Sánchez no es ningún izquierdista, siquiera sobrevenido, sino un maniobrero inescrupuloso que estaba dispuesto a cualquier cosa (el no a Rajoy, contribuir a que el PSOE fuera secuestrado por Podemos y/o los independentistas catalanes en un Gobierno rodeado de cortocircuitos, propiciar unas terceras elecciones) para encastillarse en la Secretaria General. El PSOE se desangra porque no tiene un proyecto reformista convincente, porque ignora los códigos, irritaciones y ambiciones de las clases medias urbanas y de los jóvenes parados y mileuristas, porque ha creado en sus entrañas un personal político que no conoce otra cosa que la chupona meritocracia del partido. Sánchez es una puñetera anécdota. Un accidente. Pero bajo la capota, cuando buscan el fallo en el motor, no hay motor, sino un poster amarillento de las elecciones generales de 1982. Entonces se miran los unos a los otros y empiezan a chillar. No es indignación. Gritan de miedo.

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Perder para Rajoy

En la pantalla de televisión, a medianoche, cuando las carrozas se convierten en calabazas, la expresión de cesáreo cabreo de Pablo Iglesias, y en segundo término Iñigo Errejón frunciendo los morritos. El Líder no parecía irritado con los resultados, sino con la gente que no sabe votar.   Parafraseando a Bertold Brecht, Iglesias parecía a punto de exigir la disolución del pueblo para elegir a otro. Pero se contuvo. Muchos de sus correligionarios, simpatizantes y votantes no lo han hecho, por supuesto, y hasta han circulado bulos disparatados y anecdotarios grotescos sobre pucherazos electorales. Parecían todos lectores demasiados literales de Brecht. Se sentían decepcionados, malheridos, espantados, rotos por el pueblo frívolo y cobarde y necio.  En uno de los miles de tuits heroicos en la derrota un genio señalaba que le gustaría antes compartir una teoría sólida sobre el fraude electoral que admitir que la gente sea capaz de votar mayoritariamente al Partido Popular. Una tercera opción (intentar entender racionalmente lo que ha ocurrido) parece interesar mucho menos que las excomuniones ideológicas y los insultos a los que se atreven a votar a la derecha. Es lo normal cuando se ha sustituido el análisis político por una permanente apelación a lo emocional, por la legitimación de prácticas valorativas excluyentes, por el empeño en dicotomizar el espacio político entre malos y buenos, explotadores y explotados, jóvenes regeneradores y zombis fascistoides.
Soy incapaz de entender como ese amplio sector de la izquierda española – lo que un día fue IU, las mareas de varios colores y dolores, organizaciones independentistas, una parte no insignificante de exvotantes socialistas – pudo llegar a creer, quiere seguir creyendo, que la mayoría de la sociedad civil española va a compartir y metabolizar su lenguaje, sus símbolos y sus preferencias. Es algo absolutamente disparatado, irreal, una memez adolescente. En España hay millones de personas en el espacio entre el centro derecha y los predios conservadores ultras. No reconocen ese lenguaje, esos símbolos, esas preferencias. En el pasado un sector de ese centrismo urbano y mesocrático pudo creer  y apoyar una opción socialdemócrata moderada como la que representó el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, que prescindieron astutamente de cualquiera adorno, afeite o coquetería identificable con la izquierda carpetovetónica. Hoy no, por supuesto. No se puede vencer a la derecha y a su inmejorable instalación en los poderes financieros, empresariales y comunicacionales del país con dos partidetes de centro izquierda, uno de los cuales se proclamaba anticapitalista hace apenas año y medio. El triunfo de un dirigente tan extraordinariamente mediocre como Mariano Rajoy deviene responsabilidad de un PSOE incapaz de reformarse desde los tiempos de Pérez Rubalcaba como secretario general y cuyos cuadros, culturas y equilibrios internos destrozó un señor llamado José Luis Rodríguez Zapatero, y de un grupo de profesores universitarios y profesionales del asesoramiento político que han demostrado tanto sentido táctico del oportunismo como escaso respeto por lo oportuno para la izquierda posible en España.
Que el PP gobierne otros cuatro años es una mala noticia, porque los equipos de Mariano Rajoy han demostrado su inepcia técnica, su brutal indiferencia por la cohesión social y territorial del país, su desprecio supino por un sistema democrático que han contribuido a degradar como ninguna fuerza política en los últimos treinta años,  su emporcamiento en una corrupción que formaba parte de sus mecanismos internos en varias comunidades autonómicas.  Pero cuando consigues 137 diputados no es que hayas ganado las elecciones. Es que otros las han perdido para tí.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

La chocolatera

Y se levantó Pablo Iglesias, la camisa blanca ligeramente arrugada y los hombros estrechos subrayando dramáticamente sus frases, y a los tres minutos, quizás antes, ya estaba servidor en la chocolatera de la Universidad de La Laguna, principios de los ochenta y finales de una izquierda intramuros agónica pero irredenta, porque me descubrí escuchando, por boca de un diputado de 2016, toda esa estúpida y degradada retórica perfectamente vacua, grandilocuente, bocachancla. El capital,  la oligarquía, la banca, la lucha de clases, los traidores a los trabajadores. Se puso hablar del franquismo. Explicar la realidad política de la España actual a través del régimen franquista es incurrir en un miserable fracaso intelectual, pero  Iglesias jugó a hacerlo. El PP, por ejemplo, es franquismo, porque – recordó el secretario general de Podemos – fue fundado por un grupo de exministros de Franco encabezados por Manuel Fraga. Eso es apenas una mentira: lo que fundaron los llamados siete magníficos en 1976 fue Alianza Popular, una federación de partidos diminutos. Que a la derecha española le queden asignaturas importantes para homologarse con la CDU alemana o el RPR francés no justifica comparar el actual PP – que es fruto de una evolución y un conjunto de sumas y compromisos de más de treinta años – con la Alianza Popular fraguista. Estas tonterías son propias de un pequeño tahúr. Si para el PP todo es ETA, para el discurso heroico de Iglesias todos es franquismo, tiene origen franquista o está contaminado por un franquismo inmortal y omnipresente, desde la Constitución hasta la tortilla de papas. Fue una intervención tan mísera y a ratos miserable, tan de chocolatera universitaria, que me dejó estupefacto. “Los poderosos no le han dejado llegar a un acuerdo con nosotros”, le espetó Iglesias al candidato Pedro Sánchez. Pues vete tú a saber. Los poderosos franceses permitieron sin pestañear un gobierno entre socialistas y comunistas en Francia en 1981. Los poderosos portugueses, al parecer, fueron incapaces de evitar un gobierno socialista con apoyos comunistas y ecologistas que Podemos mismo pone como ejemplo. No hablemos de la cal viva que mancha a Felipe González y que no puede compararse con los ternos oscuros de ese constructor de paz y concordia que es Arnoldo Otegui. Y suma y sigue.
Dudo mucho que Iglesias sea tan imbécil como para identificarse con sus propias palabras. A lo largo del último año se había disfrazado de socialdemócrata danés de lunes a sábado –los domingos ponía cara de finlandés– y ahora el profesor irrumpe con el vocabulario y los eslóganes del redactor más obtuso de Mundo Obrero.  Iglesias, por supuesto, había puesto a su izquierdismo a sobreactuar para, desde el rojo pasión, denunciar la derechización del PSOE de Sánchez. Porque, como es obvio, si Podemos apuesta por retirar el aforamiento a diputados y senadores se trata de una medida de izquierda, y es sano, emocionante y progresista, pero si lo hace Ciudadanos es insignificante, rechazable, derechista, puaj. La bondad de propuestas y medidas no dependen de sí mismas, sino de quien las defienda, lo cual constituye la primera y última razón de la dirección Iglesias y sus cuates para no permitir un Gobierno entre PSOE Y Ciudadanos. Lo realmente intranquilizador de Podemos es precisamente esa combinación mentirosa y milagrera entre oportunismo camaleónico y complaciente y moralismo inquisitorial y revanchista. Lo importante son las elecciones. Y ganarlas. Y conseguir el poder. Ni reformismo ni revolución. Para Iglesias y los suyos la democracia parlamentaria es el vagón del tren desde la chocolatera universitaria hasta la estación de Finlandia.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Otro error del PSOE

1) El terrorismo yihadista es una amenaza real. Que haya que insistir en esta obviedad representa un indicio más de la buena salud de la tibetanización idiota de la sociedad española en general y de la izquierda en particular, pese a padecer a ETA durante cuarenta años y haber sufrido el mayor atentado islamista cometido en Europa hasta el momento. Una cosa es exigir que la lucha contra el terrorismo no termine deslizándose hacia la legitimación de un autoritarismo que socave las libertades civiles, abriendo un estado de excepción sistemático y permanente, y otra emitir sandeces como las que se pudieron escuchar o leer con motivo de la reciente matanza de París: desde que la solución consiste en más democracia y no menos hasta esa extraña tranquilidad de conciencia – solo de conciencia, claro, ni la caja craneana ni las piernas quedan a salvo –que se alcanza al responsabilizar del terrorismo no a los que asesinan con tiros en la nuca o bombas, sino al imperialismo norteamericano o su cómplice, el barrigudo y cínico egoísmo europeo. Ya explicó Arcadi Espada que el énfasis en las causas del terrorismo es directamente proporcional a la distancia entre el lugar de las bombas y el enfático: a mayor distancia de las bombas, mayor insistencia en las causas. En todo caso el combate contra el terrorismo yihadista es arduo y complejo y no puede no notarse.
2) La unidad, por supuesto. Es imprescindible la unidad política, social, cultural frente a la agresión terrorista. No debe ser una reacción militaroide de prietas las filas, sino la plasmación de una verdad elemental: la unidad es pragmática, la unidad es más sólida, la unidad es el mejor cemento para rearfirmar valores y no únicamente avalar estrategias. Se entiende perfectamente que los grandes partidos del país (PP y PSOE) negocien un acuerdo básico que muestre su unidad frente a las amenazas del terrorismo yihadista, como lo hicieron en el pasado con ETA. Lo que yo no entiendo, precisamente, es que los socialistas no hayan negociado ese acuerdo. Solo han suprimido algunos detalles léxicos y modificado algunos giros sintácticos del texto inicial del Gobierno para rubricarlo con la fugaz pompa de focos y televisiones.
3) Si la lucha contra cualquier terrorismo debe basarse en la legalidad estricta el Código Penal  y en especial –aunque la evidencia sea sonrojante – las referencias al terrorismo en el mismo deben constituir un acuerdo previo entre los firmantes. No ha sido así y el inminente Código Penal que aprobará el PP gracias a su mayoría absoluta en las Cortes fragiliza el garantismo judicial, afecta negativamente a derechos básicos e  introduce de contrabando un Derecho penal del enemigo. El PSOE ha actuado al revés: primero me adhiero a una unidad política precocinada por el Gobierno de Rajoy y luego me comprometo a acudir al Tribunal Constitucional para neutralizar los instrumentos operativos con los que se pretende eliminar la amenaza que les ha convocado. Es un nuevo error  estratégico del PSOE que contribuye a su desindentificación política e incluso existen motivos para una sospecha razonable:  Pedro Sánchez no ha aparecido junto a Mariano Rajoy por sentido de la responsabilidad, sino por sentido del share.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Pip…pip…pip…pipsoe

Unas 250 personas. Quizás 300. No más. En los años ochenta y principios de los noventa Felipe González llenaba la Plaza de Toros de Santa Cruz. Pero eso no volverá y no exclusivamente por culpa de las nuevas tecnologías de la información, muchachos, sino también porque ustedes se lo han ganado a pulso. La inmensa mayoría militantes del PSOE procedentes de varias islas y, en una proporción nada desdeñable, cargos públicos y excargos públicos socialistas. Si intentabas el ejercicio mental de sustraerte de la música de campaña, de las cámaras y los focos, de los periodistas y los incansables pibes de la organización la escena no era precisamente estimulante. Llegaban los gerifaltes –consejeros del Gobierno regional, diputados, alcaldes – y se lanzaban en picado hacia la fila de sillas reservadas a las autoridades. “¿Yo? ¿Ahí? Si ahí no me pilla ningún objetivo”. Descubrí a algunos veteranos militantes socialistas – de los que nunca habían disfrutado de una poltrona o lo habían hecho en el pleistoceno democrático – a los que, por supuesto, nadie, absolutamente nadie, hacía puñetero caso. Observé a un par de dignos y valiosos intelectuales virtualmente invisibles para toda la desmochada aristocracia psocialista, porque, seguramente, al PSC-PSOE le sobran los intelectuales desde hace bastantes legislaturas. La dirección del PSC lleva lustros ya entregada a los principios de aquel concurso televisivo que se inventó Les Luthiers: “Quien piensa, pierde”.

Repentinamente entraron a la carrera los servicios auxiliares aplaudiendo enloquecidamente. Era la señal y aparecieron, en efecto, Pedro Sánchez y Patricia Hernández, saludando enfáticamente con brazos y sonrisas simétricas, como si se dirigieran a una multitud infinita a punto de asistir al milagro de los panes y los peces. Pero nadie parecía especialmente afectado, la verdad. Yo lo estuve cuando la candidata presidencial del PSC-PSOE comenzó a peroratear. Porque Patricia Hernández  –cuyas habilidades para maniobrar, primero en las Juventudes Socialistas y luego en el aparato del partido, y conseguir sobrevivir a sus propias apuestas y encontrar un soleado lugar en las listas, son innegables – deviene un ejemplo perfecto de que la democracia interna no lleva a tomar las mejores decisiones. Hernández carece de un diagnóstico mínimamente riguroso y coherente sobre la situación de Canarias y sus propuestas –por llamarlas así – se reducen a naderías estomagantes. Pero lo más irritante de su discurso es esa actitud frívola y postinuda que pretende transformar la ignorancia pertinaz en un valor retórico y hasta político. Allí, ante los 300 a los que aguardan las Termópilas electorales, comentó que el crecimiento de la economía canaria era una línea que hacía pip-pip-pip hacia abajo y ella quería que hiciera pip-pip-pip hacia arriba. Y la aplaudieron. La aplaudieron todos aquellos que con lóbrega perseverancia han reducido al PSC a sí mismos, a sus propias y ratoniles ambiciones, a un mezquino canibalismo en un círculo cada vez más reducido y agorafóbico. Aplaudieron esa memez vergonzosa. Se lo merecen.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?